A pesar de la situación de bancarrota en que se encuentra el gobierno
salvadoreño, incapaz de asumir pagos corrientes de salarios, facturas,
subvenciones, etc. y sobre todo tener que recurrir constantemente a préstamos
para seguir pagando los intereses de la deuda y la deuda misma, esto no
constituye lo esencial de la crisis que sufre el país. Claro que esto es
inadmisible, sobre todo que el presidente Mauricio Funes, el mismo que proclamaba ante su partido, el
FMLN, que “el que manda soy yo”, venga ahora ante el partido ARENA a pordiosearle
los votos en la Asamblea para poder pagar los servicios de una deuda contraída en
condiciones leoninas, por un expresidente arenero, Francisco Flores. Hasta hoy
no se sabe a ciencia cierta adónde fue a parar ese dinero. Repito que esto es
grave y ya no se puede ocultar a pesar de los berrinches presidenciales y la
multiplicación de declaraciones soporíficas de sus ministros y consejeros. Todo
esto son síntomas mayores de la crisis, es innegable.
El gobierno tiene esas dificultades financieras porque es el principal
órgano de un Estado al servicio exclusivo de la oligarquía. El gobierno padece
estas dificultades porque desde décadas le permite anualmente a la oligarquía
eludir impuestos por un monto de 1,100 millones de dólares.
Pero donde se refleja mayormente la crisis del sistema es que más del 60%
de la población del país es considerada como viviendo en estado de pobreza
extrema o relativa. No se trata pues de un estado pasajero de algunas familias
que han sufrido las consecuencias de una catástrofe natural, sino que de la
inmensa mayoría de la población que es víctima del sistema reinante en el país.
Esta pobreza es permanente, estructural. Pero no podemos nosotros considerar
esta pobreza como un número más en los cuadros de las estadísticas nacionales.
Urge que cada uno de nosotros considere el desastre social y humano que esto
constituye. ¿Cuánta y de qué nivel es la desposesión que atañe a tantas
familias? Se trata de privaciones diarias en alimentación, en vestimenta, en
servicios, en salud, en diversiones, etc. Para ellos es tan aplicable el título
de la novela del peruano Ciro Alegría, “El mundo es ancho y ajeno”.
¿Ante estas enormes privaciones, ante estas urgencias, no resultan ridículas
las pretensiones efemelenistas que el gobierno de Funes ha iniciado los cambios
estructurales necesarios para construir otra sociedad? Lo vuelvo a decir, aun
sin minimizar el alivio que puedan constituir para las familias, las medidas
del reparto de uniformes, zapatos, útiles, leche, etc. a los escolares, no
dejan de ser miserables remiendos en un pantalón raído.
"El FMLN no es enemigo de la gran
empresa"
El lunes 6 de diciembre del 2010, en una entrevista al diario “El Mundo”,
Medardo González dejaba meridianamente transparente la posición de su partido frente
al sistema: “Pero el FMLN no ha planteado, ni plantea, como algo programático,
no estamos planteando para nada sobre la necesidad de terminar con el
capitalismo, con la gran empresa, con el gran capital. Lo que creemos es que
hay que utilizar la fuerza y potencial del capital, del Estado, para salir
adelante con nuestro país. Y por eso regreso al tema del dólar: nosotros en el
FMLN si creemos que una de las cosas que detiene las posibilidades de poder
avanzar es mantenernos anclado con el dólar. Es una acusación (posición de
algunos empresarios) es más de carácter ideológica que de carácter
político. El FMLN ha venido demostrando y seguirá demostrando que el FMLN no es
enemigo del empresario, no es enemigo de la gran empresa, y tampoco habla de la
necesidad, de la creación de otro modelo, de otro sistema. Estamos simplemente
pensando en la necesidad de seguir con nuestro país, de construir nuestro país”.
Esta es la posición del FMLN, clara, transparente, dicha con todas las
letras por su secretario general. Pueden los “borregos” berrear cuanto quieran,
pero su partido no es la alternativa al hoy en que vivimos. La designación como
candidato a la presidencia de Funes no fue un accidente, ni tampoco es un
accidente el infalible apoyo a su política, ni tampoco son accidentes todos los
abandonos ideológicos perpetrados desde décadas por los cupuleros del FMLN.
