En estas ya concluidas campañas electorales el diablo venezolano tomó parte en la contienda, a través de los medios de desinformación pública, que día a día nos recordaban de su fatal existencia y de sus malévolas acciones e intenciones. Fue una pieza central dentro del dispositivo de la campaña de miedo que dominó la propaganda arenera. No les costó mucho forjar la imagen diabólica de Chávez. Las agencias noticiosas de los Estados Unidos lo vienen haciendo desde ya varios años, con todos los relevos internacionales con que cuentan, ya sea mercenarios o voluntarios. Así que la tarea de nuestros areneros estaba ya facilitada, recibieron en un estuche de lujo el Satanás que necesitaban.
Este mandinga tenía doble ventaja, primero no había ya mucho tiempo, ni esfuerzos que perder para endiabolizarlo, sobraba con entretener las brazas y por otro lado no era de El Salvador. Esto último va aparejado siempre con la amenaza de lo desconocido, de lo tenebrosamente desconocido. Asimismo permitía evacuar la temática nacional de todo contenido. Resumiendo el argumento a una simple afirmación expresa o implícita, por mala que sea nuestra situación, será siempre mejor que el infierno venezolano.
La derecha logró imponer su dogma
Así pues Hugo Chávez se ha convertido en un personaje central de nuestra vida política, sin que nadie sepa mucho de la situación real de Venezuela. Aquí nos ha pasado respecto a Chávez lo que les pasaba a los hombres y mujeres de la Edad Media respecto a la creencia en el diablo. “Desde la época de Descartes hasta los preludios del romantismo, el Occidente experimentó diversas figuras del diablo. Un ciclo se terminaba entonces, que había visto a Satanás reinar de manera indiscutida sobre los espíritus de todos, los muy escasos incrédulos no se atrevían casi nunca a expresar su opinión, por miedo de ser acusados de crimen contra la fe o por lo menos de tibieza o impiedad”[1]. En El Salvador casi todos han aceptado el carácter demoníaco de.Chávez, de su capacidad a intervenir directa o indirectamente en la vida nacional. Todo se puede afirmar del presidente venezolano. Y gente muy inteligente, racional, crítica no ha sentido la necesidad de informarse con mayores detalles de la veracidad de lo que se cuenta de Chávez y su política en las páginas de nuestros diarios.
La derecha ha logrado imponer un dogma, que como tal no puede discutirse so pena de condenación pública de herejía política: Chávez es intrínsecamente perverso. Todo lo que hace lleva el estigma del maligno. Voy a dar un ejemplo: recientemente hubo un referendo en Venezuela sobre la reelección presidencial. En muchos países existe la reelección indefinida, muchas constituciones la contemplan. En el caso de Venezuela, esta reforma constitucional por la vía del referendo se ha convertido en nuestro país en el acto totalitario por excelencia.
Y como esto es así, sin mayor discusión, sin ningún espíritu crítico y aceptado por la gran mayoría, nuestros editorialistas han llegado a insinuar y a repetir que el candidato del FMLN tiene los mismos designios: su instalación perpetua en la silla presidencial. Nadie ha venido a recordarles que según las leyes vigentes en El Salvador eso es imposible. Por muchas razones, no existe en nuestro país la figura del referendo, toda reforma constitucional necesita doble aprobación legislativa y mayoría calificada. Fue esto lo que forzó al astuto periodista de Univision, Jorge Ramos, a la metedura de pata, cuando entrevistó a Mauricio Funes preguntádole sobre esta eventualidad. Funes no se privó de señalarle su ignoracia.
El miedo opaca e impide la razón
La introducción forzada de Hugo Chávez en nuestra vida política nacional, bajo las características señaladas, imponía una consecuencia: la necesidad de definirse respecto a su diabólica política. Cada ciudadano tenía que definirse entre ser o no ser chavista. Esto implicaba —y seguirá implicando en el discurso de la derecha— que el que se diga chavista acepta o promueve la pérdida de nuestra independencia y la destrucción de todas nuestras libertades. El antichavista se convierte en un demócrata y en un patriota. Pero esta alternativa no reposa en nada sólido, solamente en una campaña propagandística, que por su poderío, se ha impuesto como un capítulo de fe democrática.
