El autor de este blog agradece la reproducción total o parcial de los materiales aquí publicados siempre que se mencione la fuente.

14 julio 2021

La reflexión sigue abierta

No niego la necesidad de abordar los temas que se nos imponen día a día por la actualidad, abordar los diarios ataques a la democracia y contra la gente de parte del gobierno, pero estas respuestas nos ocupan ya varias décadas ante los sucesivos gobiernos y es así que la situación global se ha venido empeorando, tanto en la brutalidad de los ataques, como la indigencia general del nivel de consciencia de la población que sigue obnubilada ahora por la verborrea presidencial. Luego de las derrotas electorales del FMLN, surgieron debates en torno al tema de la “refundación” de la izquierda. Estos debates se dieron dentro y fuera del FMLN. La mayor parte de la reflexión se centró en la actividad y los errores del FMLN y muchos llegaron a la conclusión de que era urgente crear una nueva organización “revolucionaria”.


Supongo que esta reflexión no se ha dado por concluida. Los temas abundan, lo que nos obliga a desmochar y elegir tal vez lo que aparenta ser lo menos urgente. Durante las discusiones ha prevalecido a mi parecer el cortoplacismo, se tiene en mira casi siempre el próximo proceso electoral, como si el único objetivo fuera ganar las elecciones y acceder al “poder”.


Imponer desde arriba


En realidad tenemos urgencias prácticas que no podemos asumir porque aunque parezca una paradoja, no sabemos cuáles son. Poco a poco las diferentes izquierdas “revolucionarias” fueron confundiendo las prioridades y los objetivos. Me acabo de referir a una de estas confusiones, entrar a participar en el “juego democrático burgués” y considerar que aceptar este “juego” y sus leyes nos permitiría por sí mismo acceder al “poder”. Eso es posible y hasta real y concreto, se llega al poder y se gobierna. No obstante no nos damos cuenta de que el sistema sigue intacto y que gobernar dentro de este cuadro es administrar la cosa pública según los intereses de las clases dominantes. El famoso “poder” es la fuerza represiva del Estado y la capacidad de imponer desde arriba resoluciones y decisiones a toda la sociedad.


Los famosos “programas de gobierno”, aunque los llamáramos “programas revolucionarios” y al mismo gobierno también “revolucionario”, los programas eran aplicables dentro del sistema, sin tocar nada esencial en el funcionamiento alienante de la sociedad. Se hablaba en esos programas de mejorar los salarios mínimos (sorpresivamente Bukele decreta un aumento de este salario mínimo, después de que sus diputados habían archivado el tema). Hasta un tiranillo de pacotilla como el nuestro puede subir grandemente el salario mínimo sin correr el riesgo de volverse revolucionario. Esos programas consideraban mejorar la educación en todos los niveles de la enseñanza, eran un catálogo de todas las medidas que los gobiernos anteriores no tomaron nunca. Pero que perfectamente podrían haberlas tomado sin perjuicio mayor para sistema de explotación burgués. Por otro lado estos mismos programas eran en cierto sentido previsiones, proyectos, que nunca fueron realmente cifrados, ni calculadas las reales posibilidades económicas de realizarlos.


Me atrevo a recordar esto y a señalar los límites de esos programas por los que miles de compatriotas dieron sus vidas, por los que luchamos y que considerábamos como las aspiraciones más sentidas de los obreros y campesinos. Es cierto, y esto hay que también decirlo, fueron esos programas que durante los dos gobiernos del FMLN ni siquiera se plantearon, ni se intentó implementarlos. El argumento, en gran medida válido, que no se tenía la mayoría necesaria y que los aliados parlamentarios nunca hubieran apoyado esos programas, repito, la verdad es que no se intentó, no se movilizó a los trabajadores para exigirlos, para nuevamente luchar por ellos. Nunca se intentó establecer una correlación de fuerzas en las calles. También hay que decirlo que muchos de los que no estaban contentos con esta actitud del FMLN y se fueron a votar por Nuevas Ideas, están ufanos hoy con el gobierno actual que tampoco pretende mejorar la condiciones de vida de los trabajadores. Como ven, no todos sentimos, ni vemos los acontecimientos de la misma manera.


