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23 junio 2014

Esto nos concierne a todos

Sondeos de opinión, declaraciones de políticos, sociólogos, periodistas, comentaristas nos remachacan con martillada insistencia que la primera preocupación de los salvadoreños es la violencia criminal de las maras o de los traficantes. No lo pongo en duda, no obstante me sorprende que la entrevista del ministro de Seguridad, Benito Lara no haya tenido mayor eco entre comentaristas, sociólogos, políticos, etc. El ministro hace un planteamiento distinto al que se ha venido barajeando, maneja de otra manera las estadísticas y señala hechos importantes en los que se necesita poner atención.

El ministro no se ha ido por la fácil vereda de dar una lista de medidas que va a tomar o proyectos de leyes que presentará en la Asamblea. En realidad hace una constatación bastante grave: no existe un diagnóstico real sobre este fenómeno. Y propone hacerlo afuera de las cifras contradictorias que han ofrecido las fuentes acostumbradas, los ministerios, la fiscalía o la policía. El problema no puede ser solamente socio-económico, no niega la importancia, incluso lo señala como una de las causas, pero afirma que ese es un lugar común, que decirlo no nos ofrece la clave para comprender lo que pasa.

En un pasaje clave de la entrevista Benito Lara dice algo que es necesario un estudio detenido y que el sagaz entrevistador no supo aprovechar para que el ministro profundizara:

En este país tenemos entre 85 y 90 municipios –no tengo la cifra exacta a la mano- en los que del 1 de enero al 31 de mayo de este año no hubo ni un solo homicidio. Estamos hablando de casi un tercio del país y tenemos cerca de 40 municipios en que hay entre uno y tres homicidios. Más o menos el 80 % de homicidios está bien focalizadito… El punto tiene que ver con que el gran esfuerzo que debemos hacer es una visión de planificación estratégica”.

Esto que ha señalado el ministro no es baladí, pues con ello está señalando algo que nos invita a formularnos cuestiones importantes, ¿cuáles son las similitudes entre esos pueblos o ciudades en las que no ha habido crímenes? ¿Cuáles son las diferencias entre esas ciudades y las ciudades en las que se concentra la criminalidad? ¿Se trata de problemas económicos? ¿De posibilidades de empleo o de desempleo? ¿Esa diferencia tiene que ver con políticas preventivas concretas? ¿Se trata de un fenómeno temporal o es permanente? Las preguntas pueden multiplicarse, pero todas son dignas de estudio y que nos pueden dar la clave para ir extirpando el flagelo. Tal vez las preguntas a plantearse sean otras, los especialistas tendrán su propia opinión.

No obstante lo que me sorprende es el silencio que ha seguido a esta entrevista, ningún sociólogo, ningún antropólogo, ninguno de nuestros intelectuales de renombre se ha atrevido a tomar la palabra para profundizar o rebatir las reflexiones del ministro. Ustedes, lectores de este blog, saben de mi constante oposición a la política que lleva adelante el FMLN. Considero que cuando se presenta la posibilidad de aportar positivamente una respuesta a un problema tan crucial, no se puede adoptar una posición escéptica o indiferente. Uno no puede callarse ahora, esperar su fracaso y luego volver a cargar de críticas al ministro.

Es cierto que ha habido estudios sobre este fenómeno, ha habido especialistas de orígenes diversos que se han dedicado el tema, hay publicaciones. El ministro mismo lo afirma en la entrevista, pero parece que no son suficientes y no le sirven para formular un diagnóstico concluyente para buscar las medidas necesarias.

Es un fenómeno que concierne a todo el mundo, en el que tiene que intervenir toda la sociedad. Se trata de formar animadores de barrio, de construir centros de diversión y esparcimiento atractivos con animadores, examinar con detenimiento el papel que deben de jugar en esto las escuelas y los cambios necesarios de programas, de métodos didácticos, pedagógicos, etc. Se debe de aportar ayuda a las tantas madres jóvenes que se quedan solas con sus hijos. Es problema puede que esté o no ligado a la criminalidad, pero la fragilidad de las relaciones familiares no deja de ser un terreno fértil de todo tipo de problemas sociales. La familia en nuestra sociedad, de manera general, no es una institución estructurante de la personalidad de nuestros jóvenes. Son demasiados los hombres que consideran que su única obligación es engendrar a sus compañeras, abandonándolas luego a la buena de Dios. Es necesario que este fenómeno —que no es exclusivo de nuestra cultura— sea estudiado, contextualizado, historiado.

