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20 marzo 2009

Viejas rancheras de la guerra fría

El ex canciller mexicano Jorge Castañeda es un hombre friolento. Su frío es crónico, lo atrapó durante el largo período de la “guerra fría”, a veces las circunstancias del calentamiento atmosférico, por contraste, lo obligan a sufrir rebrotes escalofrientos. Uno de ellos lo tuvo recientemente: su crónica en el diario madrileño El País (18/03/2009), “La ambigüedad de la victoria en El Salvador”.


Por la mezcolanza que nos ofrece de temas, de suspicacias, de sospechas, de acertijos, de chismorrerías, de nombres y de conjeturas uno podría pensar que se trata simplemente de una farsa. Sin embargo su edad provecta, su pasado cargo de ministro y su cargo actual de enseñante universitario no nos permiten inclinarnos hacia esta hipótesis. Su crónica va en serio. Haré un esfuerzo y a pesar de todo voy a tratar de sacar del enredijo que nos ofrece Castañeda lo que concierne al FMLN, a Mauricio Funes y a El Salvador.


Veamos pues en qué consiste según Jorge Castañeda la ambigüedad de la victoria de Mauricio Funes en la reciente elección presidencial. Retoma un motivo que se repitió mucho en El Salvador por la derecha en el poder, hasta producir cierto empalago. Funes es un títere de la fracción dura y ortodoxa del FMLN. Es ésta la que tiene ahora el poder. Pero afirmar esto así a secas Castañeda sabe que no cunde efecto, que a este bagazo hay que ponerle algunos aderezos para que no resulte revulsivo.


Con cierta habilidad narrativa, aunque muy lejana de las mejores plumas de su país, el antiguo Secretario de Relaciones Exteriores, nos introduce un personaje de película —que podría llevar como título “El hombre que venía del calor...”— se trata del cubano Ramiro Abreu. Pero aquí tampoco vale tan solo nombrarlo, urge pintarlo: “La noche del domingo 15 de marzo fue, sin duda, la más feliz de la vida de Ramiro Abreu. Sesentón, regordete, de baja estatura, y provisto del par de ojos más azules e intensos que se hayan visto en los anales de la revolución latinoamericana, el encargado de El Salvador para los servicios de inteligencia cubanos esperó durante más de un cuarto de siglo los resultados de esa velada ». Pero cuando aparece la mano de la Habana, es necesario introducir la infamia que obligatoriamente arrastra su dosis de “sangre y fuego”. Fueron estos los ingredientes que usaron Abreu y “el legendario Ibrahim” para producir la unidad de las cinco organizaciones guerrilleras, para fundar al FMLN.


Esta historieta, que nos narra el antiguo ministro, arrastra, como su engendro, el lastre de todo desprecio que siente el burgués hacia al pueblo. Jorge Castañeda es incapaz de pensar que los salvadoreños sean aptos para protagonizar su propia historia, obligatoriamente retorna a los fantasmas que lo explican todo, la mano extrajera nos mueve como muñequitos y a su antojo. La historia popular para esta gente resulta de intrigas y la voluntad común de muchos de llegar a la unión de los esfuerzos para vencer a la dictadura es apenas una ilusión. No niego la posibilidad que los cubanos hayan intervenido, mediando en las múltiples divergencias que reinaban entre los cinco organizaciones. Pero la unión que condujo al FMLN estaba inscrita en la agenda nacional salvadoreña y como pudo ocurrir luego de acabada la guerra, su desintegración es también parte de nuestra propia historia y proceso. De cierto modo ocurrió en la cúspide. Buena parte de los dirigentes de la antigua guerrilla andan hoy rozándose con la derecha o estrechamente amancebados.