Nosotros estamos ante una figura central de lo irracional. La diabolización de Chávez comporta un sentimiento profundo que opaca e impide el uso de la razón, me refiero al miedo. Este miedo es el producto del terror impuesto a través de un consenso ideológico que no permite referirse a nuestra realidad sin que se subtienda la línea que nos conduce directamente al peligro fantasmal del comunismo. El debate se hace imposible. La realidad se nos esfuma, se nos escapa. En vez de hablar de la violencia que nos impide vivir tranquilamente, de la incapacidad manifiesta de los gobiernos sucesivos de Arena de comenzar la solución de este problema, nos obligan a definirnos sobre un personaje extranjero que de antemano lo han vuelto repulsivo. En vez de hablar del sufrimiento que provoca la violencia institucional, en donde los patrones no respetan la ley, imponen salarios de miseria, obligan por ese mismo hecho a miles y miles de familias a mal alimentarse, a vestirse apenas y a privarse de toda actividad de esparcimiento. Pues en esta sociedad lo que determina la posibilidad de gozar el usufructo de las mercancías es el dinero que se devenga. Los salarios son miserables para muchos, su vida material y espiritual está determinada por la voluntad del que define los salarios. ¿Qué tiene que ver Chávez en todo esto? Nada, absolutamente nada. Pero esta ausencia absoluta de libertad no se ha vuelto en el centro mismo de la campaña electoral. Se ha aceptado como un fenómeno natural y un valor sagrado. La miseria de nuestra vida material y espiritual es la razón principal de la fuga de tantos salvadoreños, que desesperados huyen hacia los Estados Unidos.
La hora de la esperanza
Pudo haber sido otro sentimiento el que rigiera nuestra campaña electoral: la esperanza. Pero no fue así. Para ello era necesario un proyecto claro de otra sociedad. Si el miedo pudo explayarse durante toda la campaña, la esperanza se asomó apenas. El panorama se nos presentaba dominado por una horrible cerrazón, cargada de peligros. Para que aparezca la posibilidad de una perspectiva y que el horizonte se despeje, era necesario abrigar la promesa de una vida nueva. Muchas han sido las razones que no le permitieron a la esperanza entrar de lleno en nuestras vidas. La situación concreta es difícil. Hacia cualquier lado que dirijamos nuestra mirada hay tareas inmediatas que se nos imponen. Salgamos a la calle, de inmediato nos encontramos con andenes sin lozas, baches en las calles, alcantarillado deficiente y devastado. El ruido de los autos, vetustos en su mayoría, llenando las ciudades de humaredas contaminantes. Ningún servicio de transporte público digno de ese nombre, las camionetas interurbanas son realmente ruletas rusas, de las que nos salvamos por los designios del azar. En las ciudades el transporte es caro y malo. Además de riesgoso. Podemos seguir, la mendicidad, la multitud de hombres y mujeres que se inventan negocios callejeros para poder sobrevivir. La miseria de nuestra sociedad salta a la vista.
Pero hay cosas que no son palpables, no obstante sabemos que no se encuentran en buen estado. La salud pública es mínima y precaria. Enfermarse es un drama, pues viene a mermar y desequilibrar el presupuesto familiar. Son contados los que pueden realmente acudir al médico y curarse sin ver muy ensombrecida su vida. Podemos cambiar de terreno. ¿Quién puede en El Salvador estar seguro que va a guardar su trabajo? ¿Cuántos jóvenes pueden emprender la marcha por la vida profesional con paso firme de un primer empleo asegurado? El desempleo y subempleo son dominantes. La mentira gubernamental no sirve ni de taparrabo a su incapacidad crónica.
No obstante no podemos conformarnos con el sentimiento fatalista de que así ha sido siempre. Repetirnos de que no podemos mucho, escondernos detrás de la inmensidad de la tarea. Sí hasta ahora la esperanza ha tardado en abrirnos perspectivas, en darnos la necesaria confianza y no ha sido capaz de enaltecernos con proyectos y de regar nuestras vidas de sueños colectivos, ya es tiempo que nos demos cuenta de que es cierto que somos un pueblo trabajador y capaz de forjar su propio destino.
[1] Muchembled Robert, «Une histoire du Diable XII-XX siècle», Edition du Seuil, Paris, 2000, p. 200. (La traducción del párrafo es mía).
