El autor de este blog agradece la reproducción total o parcial de los materiales aquí publicados siempre que se mencione la fuente.

09 septiembre 2014

¿Caza de Brujas en Secultura?

El semanal El Faro publicó no hace mucho un artículo sobre un caso muy curioso ocurrido en la Secretaría de Cultura, curioso y al mismo tiempo peligroso. El peligro no es ahora de vida o de muerte, pero si del nivel ideológico de algunos miembros del partido en el gobierno. Comento esto porque dejarlo pasar me parece dañino para la incipiente democracia salvadoreña y porque despierta trágicos fantasmas del pasado. Aquí mismo, en este blog, publiqué algo sobre el “caso Lysenko”, caso extremo del dogmatismo estaliniano, pero este dogmatismo persiste, sigue activo en muchos partidos y organizaciones de ambos bandos.

El hecho es sencillo, un grupo de funcionarios de la Secretaría de Cultura, entre los que se encontraba Eunice Payés, considerada como “designada” a ser la vice-ministra, se reunió para “conspirar” contra el titular de la Secretaría y tal vez futuro ministro. Los detalles los pueden encontrar en el semanal. En esa reunión escribieron una carta que dirigieron a la diputada Lorena Peña en su calidad de jefa del departamento de cultura del FMLN. En la misiva le pedían a la diputada la destitución de Ramón Rivas, porque aislaba a los reunidos, por no cumplir con la agenda establecida y por dejarse influenciar por sus más cercanos colaboradores, tres “areneros”. El grupo deseaba “recuperar las riendas” de la Secretaría de Cultura.

Esta pequeña escena de “caza de brujas” no se puede dejar pasar sin un debido análisis. El hecho mismo que empleados puedan reunirse para conspirar contra su jefe inmediato, escribir una carta a una persona ajena a la Secretaria, ajena doblemente pues no tiene pito que tocar en una de las Secretarías de la Presidencia y ajena pues ni siquiera es parte del Ejecutivo. Claro su pertenencia al partido en el gobierno, su cargo de jefa del departamento de cultura de su partido se podía presentar como suficiente como para que ella interviniera. Si hay algo válido que enunció Mauricio Funes y en parte cumplió fue la separación entre el Estado y el partido político. Con ARENA se dijo y así fue entonces, el partido y el Estado se habían confundido hasta tal punto que no se sabía trazar fronteras y el Estado era usado como propiedad del partido.

Esta confusión fue lo más corriente en los países del Este europeo y en otros países totalitarios. No tenemos mayores indicios de que el FMLN tenga intenciones de acaparar los puestos y quiera convertir al Estado en su propiedad. Al contrario le abren las puertas a algunas connotadas personalidades de derecha y lleva adelante reuniones de negociación con jefes de los partidos de derecha.

El episodio al que me refiero es grave, pues un alto funcionario sigue aún rodeado de los que querían darle un zancadillazo con la ayuda a la diputada. La acusación de “arenero” les aparece como suficiente para descalificar a sus colegas. Esto pasa en una Secretaria donde se trata de los asuntos culturales, en los que la libertad de creación es primordial, en donde no se puede dejar imposiciones que no sean las de la imaginación y la fantasía de los artistas.

Roque Dalton, antes de ser asesinado, sufrió exilios y cárceles por asuntos ideológicos, por su poesía subversiva y revolucionaria y esto mucho antes de la guerra, muchos otros tuvieron que exilarse y esto desde los años treinta del siglo pasado. No hablemos de los tantos y tantos artistas muertos fusilados y desterrados por el régimen estaliniano y otros de igual calaña. Después de estas tan dolorosas experiencias que llevaron a tomar posiciones de protección a la libertad de creación, no se puede dejar pasar lo ocurrido en la Secretaría de Cultura, como algo anodino, como un episodio sin mayor transcendencia. En el país la intolerancia ideológica es grande, no discutimos con argumentos, sino que con epítetos descalificadores, uno de ellos es “arenero”. Esta actitud se ha vuelto corriente, se ha vuelto hasta suficiente para no prestar atención a la crítica de las políticas gubernamentales. ¿Podemos dejar que este mismo epíteto sirva para descalificar a las personas que estorban para realizar nuestras concepciones en el arte o peor a nuestras pretensiones arribistas?


