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25 agosto 2011

El Estado salvadoreño y la partidocracia III

Es evidente que lo que he venido describiendo en mis precedentes artículos “El Estado salvadoreño y la partidocracia I y II” (leer el primero aquí y el segundo aquí) no deja ninguna duda en la poca esperanza que podemos cifrar en algún cambio radical del FMLN, que lo devuelva a sus antiguos objetivos, hacia una estrategia de tranformación social. Su constante viraje hacia posiciones social-demócratas, sus constantes llamados a aceptar el marco legal e institucional actual como el único posible, su ofrecimiento de servicios al gran capital, la hostilidad manifiesta contra las reveindicaciones laborales y salariales de los distintos sectores, su sumisión a la política del presidente Funes, tanto interior como exterior, etc. son pruebas más que suficientes de lo que acabo de afirmar. Cabe pues preguntarse ¿y ahora qué va a pasar? ¿Se ha terminado realmente la historia? ¿El capitalismo salvadoreño, subdesarrollado y dependiente, constituye el último eslabón?


Al mismo tiempo surgen otras preguntas: ¿es posible ahora y aquí una lucha por la transformación social? ¿Acaso el desarrollo hacia la social-democracia del FMLN no significa su imposibilidad en El Salvador? ¿Existen fuerzas dispuestas a no abandonar la lucha revolucionaria? ¿Qué tipo de luchas son revolucionarias ahora en El Salvador?


Estas interrogantes son importantes y muy díficiles de responder de una manera unívoca y tajante. Tampoco pienso que pueda darle a ellas respuestas definitivas y que sea posible que una persona, sin el concurso de otros, tenga la capacidad de proponer soluciones.


La patente inconformidad de muchos sectores, tanto al interior como al exterior del FMLN, ante la situación creada en estos dos años del gobierno de Mauricio Funes y la deriva derechista del Frente, han dado pábulo para que se plantee la posibilidad de que surja en el país una nueva izquierda. Hasta hace poco era imposible plantear este tipo de posibilidades, pues el Frente ocupaba todo el espacio de la izquierda, dejándole una minúscula parcela al CD (Cambio Democrático) en tanto que partido aliado y de tendencia social-demócrata. Incluso todas las tentativas de crear otros partidos de izquierda abortaron, vinieran de afuera del FMLN o como fruto de un cisma.


Una nueva fuerza política


El cuestionamiento sobre la posibilidad de que aparezca una nueva fuerza política es ya de por sí parte del panorama mismo. Es tal vez una de las novedades más importantes, pues hasta ahora el cuestionamiento era, ¿se puede ser de izquierda afuera del FMLN? Sobre esto ya no cabe duda. No obstante crear otra fuerza política no es una tarea sencilla y ante los fracasos anteriores es necesario llevar adelante una reflexión profunda sobre este tema. Sin embargo no es pelegrino afirmar que todos los partidos que aparecieron, han tratado de competir en el mismo terreno institucional en el que el FMLN estaba ya instalado y con una reputación que se había forjado principalmente en los años de la guerra, en tanto que organización guerrillera. En ese terreno era imposible conquistar un espacio.


Al mismo tiempo no se puede plantear como objetivo, después de la experiencia adquirida y el camino recorrido hasta hoy por el movimiento revolucionario, entrar en el mismo terreno en el que las aspiraciones de transformación social han sido absorbidas por el sistema. No se trata de denigrar las elecciones y la participación en ellas por mero principio. Lo que sí es criticable como lo hemos venido señalando es volver las elecciones el terreno fundamental de las luchas y abandonar incluso lo más elemental como es la organización de los trabajadores en sindicatos y el aprendizaje de la lucha reveindicativa. Es en esas luchas donde se toma conciencia de la condición de proletario, de trabajador. Son esas luchas las que inculcan los sentimientos de solidaridad, de abnegación y combatividad. Son esas luchas las que forjan la conciencia de clase. Por supuesto que esto no basta, las luchas políticas de transformación social tienen otro nivel de conciencia, pues son las que llevan a entender la globalidad de los procesos sociales y es donde de manera más nítida se aprehende la necesidad de superar al capitalismo. Actualmente estamos muy lejos de esto.


Hemos visto que el tipo de partido autocrático no puede evolucionar, de medio de lucha se ha vuelto fin en sí, la dirección tiende a perennizarse, a reproducirse y la docilidad de las bases a los dictados de la dirección es simplemente consternante. La base es desposeida de su voz, de toda iniciativa. Esto significa que este tipo de partido se ha vuelto obsoleto e incapaz de emprender las luchas necesarias para los cambios radicales que urge nuestra sociedad.


Es aquí donde llega el momento crucial donde surgen nuevos y más profundos cuestionamientos: ¿qué luchas son revolucionarias hoy en El Salvador? Y para llevarlas a cabo ¿qué tipo de organización es necesario? No obstane antes de responder a estas preguntas es indispensable volver sobre qué entendendemos por luchas revolucionarias. Por lo general la revolución es asimilada a los movimientos armados, a los grandes tumultos, a los grandes asaltos a cuarteles y palacios, etc. Para la mayoria de la gente revolución es sinónimo de violencia, hablar de una revolución pacífica le resulta como una expresión contradictoria, como un oxímoron.


