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17 octubre 2005

Pensar con Marx hoy

El texto que les propongo aquí es un pasaje del libro de Lucien Sève "Pensar con Marx hoy". En los primeros capítulos Sève levanta un inventario del desconocimiento actual de Marx y de los ataques que sufre a partir de este desconocimiento.

Marx es un autor famoso y desconocido sostiene Lucien Sève. En este primer texto entabla una discusión con Luc Ferry, filósofo oficial y respetado en la universidad francesa. Luc Ferry fue ministro del gobierno de Jean-Pierre Raffarin.

El libro citado por Sève se titula "Qu’est-ce que l’homme? - Les fondamentaux de la biologie et de la philosophie (avec Jean-Didier Vincent), Odile Jacob, Paris, 2000. Las páginas remiten a esta edición (¿Qué es el hombre? Los fundamentales de la biología y de la filosofía).

Esta traducción es hecha con el permiso del autor y de la casa editora La Dispute.

Penser avec Marx aujourd’hui : I Marx et nous. La Dispute, Paris, 2004.
Luc Ferry: Marx “reduccionista”
[...]

En un libro a dos voces, en el que el coautor es Jean-Didier Vincent, Luc Ferry emprende la exposición de lo que es convenido llamar los fundamentales del “saber filosófico” (58, p. 9), haciendo obra “simplemente pedagógica” (p.15) respecto a la cuestión, hoy colocada de nuevo en el proscenio, y que da título al volumen: ¿Qué es el hombre? Su único propósito consiste en fijar la oposición radical “entre el materialismo y las filosofías de la libertad” (p. 39), en el triple terreno de la antropología, de la metafísica y de la ética. La elección de un interlocutor biólogo no se debe, evidentemente, al mero azar. Resulta que según Luc Ferry “no hay lugar a duda que desde hace algunos años, el materialismo, bajo el efecto de la crisis del marxismo, se ha desplazado de la historia hacia la naturaleza” (p. 23), de tal suerte que resultaría más neurálgica la confrontación de las dichas filosofías de la libertad con el materialismo biológico que con el materialismo histórico —pero discutir con el primero, es también tratar con el segundo, puesto que “los dos materialismos caminan con mucha frecuencia de la mano (aunque les sucede también entrar a veces en querellas de preeminencia)...” (P. 21). Consecuencia de esta amalgama considerada sin ambages como cayendo por su propio peso: aunque en las ciento cincuenta páginas del texto escritas por Luc Ferry no figura el más mínimo análisis tópico de las visiones de Marx y de Engels sobre la libertad, ni siquiera la más pequeña citación, sin embargo el autor se juzga autorizado a concluir por mera analogía implícita a partir de su debate con el materialismo biológico que, en el “materialismo histórico” de igual modo, “la libertad” es “negada” (p. 26) de manera “completa” (p. 27). ¡Esto sí que comienza bien!

Pero miremos un poco de cerca lo que nos es dado en este asunto como el nervio de la argumentación anti-materialista universal. “La libertad, Luc Ferry sabe mejor que nadie en qué consiste este fundamental, ya que él piensa precisamente a la luz de las “filosofías de la libertad”: ella es la “facultad específica de arrancarse de las determinaciones naturales o históricas” (p. 17), “posible distanciación (écart)” respecto de cualquier código, tanto social como genético (pp. 26, 27, 30, etc.), por decirlo de una vez “trascendencia real” respecto “de la materia natural o histórica” (p. 19) —y es en esta “distanciación”, en esta “trascendencia” que reside “lo propio de lo humano” (p. 17). Ahora bien para “el materialismo” entendido “en el sentido filosófico”, es bien sabido, “no habría autonomía verdadera del mundo del espíritu o, si se quiere, no hay trascendencia real, sino que solamente una ilusión de autonomía” (P. 19). Todo materialismo es un “determinismo” según el cual nosotros no somos de ninguna manera libres de nuestras opciones, puesto que “mecanismos inconscientes” eligen por nosotros; se trata de un “reduccionismo” que niega toda autonomía absoluta de los fenómenos humanos, lo ideal siendo apenas una producción superestructural de la materia” (pp. 19-20). En las diferentes figuras del “materialismo contemporáneo” –“Marx, Nietzsche y Freud” –, se “reduce las ideas y las normas relacionándolas a lo que las engendra “en última instancia” – la infraestructura económica, la vida de los instintos y de las pulsiones, la libido, en resumen a todas las figuras imaginables del inconsciente”. Por esto, “incluso si toma en cuenta la complejidad de los factores que entran en juego en la producción de las ideas y de los valores, el materialismo debe asumir sus dos rasgos característicos fundamentales: el reduccionismo y el determinismo” (p. 19).