Hay que esperar que la diputada Lorena Peña aclare todo lo sucedido y que reafirme el principio de la separación del Estado y del partido.

08 septiembre 2014

La urgente necesidad de organizarnos

Para estar organizados no necesitamos un partido; para estar unidos ¡no, no! no necesitamos un dirigente” (frase que circula en Facebook)

El asunto del dirigente es una cuestión de principio y también de historia. Lo que plantea esta frase es muy sencillo, la unidad de un movimiento no puede reposar en el carisma de una persona, en su personalidad, en sus ideas. La unidad debe de reposar en la profunda convicción de la justeza del objetivo a alcanzar; después de haber analizado si ese objetivo se puede o no obtener en la situación actual, con qué medios se puede conseguir, y se trata de un análisis profundo y  de una deliberación en la que todos los aspectos del caso han sido sopesados.

Cuando todo esto se lo dejamos a un dirigente o a un grupo de dirigentes nos estamos despojando de nuestra responsabilidad y sobre todo de nuestra autonomía, de nuestra personalidad, de nuestra capacidad a decidir. Es esto lo que ha ocurrido siempre hasta ahora en todos los movimientos sociales y en los partidos políticos. La historia nos ha mostrado las monstruosas deformaciones a las que se ha llegado, hasta tal punto que lo que se había proclamado como irreversible —y que tantos le dimos confianza y toda la fe en esa irreversibilidad— que no vimos ni los primeros signos del estruendoso descalabro. Me refiero a todo lo que pensamos como una sociedad del futuro en el Este europeo.

Toda esa tragedia está allí presente con millones de muertos, con millones de personas que ahora de nuevo se encuentran atrapadas en el  capitalismo, sometidos al capricho de burguesías que tuvieron una fulgurante ascensión, organizadas en mafias violentas. ¿No hemos preguntado de dónde surgieron con tal celeridad? ¿Acaso no estaban ya formadas, acaso no eran los mismos dirigentes que se había ya repartido el poder?

La gente que sufría antes, que se entregaba al trabajo, que pensaba que estaba construyendo otra sociedad, esa misma gente que se desilusionó, que luego se resignó, que al fin y al cabo salió perdiendo ahora. Y esto porque les alienaron, los despojaron de toda la iniciativa, de todo poder de decidir autónomamente. Es eso lo que ha pasado hasta ahora ¿y podemos avizorar distinto futuro si no cambiamos radicalmente las conductas, los modos de organizarnos, las maneras de pensar y de conducirnos con lo que nos concierne en tanto que organización o país?


La cuestión de la forma es primordial


Proceder de otra manera urge de cambios personales y colectivos, requiere grandes esfuerzos individuales y colectivos. Esto es nuevo, las distintas tentativas que aparecen en diferentes lugares, de implementar movimientos horizontales es prueba que esta necesidad está tocando a las puertas de la historia. Por el momento, no se ha encontrado la forma y de alguna manera ha habido dirigentes de los que muchos dependían y otros reposaban en la espontaneidad. Pero como esto que está por emerger también está buscando su forma ideal, ideal para cada caso, pues tiene que ser una forma concreta que responda a la situación concreta del momento y del país.

La cuestión de la forma en este caso es primordial, por eso las tentativas se van a ir multiplicando y una reflexión se va a ir dando, por momentos, esto le va a parecer a algunos superfluo, pues en países como el nuestro que se enfrenta ante situaciones de dolorosa urgencia, de harta miseria, de infinitas necesidades que resolver se pierde rápidamente la paciencia. Entonces queremos irnos por el camino más fácil, repetir lo que se ha hecho hasta ahora. La urgencia nos parece tan grande, que nos parece que si nos detenernos a reflexionar perdemos lastimosamente el tiempo.

En esta obstinación por llegar a la meta no queremos darnos cuenta de la imperiosa necesidad de los medios. Los medios no son otra cosa que la nueva organización en la que cada miembro tiene todos los derechos, que nadie está arriba en ningún sentido, que al mismo tiempo todos tienen los mismos deberes. Una obligación y un derecho es estar absolutamente informado de todo lo que la organización hace y produce. Informado de lo que sucede en el país, del panorama político, para que en cada instante pueda producir un análisis y poder defenderlo, confrontarlo con lo que piensan los otros. Esta es una preparación para una deliberación que conduzca a una toma de decisión de mayor justeza. Y lo más importante es que la posición común a la que se llega no es la del “partido”, la de la dirigencia, es ante todo la suya, la que contribuyó a adoptar. Se vuelve totalmente superfluo que algún dirigente “baje” a explicar a las bases la línea adoptada.