Vivimos en una realidad compleja


Ahora estamos enfrentados a problemas múltiples, no sólo se trata de combatir la política absurda del gobierno de Bukele, sino que de ir pensando cómo nos organizamos para emancipar el país de todos los dominios de la oligarquía y de los distintos imperialismos. Este es realmente el objetivo de una organización revolucionaria. Me refiero a la emancipación del país. Nosotros somos herederos de todos los esquemas y dogmas que surgieron en el siglo XX, nos empapamos de ellos y aún ahora luego de todas las derrotas sufridas no somos capaces de cuestionar esos esquemas y tampoco abandonar los dogmas. Aclaro que las derrotas a las que me refiero no son únicamente las nuestras, en nuestro país, sino que en todo el mundo.


Estas derrotas, aunque para nosotros fueron cataclismos y nos sorprendieron y estremecieron, no se trataba de una enésima plaga enviada desde el cielo por el todopoderoso. Las derrotas resultaron, fueron la consecuencia ineluctable, los efectos de causas, vienen del funcionamiento de un motor interno que conducía y determinaba nuestras acciones. Para no volver a lo pasado o seguir en lo mismo, cometiendo los mismos errores, estamos obligados a conocer el funcionamiento de ese motor, buscar las causas. No podemos conformarnos con criticar aceradamente los efectos.


La complejidad de la situación, aunque es mejor decir la complejidad de la realidad nos debe obligar a abandonar nuestros viejos modos de pensar, debemos de tener en cuenta siempre las interferencias, las relaciones múltiples que se tejen entre los diferentes componentes de esta realidad. Doy un ejemplo, muchos hemos criticado el verticalismo en el funcionamiento de los partidos. Este verticalismo no solo se refiere a las estructuras de la organización, sino que también al contenido y a sus formas. Pero al mismo tiempo tenemos que pensar en los sustentadores de esas estructuras, es decir los militantes, los individuos que dentro de esas estructuras dejan de tomar decisiones, que no tienen la posibilidad de manifestar su individualidad, su personalidad, que se vuelven apenas en ejecutantes (no siempre) de decisiones tomadas por otros, los dirigentes, miembros (casi nunca realmente elegidos, ni renovados) del buró político o de la comisión política. Estos militantes se tienen que persuadir de la justeza de las decisiones tomadas por otros y que ellos mismos no han tenido el derecho de deliberar. Y al privarse de la deliberación también se privan de la compresión del problema. El militante se enfrenta a la sociedad, a los problemas sociales sin tener los instrumentos para actuar de manera autónoma y plenamente armado para combatir lo que se ha llamado siempre la ideología dominante. Hay que entender que este funcionamiento vertical reproduce de alguna manera la pirámide de la sociedad misma en la que vivimos. De la misma manera que la sociedad capitalista es alienante, compuesta por los que están abajo y los que están arriba, estos partidos “revolucionarios” lo fueron también, pues el militante no adquirió los elementos suficientes para analizar por su propia cuenta la realidad en la que vive y lucha, sufrió además un terrible empobrecimiento cognitivo. Recordemos asimismo que uno de nuestros objetivos y tal vez el más alto es el desenvolvimiento pleno y total de la personalidad individual.


Actuar con los ojos abiertos


Agreguemos que tampoco los dirigentes estaban preparados para pensar correctamente la realidad, pues también ellos (sobre todo ellos) eran los herederos de los esquemas dogmáticos del pasado. Porque si esto no hubiese sido así, sus decisiones hubieran sido diferentes, correctas.


Con esta enumeración no se agotan todos los temas que se mezclan al verticalismo. Porque entran otro tipo de correlaciones e intrincaciones pues aún no hemos abordado el tema del autoritarismo y sectarismo que va ligado a este verticalismo, pues las decisiones se imponen, todos tienen que someterse a la autoridad del líder, a su modo de pensar, a su dogmatismo. Esto puede instalar un ambiente de sospechas y suspicacias, la instauración de corrillos, de capillas, la subordinación, etc. Con esto muere la camaradería, aunque la costumbre de llamar camarada o compañero a los demás miembros del partido persista. El verticalismo instaura y modela una jerarquía en la que se tiene que escalar para llegar a la cercanía de la cúspide o a la cúspide misma, el oportunismo surge como corolario y el intriguismo va produciendo sus víctimas, con esto se pierde la integridad moral del militante.