Es a ellos que hacia el final de su crónica Jorge Castañeda se refiere con cierta ternura, calificándolos con halagüeños apodos: “Los dirigentes históricos, brillantes y modernos, del viejo FMLN -Facundo Guardado, Joaquín Villalobos, Salvador Samayoa, Ana Guadalupe Martínez, Germán Cienfuegos- lo han abandonado, o han sido abandonados por los duros”. Pero toda esta gente se fue sola. Optó por la modernidad del liberalismo, por apoyar al bando de enfrente, a ARENA. Uno de ellos incluso quiso instruir en la guerra contrainsurgente. Pero esta gente es calificada ahora por nuestro cronista de “dirigentes históricos, brillantes y modernos” para oponerlos a los que tienen preso con embustes al presidente electo de El Salvador, Mauricio Funes. Los dirigentes de hoy son duros: “Hoy, a pesar de la aparente modernidad y moderación de Mauricio Funes -el nuevo presidente-, el poder se halla en manos de Sánchez Cerén y de las fuerzas militantes, castristas y chavistas, del FMLN”.


En realidad el catedrático mexicano de los Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York le salió al paso al pedido del diario madrileño como pudo, con escaso conocimiento, mucha fantasía y todos los estereotipos de la guerra fría.


En algo tiene razón, pero ese algo es dicho y repetido por todas partes, se trata de un hecho sin par y único en América: una ex guerrilla llega al poder ganando las elecciones. Esto es poco para un profesor. El resto del artículo son historias que poco o nada tienen que ver con el proceso salvadoreño, que están ahí con el único fin de justificar el grito de alarma que lanza hacia sus vecinos del Norte: ojo, Funes puede resultar peor que un caballo de Troya del chavismo o del castro-comunismo. Muy enterado anda nuestro profesor de Estudios Latinoamericanos que ignora las relaciones que desde hace buen tiempo ha entablado Funes con el presidente de Brasil y que desde hace tiempo Brasil intenta penetrar en Centroamérica precisamente por El Salvador. Su primer intento ha sido la proposición de construir una planta productora de combustibles de origen vegetal en El Salvador. Esta proposición la hicieron Bush y Lula y fue aceptada con entusiasmo por el presidente actual de El Salvador, Antonio Saca. Así que su sentencia “Esta no es esfera de influencia brasileña” muestra que sus fuentes no están simplemente al día.


Los gobiernos mexicanos siempre han querido jugar el papel de la hermana mayor con los países centroamericanos. Ahora Jorge Castañeda nos dice que el triunfo de la izquierda debe “preocupar a México, a Washington y a muchos más”. La ola de gobiernos de izquierda se está peligrosamente acercando. Este es en realidad el objetivo del artículo. Poner la primera piedra del edificio destabilizador para el futuro gobierno salvadoreño. Propone simplemente seguir con los mismos temas de la campaña electoral, los mismos temas que fracasaron. El viejo y curtido editorialista del Diario de Hoy salvadoreño, Enrique Altamirano, ha encontrado un aliado, Jorge Castañeda retoma sus delirios, detrás de Mauricio Funes puede aparecer el mismo diablo, ya sea uno de los Castro o Chávez.

1 comentario:

  1. En el libro "The Life and Times of Mexico" de Earl Shorris aparecen dos fotografías del susodicho Castañeda. De joven vestía unos vaqueros levemente acampanados, una camiseta negra, ajustada, el cabello largo y suelto al viento, cámara fotográfica colgándole del cuello. El regordete actual no merece descripción. Ha hecho, como suele hacerse, la común trayectoria de la utopía al pragmatismo (o, mejor, al liberalismo).

    Ello aparte, creo que viene al caso un párrafo de Héctor Díaz Polanco:
    En América latina se perfila una peculiar neosocialdemocracia, versión criolla de la socialdemocracia europea, fundada aquí en un liberalismo (extremadamente conservador) con la consistencia viscosa del nopal. Dos características la destacan: su afán de hacer compatible —no es broma— el liberalismo con el socialismo, y el hecho de que todas sus baterías tienen como blanco a la izquierda, de tal modo que lo fundamental de sus discursos (y a menudo de sus abiertas diatribas) están dirigidos no contra las tendencias de derecha y los gobiernos de ese signo, sino precisamente contra la izquierda radical y aún los proyectos progresistas que proponen reformas sociales frente al neoliberalismo.

    Saludos

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