Des observateurs québécois aux élections du Salvador
ResponderEliminarPlusieurs citoyens québécois sont partis au Salvador pour surveiller le processus électoral
Mardi le 10 mars, dix citoyens québécois quittaient Montréal pour s’envoler vers le Salvador en préparation des élections présidentielles de ce petit pays d’Amérique centrale. Depuis 1988, il n’y a pas eu d’alternance politique dans ce pays qui a vécu une guerre civile meurtrière de 1980 à 1992.
D’après les sondages le parti d’opposition de gauche, le FMLN, est favori pour emporter ces élections présidentielles du 15 mars prochain. Mais plusieurs craignent de la fraude et c’est pourquoi un appel international a invité des citoyens à travers le monde à soutenir le peuple Salvadorien dans sa quête démocratique.
En plus des observateurs de l’Organisation des États d’Amérique (OÉA) et de l’Union européenne, plusieurs québécois se rendent au Salvador sur invitation d’ONG salvadorienne. C’est le cas de notre équipe qui se dénomme Témoins pour la démocratie.
Ces observateurs sont disponibles en tout temps pour effectuer des entrevues avec les médias et cela même en direct le jour du vote du 15 mars. Il sera alors possible de faire connaître au public québécois les enjeux de ces élections.
Pour toute information communiquez avec Pierre-Paul St-Onge au 514 918-7786, qui a d’ailleurs été au Salvador comme observateur aux élections législatives et municipales du 11 janvier dernier.
Vous pourrez également visiter le blog des observateurs de notre mission en visitant le site Web de l’Institut d’études internationales de Montréal (IEIM) de l'Université de Québec, au lien suivant : www.ieim.uqam.ca en cliquant «Observation électorale au Salvador» sous l’onglet «RECHERCHE».
A raíz de la publicación realizada por El Diario de Hoy en su edición de ayer titulada: “Economistas cuestionan a Alex Segovia”, la Embajada de los Estados Unidos en El Salvador desea aclarar lo siguiente:
ResponderEliminar1. Que la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) no fue consultada por el periódico antes de que se realizara dicha publicación. USAID no proveyó el memorando en el que se basa la nota de El Diario de Hoy y USAID no puede confirmar en este momento la autenticidad del mencionado memorando.
2. Que el Gobierno de los Estados Unidos no respalda a ninguno de los candidatos o partidos en la contienda presidencial salvadoreña. El Gobierno de los Estados Unidos está dispuesto a trabajar con el ganador de la elección del 15 de marzo.
Pudo haber sido otro sentimiento el que rigiera nuestra campaña electoral: la esperanza. Pero no fue así. Para ello era necesario un proyecto claro de otra sociedad.
ResponderEliminarCreo que con la campaña ha triunfado el sistema democrático representativo al lograr aproximar -cuando menos en su discurso- los "polos opuestos" del espectro partidario salvadoreño: estas elecciones fueron el paraíso del discurso socialdemócrata. Pero, como usted apunta, la esperanza se ha ido por el tragante -y quizás por otros lados- porque, desde luego, la discusión de "otra sociedad" no es un tema sobre el cual el electorado tenga decisión alguna: ello quedó eliminado de cualquier programa: el país ha asumido su "proyecto histórico" -con algún parecido al "estado desarrollista" de antaño- y ese proyecto histórico es el proyecto de la clase hegemónica, sin lugar para preguntas, sin lugar para dudas, las estructuras de poder han sido aceptadas tácitamente -o no tan tácitamente.
pd.
disculpe la pregunta, ¿lleva bastante tiempo viviendo en París? ¿conoció, acaso, a Armijo?
Un Saludo.
Chichimeca: Efectivamente llevo ya una eternidad viviendo en Francia.
ResponderEliminarSí, conocí a Roberto Armijo. He contado algo en algún lado de este blog.
Lo que apuntás en tu comentario es la consecuencia de múltiples derrotas en la "guerra ideológica" que nos han impuesto. No obstante surgen voces discordantes en medio de este consenso conformista. Y para mantenerse existiendo la izquierda necesita una refundación revolucionaria. La aceptación del sistema no conduce a la solución de los problemas, los problemas surgen del sistema.