Hemos leído bien: “el materialismo”, de manera expresa se nombra a Marx, “debe asumir” a la vez su “determinismo” y su “reduccionismo”. Esto se decreta, lo repito, en ausencia de todo análisis justificativo de la obra marxiana, sin la más mínima cita o referencia: estamos, entiéndase bien, frente a una obra “simplemente pedagógica”, un “curso de iniciación pura”(p. 15) y que tiene perfectamente el derecho de enunciar sin pruebas en tanto que hecho la caracterización del materialismo como un pensamiento de una absoluta estupidez. No obstante siendo un hombre de gran urbanidad, Luc Ferry, esto “va de suyo”, “no le niega de ninguna manera el derecho a nadie de adoptar una filosofía determinista y materialista”; lo que él “afirma” es “simplemente” que “no se puede jugar en dos tableros” y que hay que tener consciencia, “cuando uno se pretende materialista coherente”, de que “esta posición filosófica es incompatible con la idea de una ética normativa no ilusoria” (p. 90). Ya que la libertad tal cual él la entiende, la libertad-trascendencia, es para un espíritu coherente la evidente e infranqueable condición de toda moralidad: “puesto que es libre, no es prisionero de ningún código natural o histórico, el ser humano es un ser moral”“ (p. 30). Sin duda, indica Luc Ferry en muy breve y único incidente, “hay una concepción antigua de la libertad” (sic) que “Espinoza intentará rehabilitar al hablar de una “inteligencia de la necesidad”, pero “¿si todos los acontecimientos que advienen en este mundo están determinados por causas eficientes, éstas mismas están determinadas por causas anteriores, cómo puedo ser libre en mis opciones?”. Y “si no tengo esta posibilidad, pierdo toda responsabilidad ante mis actos”, lo que no le deja ningún sentido a una moral “deontológica”(p. 92). Vemos en efecto cuán “modestas” son sus palabras: “pretendo solamente, escribe Luc Ferry, que es incoherente decirse materialista y considerar la moralidad de los actos humanos como si ella pudiera depender de una libertad que se declara por otro lado ilusoria”; es por ello que un “materialista consecuente” no debería “nunca hablar de moral, sino como de una ilusión más o menos necesaria”(p. 96).

Me encanta decir que cuando leí estas páginas increíbles*, me sentí rejuvenecido de muchos años. Efectivamente hacía ya mucho tiempo —no cabe duda que tengo que remontar hasta los años cincuenta del siglo pasado— que no había visto a un pensador patentado atreverse a ofrecernos el truco del materialista-sin-moralidad-salvo-incoherencia. Mucho tiempo hace que no había visto a un destazador del materialismo volver a utilizar con tal aplomo la ancestral argumentación de: o bien ustedes tienen la misma idea que yo de la libertad, o bien no tienen ninguna. Mucho tiempo hace que no había visto a un profesional de la filosofía permitirse sospechar “alguna herencia espinocista” en un pensamiento que “considera la libertad como una ilusión”(p.34), cuando justamente Espinoza, luego de haber dejado sin velos, en los inicios de La Ética, toda ilusión en la creencia en una libertad fundada en la ignorancia de las causas de nuestras acciones, estableció enseguida su concepto inequívoco definiendo al “hombre libre” como “el que vive según el único mandamiento de la Razón” (4° parte, LXVII; 193, p. 603)*. Y hace mucho tiempo también que no había visto a un adversario del pensamiento marxiano formular en contra suyo aserciones tan pesadas con tamaña ligereza.