Puede este papanatas de Medardo González “persignarse frente al marxismo,
frente al leninismo” o no, creo que es abusivo de su parte hacer referencias
hacia cosas serias que nunca estuvieron a su alcance, ni sobre las que no tiene
autoridad intelectual para pronunciarse. Porque si afirma que su partido no
desea subvertir la sociedad en que vivimos, como puede al mismo tiempo afirmar
sin pudor “que el FMLN tiene perspectivas como partido político de izquierda,
revolucionario, marxista, leninista, pero a lo que me opongo es a conceptos
teóricos fatales”.
El concepto fatal al que se opone este denostador del marxismo es el de la
crisis del capitalismo en nuestro país. Lo afirma con toda la desvergüenza del
lacayo: “el FMLN no ha planteado, ni plantea, como algo programático, no
estamos planteando para nada sobre la necesidad de terminar con el capitalismo”.
Esta es la realidad, el partido que muchos consideraron o siguen
considerando como revolucionario, como la fuerza subversiva del sistema, por la boca de su secretario
general, se les da un solemne desmentís.
Lo más urgente hoy en día
Entonces la urgencia política más actual, más acuciosa es la de crear una
fuerza política que asuma las tareas que la sociedad en crisis le presenta.
Estas tareas son inmensas, pues los trabajadores salvadoreños han perdido en
mucho su legendaria combatividad, su nivel de conciencia es ahora muy bajo.
Pues desde que fueron concluidos los Acuerdos de Paz nadie se ha encargado de
promover las luchas sociales, todo se ha concentrado en las estériles
contiendas parlamentarias. Se hace manifiesta la necesidad de volver a la
sociedad, a su interior para reanimar la combatividad y realzar el nivel de
conciencia política del pueblo.
No me parece que la discusión sea ahora la de si se debe o no participar en
las elecciones, sino que determinar qué es lo fundamental en estos momentos. Hay
muchos momentos esenciales que hay que tratar antes de una posible
participación electoral. He hablado de la desposesión social, cultural y
material que sufren las familias salvadoreñas, estas enajenaciones se han
prolongado en la vida nacional por una desposesión, de un rapto de la función
política de la gente, de las personas. Esto es patente en el cuadro de las
instituciones políticas de la democracia representativa, de la democracia
burguesa. En el sistema actual ya no se trata de una delegación de poder, de depositar
la soberanía popular en los funcionarios electos, sino que de un apoderamiento
de parte de éstos del poder político, sin tomar en cuenta la voluntad popular.
Las elecciones ya no sirven para enviar al parlamento, al gobierno
representantes de la sociedad, los partidos políticos eligen a sus candidatos y
los imponen. Las elecciones son apenas momentos de la vida política que les
sirve a la casta politiquera para legitimar su función. El pueblo en nombre del
que se dice ejercer el poder ha quedado afuera. Esta alienación política se
prolonga en los partidos mismos. Es justamente esto lo que ha mantenido cierta
repugnancia por parte de la gente hacia la política en general, como hacia los
partidos en particular. Esta reticencia ha alcanzado también a los ciudadanos
que se consideran de izquierda. Nadie puede recriminarles esto. Las razones
sobran. Entonces resulta paradójico que por mi parte insista sobre la necesidad
de un partido político.
El viejo modelo estalinista
Hasta hoy en la izquierda el modelo de partido ha sido el estalinista o por
lo menos los modelos autocráticos, en los que el militante se ha convertido en
simple ejecutor de las decisiones de la dirección. En algunos partidos todavía
existe una apariencia de democracia en la preparación de congresos, en los que
se discute documentos que van a fijar la línea partidaria y la táctica del
momento. Pero estos documentos no emanan de los militantes, sino que de los
grupos dirigentes. El militante puede discutir una formulación, un punto
preciso, pero no puede cambiar substancialmente todo el documento, pues para
ello sería necesario que sus proposiciones tengan la misma difusión dentro del
partido que las de la dirección. Cosa imposible. En el caso del FMLN no existen
ni congresos, ni discusión de líneas, ni de tácticas. En el FMLN el militante
tiene derecho sólo a ratificar lo decidido en la cúpula partidaria.
