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18 enero 2013

Seguimos con el libro de Sève


He mencionado anteriormente las pruebas más que suficientes que presenta Lucien Sève sobre la masiva presencia de la terminología de la alienación en los trabajos económicos de Marx maduro. Este hecho, esta prueba aportada por Sève desde su trabajo publicado 1974 (“Analyses marxistes de l’alénation”), ha quedado como ocultada en la literatura marxista o no, que trata de la alienación en Marx. Durante años, tres décadas, muchos han preferido ignorar ese trabajo y seguir manteniendo con Althusser que la palabra alienación desaparece totalmente del vocabulario de Marx en El Capital. Claro que la puesta en evidencia desarrollada por Sève obligó a algunos a reconocer su presencia, pero trataron de interpretarla como una supervivencia, como algo que aparece apenas en filigrana y tomando en cuenta sólo el aspecto de la alienación/venta.

Sève ha procedido a demostrar numéricamente la presencia del concepto y del término en los trabajos de El Capital, en el libro mismo del que estoy haciendo este amplio resumen, el filósofo francés nos entrega 82 pasajes de las obras sobre El Capital, donde figura o no el término, pero donde funciona y se expone el concepto de alienación (en castellano tenemos también los términos de enajenación y de extrañamiento).

 Ahora bien la pregunta crucial es justamente ¿encontramos en El Capital (Sève incluye todas las obras marxianas que van desde el “Grundrisse” hasta las “Teorías sobre la plusvalía”) un auténtico concepto de alienación? Y si la respuesta es afirmativa ¿es el mismo o diferente del que funciona en los Manuscritos de 1844? ¿Y en qué aspectos es diferente, si lo es?

El concepto que maneja el joven Marx en sus Manuscritos de 1844 se trata de: una pérdida de sí que se opera en el proceso personal del trabajo productivo, cuya fuente hay que buscarla en ese proceso (Selbstentfremdung: el trabajador se aliena a sí mismo), y que es causa más que efecto de la “propiedad privada”. Al leer los textos recopilados por Sève uno se da cuenta que la visión de 1844 de manera esencial ha sido invertida en su contrario. La alienación no es en primer lugar un proceso que se opera en el trabajo productivo personal, en su fundamento se trata de la gigantesca veta histórica que ha cavado en el mundo social un enorme abismo entre los productores directos y sus condiciones materiales de trabajo; no, el trabajador no es la fuente de su propia alienación, esta resulta al contrario de las relaciones de producción que lo dominan por completo y que constituyen la inevitable premisa objetiva de su actividad laboriosa —él no se aliena, lo alienan. De ninguna manera este trabajo alienado no es absurdamente la causa de la “propiedad privada”. Es todo lo contrario, la apropiación capitalista confiscatoria de los medios de producción y de cambio, confiscación que fue emprendida históricamente en las peores violencias sociales (en lo que atañe nuestra historia nacional, la violenta e inhumana confiscación de las tierras ejidales de 1882, además lo confiscado ya durante la Colonia) y que al reproducirse constriñen a los trabajadores poseedores solo de su fuerza de trabajo a producir en relaciones de alienación y que por consiguiente los alienan.

Lejos de ser un concepto vacío en El Capital es el más fuerte de los conceptos, el del divorcio histórico radicalizado por el capital entre trabajo productivo y la riqueza social. En la cuestión de la alienación, como en el resto de asuntos, entre 1844 y El Capital ha intervenido una inversión crucial de perspectiva a partir de la cual ha sido repensada la idea de alienación sobre la base del materialismo histórico. Ignorar en qué se ha convertido la alienación en El Capital y querer permanecer en el esbozo de 1844 —que bajo muchos aspectos es idealista— para pensar las alienaciones de hoy se trata de una opción de nefastas consecuencias.