Lo que apenas enumero aquí no ha llegado de afuera, aunque lo de afuera tiene igualmente que ver con esto, pues nuestras actitudes particulares, individuales no dejan de ser sociales, con lo que significo que nos conducimos como lo haría cualquier otro individuo de nuestro país, somos dogmáticos con la violencia salvadoreña, somos sectarios como lo puede ser cualquier otro salvadoreño, etc. El funcionamiento de la sociedad nos impone a luchar cotidianamente por nuestra sobrevivencia y en este afán lo hacemos todos contra todos, con un sálvese el que pueda, impregnados de egoísmo. Este ambiente no deja de influenciar nuestro modo de ser, pues nos penetra y nos forma hasta los últimos huesos de nuestra intimidad.


¿Podemos seguir acarreando estas taras o debemos desecharlas? En todo caso es urgente que asumamos nuestra responsabilidad para abandonar los viejos esquemas y las viejas estructuras. Pero debemos hacerlo con los ojos abiertos y conociendo perfectamente lo que nos condujo a las derrotas.


 

08 febrero 2021

Pensar libremente y debatir

 

No tenemos una cultura del debate” es una queja que se expresa con mucha frecuencia. En realidad es lo que pasamos haciendo, si entendemos que debatir es exponer opiniones distintas sobre un asunto. Es más o menos así como los lexicólogos definen este vocablo. Y en política por lo general no solamente nos oponemos opiniones distintas, sino que muy a menudo las posiciones expresadas resultan ser antagónicas. Lo que significa que es muy escueto o inexistente el terreno común para un acuerdo.

No obstante la queja se expresa al interior de un mismo bando, de un mismo partido, dentro de un grupo, lo que significa que existe un terreno común amplio de intereses y finalidades que pueden facilitar la llegada a un acuerdo, a la concordia.

Tenemos aquí un problema que encierra varios temas. Para debatir es necesario tener una opinión formada sobre el asunto a tratar, pero no siempre se tiene una idea clara, ni lo que se piensa ha sido completamente conformado personalmente, sino que se ha hecho bajo una tutela, bajo el influjo de una autoridad (moral, intelectual, etc.). Para formarse una opinión propia no basta con tener el deseo, la voluntad de tenerla, se necesita asimismo tener la capacidad de hacerlo, se trata de una costumbre de raciocinio, de la busca de datos, de saber analizarlos, sopesarlos. Y luego es necesario que exista un cuadro para poder expresar su opinión, sin temores de una subestimación y la seguridad de ser realmente escuchado con la misma atención que le resto de participantes.

El filósofo alemán Immanuel Kant en su obra “Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?” nos llama a pensar por nosotros mismos, pero inmediatamente agrega que esto no basta, que urge llevar nuestros pensamientos al público. Es cierto que Kant no piensa en ese momento en todas las personas, aunque su llamado sea universal, sino que Kant piensa en el letrado que se dirige a un público de letrados. Nosotros que ya estamos en otra época, que nos enfrentamos con aparatos ideológicos del Estado y de las clases dominantes sabemos que nuestro discurso tiene que llegar a un público ampliado, a todas las clases explotadas. No obstante como dije la queja de que no sabemos debatir aparece incluso al interior de grupos y partidos con un mismo ideal. Esto es consecuencia del modo de funcionar de los mismos grupos y partidos. El militante se ha acostumbrado a pensar bajo la tutela de los dirigentes, que en definitiva son los únicos que realmente piensan y sobre todo son los únicos que emiten su opinión.

Esto se agrava pues en nuestro país las manifestaciones de violencia impregnan toda la sociedad y políticamente los debates son concebidos como enfrentamientos. De ahí procede que un partido político tiene que presentarse sólidamente unido, incluso se consagró la expresión “nuestra unidad es monolítica” o “debe de ser monolítica”. Esta circunstancia no ha sido propicia ni para el pensamiento autónomo, ni para el debate. Y esta búsqueda de unidad intachable fue imponiendo tradiciones y costumbres, el militante recibía y adoptaba la "línea" del partido. Aquí simplemente el famoso “partido” no era el conjunto total de sus miembros, sino que la dirección. Y a veces el partido eran instancias intermedias que transmitían las instrucciones a veces hasta mal entendidas. El militante en vez de ser una persona consciente de sus propios intereses y de su propio pensamiento, era alienado completamente de su derecho. Si alguien divergía y lo expresaba se le consideraba como un miembro que estaba zapando la unidad y la “ideología” del partido. El debate se cortaba antes de haberse iniciado. Nadie argumentaba, nadie trataba de persuadir y usaba sobre todo apelativos denigrantes con su interlocutor recalcitrante, los famosos argumentos de autoridad y ad hominem proliferaban. Esta situación se sigue dando.