Una situación política inédita


Nosotros estamos ahora en El Salvador en una situación política que excluye totalmente el uso de las armas. Podemos decir que uno de los resultados de la guerra ha sido que aparezca en el país la posibilidad de emprender luchas políticas radicales sin que la represión venga a golpearlas. Estas luchas se pueden conducir públicamente. Esto es totalmente inédito en el país. Este es un logro mayor y se lo debemos a la lucha heroica del pueblo salvadoreño y a su organización de entonces el FMLN. Es cierto que esta situación en cierta medida es precaria y puede ser como en otras tantas ocasiones reversible. Esto ha quedado demostrado en estos días con los exmilitares refugiados en el antiguo casino de la Guardia Nacional, protegidos de la captura por la PNC (Policía Nacional Civil) y en las peripecias sobre el famoso decreto 743, las instituciones han sido burladas, manoseadas. La derecha y algunos exmilitares no han disfrazado sus amenazas de golpe de Estado. Esto también significa que para guardar y hacer prosperar esta situación se necesita nuestra total vigilancia y mantener una correlación de fuerzas que vuelva imposible un retorno a las dictaduras. Sin embargo esta amenaza latente no debe conducirnos a limitar nuestras exigencias, a cambiar de objetivos y a menguar nuestras ambiciones.


Tal cual han quedado planteados los problemas, nos encontramos con nuevas tareas, una de ellas fundamental, la construcción del útil para alcanzar los objetivos. Este instrumento no se puede semejar a los anteriores de tipo autocrático, debe pues ser de un nuevo tipo, en el que los miembros adquieran un alto nivel de conciencia que les permita a cada momento, frente a cada problema social que se presente en su entorno, saber analizarlo y determinar por sí mismos las respuestas apropiadas. Para ello es necesario que su organización tenga la capacidad de respuesta rápida, que pueda al mismo tiempo alertar a los otros miembros. Se trata de una organización que no puede ser vertical, su horizontabilidad implica al mismo tiempo una total igualdad de los miembros. Es cierto que la práctica instruye sobre la necesidad de un organismo central que coordine acciones de envergadura nacional y que organice las respuestas apropiadas. Los miembros del partido dejan de ser ejecutantes de consignas y de planes elaborados en la cúpula, el partido mismo por la actuación de sus miembros al interior de la sociedad, en el centro mismo de los problemas concretos, adquiere el carácter de protagonista de la historia que está llevándose a cabo.


En este nuevo tipo de organización tampoco puede haber monopolio de la información, ni del conocimiento. Hasta ahora en los partidos autocráticos los dirigentes han acostumbrado al militante a conformarse con un saber precario o la ignorancia de los detalles de los problemas que le conciernen directamente. Incluso se llegó ha monopolizar la autoridad de conocer, un conocimiento que no venía obligatoriamente del estudio de la cuestión, sino que por el hecho mismo de encontrarse en la cúspide del partido. El secretismo, la compartimentación se han convertido en insturmentos de manipulación, en el que vence la intriga y hace propicio el funcionamiento de las camarillas.


La transversalidad de la organización significa también trasmisión total de toda información necesaria para la toma de decisiones individualizada. Esto de ninguna manera implica el desarrollo de la anarquía, ni del espantaneismo. Esto significa que los militantes, uno a uno, en su individualidad, en su persona, es respetado y puede enriquecerse, aprovechando del conocimiento y de las opiniones de todos.


Esto obligatoriamente va ligado a un aspecto fundamental de la lucha del movimiento revolucionario. Es hartamente repetida la frase de Lenin: “Sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario”. Esta afirmación del revolucionario ruso se volvió en una especie de frase de encantamiento, pero en lo concreto los partidos autocráticos poco a poco fueron inculcando un rechazo a todo aquello que de cerca o de lejos se asemejara a lo teórico. Eso le correspondía a lo sumo al Secretario General o alguna eminencia gris o a veces a los intelectuales del partido que “asesoraban” a la dirección. Muchos militantes llegaron incluso a presumir que no necesitaban de la teoría, que su función era la práctica y exclusivamente la práctica. Se llegó a decretar en algunas veces que dedicarse a la teoría era una especie de “enfermedad” de pequeños burgueses. Pero Lenín no sólo señaló en las condiciones de la Rusia de finales del siglo XIX la urgente necesidad de elevar la conciencia del proletariado, sino que agregó, citando a Engels, que la lucha teórica iba a la par y era de igual importancia como la lucha económica y la lucha socio-política.


Esta lucha teórica es un terreno totalmente en barbecho en nuestro país. Desde hace mucho tiempo, como lo hemos señalado antes, la lucha ideológica fue abandonada por el FMLN y la ideología dominante no encuentra ninguna oposición y la visión burguesa de la sociedad sigue imponiendo su hegemonía. La compresión de los procesos sociales es indispensable para aportar soluciones concretas.