Se le llame o no partido a la nueva organización poco importa, pero lo que se ve claro es la necesidad de organizarse. 

06 septiembre 2014

La política, la justicia y la duda

Este mes de septiembre, el mensual francés « Le monde diplomatique » en la visible última plana publicó un artículo, cuyo título pareciera destinado a la actualidad jurídico-política salvadoreña: “Juzgar es un acto político”. Su autor es un magistrado, juez del tribunal de grandes instancias de Créteil y exsecretario general del Sindicato de la Magistratura, Matthieu Bonduelle. No voy a resumir este texto. Pero sí voy a anotar que el magistrado francés trata de conjurar dos imágenes trilladas respecto a los jueces, la primera la del juez autómata, indiferente a los afectos humanos, estrechamente ajustado al derecho, la otra la del magistrado omnipotente, demiurgo que hace y deshace los destinos a su antojo.

Su idea es que se tenga en cuenta que entre la ley y el caso particular existe un intersticio que el juez está llamado a llenar, con su conciencia, sus valores, sus opiniones, sus emociones —sus “afectos” diría Espinoza. “El magistrado es humano”, Bonduelle nos invita a dejar de lado los estereotipos. Al mismo tiempo exige que el juez sea imparcial, lo que significa para él que no tenga intereses que lo vinculen a la solución del problema que le han planteado, que no prejuzgue, que no se encierre en la rutina de fallos “listos”, ya hechos y que desconfíe de sí mismo. Concluye su artículo diciendo que la verdad del oficio de magistrado es que está siempre enfrentado a cuestiones muy políticas y que el material judicial es irreductiblemente concreto, singular. Se vuelve entonces imperioso re-politizar la cuestión judicial para romper con el doble fantasma del magistrado neutro y del magistrado que hay que neutralizar. Re-politizar para re-humanizar la visión de la justicia, re-politizar para enriquecer el debate público sobre estas cuestiones y permitir su apropiación por parte de los ciudadanos.

El “caso Flores”, con todos sus saquitos y sus destinatarios, su disco rayado frente a los diputados que lo interrogaban y su fuga, le han dado un colorido muy tropical a nuestra justicia y que da pábulo para que surja por allí una frondosa novela al estilo de “El otoño del patriarca”. Este “caso” se ha venido a completar con su reaparición en la sala de espera del tribunal, tan quieto, tan bien peinadito y un poco más flaco como si en realidad hubiese pasado estos meses en carreras, perseguido por terribles sangüesos o por insobornables sabuesos.

Todos esperábamos que llegara al aeropuerto debidamente esposado y escoltado, pero no fue así, misteriosamente apareció con sus abogados y de inmediato la población pedía cárcel para el fugitivo “arrepentido”. El ministro y los jefes de la policía afirmaron que no tenían noticia exacta de dónde salió. También ellos exigieron prisión para el expresidente de la Nación (esta mayúscula me salió involuntariamente). Uno puede preguntarse ¿por qué la necesidad de externar este pedido? No cabe duda que en la población y en las mismas autoridades oficiales del gobierno existe cierta desconfianza respecto a la justicia del país. Que la equidad de la balanza ciega de Isis es un tanto bizca en El Salvador y sus ojos como que no quieren ver claro cuando un poderoso se les planta  por delante.

El asunto es que la duda popular se ha ido acumulando, en este caso particular el Fiscal ha sido abogado del inculpado, del sospechoso. El Fiscal no quiso actuar con la celeridad que le exigía la población alegando que no quería interferir en el proceso electoral, que no quería “politizar” el caso. Este uso de la palabra en El Salvador no tiene el mismo que usa el magistrado francés Bonduelle. En nuestro país politizar significa “enchucar algo con la politiquería criolla”. El fiscal manifestaba sus dudas sobre la honestidad de la clase política nacional.

El Fiscal General nos demostró que la justicia en El Salvador no es solo bizca, sino que también pachorrienta, estiró su “investigación” del caso hasta el límite del periodo en que la justicia fuese exigible. Se presentó el expediente ante el juez, surgió la duda que estuviera completo, que tuviera fallas y que el ya fugitivo expresidente fuera eximido de culpa sin mayor problema.  Esta duda persiste.