Lo que tiene de confortable esta manera de proceder, la que consiste en decir lo que piensa el adversario sin darle la palabra, identificando su pensamiento con los peores estereotipos que circulan a su respecto entre la opinión, este proceder dispensa de tomar en consideración no solamente los argumentos que presenta, sino que también las objeciones que el adversario pueda aportar. Reivindicándose sin cesar de Kant en su concepción de la libertad como trascendente respecto a todo determinismo, Luc Ferry logra realizar la hazaña de escamotear por completo la cuestión planteada por los materialistas en múltiples ocasiones y que en gran pensador, Kant tuvo en lo que le concierne la lealtad de planteársela a sí mismo: ¿Es esta libertad sobrenatural un hecho demostrable, o por lo menos concebible? A lo que Kant responde por la negativa. Consagrándole mucha atención al final del tercer capítulo de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, no vacila en escribir que “la libertad es sólo una idea de la razón, cuya realidad objetiva es en sí misma dudosa”, y todavía más: “descubrir cómo sea posible la libertad misma, como causalidad de una voluntad”,”la razón humana es totalmente impotente de explicar” y todo “esfuerzo y trabajo que se emplee en buscar explicación de esto será perdido”. La "libertad-arrancamiento" de las determinaciones naturales o históricas, la "libertad-trascendencia" tan querida de Luc Ferry, no es otra cosa para Kant que un “postulado de la razón práctica” al mismo nivel que la inmortalidad del alma et la existencia de Dios —y un materialista agregaría que tiene la misma credibilidad. Se mostraría aún más descortés proponiendo estas preguntas triviales, como por ejemplo: ¿a partir de qué momento esta “facultad”, en la que nos invita a ver “lo propio de lo humano” se manifiesta en la ontogénesis y en la filogénesis? ¿Debemos atribuirle una libertad-trascendencia al recién nacido, al feto, al embrión? ¿Al hombre del paleolítico, al Homo habilis? ¿Al bonobo, quizás? Si no se tiene la osadía de un Tomás de Aquino estatuyendo que el alma racional es infundida de una sola vez en el conceptus humano en el cuarto día de su crecimiento (si se trata de un niño; sólo en el sesenteavo en el caso de una niña...), si uno se resuelve en otros términos a considerar la aparición de la libertad como gradual, se ha admitido ya de hecho un punto capital de la manera materialista de considerar la cuestión: no, “la libertad”, para usar todavía aquí esta entidad especulativa no criticada, no es un dado natural-sobrenatural, se trata de un construido histórico y psíquico.

08 octubre 2005

Escribir leyendo (II)

Un diluvio de imágenes
Esta vez se trata de escribir leyendo un libro de Osvaldo Hernández, joven poeta de mi tierra, El Salvador. Sus hallazgos poéticos me desconciertan, quiero decir que me sorprenden, pues su fuerza y su gracia es devolverle a las imágenes el candor de lo recién nacido. Sus frases son llanas, no retuercen la sintaxis, su vocabulario no abandona el terreno que ha elegido: el coloquio y el habla familiar. Pocas son en su poemario las oraciones que se extienden, ninguna lo hace interminablemente. Por lo general son escuetas, muy parcas, concisas. Pero al mismo tiempo lo que más me llenó de regocijo al recorrer su "Parqueo para sombrillas", lo que de manera más golosa disfruté, fue precisamente cuando en un juego de "descomposición" desbarata las frases hechas o los "significados hechos" y magistralmente les da vuelta para que caigan de nuevo de pie, ataviados de inéditas connotaciones. Voy a dar algunos ejemplos de lo que acabo de afirmar.
"y es que la piedra en el zapato
el corazón de piedra
esta tu ausencia de dura piedra"
Este giro tan usual, tantas veces repetido para designar una molestia persistente y agobiadoramente presente, toma visos novedosos por la acumulación de significados tan corrientes, como ese "corazón de piedra" que maltrata y la realmente palpable y dolorosa ausencia. La piedra en el zapato nos duele ahora con otra intensidad y en otra dimensión.
Tiene en su "Poema de amor esgrimista" un verso de una sencillez y que denota una escena tan cotidiana que su poetización parece imposible. Hablo del café del desayuno, pero ese café en Osvaldo Hernández se transforma en un recinto amoroso:
"Amo el paisaje de las servilletas
tus ojos que me calientan desde el café más temprano
"
Estas servilletas me traen a la memoria otro verso, el de un poema de García Lorca, "Oda al Rey de Harlem" de "Poeta en Nueva York":

"y para que nadie dude de la infinita belleza
de los plumeros, los ralladores, los cobres y las cacerolas de las cocinas".
Es el ambiente —mucho más que el ritmo y las palabras— lo que en mi mente se ha cruzado. No hablo de influencia, nunca hablo de esas cosas. La fuerza evocadora de un verso se realiza precisamente porque despierta en nosotros las sensaciones creadas por otros textos.
A Osvaldo Hernández le gusta jugar con las palabras y con nuestras lecturas.
Recordamos todos el título tal vez más famoso de César Vallejo "¡España! ¡Aparta de mí este cáliz!" La referencia evangélica es por lo menos evidente. La referencias bíblicas no faltan en el poemario de Osvaldo Hernández. El título del poema ya anuncia el juego, "El nombre de los nombres", pues el primer verso obligatoriamente nos lleva a Vallejo y a través de Vallejo o directamente, al Gólgota:
"No apartes de mí este cáliz
que me va la vida en ello
que sea tu saliva en mis heridas veneno de mis venenos
que no quede vena sobre vena
después de este afán de incendios
que tu cuerpo no es tu cuerpo sino espiga crepitando
entre las llamas de mi lengua
azufre lamiendo arcángeles y balas
".
Incluso la gran profecía de Jesús el Nazareno es transformada y recogida en este poema. Recuerden lo que Cristo dice en las gradas del Templo en aquel domingo de su triunfal entrada en Jerusalén: "No quedará piedra sobre piedra". ¿Y qué nos dice Osvaldo Hernández?
"que no quede vena sobre vena"
¡Qué sacramental y purificador es el acto de amor descrito en estos versos! El cuerpo de la amada es templo que se purifica en el fuego, como expiatoria espiga en el supremo sacrificio de la amorosa crucifixión de entrelazados brazos.
No debo insistir que todas estas imágenes son labradas con palabras de todos los días, con sencillos cinceles del habla cotidiana. Pero la subversión semántica y las profundas evocaciones de los Testamentos bíblicos las rescatan de los trillados caminos y nos entrega esas mismas palabras, engalanadas de nuevos matices.