Pero la situación inédita de la que he hablado arriba encierra también por primera vez en nuestro país la posibilidad del estudio del pensamiento marxiano, sin ser perseguido, ni ir a parar a la cárcel. Es decir tenemos por primera vez en la historia de nuestro país la posibilidad de discutir, de analizar nuestra realidad de manera pública. El nuevo partido tiene la tarea —para llevar adelante la lucha teórica de la que hablaba F. Engels— de crear las condiciones para que la teoría no sea el patrimonio de unos cuantos. (Sigue)

13 agosto 2011

El Estado salvadoreño y la “partidocracia” II

Cuando el fin primero del FMLN (en su período legal) se convirtió en la accesión al poder ejecutivo, los temas mismos de transformación social han ido pasando a segundo plano y ha ido apareciendo en el discurso de los dirigentes y de sus militantes toda una serie de argumentos que tienden a demostrar la imposibilidad actual de emprender las luchas transformadoras. Si desde los años cincuenta hasta los años setenta, en el seno del Partido Comunista de El Salvador, se alegaba la imposibilidad de la lucha armada en nuestro territorio por razones geográficas, más que por razones políticas, ahora lo que se avanza son los aspectos “subjetivos” de la situación. Se afirma que nuestro pueblo es extremadamente reaccionario, es anticomunista y rechaza al socialismo como una sociedad opresiva, ineficaz y superada luego de su bancarrota en el Este europeo. Entonces en el partido “guía” se habla del socialismo como un ideal, como algo utópico y se le relega a un futuro más que lejano. Al mismo tiempo se agrega que tampoco nuestro país puede enfrentarse a los Estados Unidos, que nuestro país no posee ni petróleo, ni gas, ni ningún otro mineral de valor. Incluso se alega que es preferible volverse un aliado de los Estados Unidos y en este respecto se insiste sobre la presencia de varios millones de salvadoreños en el suelo estadounidense.


La situación de la opinión salvadoreña descrita en el párrafo anterior no es totalmente falsa, ni tampoco fortuita. Es el resultado de una batalla ideológica permanente que ejecuta la clase dominante y que ha impuesto siempre sus terrenos de lucha. Su victoria es indudable. Es menester además señalar el abandono casi total de una respuesta a la altura de parte de las fuerzas progresistas y revolucionarias en el país. Como lo señalé en el artículo anterior, el FMLN no se dotó de ningún medio para participar públicamente en el combate ideológico. Durante estos veinte años de adaptación al ejercicio de la democracia representativa, el aparato del partido no ha sufrido cambios estructurales, es decir el famoso principio del “centralismo democrático” sigue en pie y por el momento pareciera responder a las necesidades electoralistas del “centro”. La organización se ha convertido en una máquina eficaz de conquista de electores, de pesca de votos. En efecto, casi en todas las elecciones el FMLN ha agrandado el caudal de votos y aumentado sus diputados, sus ediles y alcaldes. Hasta llegar a ganar las últimas elecciones presidenciales.


En apariencia el FMLN ha alcanzado ya su fin primero: en estos momentos es el partido en el poder. Es cierto que para ganar las elecciones presidenciales tuvo que presentar a un candidato, cuya tardía adhesión al FMLN respondía a una exigencia legal y no a las convicciones de Mauricio Funes. Al contrario, Funes no se considera ligado a la supuesta ideología de “su” partido, lo ha proclamado durante la campaña y lo ha repetido cada vez más estruendosamente durante estos dos años. Ahora el FMLN presenta a Funes como un aliado, su presidencia como transitoria hacia... En realidad, aún no han definido hacia qué son transitorios la presidencia y el gobierno actuales. En todo caso, los dirigentes efemelenistas no ocultan que su objetivo primero queda por realizarse, que para ello tienen que continuar aumentando su caudal de votos, obtener una holgada mayoría parlamentaria y sobre todo poder presentar a un candidato salido de sus rangos. Su presencia en el gobierno la consideran como una simple participación al lado de aliados del centro e incluso de derecha.


La dificultad de definir hacia adónde nos proponen ir los dirigentes del FMLN, hacia qué estamos ahora en transición, reside en que el objetivo estratégico de los partidos revolucionarios fue abandonado, lo anotaron en las imposibles calendas griegas, lo convirtieron en acariciado sueño de ilusos. Este objetivo solo en apariencia es mantenido, cuando en los estatutos no borran todavía el carácter socialista del partido. De manera ritual se refieren incluso al “Socialismo del Siglo XXI”, no obstante son incapaces de definir de manera somera en qué consiste ese socialismo. Un dirigente, José Luis Merino tuvo la ocurrencia de proponernos el “socialismo pipil”, pero incluso entonces todo quedó vago y en generalidades: “fruto de nuestra experiencia, auténticamente nacional”.


He señalado tres cosas, primero, la asunción al ejecutivo se volvió el objetivo primero del FMLN; segundo, su estructura verticalista, centralista y autocrática y osificada y al servicio exclusivo de las campañas electorales; y tercero, la incapacidad de formular teórica y prácticamente hacia donde nos invitan a seguirles y qué tipo de sociedad es ese “Socialismo del Siglo XXI” o si se prefiere “el socialismo pipil”.


No cabe duda que estos tres puntos condenan al FMLN a conducirse como cualquier otro partido político del país, a tener los mismos objetivos limitados de poner a su servicio las estructuras y entidades del Estado y a ser incapaces de formular proposiciones concretas para construir otra sociedad en la que se pongan las bases para resolver los problemas sociales, políticos y culturales que agobian actualmente a la población salvadoreña.