En su “Crítica del juicio” Kant indica tres principios o máximas de la inteligencia común, 1°, pensar por sí mismo; 2°, pensar en sí, colocándose en el puesto de otro; 3°, pensar de manera que se esté siempre de acuerdo consigo mismo. “La primera, nos dice Kant, es la máxima de un espíritu libre; la segunda, la de un espíritu extensivo; la tercera, la de un espíritu consecuente”.

Aquí ser libre en el pensamiento es adquirir autonomía, dejar de lado cualquier tutela. Esto no significa que uno debe entrar en una especie de autarcía rechazando el juicio de los otros, ya que el segundo principio nos incita a ponernos en el puesto del otro. Y esto implica escucharlo, tomar en cuenta lo que nos pueda decir, también sus intereses, sus problemas, su historia. Esto nos puede obligar a cambiar de opinión, de modo de pensar, pero esto no entra para nada en contradicción con el pensar libremente, pues la tercera máxima nos obliga a pensar siempre de acuerdo consigo mismo y si los argumentos y razones del otro nos convencen, pues lo convertimos en nuestro pensamiento. En este proceso nosotros estamos mostrando una actividad, nuestra conducta no es pasiva, al contrario nos mostramos activos.

Ya mencioné arriba el pedido de Kant de ir al público, de hacer público nuestro pensamiento, de compartirlo. En un partido político deben haber instancias abiertas para que todos los miembros puedan deliberar la política del partido, sus orientaciones. Lugares que sirvan para analizar las coyunturas, el estado general de la sociedad y como podemos influir en sus dinámicas. Es en este tipo de instancias donde se aprende también a pensar libremente, a formarse un juicio libre y responsable. Es en estos organismos partidarios donde fluyen las ideas. Los miembros del partido están obligados a convertir estas ideas en fuerza material. Pierre Vilar, un historiar francés, afirma “Sólo la objetivación de lo subjetivo por la estadística, por imperfecta que sea aún su interpretación, funda la posibilidad de una historia materialista, y que sea la de las masas, entendamos a la vez hechos masivos, infraestructurales, y de estas “masas” humanas que la teoría, para volverse fuerza, debe penetrar". Esta frase la enuncia el historiador francés discutiendo sobre los distintos tipos de historias, una de ellas contra la que está hablando es la de los “sucesos”. De esos hechos que al ocurrir uno piensa que van a cambiar el rumbo de la historia.

El 9F de 2020 fue un suceso, un “hecho histórico” y por supuesto que ha contado en nuestra historia, no obstante lo que debemos apreciar es como se inserta en la serie. Ha habido otros hechos de idéntica calaña, como el reciente 31 de enero, pero su significado real va a ser el que a la larga le dé la gente masivamente, cómo se va a pensar o en realidad lo que nos toca es convencer a cada uno de los salvadoreños que ese tipo de “hechos históricos” no cambien el curso de nuestra historia, sino que al contrario debemos de crear un hecho realmente masivo con fuerza material que limite la posibilidad de su repetición. Esto se logra persuadiendo, señalando los peligros y sobre todo lo que se puede hacer con otro tipo de gobierno.

Para poder ser persuasivos no se puede dejar como concluida la autocrítica al afirmar que reconocemos que nos equivocamos, que cometimos errores. Y es aquí donde se debe pensar libremente. Porque los errores no fueron fortuitos, ni tampoco fueron pocos, el rechazo al FMLN se convirtió justamente en una fuerza que provocó el descalabro electoral de este partido. Ahora toca no solamente analizar el pasado reciente, sino que construir proposiciones que tomen en cuenta a la gente, que es lo que la gente está dispuesta a emprender y hasta dónde. Elaborar proposiciones que no sean simples repeticiones de lo ya hecho y dándole al marco actual un carácter inamovible, sino que debemos incluir qué es lo que tiene que cambiar para que la participación de la gente sea efectiva, como efectiva la participación de los militantes en la elaboración de las políticas del partido.


26 enero 2021

Sapere aude

 

Abordaré dos temas muy distintos uno del otro, aunque en el fondo, si uno se fija bien están relacionados de manera íntima. El primero es una profunda incredulidad de muchas personas en la capacidad de cambio al interior del FMLN y el otro la necesidad de lograr ser autónomos en nuestros juicios, seguir aquella divisa kantiana: “piensa por ti mismo”.