Esta listita que enumero requiere gastos, presupuesto. Y aquí entramos a la política general, ¿qué parte le toca a pagar a la oligarquía? Se les va a seguir dando toda la amplitud que ya tienen para eludir impuestos, para seguir súper-explotando a todos los asalariados y mantener las condiciones de trabajo en tan lamentable estado. Porque si es necesario un esfuerzo colectivo no se puede dejar aparte a los principales responsables de nuestra miseria social, los oligarcas. Pero sobre esto último las declaraciones presidenciales no me hacen perder mi escepticismo.


17 junio 2014

Reflexión y no "medidas-reflejo"

El gran problema con este tipo de entrevistas de El Faro consiste en que el entrevistador no va en busca de información para los lectores, sino con el ambicionado propósito de meter en contradicción al entrevistado o ponerlo en malas posturas con su partido, sus colegas, etc. En este caso es lo que se pasó haciendo el periodista con el ministro de Seguridad Benito Lara. Con el agravante de tomar al lector por tontico y explicarnos en el preámbulo cómo debemos entender lo que dice el ministro.

Según el ministro Benito Lara la cosa es sencilla, no se puede hablar de tregua porque no hay beligerantes, por eso el concepto no es adecuado. El ministro señala la necesidad de profundizar y diversificar los estudios sociológicos y antropológicos para poder hacer un mejor diagnóstico y ver entonces los remedios que dar. Claro aquí el lenguaje figurado nos puede engañar pues no se trata de una enfermedad, sino que de un problema social profundo y grave. No me parece desatinado por ello mismo considerar como conveniente agregar el aspecto histórico del problema como lo sugiere el ministro.

Sabemos que los pandilleros son salvadoreños, que en gran mayoría han nacido en el país, ya no podemos simplemente referirnos al “fenómeno” como algo que se importó de los Estados Unidos, en todo caso decir eso sería no querer enfocar el problema ni como propio, ni como un problema de nuestra sociedad. Aquí he cambiado el término, no he dicho un problema social, le he querido sacar el aspecto abstracto del adjetivo e irme a lo concreto que entrega el sustantivo. Las maras no nos caen del cielo como una maldición, no son brotes de alguna contaminación exógena, tampoco son marcianos. Son cipotes nuestros. Son productos de nuestra sociedad, del modo de funcionar de nuestra sociedad. En esto entran muchos aspectos que no se pueden reducir al económico, aunque sea siempre fundamental. Pero lo social incluye modos de vida, dentro y fuera del núcleo familiar, modo de conductas en las escuelas, el efecto de la publicidad, los modelos sociales de conductas y ambiciones sociales. En todo caso, estamos ante un problema que no se puede simplemente estigmatizar, de un problema que por repugnante que nos resulte, lo queramos extirpar con la misma violencia que lo hizo nacer. Porque no podemos negar que la violencia desde décadas ha sido una forma de “solución” de nuestros problemas. Nuestra historia está llena de violencia.

Pero esta vez la violencia ha llegado a límites materiales inauditos, pues los valores morales de colocar sobre todas las cosas la vida misma han sido destruidos entre esos jóvenes. Aquello de la ranchera mexicana de que “la vida no vale nada” ha cobrado en nuestra sociedad, entre esos muchachos, un valor de dignidad e identidad. ¿Cómo se llegó a eso en nuestra sociedad?

Los estudios que propone el ministro Lara tal vez busquen responder a esta pregunta, porque una vez que hayamos comprendido cabalmente ese trágico cómo podremos desmontar el proceso, podremos tal vez desacelerarlo.

La violencia que habita nuestra sociedad es inmensa, de manera espontánea la mayoría de salvadoreños reclaman la pena de muerte, algunos hablan abiertamente de exterminio, palabra tan connotada durante la Segunda Guerra Mundial. Se sospecha, algunos no lo dudan, de que existen justamente en el país grupos de exterminio que se conducen con el mismo principio de “la vida no vale nada”.

Todo esto, la violencia extrema de las maras, como la que se propone contra ellas, tienen como fondo la total negación de los valores humanos, la negación de la calidad humana del otro. Ambas actitudes tienen el mismo origen: nuestra sociedad.