Por razones coyunturales y nada ideológicas, el FMLN no ha podido como lo hizo ARENA someter a su servicio exclusivo el aparato del Estado. Las razones son que para lograr su fin tuvo que recurrir a un aliado que no le permitió verterse del todo en el engranaje estatal. Mauricio Funes reclamó y obtuvo su propia tajada, para él y sus “amigos”. Pero en el fondo, el objetivo de apoderarse por completo del Estado coincide profundamente con su concepción del partido y del Estado. En los países del Este, que sirvieron de modelo, cobró realidad el Estado-Partido y el partido tuvo la forma autocrática que conocemos ahora osificada y que algunos se atreven a llamar “centralismo democrático”.


El filósofo francés, Lucien Sève nos dice que “la forma-partido no es una entidad aislable; está sobre todo dictada por la función estratégica que ella se asigna en el campo político estructurado en el que desea intervenir”[1]. Esta reflexión nos puede ayudar a comprender la permanencia del tipo de organización verticalista y centralista del FMLN y en el resto de partidos que se proclaman “revolucionarios”. Se trata de una forma organizativa heredada de la III Internacional Comunista. No se puede aquí por el poco espacio trazar ni siquiera los rasgos generales de la historia de como se suplantó el “centralismo democrático” por el “centralismo autocrático”. Pero voy a señalar dos puntos que me parecen esenciales: el primero es que en la concepción leninista el “centro” no era el “comité central”, ni aún menos el “buró político”, ni “el lider del partido, su secretario general”. El centro para Lenin era el congreso. Toda la actividad de todo el partido, de las bases, como de la dirección estaba supeditada a lo decidido en el congreso. El congreso era la reunión de todo el partido en donde los delegados representaban tendencias y corrientes. En el congreso leninista no se discutía el texto presentado por la dirección, ni exclusivamente las propuestas de la dirección. Segundo, el pensamiento, las iniciativas, las proposiciones iban de abajo hacia arriba y también de arriba hacia abajo. La dirección no acaparaba para sí misma el momento de la reflexión, dejándole a las bases el “derecho” de ejecutar las directivas. Como las resoluciones tomadas por el congreso procedían de todo el partido, no había necesidad que enviados o representantes de la dirección “bajaran” hasta las bases para “explicar” la “línea” del partido. En el “centralismo autocrático” las cosas se invierten, la dirección es el centro y decide de todo, las bases obedecen y repiten las consignas. Las bases deben de ser dóciles, obedientes y sobre todo disciplinadas, constituir un cuerpo monolítico, dispuesto siempre al combate. Para las bases, para los militantes el partido se vuelve en fin en sí, la dirección adquiere para las bases cualidades de infalibilidad insospechadas. De tal manera que el que se oponga a la dirección se convierte inmediatamente en un elemento “anti-partido”. Esta fue una de las acusaciones que más floreció durante el estalinismo en la Unión Soviética y el Este europeo. También fue la acusación que se esgrimió contra muchos durante las purgas en los partidos “revolucionarios” de Occidente.


El fin en sí que persigue el FMLN va a determinar también la extensión del campo político en el que va a intervenir. Este campo está estructurado de tal manera que las elecciones acaparan casi la totalidad de su actividad. En nuestro sistema las elecciones son los principales actos políticos que se le ofrece a los ciudadanos para la distribución del poder. El funcionamiento mismo del sistema electoral le quita a los electores la real posibilidad de elegir entre opciones que le planteen diversas visiones de sociedad. Es decir los electores sufren una alienación crucial de su derecho a elegir. El FMLN no cuestiona en ningún momento este estado de cosas, se ha acomodado. Incluso tal vez sea uno de los partidos más aventajados, pues la disciplina de sus militantes, su presencia en todo el territorio le da una eficacidad que no tienen los otros partidos. Esto se ha demostrado en los sucesivos avances obtenidos en las elecciones municipales, legislativas y presidenciales.


A partir del objetivo primordial del FMLN, la asunción del poder, en tanto que partido, la organización actual, con los estatutos remodelados para la preservación de la continuidad de la misma dirección, corresponde perfectamente para esta función estratégica. Si el objetivo fuera transformar la sociedad el campo político fuera muchísimo más extenso, las elecciones tal vez ocuparían un lugar importante, pero no serían lo fundamental, ni lo exclusivo. Y el terreno estructurado de su actividad fuera también un momento mismo de la lucha, fuera un aspecto mismo de la transformación social.


El FMLN ha abandonado desde el fin de la guerra toda idea de la toma del poder por las armas. Creo que en estos momentos no existe algún insensato en el país que promueva la lucha armada. Se trata pues de asumir el poder, de llegar al poder por otras vías. Es precisamente este respecto de la reflexión que nos lleva a repensar el momento electoral no como el primordial en la actividad del organismo político que defiende los intereses populares. También nos lleva a la reflexión de que es urgente pensar en la nueva forma-partido que necesitamos para llevar adelante todas las actividades políticas en toda la sociedad de manera permanente (no solo en los momentos electorales). Pues como no se trata de ganar una guerra militar, sino que un combate político, ideológico y no sólo como una opción electoral, sino que como una opción de sociedad, las “armas” son los argumentos, lo que se persigue es la convicción. (sigue)

[1] Sève, Lucien, Commencer par les fins, La Dispute, París, 1999, pág. 179

Pronunciamiento sobre el caso de los jesuitas

Pronunciamiento de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos ante el procesamiento en la Audiencia Nacional del Reino de España de ex militares de la FAES acusados en la muerte de los sacerdotes jesuitas y sus dos colaboradoras


En los últimos días, se han venido desarrollando una serie de acontecimientos relacionados con la tramitación del proceso judicial incoado en el Juzgado Central de Instrucción Número 6 de la Audiencia Nacional de España, en contra de un grupo de ex militares de las Fuerzas Armadas de El Salvador acusados en los asesinatos de Ignacio Ellacuría, S.J.; Ignacio Martín Baró, S.J.; Joaquín López y López, S.J.; Amando López, S.J.; Segundo Montes, S.J.; Juan Ramón Moreno, S.J.; Elba Julia Ramos y Celina Mariceth Ramos, ocurridos en noviembre de 1989.


