Llevamos cuentas de la rotación de la tierra sobre su eje y de las vueltas que da en torno al sol. Como sabemos hace unos días tuvo lugar el solsticio de Capricornio. Los días han comenzado a crecer, aunque el cielo nublado no ha permitido, por estos lares, ver durante varios días la luz del sol. Estos fines y comienzos de ciclos se prestan siempre a recapitulaciones, a balances y a formular propósitos y empeñar enmiendas.
Se trata de un ejercicio que me causa fastidio. No tanto porque considere que nuestros jalones temporales son mera convención, pues de alguna manera corresponden a los movimientos estelares y la naturaleza de nuestro planeta aún observa con su propia regularidad los cambios que marcan nuestros calendarios. El fastidio, el enfado proviene que estos recuentos me ponen cara a cara, siempre lo han hecho, con todo lo que debí hacer, con aquellas promesas no cumplidas. Y obligatoriamente languidezco, pierdo ánimos, reconozco irremediablemente en mí la flaqueza de la carne humana. Lo peor es que a veces se trata de promesas que no formulé, que otros se imaginaron, pero cuya actitud, cuyas insinuaciones me las ofrecen como proferidas por mí mismo. Así que el sentimiento de culpabilidad que no debería sentir, me aplasta. Entro entonces en una lucha atroz por despojarme de la culpa y por recuperar mi entera convicción que nunca prometí nada, que a nadie le dije haré esto o aquello.
Resulta que sí acostumbro a dedicarme a ensoñaciones, a pasarme horas construyendo mis propios espejismos, evocando futuros que me voy narrando, me place entrar en el mundo de las ilusiones. Tal vez esto sorprenda a muchos. Pero me la paso soñando en estos días. Me parece más útil que golpear mi pecho y mi frente, en gesto de arrepentimiento o de súbita memoria de lo olvidado. Pero este año tengo muchas cosas que recordar con regocijo. Entre ellas menciono aparte y en primer lugar a mis nuevos amigos, que generosamente me han brindado su amable atención en este espacio, que al inicio quise de relatos personales, de apuntes literarios, de conjeturas, reflexiones y meditaciones. Se me ha vuelto un espacio de opinión. En todo caso, les agradezco a todos su amistad. Y les expreso aquí mis mejores deseos para el año que entra. Espero que la paz siga siendo un valor codiciado y que las fuerzas de la guerra se aplaquen, que siempre consideré mejor el oficio de jardinero que el de soldado. Hago votos por que extirpemos la pobreza, las viejas y nuevas plagas, que encontremos remedio a las enfermedades. Confío mucho en la ciencia, en el desarrollo de los conocimientos, tengo fé en los hombres.
No ignoro que el mundo anda mal a causa del egoísmo humano, no obstante existe también en nuestra tierra mucha generosidad. Son estas dos fuerzas antagónicas. Pero no existen estas fuerzas afuera de los hombres, son ellos los que las encarnan, son ellos los que cotidianamente impulsan su combate. Es cierto que en cada uno de nosotros hay egoísmo y generosidad, pero el egoísmo de algunos se prevalece de su fuerza, del poder que han adquirido. El egoísmo del pobre, del débil, del marginado es ofensivo, es destructor, sí, no lo niego. Pero el egoísmo del poderoso es capaz de destruirnos a todos.
No hago pues recuentos, no les prometo nada y tal vez en 2008 les cuente mis ensueños, mis ilusiones, mis cuentos fantasiosos de un futuro mejor. Les repito, gracias por su amistad.