Lo que el ministro de Seguridad dijo sobre la preocupación del día a día de los ministros anteriores tiene que ver con la necesidad política (demagógica) de darle una respuesta rápida, la que sea, al clamor popular contra la violencia criminal de las maras. En otras ocasiones  aquí mismo he hablado de lo pernicioso que resulta querer complacer a la “opinión pública” aportándole falsas soluciones y promoviendo leyes que se quedan en el papel. Los gobiernos de ARENA hicieron mucha alharaca con sus leyes “duras y súper-duras”,  Funes con su ley “anti-maras” quiso mostrarle a la gente que no se iba a quedar con las manos cruzadas ante el crimen del bus incendiado y los 17 muertos calcinados en el bus, en Mejicanos. La ley y el ejército en la calle fue una "decisión reflejo", una medida para sacarse de encima las críticas y para que la gente sepa que “no me va a temblar la mano”. Pero el asunto no es aquí de tembladeras de mano, sino de un problema que exige paciencia, que prohíbe precipitaciones. Era necesario ya entonces hablarle claramente a la gente: estamos ante un problema de sociedad que no se puede arreglar aumentando la panoplia legal, todos los gobiernos aumentaron las penas hasta llegar al extremo que de facto se convertían en condenas perpetuas, prohibidas por la Constitución y que los diputados se vieron conminados por la Sala de lo Constitucional a reducirlas.

Se requiere coraje político y honradez para decirle a la población, no vamos a terminar con la delincuencia en unos meses, eso es imposible, el fenómeno es complejo, grave sí, pero no se resuelve con promesas inútiles. Es un problema global y necesita de soluciones globales en las que toda la sociedad y todas las instancias del Estado a las que les concierne el problema tienen que actuar y coordinar las acciones. Sinceramente es esto lo que he entendido en las palabras del ministro de Seguridad Benito Lara.



10 junio 2014

Conversación con un amigo

El texto que sigue forma parte de una conversación epistolar con un amigo:


Entonces no se trata de un “pacto de nación”, ni de un “contrato social”, uno cuando quiere avanzar una idea de lucha no puede darle los mismos nombres que ya usa la burguesía para sus planes.

Yo no sería tan tajante en condenar para siempre la violencia. Decir que la violencia ha demostrado su inutilidad y por ello abandonarla no tiene sentido lógico, pues tampoco la lucha "pacífica" ha dado resultados, sobre todo en nuestro país. Se debe de juzgar la situación concreta. En estos momentos sería no sólo errado pretender que se impone la lucha política violenta, sería demencial y criminal. Al ver la situación desastrosa en la que se encuentra la clase trabajadora salvadoreña desde el punto de vista ideológico es urgente iniciar tareas de organización política y sindical autónomas, tanto de la clase burguesa, como de los partidos políticos existentes.

En realidad, se nos ha pintado desde ya demasiado tiempo como una tarea imposible plantear desde ahora mismo la transformación comunista de la sociedad salvadoreña. Esto lo repite Altamirano de El Diario de Hoy, como solemnemente lo decretó Mauricio Funes diciendo que si le preguntáramos al pueblo salvadoreño que si quiere el socialismo, diría que no. Este raciocinio es una simple idiotez o un sofisma. Primero la transformación de la sociedad no se va a ser a golpe de sondeos de opinión. Esto entra en la fatuidad de Funes que piensa que si le dan la nota 7 y pico esto significa que ha sido buen presidente. Pero Saca anduvo por esa nota y hasta Flores tuvo más o menos la misma aceptación. Sabemos que desde años la lucha ideológica en el seno de la sociedad salvadoreña se ha abandonado y los únicos que se hacen escuchar son los que pretenden que todo cambio radical en el país es una ilusión, una utopía. El FMLN en su forma partido y desde su forma revisada en 1983-84 dejó claramente de lado toda aspiración revolucionaria. Desde entonces se ha ido amoldando a la sociedad burguesa y ha pasado a defender los intereses de los capitalistas. Sánchez Cerén en un discurso ante empresarios les dijo que ellos eran el motor, el corazón mismo de la economía salvadoreña. El FMLN acepta como un pilar fundador de nuestra sociedad la propiedad privada de los medios de producción que ya no tiende a combatir.

Hoy se piensa que la lucha contra el capital se tiene que llevar a golpes de paliativos, de parches "sociales", la lucha por otra sociedad más avanzada, que suprima el principal freno para su desarrollo que constituye el peso en la economía de un puñado de millonarios (la oligarquía). Digo "suprima", pero no me estoy refiriendo físicamente, sino desde el punto de vista social, dentro del funcionamiento social.