La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), ha seguido con suma atención el diligenciamiento de este caso dado que, sin duda alguna, constituye una prueba del verdadero avance de la institucionalidad y del proceso social de construcción de la democracia en nuestro país. La PDDH tal como lo ha consignado en distintos foros, nacionales e internacionales, estima que este execrable hecho así como la larga lista de masacres aún pendientes de justicia, por ejemplo, la “Masacre de El Mozote” de la cual se conmemorarán 30 años el próximo mes de diciembre, pertenecen a la categoría que el Derecho Internacional de los Derechos Humanos designa como crímenes de lesa humanidad (iuris gentium) y guardan el efecto de ser procesalmente imprescriptibles.


Con respecto a este tipo de crímenes vale decir no operan ni prescripciones ni la aplicación de medidas de amnistía. Mucho menos con las características de la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz aprobada por la Asamblea Legislativa el 20 de marzo de 1993, a pocos días de haber sido hecho público el Informe de la Comisión de la Verdad (15 de marzo de1993), se orientaba más a ser un instrumento de favorecimiento de la impunidad, que un medio de reconciliación y de reencuentro de la sociedad salvadoreña.


Como institución nacional de derechos humanos hemos planteado una postura frente a esa norma en el sentido que la misma debe ser anulada no solamente porque es contraria a las obligaciones jurídicas de carácter internacional en materia de derechos humanos, emanadas tanto del sistema de protección universal como del sistema interamericano de derechos humanos sino, porque, constituye un imperativo ético. Es oportuno traer a cuenta que, sobre ese particular, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), organismo que forma parte del referido sistema hemisférico de protección, al cual El Salvador está sometido, se pronunció, en los siguientes términos:


La CIDH ha señalado reiteradamente que la aplicación de leyes de amnistía que impiden el acceso a la justicia en casos de violaciones serias de los derechos humanos, hace ineficaz la obligación de los Estados partes de respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y de garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona sujeta a su jurisdicción sin discriminación de ninguna clase, según establece el artículo 1(1) de la Convención Americana. En efecto, dichas leyes eliminan la medida más efectiva para la vigencia de los derechos humanos, vale decir, el enjuiciamiento y castigo a los responsables”.


La PDDH, en el anterior orden de ideas, expone su postura institucional en cuanto a que, por un lado, el procesamiento judicial a los ex militares involucrados en la muerte extrajudicial de los sacerdotes jesuitas y sus colaboradoras, debe verse como una oportunidad excepcional para que se imparta justicia a las víctimas y sus familiares; asimismo, debe verse como un desafío para que las instituciones públicas de nuestro país respondan al mandato constitucional y legal para el que han sido creadas.


Vale recordar que esta Procuraduría se pronunció sobre el caso, declarando que:


“Da por establecido el incumplimiento del Estado salvadoreño a las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, en lo referente al asesinato de los Sacerdotes Jesuitas Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes Mozo, Joaquín López y López, Amando López, Juan Ramón Moreno, así como de la señora Julia Elba Ramos y su hija Celina Mariceth Ramos, por el hecho violatorio de no investigar, procesar y sancionar, seria y efectivamente, a los autores materiales e intelectuales del crimen, así como a los funcionarios que participaron de los delitos de encubrimiento y fraude procesal señalados en el citado informe de la Comisión de la Verdad.


El incumplimiento de las obligaciones antes dichas, acarrea por sí mismo, una imposibilidad de que los familiares de las víctimas puedan acceder a una reparación adecuada, que es otra recomendación expresa de la Comisión de la Verdad. Por tanto, da por establecida, también, la violación a este derecho fundamental.”


Por ello, como defensoría del pueblo vemos en el encausamiento a los responsables de la muerte de los padres jesuitas y sus empleadas, una ocasión invaluable para que el Estado salvadoreño pague la deuda histórica que ha acumulado frente a las víctimas en materias de derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación integral hacia ellas, y sus familiares. La verdad, creemos, se encuentra íntimamente ligada con el deber jurídico del Estado salvadoreño de investigar o esclarecer aquellos hechos que configuren violaciones a delitos, a derechos humanos y abusos de poder, todo ello como parte del deber de garantía.


En consecuencia ante el auto dictado por el Juzgado Central de Instrucción Numero 6 de la Audiencia Nacional de España, como Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos hacemos las siguientes consideraciones y recomendaciones:


- El proceso penal mediante el cual se procede acordar prisión, búsqueda y captura internacional de los procesados, fue iniciado sobre la base de leyes propias de su país, lo cual significa que debe respetarse su autonomía e independencia;


- Que debe garantizarse los derechos de las víctimas, que buscan establecer la verdad, justicia y reparación de estos graves hechos.


