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06 septiembre 2014

La política, la justicia y la duda

Este mes de septiembre, el mensual francés « Le monde diplomatique » en la visible última plana publicó un artículo, cuyo título pareciera destinado a la actualidad jurídico-política salvadoreña: “Juzgar es un acto político”. Su autor es un magistrado, juez del tribunal de grandes instancias de Créteil y exsecretario general del Sindicato de la Magistratura, Matthieu Bonduelle. No voy a resumir este texto. Pero sí voy a anotar que el magistrado francés trata de conjurar dos imágenes trilladas respecto a los jueces, la primera la del juez autómata, indiferente a los afectos humanos, estrechamente ajustado al derecho, la otra la del magistrado omnipotente, demiurgo que hace y deshace los destinos a su antojo.

Su idea es que se tenga en cuenta que entre la ley y el caso particular existe un intersticio que el juez está llamado a llenar, con su conciencia, sus valores, sus opiniones, sus emociones —sus “afectos” diría Espinoza. “El magistrado es humano”, Bonduelle nos invita a dejar de lado los estereotipos. Al mismo tiempo exige que el juez sea imparcial, lo que significa para él que no tenga intereses que lo vinculen a la solución del problema que le han planteado, que no prejuzgue, que no se encierre en la rutina de fallos “listos”, ya hechos y que desconfíe de sí mismo. Concluye su artículo diciendo que la verdad del oficio de magistrado es que está siempre enfrentado a cuestiones muy políticas y que el material judicial es irreductiblemente concreto, singular. Se vuelve entonces imperioso re-politizar la cuestión judicial para romper con el doble fantasma del magistrado neutro y del magistrado que hay que neutralizar. Re-politizar para re-humanizar la visión de la justicia, re-politizar para enriquecer el debate público sobre estas cuestiones y permitir su apropiación por parte de los ciudadanos.

El “caso Flores”, con todos sus saquitos y sus destinatarios, su disco rayado frente a los diputados que lo interrogaban y su fuga, le han dado un colorido muy tropical a nuestra justicia y que da pábulo para que surja por allí una frondosa novela al estilo de “El otoño del patriarca”. Este “caso” se ha venido a completar con su reaparición en la sala de espera del tribunal, tan quieto, tan bien peinadito y un poco más flaco como si en realidad hubiese pasado estos meses en carreras, perseguido por terribles sangüesos o por insobornables sabuesos.

Todos esperábamos que llegara al aeropuerto debidamente esposado y escoltado, pero no fue así, misteriosamente apareció con sus abogados y de inmediato la población pedía cárcel para el fugitivo “arrepentido”. El ministro y los jefes de la policía afirmaron que no tenían noticia exacta de dónde salió. También ellos exigieron prisión para el expresidente de la Nación (esta mayúscula me salió involuntariamente). Uno puede preguntarse ¿por qué la necesidad de externar este pedido? No cabe duda que en la población y en las mismas autoridades oficiales del gobierno existe cierta desconfianza respecto a la justicia del país. Que la equidad de la balanza ciega de Isis es un tanto bizca en El Salvador y sus ojos como que no quieren ver claro cuando un poderoso se les planta  por delante.

El asunto es que la duda popular se ha ido acumulando, en este caso particular el Fiscal ha sido abogado del inculpado, del sospechoso. El Fiscal no quiso actuar con la celeridad que le exigía la población alegando que no quería interferir en el proceso electoral, que no quería “politizar” el caso. Este uso de la palabra en El Salvador no tiene el mismo que usa el magistrado francés Bonduelle. En nuestro país politizar significa “enchucar algo con la politiquería criolla”. El fiscal manifestaba sus dudas sobre la honestidad de la clase política nacional.

El Fiscal General nos demostró que la justicia en El Salvador no es solo bizca, sino que también pachorrienta, estiró su “investigación” del caso hasta el límite del periodo en que la justicia fuese exigible. Se presentó el expediente ante el juez, surgió la duda que estuviera completo, que tuviera fallas y que el ya fugitivo expresidente fuera eximido de culpa sin mayor problema.  Esta duda persiste.

Pero la duda se ha vuelto con justicia en indignación, el juez Levis Italmir Orellana no se atrevió a dejarlo libre y suelto, le dio apenitas un arresto domiciliario. En el Código Procesal Penal hay un capítulo que lleva por título “Otros casos de Detención Provisional”, allí dice claramente lo que sigue:

Art. 330.- Procederá también la detención provisional en los casos siguientes:

     1)  Cuando el imputado no comparezca sin motivo legitimo a la primera citación o cada vez que el tribunal lo estime necesario. 

El juez Levis Italmir Orellana tuvo sus emociones, vio aparecer ante sí al hombre de los saquitos llenos de pisto, que los repartía a los destinatarios y ya no supo si la terrible realidad era una horrible pesadilla y se puso a dudar… Y recordó que en el Código Procedural Penal dice algo sobre la duda, es el artículo 7 que reza llanamente: “En caso de duda el juez considerará lo más favorable al imputado”.

No lo mandó a bartolinas, sino que a su casa para que allí cumpla el arresto.


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