El desprestigio alcanzado por el FMLN durante la década de sus dos gobiernos es profundo y duradero y toca a la mayoría de ciudadanos, mucho más allá de los que están bajo la influencia del presidente. Incluso llega hasta las personas que fueron simpatizantes y a algunos que se pudieron considerar como pertenecientes al famoso “voto duro”. Lo curioso de este fenómeno es que no se puede considerar estrictamente político, quiero decir que la gente sigue teniendo las mismas ideas, los mismos sentimientos, las mismas aspiraciones. Simplemente hay un sentimiento que el FMLN ya no representa, ni puede representar esas mismas aspiraciones, esos mismos sentimientos. No se trata pues de un descalabro en las posiciones ideológicas de una buena parte de la población, no se trata de un tránsito hacia el otro bando, hacia la derecha. Se puede afirmar que los que votaron por Bukele y ahora pertenecen a Nuevas Ideas, por lo menos muchos de ellos, lo hicieron pensando que el presidente iba a plasmar en la realidad lo que el FMLN traicionó.

Los años de luchas, tanto en las calles como en el campo y montañas, fueron sembrando esperanza. La esperanza creció y echó raíces profundas, aunque también se impregnó de mucha ilusión. En la posguerra hubo algunas luchas, algunas marchas, pero nunca cobraron la intensidad, ni el vigor de los años setenta. El FMLN se centró en obtener la gestión municipal en muchas localidades y lo fue obteniendo hasta cubrir buena parte del territorio. También fue creciendo el número de curules en la Asamblea Nacional. El discurso siguió siendo “revolucionario”. Pero la realidad de las gestiones municipales no mostraron nunca algo substancialmente distinto a la gestión del resto de alcaldes de los otros partidos.

En la Asamblea los diputados se enfrascaron en una oposición necesaria, pero totalmente estéril. Usaron hasta gastarlos todos los recursos a procedimientos de freno, de estorbo, de atraso de algunas medidas, que finalmente se imponían por las mayorías de la derecha de ARENA y sus aliados. Esto no podía cundir ningún efecto positivo, esta actitud fue presentada por la derecha y su prensa como actitudes politiqueras y la gente las percibía como formando parte del circo político. No hubo en ningún momento algún intento para movilizar a los trabajadores en apoyo al trabajo legislativo. Apenas recuerdo las tribunas de Schafik Handal en el parque Cuzcatlán que eran una especie de explicación de la actividad semanal de los diputados y arengas políticas sin reales propuestas de acción. Poco a poco el distanciamiento de los dirigentes y diputados del FMLN con sus propios electores se fue haciendo patente, esto se hizo más visible en el modo y nivel de vida. El acercamiento sucedía en tiempos de las campañas electorales.

Ahora resulta impensable constatar que el personaje ambicioso y oportunista que entró al FMLN declarando que su adhesión al partido coincidía con su anhelo de ser candidato a la presidencia, ha sido el principal artesano del mayor desprestigio del mismo partido. Durante años se dedicó a criticar ante los militantes y ante la ciudadanía en general a los dirigentes de “su” partido, acusándolos de haber abandonado los antiguos ideales que profesaron durante la guerra y que él estaba dispuesto a retomar para plasmarlos. Estas palabras las repitió hasta el hartazgo y a veces en compañía de algún cupulero.

Resulta aberrante saber que si este personaje no hubiera sido expulsado del FMLN hubiera seguido aspirando a ser candidato por el FMLN. El asunto es que sus críticas fueron subiendo de tono hasta el punto que indispuso sorpresivamente a algunos miembros de la dirección. Pero entonces no se tomó ninguna medida disciplinaria en su contra. Es más desde la tribuna misma que la dirección del FMLN le ofreció persistió en sus críticas a punto de convertirse en insultantes. La prensa de derecha le sirvió de caja de resonancia a todos sus desplantes y los multiplicaba. Esto lo fue convirtiendo en héroe y a los cupuleros en los bandidos de la película. La mayor campaña de desgaste y de descalificación se llevó a cabo desde el interior del FMLN. No obstante no se puede negar que esta campaña tuvo su efecto porque se apoyaba en hechos reales y en el sentimiento de frustración que embargaba a los militantes y votantes del partido. Y esta es la base que mueve a pensar a muchos en la incapacidad del FMLN a reformarse, a transformarse.

El hecho de que hasta el momento no aparece una autocrítica interna que sea circunstanciada y pueda considerarse como sincera agrava mayormente esta convicción del imposible arreglo político del FMLN. Por supuesto que hay otros elementos que se pueden tomar en consideración, pero ya con estos basta.