Pero la duda se ha vuelto con justicia en indignación, el juez Levis Italmir Orellana no se atrevió a dejarlo libre y suelto, le dio apenitas un arresto domiciliario. En el Código Procesal Penal hay un capítulo que lleva por título “Otros casos de Detención Provisional”, allí dice claramente lo que sigue:

Art. 330.- Procederá también la detención provisional en los casos siguientes:

     1)  Cuando el imputado no comparezca sin motivo legitimo a la primera citación o cada vez que el tribunal lo estime necesario. 

El juez Levis Italmir Orellana tuvo sus emociones, vio aparecer ante sí al hombre de los saquitos llenos de pisto, que los repartía a los destinatarios y ya no supo si la terrible realidad era una horrible pesadilla y se puso a dudar… Y recordó que en el Código Procedural Penal dice algo sobre la duda, es el artículo 7 que reza llanamente: “En caso de duda el juez considerará lo más favorable al imputado”.

No lo mandó a bartolinas, sino que a su casa para que allí cumpla el arresto.


01 septiembre 2014

Lysenko y la dialéctica


No temo equivocarme al afirmar que son contados los salvadoreños que supieron en su tiempo algo sobre el “Asunto Lysenko”, tampoco los que vinieron después han escuchado o leído sobre este famoso “asunto”. Sin embargo conocer este episodio  de la historia de la URSS es importante para entender el desapego de muchos científicos en el mundo occidental respecto a la dialéctica materialista. Este desinterés, o mejor dicho, esta animadversión no tiene como único origen este triste episodio de la “ciencia soviética”, contribuyó también todo el clima que surgió después de la Segunda Guerra Mundial y se amplificó con la instauración y desarrollo de la “guerra fría”. Por mi parte durante mis estudios, en los años sesenta, en Moscú, algo leí en el Pravda, pero confieso que no presté mayor interés y no comprendí entonces su importancia y todo lo que encerraba. La polémica en los diarios la vi apenas como un episodio un tanto candente de la destalinización.

Trofim Denísovich Lysenko era un agrónomo muy apasionado y realizaba experimentos que le dieron cierta reputación, aunque ninguno de ellos mejoró realmente la agricultura soviética, ya desde 1927 un corresponsal del Pravda publicó un reportaje sobre sus “descubrimientos”, uno era que se podía bonificar la tierra sin abonos minerales o fertilizantes, también afirmaba el reportaje que había encontrado una manera de reverdecer las áridas tierras de Azerbaiyán (Lysenko trabajaba en una estación experimental) plantando guisantes en invierno. Así los campesinos de la región iban a tener con qué alimentarse, sin temor a alguna hambruna. El experimento en los años subsiguientes no dio los resultados requeridos. Pero la fama de Lysenko se estaba forjando. Sin embargo esto no era tan grave, lo que se volvió trágico para la ciencia soviética, para la agricultura y para la dialéctica materialista es que bajo el ala protectora de Stalin, Lysenko adquirió una autoridad que sobrepasaba sus competencias y a partir de esta autoridad mal adquirida llegó a enviar a sus oponentes a los “Campos Carcelarios” del régimen y otros fueron simplemente exterminados, fusilados.

La genética se volvió el Galileo de los comunistas

Lysenko había hecho suya la doctrina de Lamarck que se resume en esto, que el sabio francés escribió en su “Philosophie zoologique” (1806): “El ambiente influye en la forma y la organización de los animales; el uso continuo o frecuente desarrolla y aumenta el tamaño de cualquier órgano, mientras que el desuso permanente lo debilita hasta que finalmente desaparece; todas las adquisiciones y pérdidas son debidas a la influencia del ambiente, ya que mediante el uso y el desuso son conservadas por la reproducción”. Fue esta convicción la que lo llevó a darle una guerra sin cuartel a la biología genética, sus batallas amparadas y sostenidas por Stalin llevaron a la destrucción de laboratorios, cátedras, al aislamiento o la muerte de grandes científicos y al atraso de décadas en una ciencia en la que comenzaban a colocarse en los primeros rangos mundiales después de la Segunda Guerra Mundial. Como lo dice el Premio Nobel, François Jacob: “Pues como la Iglesia condenó otrora las ideas de Galileo por ser incompatibles con la doctrina, de igual manera los comunistas prohibieron la genética, considerada incompatible con los principios mismos del marxismo” (François Jacob, “La souris, la mouche et l’homme”, Editions Odile Jacob, 1997, pág. 49).