- Las ordenes de detención, búsqueda y captura internacional, con entrega de las personas a los servicios de INTERPOL, con el fin de solicitar su Extradición, deben ser ejecutadas conforme al procedimiento establecido en la Constitución de la República de El Salvador articulo 28 y 182 numeral 2º; conforme al Tratado de Extradición celebrado entre la República de El Salvador y el Reino de España y leyes secundarias;


- Que ante la trascendencia de este caso es necesario dejar que funcione la institucionalidad en nuestro país a fin de que se garantice un proceso justo, imparcial e independiente en contra de los procesados, quienes igual que las victimas, les asisten sus derechos y garantías procesales.


Finalmente, con este caso, tal como lo han sostenido los representantes de la Iglesia Católica de nuestro país, todos debemos abonar a erigir un orden social fundado en ese derecho y valor fundamental que resulta ser la verdad, la que, recordando palabras del defensor de derechos humanos el insigne Monseñor Oscar Arnulfo Romero, no debe estar esclavizada bajo los intereses de la riqueza y el poder.


San Salvador, 11 de agosto de 2011.

Licenciado Oscar Humberto Luna

Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos

05 agosto 2011

El Estado salvadoreño y la “partidocracia” I

Desde hace cierto tiempo, en los comentarios de muchos salvadoreños, periodistas y blogueros, ha aparecido el término “partidocracia”, para caracterizar el tipo de régimen que sufrimos en El Salvador. A raíz de la gran polémica en torno al decreto-mordaza 743 contra la Sala de lo Constitucional y la actitud de los partidos políticos respecto a las candidaturas individuales e independientes, se ha levantado un motín ciudadano contra estos institutos. Todos los acusan de haberse apoderado por completo del aparato del Estado a su provecho y no haber dejado ningún resquicio sin imponer su huella y su dominio. Estas críticas se justifican por la realidad misma, pues son muchas las instancias del Estado cuyos dirigentes y directores son nombrados a partir de su pertenencia al partido en el gobierno o al partido aliado. Esto fue cierto con los gobiernos areneros y lo sigue siendo hoy con el partido efemelenista y sus eventuales alianzas.


En esta justificada actitud crítica se cuelan dos aspectos que me parecen dignos de ahondar. Se trata del carácter mismo del Estado en El Salvador y el otro del papel de los partidos políticos en la sociedad y respecto al Estado.


Los partidos aparecen en la arena política recientemente, la sociedad feudal no daba cabida a este tipo de organización ciudadana. Es la sociedad capitalista con sus diferentes formas de gobierno (monarquias o repúblicas), la que permitió el desarrollo de los partidos políticos. La burguesía en su período de ascención, cuando aún luchaba por adquirir su hegemonía sobre la sociedad empezó organizándose en grupos. Estos adquirieron su verdadero auge en el siglo XIX y desde el siglo pasado su existencia se ha regulado y extendido a casi todas las sociedades. Desde su aparición, los partidos aglutinaban personas con determinados intereses y con un modo de pensar más o menos común. Si los intereses que defendían eran, siguen siéndolo, privados, se presentaban como defensores del interés común, como representantes de toda la sociedad. Pero en la sociedad no existen solo los intereses de los burgueses, sino que también los intereses de otras clases sociales, fue así que a principios y mediados del siglo XIX los obreros y campesinos, los artesanos, comerciantes fueron creando sus propios partidos. Muchas de estas organizaciones tuvieron una existencia muy esporádica, aparecían y desaparecían, muchas se aglutinaban alrededor de una personalidad o de un grupo restringido de personas.


Solamente con la aparición de los partidos obreros organizados en la primera Internacional y su adhesión al pensamiento marxista fueron surgiendo en los diferentes países de Europa organizaciones políticas más o menos permanentes.


En nuestro país, todos sabemos de la existencia durante los inicios de nuestra vida independiente, de dos partidos que se disputaban la hegemonía: los liberales y los conservadores. Pero ambos partidos defendían los intereses de las clases dominantes y fueron ellos los que poco a poco fueron modelando el Estado salvadoreño. Como en cualquier otra parte del mundo, aquí estos partidos reunían en su seno y arrastraban detrás de sí a muchas personas que no pertenecían a la burguesía. Es desde el surgimiento de estos partidos y a través de ellos que la burguesía ha logrado imponer a la inmensa mayoría la idea de que sus intereses privados coinciden con los intereses de la nación. Es esto lo que sigue predominando hasta el día de hoy.


El Estado burgués


Pero la burguesía a través de sus partidos, de todos los órganos e instituciones ideológicas en sus manos ha ido creando asimismo la idea de que su Estado es el Estado de todos. Pero esto no es particular a nuestro país, es la idea que predomina en el mundo desde los grandes filósofos de los siglos XVIII y XIX. El Estado aparece como si estuviera afuera de la sociedad, como una especie de árbitro, como un gestor del bien común. No obstante en la sociedad existen luchas sociales y esto fue lo que hizo surgir también organizaciones obreras, que rechazan justamente este Estado y sus políticas. El reconocimiento legal de su existencia y el funcionamiento de estas organizaciones no fue espontáneo, durante mucho tiempo las organizaciones obreras fueron prohibidas y perseguidas. En muchos lugares, fue sólo luego de largas luchas sangrientas que obtuvieron su reconocimiento y participación en la vida política legal.