No obstante hay indicios que pueden dar pábulo a esperar una transformación. Lo he comentado ya anteriormente. Las declaraciones de Lourdes Argueta y de otros jóvenes y nuevos dirigentes son alentadoras. También la larga e interesante entrevista que acaba de publicar El Faro con Daniela Genovez, candidata a diputada en San Salvador.

Los escépticos griegos desarrollaron una conducta de pensamiento que ellos llamaron 'epoje' o 'epoché' que consiste en suspender el juicio, es decir un estado de la conciencia en el cual ni se niega ni se afirma nada respecto a una realidad. Creo que la duda del posible cambio en el FMLN es inmensa y tal vez razonable. Pero si adoptamos el “epoje” griego y suspendemos nuestro juicio y nos ponemos a analizar qué es lo que en definitiva nos ha llevado a esta tan tremenda duda. Se trata de un colectivo de personas a las que les estamos dando un modo de ser, pensar y sentir, a todos los miembros de ese colectivo, idéntico al de los exdirigentes del frente. Porque en gran parte las elecciones internas dieron resultados nuevos, han aparecido personas que realmente no conocemos nada de ellos. ¿Tenemos derecho a juzgarlos de la misma manera y sobre todo tenemos derecho a dejarnos guiar en este juicio por la propaganda gubernamental y del partido del presidente? ¿Acaso el presidente y su gobierno no se ha manifestado como oscuro, chanchullero y sobre todo con tantos señalamientos de corrupción? ¿Dónde están los antiguos ideales que Bukele prometió tanto que iba a plasmar? ¿Dónde está el plan de gobierno? ¿Existe realmente? Lo que parece existir en un plan de enriquecimiento de una familia y toda la cohorte de compadres y cherada. Pero la actuación del presidente ha sido autoritaria, se conduce como un payaso caprichoso que no admite ninguna crítica y que nos quiere someter a su falsedad y falta de pensamiento.

Mi invitación a suspender el juicio tampoco significa que debemos entrar en una nueva polarización política, en un nuevo encasillamiento cerrado y obtuso. No se trata de optar por el FMLN en contra del gobierno y sus ambiciones totalitarias. No se trata para nada de eso. Es ponernos a pensar por nosotros mismos, ver que es lo que está ocurriendo en el país. Dejar de lado todos los prejuicios. Observar y escuchar lo que nos dicen estos jóvenes que no podemos acusar de corruptos, ni de cómplices de la corrupción, ni tampoco totalmente responsables del funcionamiento verticalista de su partido. Este tipo de funcionamiento no es nuevo y es una vieja herencia, de la cual ellos han sido víctimas. Daniela Genovez cuestiona este funcionamiento y propone prácticas horizontales que abarquen también a la población y que sus propuestas no se queden sin respuesta.

En el discurso de los analistas la imposibilidad de una restructuración del FMLN se ha vuelto casi un postulado, un punto de partida inamovible, inalterable, casi un dogma. En realidad se trata de un punto muerto del pensamiento. Lourdes Argueta nos ha propuesto pensar desde afuera, desde nosotros qué es lo que tiene que cambiar en el FMLN y sobre todo que tiene que cambiar en su política. ¿Por qué rechazar esta invitación?



18 enero 2021

Nueva manera de hablar

Entre las frases de Lourdes Argueta que pronunció durante la entrevista, una me impactó más que otras, refiriéndose a la dirección y a sus prácticas de rueda de caballitos: “se comió casi a una generación”. Es posible que hayan sido más de una generación las que no tuvieron ninguna oportunidad de acceder a los puestos de mando del FMLN. El sistema autocrático de gobierno interno de casi todos los partidos consiste en poner en marcha esa rueda de caballitos en la que pasan de un puesto a otro y siempre los mismos. Esa conducta es consustancial al tipo de organización verticalista que se le dio por llamar “centralismo democrático”.


En el partido de Vladímir Ilich Lenin no existió el cargo de “secretario general”, las instancias dirigentes se elegían y se renovaban en los congresos del partido. Como dije anteriormente el “centro” era el congreso. Las instancias dirigentes no funcionaban como un gobierno del partido, sino que como coordinadores de la actividad partidaria.