En definitiva se trata de un charlatán, que ignoraba lo elemental en biología y cuyos éxitos en agronomía fueron sobre todo propaganda y mentiras. Jacques Monod, otro Premio Nobel francés, lo compara a un aficionado que publica un folleto a cuenta de autor, convencido de haber encontrado el secreto de la vida o el remedio contra el cáncer y que se muestra furioso por ser ignorado por la “Ciencia Oficial”. Pero lo desconcertante en todo este asunto es que Lysenko haya podido obtener el apoyo de Stalin, y con esto, el de todas las autoridades soviéticas, del Estado, del Partido, la justicia, la prensa. Y fue así que obtuvo una victoria total contra sus enemigos. Logró prohibir la práctica y la enseñanza de la genética. Los que se atrevían a adherir a las teorías genéticas eran enviados a Siberia y fueron muchos los que no volvieron.

Pero tal vez lo más asombroso fue que esta posición cobró realidad también en los países del Este europeo, que estaban bajo la influencia de la URSS. En las “Democracias populares” también se prohibió la enseñanza de la genética. La cosa llegó al colmo cuando en Budapest, la Facultad toda entera, bajo la dirección del rector, llevó con solemnidad a las letrinas, para botarlas allí, las colecciones de moscas “Drosophila” que se utilizaban para la investigación y la enseñanza. En Brno (Moravia) fue derribada la estatua del monje Gregor Mendel y los cultivos de arvejas que habían servido para las experiencias del monje, fueron arrancados del huerto del monasterio. Los Partidos Comunistas y los intelectuales comunistas de Occidente también se sometieron a estas estrafalarias doctrinas. Si los científicos del Este europeo se vieron obligados a aceptar por la represión y la amenaza de muerte, los intelectuales comunistas de Occidente no tenían ni siquiera esta escusa.

En agosto de 1948, en una sesión de la Academia de Ciencias Agrícolas de la URSS, Lysenko y sus acólitos, con el apoyo directo de Stalin, arremeten contra los que sostenían los principios de la genética de Mendel y de Morgan. Los ataques no tenían nada de científico, simplemente el enunciado puro y llano que esas ideas no se conformaban a los principios del Marxismo-Leninismo. Esto apenas a cinco años antes del descubrimiento del ADN.

El catecismo estaliniano

Es de esta manera que va a revelarse la dialéctica marxista en su forma estalinista. La dialéctica ya no era una elucidación categorial puesta a disposición de los investigadores y sometida a su libre juicio, sino que normas incondicionales de la verdad a las que debe someterse todo saber. Este absurdo en el que sale a brillar una incultura teórica aparejada de un desvergonzado cálculo político, a partir del cual Stalin erigió el marxismo en filosofía de Estado. La dialéctica fue codificada en cuatro “leyes” en el célebre “Materialismo dialéctico y materialismo científico” de 1937. En realidad se trata del capítulo IV de la “Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS” publicado por las Ediciones en Lenguas Extranjeras de Moscú. Esta obra fue redactada bajo la dirección de Stalin. El capítulo IV fue publicado en folleto aparte y ha figurado durante toda una época como la exposición elemental de referencia del marxismo para todos los partidos comunistas del mundo.

La dialéctica que fue llevada al trono de reina de todas las ciencias se convirtió en sierva de un poder que la dogmatizó para normalizar toda la vida ideológica. Se caminó hacia atrás en el camino recorrido por Marx por subvertir el implacable sistematismo idealista de Hegel, de acuerdo al cual la “Ciencia de la Lógica”, “método absoluto del conocer”, permite al pensamiento en su “independencia de lo concreto” ser lo que alza a la forma racional “toda la variedad de conocimientos y de ciencias”.


El uso precientífico grotesco que hizo Lysenko de las generalidades bautizadas “filosóficas” muestra la ventaja que se ha podido sacar de la presentación dada con pretensiones valorizadoras, en la cual la dialéctica es mostrada como “ciencia de las leyes más generales” de toda conexión y de todo desarrollo.