En los textos de Marx que ha compilado Lucien Sève nos topamos con una expresión en la que es necesario reparar y a la que Marx recurre en varias ocasiones: fremde Macht (potencia ajena). Expresión de escasa frecuencia en 1844 que aparece sólo hacia el fin del texto sobre el trabajo alienado y que cada vez  se remite al solo objeto (Gegenstand), al solo producto del trabajo (Produkt), de manera que la fórmula tiene un alcance muy limitado. Al contrario, en El Capital esta formulación se vuelve frecuente y se refiere ya no al solo producto del trabajador, sino que a esos inmensos conjuntos que son las condiciones de trabajo impuestas, la riqueza social confiscada. Al mismo tiempo se encuentra, lo que nunca aparece en 1844, la expresión en plural —die fremde Mächte, “las potencias ajenas”, que se convierten en sinónimo de Entfremdung (alienación). Expresión cargada de sentido, a la altura de una alienación que ya no es más una simple pérdida del objeto, sino que una radical exterioridad hostil de todo un mundo, ese mismo mundo que ha sido moldeado por el capital. En los Manuscritos de 1844, la alienación es un avatar de la actividad productiva personal; en El Capital, esta expresión remite nada menos que a la esencia misma de la formación social capitalista: la implacable metamorfosis de las producciones humanas —en la ausencia de una apropiación colectiva— en potencias indómitas que subyugan y aplastan a los trabajadores. Más que un simple concepto, esta fórmula, es aquí, nos dice Sève, una “categoría fundamental del materialismo histórico”, una “figura fundamental de la dialéctica” que expresa “la forma más general de la historia humana” en la época en donde ésta aún no ha salido realmente de su prehistoria.

¿Se puede decir entonces que la alienación según El Capital rehúsa la de los Manuscritos de 1844 y la substituye? No, no es lo que muestran los textos. “Estos muestran un trabajo de pensamiento que a la vez suprime y conserva, opone y transpone, en una palabra supera el análisis juvenil desplegando la intuición fundadora en un cuadro teórico totalmente distinto. El tema anti-hegeliano mayor de 1844: —hay alienación del trabajo asalariado en el sentido que la productiva “salida de sí” en el objeto es al mismo tiempo la más punitiva “pérdida de sí” en el sufrimiento— este tema pasa en los análisis de El Capital, no obstante allí cambia profundamente de sentido, porque, puesto en escena anteriormente en una decoración socio-histórica de fantasía que lo hacía aparecer al revés, es de ahora en adelante puesto sobre sus pies y es retocado según las indicaciones de una rigurosa crítica de la economía política”.

También aquí el aspecto léxico es probatorio. Este toca la expresión clave según la cual el trabajador “se aliena” (“sich entäussert”, “sich entfremdet”). Si oímos en esta formulación únicamente lo que parece hacer del trabajador el autor de su propia alienación, debemos esperar que no aparezca más en El Capital. Pero no es el caso, lo que se comprende de la manera siguiente: la idea —que no excluía claramente el texto tan ambiguo de 1844— según la cual el trabajador, al ser el actor del trabajo alienado, es en definitiva el autor de su propia alienación, esta idea constituye una increíble aberración económica, pero ella es sin embargo en el primer momento una evidencia fenomenológica, en el sentido que es justamente el trabajador que al realizar su trabajo alienado, plasma el efecto humano sobre sí mismo al mismo tiempo que el efecto económico sobre la reproducción del capital. No obstante totalmente a lo opuesto de 1844, los textos de El Capital no dejan lugar a cualquier ambigüedad sobre el fondo: si descriptivamente se puede pues decir que el trabajador asalariado se aliena al realizar su trabajo alienado, es importante agregar con toda claridad que explicativamente la verdadera relación está invertida: el trabajador se aliena únicamente porque está constreñido a hacerlo por las condiciones objetivas alienadas y alienantes que son las del trabajo asalariado en el modo de producción capitalista. Esta inversión crucial de perspectivas trae como corolario la desaparición en El Capital de un término eminentemente confuso: “Selbstentfremdung” (autoalienación).


   





   

05 enero 2013

Ley del Asocio un peligro para el país


El presidente, la embajadora, ministros, representantes de organismos internacionales, incluyendo personal de las Naciones Unidas instan a la Asamblea que adopte lo más pronto posible la ley del Asocio Público-Privado. El presidente Funes insiste en la urgencia y sobre todo en que este “acuerdo” (esta ley no menciona ningún gobierno extranjero), no contiene el principio de privatización.