Ya tenemos más de un siglo que la oligarquía produjo cambios profundos en la sociedad que le entregaron la hegemonía y poder sobre el conjunto de la sociedad. Desde la independencia buscaron apoderarse del Estado, las guerras centroamericanas y las peleas de clanes intercapitalistas no permitieron que esos cambios intervinieran antes de los años ochenta del siglo XIX. Fue entonces que uno de los clanes logró apoderarse del poder y pasar al robo de las tierras ejidales. Fue en ese momento que la propiedad privada de la tierra les entregó además el poder político (estatal e ideológico). Esto como se sabe fue a través de la violencia, las comunidades indígenas fueron expulsadas de sus tierras y dispersadas en todo el país. Esto le restó mucha vitalidad al carácter indígena de nuestra sociedad. Pero esto no fue aceptado entonces, ni después. Sabemos que a pesar de todas las dificultades, de la represión, de asesinatos, de masacres nuestro pueblo siempre se ha mostrado rebelde.

¿Qué pasa ahora? Sin un partido político que cohesione sus luchas, que le dé realmente un carácter de clase, en defensa de sus intereses en tanto que tal, los asalariados están a la merced de la ideología burguesa y de la ideología reformista social-demócrata. Política e ideológicamente no existe en el país una fuerza que presente una real alternativa a la sociedad capitalista. Es la estructura misma de la sociedad salvadoreña que produce nuestro atraso.

Entonces si queremos sacar una lección del pasado y del presente, mucho más importante que rechazar toda violencia como inútil, lo que se nos impone es refundar en el país un movimiento revolucionario. Pero este movimiento tiene que tomar en cuenta la correlación de fuerzas actual, tiene que analizar cómo es que se produjo aquí en El Salvador el derrumbe de las ideas revolucionarias. Tenemos que analizar como una pequeña camarilla de oportunistas pudo hegemonizar la dirección del FMLN.

Creo que ya hay gente que ha iniciado la tarea analítica, que ya no se parte de cero, que sabemos que el verticalismo exacerbado de las organizaciones "revolucionarias" los priva a los militantes de su función pensante colectiva,  Esto debe sugerirnos la necesidad de reflexionar en una nueva forma de organización acorde con los avances y las aspiraciones crecientes de los pueblos de participar directamente en la determinación de sus destinos. Es urgente romper con los modos de funcionar verticalistas, paternalistas e infantilizantes que han existido hasta ahora. El secretismo, vicio de la compartimentismo ("esto no se le puede decir a la base, no va a entender, hay cosas que deben de quedar ocultas"). Este pensamiento es el que ha dominado hasta hoy en el país, incluso lo han erigido en método ante la sociedad. Es el partido que desde arriba, desde el poder construirá la felicidad de la gente, pero no se le puede decir todo, ni cómo.

Un nuevo partido revolucionario tiene que romper definitivamente con esa ideología y desde el principio tiene que optar por la participación amplia y consciente de sus propios militantes en el funcionamiento mismo del partido y de sus políticas. Para ello es necesario que el militante posea toda la información y se le dé las posibilidades concretas de poder usar la información, construyendo instancias internas de deliberación en las que se confronten opiniones libremente, sin tener la mordaza de la "línea" elaborada en las instancias dirigentes.

¿Cuánto tiempo puede durar esto? Los que se oponen a los cambios estructurales ironizan y piensan que un embrión no puede cambiar nada. Exacto, no podemos pedirle a algo que comienza que nos dé ya los resultados futuros de sus acciones. Piensan que el árbol frondoso que es hoy el FMLN no se puede abandonar, pero es que no se dan cuenta que bajo su sombra no se pretende llevar a la sociedad a su total liberación, que la acción del FMLN no lleva para nada a la "liberación nacional" como lo indica su propio nombre. Sabemos del entreguismo hacia el imperialismo de la dirección bajo varios pretextos, el principal son los emigrados y como siempre el poderío del imperialismo. Esta claudicación ha sido permanente dentro de la izquierda salvadoreña ya existía en los años cincuenta, siempre se enfrentó contra los que proponían la lucha. No obstante la línea claudicante paradójicamente ha salido vencedora.
 

Sin embargo no se puede prejuzgar cuál va a ser el desarrollo del accionar del nuevo movimiento, nadie puede predecir los efectos. Lo que sabemos es que la situación social, política, económica y cultural de las mayorías salvadoreñas son insoportables, sabemos que el estado actual de las cosas es el resultado de la dominación oligárquica. Sabemos que sólo una política nacional independiente nos puede dar los instrumentos para nuestro desarrollo.