El “asunto Lysenko” es ante todo político, aunque su condición de posible teórico en la inversión —sustentada por Hegel y menoscabada por Marx— pero de alguna manera y por desgracia reintroducible  en el otro sentido por el mismo Engels, abusivamente instrumentalizada por Stalin, donde lo filosófico ataviado del traje de “saber absoluto” se ha erigido en Tribunal Supremo de la verdad en todas las ciencias.

“La verdad es siempre concreta”

Cualquiera que sea el estatuto que se le confiera a la dialéctica, es necesario afirmar con fuerza que no se trata de una ciencia, que no enuncia leyes, ni puede erigirse en criterio. De sus indicaciones generales es imposible deducir ningún conocimiento particular. Marx ha formulado esta tesis: “la verdad es siempre concreta”, esta verdad tantas veces repetida por Lenin, no figura en el catecismo de Stalin.

Pero el desastre no termina allí, su prolongación es el empobrecimiento del contenido de la dialéctica en formulaciones “llaves maestras” a las que fue reducida: conexión universal, cambio ineluctable, salto cualitativo obligatoriamente brusco, lucha de contrarios confinada al conflicto de lo antiguo con lo nuevo: es lo que subsiste de la riqueza de determinaciones que contiene la “Ciencia de la Lógica” de Hegel y que Marx puso en obra en “El Capital”.

El pernicioso efecto es que en base a esta concepción, la dialéctica se convierte en árbitro de lo cierto o falso en cualquier tema científico en nombre de una congruencia o no con sus pretendidas “leyes”. Estas son apenas tesis filosóficas: bajo el membrete de materialismo, nos encontramos en el lado opuesto de toda cientificidad. No se le puede negar tampoco a los principios dialécticos el derecho de prevalecerse de una pertinencia efectiva y acordarles valor heurístico no conduce irremediablemente a simples tonterías. Engels más de una vez al inspirarse de ellas hizo prueba de una sorprendente clarividencia, por ejemplo respecto a la antropogénesis, para defender desde 1876, en su “Dialéctica de la Naturaleza” la tesis según la cual, el desarrollo histórico toma el relevo de la mera evolución biológica, dándole al trabajo un papel fundamental en el surgimiento del hombre.

El compendio estaliniano además de indigesto es simplemente falso, puesto que la discontinuidad y la invariancia son tan reales como el cambio y la conexión, la transición gradual igualmente cierta que el salto cualitativo, conflicto de contrarios reversible no es menos cierto que el conflicto irreversible.

Para Lysenko el material hereditario no puede ser independiente de las condiciones de vida del individuo, porque la dialéctica nos enseña que “todo se enlaza”, ni inmutable puesto que “todo se transforma”. Guiado por este tipo de fórmulas vacías, Lysenko se permitió mofarse de Schrödinger, cuyo libro de 1944, “What is life?”, que constituyó una etapa importante en el camino que condujo al descubrimiento de la molécula del ADN. Lysenko decreta entonces “metafísica idealista”, “posiciones anti-científicas”, lo que no entra en su mente obtusa es que fórmulas como esas, “todo se enlaza”, “todo se transforma” son tan vacías como sus contrarios. De esto se puede sacar la enseñanza de que “una dialéctica rudimentaria es una contradicción en los términos” como dice Lucien Sève en el libro bajo su dirección “Sciences et dialectiques de la nature”, La Dispute, Paris, 1998.

Esta enseñanza es válida para los que se dicen marxistas, pero no solamente para ellos, sino que también par muchos otros, científicos sobre todo, que rechazan la dialéctica sin tener mucho conocimiento de ella, a veces con un conocimiento tan precario como son los compendios del mismo tipo del que he mencionado arriba. El mismo François Jacob en su libro al que hice referencia antes, afirma sin dar mayores razones: “Que se la tome por aquí o por allá, de este u otro lado es imposible pegar la genética a la dialéctica”. En ninguna de las páginas siguientes de su libro el científico francés, premio Nobel, no da ni una sola razón, ni una sola explicación para justificar semejante afirmación. François Jacob es también de alguna manera una víctima de Lysenko, pues este sabio se quedó clavado en la dialéctica rudimentaria de los catecismos de los años que siguieron la guerra y por supuesto ya no buscó saber nada más, sobre todo que esa “dialéctica rudimentaria” dio como resultado el “lysenquismo” que provocó una guerra contra su ciencia, la genética.