Este verticalismo mal llamado “centralismo democrático” fue el que Stalin
impuso en el movimiento comunista, convirtiendo su persona y sus allegados en
el centro del partido. En la idea y en la práctica de Lenin el centro era el
congreso, el órgano deliberante, que debería reunirse con la frecuencia que las
circunstancias requirieran. Pero sobre todo eran los militantes los que
elaboraban en lo esencial sus propuestas. Pero esta desposesión política en los
partidos políticos, en las instancias estatales, en la sociedad en general que
se operó en los países del “socialismo real” condujo a las catástrofes humanas,
sociales y políticas que todos conocemos. ¿Podemos seguir haciéndonos los
desentendidos?
Se trata pues de fundar nuevas prácticas, se trata de crear un partido
político de un nuevo tipo. ¿Qué significa esto? Por supuesto que la respuesta
no puede recaer en una sola persona, que en esto tiene que participar todo
aquel que comparta la necesidad de este nuevo partido. Digo esto no para
zafarme de mis propias responsabilidades al respecto. Voy adelantar algunas
ideas.
Dos ideas para materializarlas
Hemos entrado en una época en que la información tiene un peso primordial
en el funcionamiento social. Esta información es sobre todo conocimiento, es
por ello que ante la imposibilidad de convertirla en mercancía los que detentan
el poder, prefieren ocultarla, tergiversarla, devaluarla, banalizarla. Esto
sucede con todo tipo de información. Y al mismo tiempo vivimos en una época en
que los medios de transmisión de la información han dado un salto hacia
adelante que vuelve ésta casi simultánea a su producción. Hoy es imposible no
enterarse de lo que sucede en los rincones más alejados, aún menos de lo que
suceden en los grandes centros. Pero lo que nos llega a la mayoría es
desvirtuado, desvaluado y ha pasado por el tamiz de los órganos de control de
la información de los poderosos. Aquí también vemos como se opera una
enajenación en este sistema, privando a los hombres de algo valioso.
Lo que acabo de señalar no es una simple consideración antropológica. En el
nuevo partido político no se puede pues contar con militantes desinformados y
separados de las fuentes de información partidaria y política. Es esto lo que
debe garantizar una participación inteligente y consciente de los militantes en
la elaboración y ejecución de la política partidaria. Este es un presupuesto
actual del futuro partido, la facilidad de transmisión de la información tiene
que ponerse al servicio de todos los militantes. Pero no basta con un militante
informado y conocedor de todo lo necesario para determinarse. Es además
necesario que sus opiniones puedan circular, puedan ser compartidas, debatidas
con otros militantes, sin que pasen por un filtro central, temeroso de perder
algún poder decisional. Entonces el nuevo partido debe de abandonar las
estructuras verticalistas y dotarse de instancias horizontales de
funcionamiento. Este aspecto es imperioso.
Estas formas organizacionales hay que inventarlas, están surgiendo en
muchas sociedades, por lo menos su imperiosa necesidad está planteada. En
muchas luchas políticas y económicas los trabajadores han exigido participar
directamente en las negociaciones, de estar informados a cada instante de los
resultados. En los movimientos sociales también se han organizado en formas de
acción y de congregación horizontales. Todos pueden participar, contribuir,
aportar sus opiniones, sus posiciones, sus soluciones. Las instancias
deliberativas no son exclusivamente las de la dirección del movimiento, del
sindicato, etc.
Avanzo pues apenas estas dos ideas, pero que me parecen fundamentales, que
se pueden debatir, depurar. Todos podemos participar en esto. Como se ve, estas
dos ideas no admiten que un señorón venga a prevalerse de nada, no admite la
figura del hombre providencial, del famoso “líder máximo”, del gran ideólogo indiscutible
y conocedor de todo. Estas dos ideas contienen al militante activo y consciente,
instruido en sus necesidades y seguro de sus capacidades. Pero sobre todo
contienen la igualdad real de todos los militantes. Estas dos ideas son
desalienantes si se llegan a plasmar en la nueva organización.