Ha sido en los períodos de auge de los movimientos populares, de los partidos obreros que el Estado se ha visto obligado a conceder algunos derechos a los trabajadores. Pero estos derechos no se mantienen de manera permanente, sufren siempre mermas desde que ocurre una baja en la intensidad de las luchas populares.


La aparición de organizaciones sindicales y políticas de las clases dominadas en la vida social, aún en los países en donde éstas han permanecido prohibidas y perseguidas, las clases dominantes se han visto obligadas a conceder algunos derechos. En nuestro país las libertades políticas, las pocas existentes, se han logrado también a costa de mucha sangre y mucho sufrimiento.


Ha sido larga la lucha en El Salvador, los sindicatos eran desmantelados, los sindicalistas iban a parar a la cárcel, eran exilados, torturados y asesinados. El Partido Comunista solo los primeros años de sus existencia fue legal, desde 1932 fue perseguido, muchos de sus miembros fueron asesinados, exilados, torturados. Pero no solamente fueron perseguidos los comunistas, sino que toda persona que iniciara una protesta. Las campañas anticomunistas eran permanentes, diarias. Toda persona que manifestara una idea que apenas se apartara del consenso impuesto, era acusada de “comunista” y merecía el castigo convenido. Fue precisamente bajo el pretexto de perseguir el comunismo que en nuestro país se nos negaron durante muchas décadas los derechos más elementales.


El Estado fue siempre despótico, nos fueron acostumbrando al autoritarismo, nadie ha escapado a esta manera de funcionar de la sociedad salvadoreña. El Estado creó sus órganos represivos, sus tribunales amañados, sus escuelas domesticadas. Durante todos estos años el clero fue un ayudante del régimen. Todos sabemos que Monseñor Romero y algunos otros clérigos fueron la excepción. Pero la dictadura no titubeó y también contra ellos usó la represión y llegó hasta el asesinato. Esta violencia permanente, institucionalizada, como se expresaba el arzobispo mártir, es la que recorre la sociedad entera, en los hogares, en las fábricas, en las instituciones todas. Cada jefecito puede en su dominio imponer sus desplantes, sus caprichos. Esto es patente desde la presidencia hasta el vigilante de algún supermercado.


Pero la precaridad de la vida política imponía por consecuencia una vida social también precaria. La desnutrición fue siempre un mal endémico, la falta de servicios o servicios deficientes, ningún derecho laboral, salarios indecentes, habitaciones pobres y estrechas, imposible acceso a las producciones culturales, los patrones y sus capateces podían y pueden incluso hasta hoy permitirse lo que se les antoje. La pobreza y el desempleo generalizado ha impuesto y siguen imponiendo aún hoy a las clases trabajadoras una sumisión de otras edades. Todo esto entraña una latente explosión protestataria, sediciosa, de rebelión. El Estado en su aparente función reguladora se erige como una fuerza, con todos sus cuerpos represivos, Ejército y diferentes cuerpos policiales.


No obstante el Estado sólo en apariencia es exterior a la sociedad. Esta exterioridad, la relativa autonomía que ha ido adquiriendo en la historia, es una de las más opresoras alienaciones que sufren los hombres. Las luchas sociales alcanzan asimismo al Estado, es en torno al poder político que otorga el Estado que aparecen distintos partidos, a veces sin que los diferencie alguna ideología o intereses de clase. Pero en la sociedad existen diferentes clases que se organizan políticamente en partidos y también luchan por alcanzar el poder que contiene el Estado.


La legalización del FMLN


¿Cuál es la situación concreta en El Salvador? Desde siempre y hasta la guerra los partidos populates fueron prohibidos y su existencia fue ilegal y clandestina. Los Acuerdos de Paz firmados en Chapultepec, que pusieron fin a la guerra, han abierto en el país un nuevo período que se puede calificar de democratización, en sentido bastante lato. El FMLN que regrupaba a los organizaciones guerrilleras pudo convertirse en partido político legal y participar abiertamente y sin trabas mayores a las actividades políticas nacionales. Esta legalización no trajo en ningún momento la calma esperada luego de la tormenta. La hostilidad hacia el FMLN fue permanente desde las instancias estatales, como de los órganos ideológicos en la sociedad. Revistas, diarios, televisión, radio, etc. participaron abundantemente en la denigración del nuevo partido. La lucha ideológica no tuvo ninguna tregua. El FMLN no supo, no pudo o no quiso dotarse de un órgano de prensa para divulgar sus ideas y dar cohesión a sus militantes y responder adecuadamente a estos constantes ataques.


El FMLN se fue paulatinamente desmembrando, dividiendo y al mismo tiempo se fue solidificando en su organización y fue adquiriendo mayor peso en la sociedad con su nuevo papel de partido político. La pluralidad de tendencias dio lugar a muchas luchas intestinas, al surgimiento de ambiciones personales y fueron apareciendo divergencias de apreciación insospechadas durante la guerra. Hubo disensiones y expulsiones, hubo pequeños cismas y muchos tránsfugas. Las ambiciones personales y la existencia de tendencias se han manifestado mayormente en los momentos de la designación de candidatos a los puestos de elección popular. Desde el candidato a concejero municipal hasta el candidato a la presidencia fueron puestos codiciados y esto dio lugar siempre a momentos de tensiones y luchas fratricidas. Ahora en apariencia y de manera estatutaria el FMLN ya no se organiza en tendencias.