El descaro del presidente es que miente desvergonzadamente. Entregar bienes y propiedades fiscales a una empresa para que la haga funcionar, la explote no se le puede llamar de otra manera. El inciso a) del Art. 3 reza de esta manera: el “Estado entrega al participante privado bienes u obras materiales de dominio público, para que, según corresponda, construya, amplíe, equipe, repare o mantenga una obra pública a ser explotada y destinada a brindar un servicio público, mediante concesión de obra pública”.  En la ley no se dice en cambio de qué se le da a la empresa privada la administración de estos bienes de la nación. Empleo ahora este término, pues la ley usa para tapar la realidad el término de “bien fiscal”, es decir perteneciente al fisco, al tesoro del país.

El presidente Funes ha repetido que durante su mandato no habrá ninguna concesión para la minería. Con esta promesa pretende exonerarse de emitir una ley que prohíba toda explotación minera en el país, tomando en cuenta todos los daños al medioambiente que estas empresas conllevan. Pero con esta promesa nos oculta, nos miente, pues la ley del Asocio admite de manera implícita la posibilidad en el futuro de poder hacer ese tipo de concesiones. Pues la ley contiene este otro punto, en el Art. 7: “Las licencias, autorizaciones, aprobaciones o actos similares complementarios, incluyendo las concesiones de recursos naturales reguladas en leyes especiales, que fueren necesarias para la realización de ciertas actividades objeto de un contrato, deberán ser otorgadas con carácter previo a la firma de dicho contrato sin perjuicio de aquellas que, por su propia naturaleza, deban ser gestionados con posterioridad”.

La ley no dice claramente que se entiende por recursos naturales, esto puede incluir los minerales actuales, como futuros. Pero también puede incluir los recursos como los ríos y su fuerza hidráulica, simplemente el agua, toda el agua. Esto puede cubrir también todos los recursos marítimos.

O sea que la sibilina promesa de Funes que durante su mandato no iba a permitirse la minería, oculta que la ley —que con tanta fuerza exige que se vote lo más pronto posible— contiene la posibilidad futura de ese tipo de concesiones y otras aún peores. La ley simplemente permite que empresas privadas tomen el control de todos los bienes nacionales. 

Pero esta enajenación de los bienes materiales, se acompaña del rapto de la soberanía nacional. Esta pérdida de la soberanía se da también en la imposibilidad que esta ley del Asocio le impone a la Asamblea para que pueda controlar qué sucede con estas concesiones. En primer lugar la Asamblea se ve maniatada, le conceden cuarenta días para que apruebe o rechace los contratos preparados por PROESA y la empresa privada. Se imaginan el grosor de esos contratos, tienen que ser leídos y analizados en cuarenta días. Con el agravante que si la Asamblea no se pronuncia dentro de ese lapso, el Estado tiene que pagar a la empresa privada 1% del monto del contrato.

Hay que darse cuenta de algo, la Asamblea pierde toda autoridad, toda su competencia, pues la ley del Asocio le impone votar un contrato con la sola alternativa de aprobarlo o rechazarlo. Esto significa que no puede modificar nada en el contrato. Su función deliberativa, de controladora de la acción del Ejecutivo se ve simple y llanamente cercenada.

Por supuesto que el burócrata de turno dirá que se trata de asuntos técnicos que han tomado mucho tiempo en discutir los detalles y que su redacción ha sido fruto de muchos compromisos, de largas conversaciones y negociaciones. Eso se entiende. No obstante ¿por qué se necesita de una ley general, que permite evadir el control de la Asamblea y que le entrega a una institución del Ejecutivo toda la amplitud para liquidar los bienes de la nación?

Ese Asocio se nos pinta como la solución de muchos problemas. Es la misma cantaleta arenera la que entona Funes y sus asociados, cuando los gobiernos de Cristiani, Calderón Sol, Flores y Saca se dedicaban a privatizar. Los capitales iban a llegar a aliviar nuestra pobreza, a traernos progreso y bienestar. Se habla de inversión, pero en realidad lo que va a suceder es una simple transferencia de bienes.

Lo que se prepara es completar lo que ya ejecutó ARENA. Se trata pues de un peligro mayor para el país, no se trata pues de algo insignificante, de algo inicuo. Al contrario, se trata de un ataque en forma contra el país, Funes se prepara a convertirse en el más acabado vendepatrias. ¿Los diputados van a aceptar ser cómplices de esta fechoría?