Con la aparición del tipo estalinista de organización surgieron también las prácticas autocráticas. ¿En cuántos partidos un mismo líder ocupó durante décadas el puesto de secretario general? Estos secretarios generales tenían la última palabra en cualquier discusión, eran expertos en economía, en ciencia política, en sociología y podían dirimir en las discusiones filosóficas. A veces era más patente su crasa ignorancia que su sabiduría. Para progresar en la jerarquía del partido era necesario pertenecer a uno de los corrillos cercanos al secretario general. El Secretariado tenía el control de las posibles candidaturas y la coaptación se volvió en el camino más seguro y único hacia la cúpula partidaria. Subían los que se adaptaban, los que habían mostrado su capacidad de entender las normas sociales y éticas de los dirigentes. Una enfermedad fue el intriguismo.


Este aspecto de la autocracia es tal vez el más visible, en el que más se repara. No obstante el más dañino para el funcionamiento adecuado de un partido es el esclerosamiento del pensamiento creativo, del análisis, de la aprehensión de los cambios en la realidad social. El lenguaje se estereotipa, deja de significar por una especie de erosión conceptual y lo que antes servía para comunicarse con la gente se vuelve una barrera, una muralla. Los conceptos se vuelven perversos apodos de la realidad que antes señalaban, analizaban y lo peor es que pasan a constituir un argot, una jerga sectaria.


Es justo señalar que la manera de expresarse de Lourdes Argueta ha dejado de lado gran parte de esa jerigonza “marxista-leninista”. Tomar en cuenta la forma del discurso no significa abandonar el contenido de lo que se piensa con los conceptos que nos ofrece la teoría. Ahora bien tampoco hay que imaginarse que es necesario un giro total en la manera de comunicarse con la gente, cambiando todo el discurso y dentro de ese cambio adoptar un vocabulario ajeno y un pensamiento asimismo ajeno. La tarea que se presenta es volver o iniciar algo que se abandonó inmediatamente después de la guerra: la batalla ideológica. Estos días nos han ofrecido una preciosa oportunidad. El presidente de la república creyó que todo el país estaba totalmente subyugado por su fastidiosa verborrea y se fue a profanar la memoria de las víctimas de la guerra y en particular a las víctimas de la mayor masacre cometida por las fuerzas armadas, en El Mazote. Y allí decretó mera farsa la lucha de emancipación que se sostuvo en el país y farsa también se le ocurrió llamar a los Tratados de Paz. El pueblo y las organizaciones, los partidos ganaron esta batalla por la verdad histórica. Sin la guerra nunca se hubiera tenido un proceso democratizador en nuestro país. En este año y medio este proceso ha sufrido un frenazo desde el ejecutivo. No obstante la masiva y fervorosa conmemoración y celebración de los Tratados de Paz constituye una victoria popular contra la mentira institucionalizada desde la presidencia.


La última chiquilinada aflictiva del presidente ha sido su decreto número tres con el que quiere vengarse de la historia y demagógicamente propone cambiar el nombre de El Día de la Paz por Día de las víctimas del conflicto armado.


No obstante este episodio nos debe llamar la atención hacia algo cuya importancia es absoluta: el FMLN abandonó a la derecha, a su prensa e ideólogos la narración, la interpretación de la guerra popular. No me refiero a lo que se pudo o no afirmar internamente dentro de las filas efemelenistas, sino lo que no se dijo hacia afuera, pues el FMLN no tiene ni siquiera un órgano de prensa para difundir sus ideas. Esta carencia la critiqué ya hace muchos años. La cuestión del lenguaje es importante, pero lo que importa en primera instancia es llevar adelante una batalla de ideas no sólo contra el gobierno, sino contra las que difunden en la sociedad salvadoreña los voceros de la oligarquía.

13 enero 2021

¿Posible renovación del FMLN?

 

He tenido la oportunidad de ver varios vídeos en los que se ha expresado la secretaria de organización del FMLN, Lourdes Argueta. La escuché con mucha atención. Al parecer sus declaraciones causaron cierto resquemor entre algunos dirigentes o exdirigentes del partido y mucho entusiasmo en otros; uno de los entrevistadores le insistió si ella se expresaba en su nombre propio o si era una posición de alguna corriente o de la dirección. Ella fue clara sobre esto, lo que afirma resulta de las resoluciones de la última Convención Nacional. En uno de los vídeos participa con otro miembro de la Comisión Política, Mario Monge, ambos tuvieron el mismo discurso.