Las luchas políticas legales


La poca o nula experiencia de los dirigentes guerrilleros en las luchas políticas legales ha constituido una traba particular. Era necesario adaptarse, adquirir nuevos conocimientos. ¿Cómo usar la legalidad? Por supuesto que al responder a esta pregunta los dirigentes del FMLN se encontraban ante una alternativa crucial. Al entrar en el “juego” político era obligatorio aceptar la legalidad burguesa estatal. Pero al mismo tiempo al conservar las aspiraciones populares de transformación social tenía la obligación de poner en tela de juicio esta misma legalidad. Este fue un punto mayor en la batalla ideológica entre la derecha y el recién llegado FMLN. Son famosas y muy repetidas las palabras de Jorge Schafick Handal sobre cambiar el sistema o que el sistema cambie al FMLN. Esta fue una advertencia importante y oportuna, iba dirigida hacia el interior, hacia los miembros del mismo partido. Pero poco a poco el FMLN fue cediendo en esta batalla, mejor dicho no dio esta batalla y aceptó irremediablemente como absoluta la legalidad impuesta por el sistema. Esto arrastraba nuevos abandonos. La lucha política, de una política de transformación social, no tuvo lugar. Incluso Schafik Handal en su campaña presidencial repetía que su programa era la Constitución, toda la Constitución.


La inexperiencia y las mismas luchas intestinas repetidas obligaron a los efemelenistas a abandonar la organizaciones de masa a su propia suerte, a supeditarlas a sus posiciones actuales, de respeto a la legalidad. Esto no significa que no hubo luchas sociales durante estos años, hubo incluso luchas fuertes y prolongadas en algunos casos. Pero las luchas diarias, las luchas por obtener nuevos derechos (que pone en tela de juicio la legalidad burguesa) fueron abandonados. El movimiento sindical siguió siendo raquítico. Las leyes laborales son prácticamente inexistentes y ni los pocos sindicatos, ni el FMLN llevaron adelante luchas por estos objetivos.


Al abandonar la lucha ideológica por la transformación social, por subvertir la legalidad burguesa, los dirigentes efemelenistas fueron entregándose a prácticas de lucha política aparentadas más a la politiquería que a una auténtica política en la defensa de los intereses de los trabajadores.


Apareció un hiato entre la actividad real y las declaraciones de fidelidad al socialismo, al marxismo-lenismo, su apoyo al Socialismo del XXI se fue dando de manera automática sin que se llevara adelante una reflexión profunda sobre su significado. Ahora incluso hay un remarcado mutismo sobre todos estos temas y en especial sobre el famoso “marxismo-leninismo”.


El descalabro en el Este europeo


Paralelamente a esto es menester señalar asimismo que el descalabro de los régimenes del Este europeo jugaron mucho en la depreciación de estos mismos temas y llevó a cuestionamientos sobre la posible “inautenticidad” para nuestro continente de ideas nacidas en Europa. El estruendoso derrumbe del “socialismo real” tuvo otras repercusiones prácticas, pues el tener que pensar sin un guía, un líder internacional, volvía urgente elaborar análisis propios sobre lo que condujo a ese descalabro. Esto no se hizo en el seno del FMLN. En esto es necesario mencionar que las distintas organizaciones guerrilleras que constituían el Frente no compartían las mismas apreciaciones sobre el “socialismo real” y los Estados socialistas. En esto hubo muchas divergencias incluso desde el inicio. Estas como otras divergencias fueron acalladas durante la guerra. Volvieron a surgir a raíz de lo ocurrido en Europa. Para algunos la URSS era el principal referente, incluso era el modelo de la sociedad socialista, modelo del Estado. La “Perestroika” no pudo salvar nada, no pudo revertir los procesos. Durante este período aparecieron ciertas discrepancias del Partido Comunista de El Salvador con la política de “reconstrucción” de Mijail Gorvachov. Su llamado al movimiento comunista a independizarse de la URSS, de pensar con su propia cabeza, a no considerar la sociedad soviética como un modelo y el PCUS (Partido Comunista de la URSS) como el hermano mayor, fue acogido por los dirigentes comunistas salvadoreños con muy malos ojos. Incluso muchos han considerado a Gorbachov como el responsable de todo lo ocurrido, sin ver que los procesos que llevaron a este final tan dramático, se iniciaron ya a principios de los años treinta. En todo caso, después de haber defendido un sistema represivo, con un sistema político autocrático y una sociedad aterrorizada, con prácticas económicas muy lejanas a la apropiación de los medios de producción por los mismos trabajadores, fueron muchos los que renegaron de sus convicciones y declararon también el “final de la historia”, la muerte del “marxismo” y al comunismo como una insensata utopía.


Es obvio que esto vino a fragilizar en el FMLN a los que pretendían seguir adelante con la lucha de transformación social, de llevar adelante luchas que atacaran las raíces mismas de la dominación oligárquica. El FMLN empezó ha funcionar en la vida pública como cualquier otro partido, se convirtió en un partido electorero, cuyo fin principal era la conquista del poder ejecutivo. (Sigue).