No voy a resumir sus intervenciones, pero sí las voy a comentar. Uno de los términos que se repetían era “reestructuración del partido”, otro “aprendamos a debatir”, “no tenemos cultura del debate”, estos últimos se acompañaban de una invitación a los miembros del FMLN a continuar el debate y abordar otros nuevos temas, además de invitar a la gente de izquierda que no pertenece al FMLN a incluirse en el debate, a aportar sus pensamientos, sus críticas. Se trata de llevar adelante una política de apertura y de reconquista de la gente, de devolverle el “instrumento” al pueblo.


En esta ocasión voy a referirme principalmente a dos asuntos que me parecieron importantes en tanto que revelaciones y críticas a la conducta pasada de la antigua dirección. En uno de mis viejos artículos me refería a la supuesta estructura organizativa leninista que se ha dado por llamar “centralismo democrático”. En ese artículo señalaba que ese tipo de organización no tenía nada que ver con Lenin, sino que fue una forma puesta en práctica durante el dominio estalinista del movimiento comunista. En ese tipo de organización el verticalismo y el centralismo se convirtieron en el modo de funcionar, el adjetivo democrático estaba de adorno. Entonces recordaba que para Lenin el centro no era ni el “buró político”, ni el “Comité Central”, ni ninguna otra instancia de dirección. Para Lenin el centro era el Congreso del partido. Cuando escribí ese artículo criticaba al partido “revolucionario, leninista” (FMLN) de no haber hasta la fecha celebrado ningún congreso y recordaba que hubo años en que el partido de Lenin organizó varios congresos. Años después tuvo lugar el Primer Congreso. Critiqué su organización, las viejas formas estalinistas de organizar el debate. Documentos “prefabricados” que se pueden enmendar, pero no rechazar o proponer otros. Pero el asunto principal fue que esos documentos que fueron aprobados nunca se le presentaron a la gente, ni a todos los militantes. Lourdes Argueta en una de las entrevistas dijo que las resoluciones del Congreso fueron engavetadas. Hasta el día de hoy todas mis búsquedas de los documentos del Primer Congreso han resultado vanas. Lourdes Argueta prometió que iba a tratar de poner a la disposición de la gente esos documentos y los de la última Convención Nacional.


Lourdes Argueta insistió en la importancia de esos textos y de plasmarlos en la realidad del funcionamiento mismo del partido. En realidad no creo que los textos del Congreso sigan teniendo en estos momentos validez. Los cambios políticos ocurridos en los últimos cinco años son substanciales y la correlación de fuerzas ya no es la misma y los objetivos del FMLN ya no pueden ser los mismos que hace cinco años. Ignoro cuál es el contenido de las resoluciones de la Convención Nacional.


En todo caso lo que deseo recalcar es que me ha sorprendido el tono y el contenido del discurso de Argueta. El tono es libre, abierto, decidido y franco. El contenido se puede resumir en la necesidad de devolverle el “partido al pueblo”, “que el partido viene del pueblo” y que es un “instrumento de lucha del pueblo”. Demostrarle al pueblo que “hemos escuchado sus quejas y que las hemos tomado en cuenta”. Afirmó con énfasis que no basta “reconocer los errores y pedir perdón”, sino que hacer todo lo posible por reconquistar las posiciones perdidas en el seno del pueblo y cambiar de actitudes y formas de conducta.


Al parecer algunos criticaron a Lourdes Argueta por el momento en que ha decidido tomar la palabra, en estos momentos de elecciones. Esta crítica me parece adolecer de la vieja enfermedad electorera y oportunista. Priorizar las elecciones a enunciar de manera tajante en qué realmente consiste el carácter revolucionario del partido y cuales son sus objetivos primeros es continuar con ese viejo oportunismo que incluso prefirió “engañar” a la gente sobre las “alianzas” y los “beneficios electorales” de dichas “alianzas”. Lourdes Argueta ha criticado justamente esa “política de alianzas” en la que no se definieron claramente en qué consistían, ni se determinó nunca los fines de las mismas.


Esta manera franca y abierta de hablar es nueva y sobre todo no se trata de darse golpes de pecho, sino que de manera consciente abordar los problemas internos de funcionamiento, de formación, de comunicación y de definición de las políticas. No se trata tampoco de rechazar el pasado, sino que también de rescatarlo, ver todo lo positivo realizado, volver con entusiasmo a los principios que movieron a tanta juventud a arriesgar y dar sus vidas.


Dejo hasta aquí este escrito, voy a volver, pero quería dejar públicamente mi apoyo a esta nueva actitud dentro del FMLN y dejar claro que deseo participar desde este blog al debate por una renovación y reestructuración del FMLN.