"Habríamos podido esperar otro diluvio
sin sombrero y sin arca
pero el cielo retumbaba
sin siquiera arrancarnos el temblor de nuestro abrazo
"
Hasta el patriarca Noé, tan antiguo, se renueva en los versos de Osvaldo Hernández. Algunas veces las referencias vienen menos escondidas. No obstante el procedimiento cumple su cometido y nos deleita sorprendiéndonos.
"No entendés esta lengua con que cuento la vida
pero sos la lengua y la vida
el canasto y el pan y los peces
que nos multiplican
".
Evidentemente la referencia es la vida en la ciudad, la evocación el sermón de la montaña y el milagro de la multiplicación. Pero no se trata solamente de imágenes bíblicas, las he sacado de entre muchas otras, para ejemplificar un procedimiento y los logros de nuestro poeta. Les voy a dar una joya y espero que la degusten con la misma gula con que lo he hecho yo. Se trata de los últimos versos del poema ya citado arriba, "Poema del amor esgrimista":
"amo la vertical complicidad de la pared
que nos concede
ser
alfiler
y mariposa".
Quién sabe por qué asocio estos cortos versos con el cielo raso y las sombras del poema de Boris Pasternak que he traducido y presentado en este "cuaderno" de cosas tan pasajeras. Tal vez porque ambos poetas nos llevan a la intimidad de un estrecho recinto, un cuarto. Voy a terminar con mis ejemplos citando unos versos, en los que tal vez sin darse cuenta, nuestro poeta enlaza a dos mujeres claves dentro de la cultura judeo-cristiana: una, la primera, es del antiguo testamento, la otra, del nuevo, la virgen María. Las alusiones son leves, apenas una suave pincelada:
"y fue hasta entonces
que entendimos
el invierno
las hormigas
la necesidad del llanto
el color de nuestras huellas
la raíz del verbo
y nuestra desnudez bajo el árbol
de la fruta no prohibida
no negada
redimida
sin pecado concebida
la palabra....
La poesía
"

Espero que este ramillete de ejemplos haya despertado el interés que merece nuestro poeta salvadoreño. Creo que su calidad ha quedado demostrada, no por mis comentarios, sino que por la belleza y el candor de sus palabras.
1. Parqueo para sombrillas, Osvaldo Hernández, DPI, San Salvador, 2004, colección nuevapalabra.

01 octubre 2005

Bajtin y Ajmatova

El texto que propongo no es originario de Mijail Mijailovich Bajtin. Se trata de unas notas que hizo una alumna suya, R. M. Mirkina. Las notas aparecen en el segundo tomo de las obras completas de M. M. Bajtin. Las notas llevan el título de "Apuntes de las conferencias sobre la historia de la literatura rusa". Los editores de las Obras completas de M. M. Bajtin, justifican la inclusión de este texto como un testimonio de la intensa y prolongada actividad pedagógica de Bajtin.

Mi proposito es la de continuar dando a conocer a Anna Ajmatova. El punto de vista de Bajtin es muy importante, aún en esta forma mediatizada.

Ajmatova

La poesía de Ajmatova se distingue con fuerza, en algunos aspectos, de la poesía de los simbolistas. Todos los Akmeistas se formaron bajo el ala protectora y la influencia espiritual de Annenski.

La característica fundamental de la poesía de Ajmatova es su proximidad al lenguaje coloquial. En Blok el léxico es también corriente, de la vida, sin construcciones intencionales, pero en su poesía la base, de todos modos, es la lírica, con una sintaxis apropiada. Asimismo la lengua de Bieli no se sale de la espontaneidad del lenguaje coloquial, pero no utiliza la cadencia de la conversación. Annenski se caracteriza en absoluto por el lenguaje hablado, pero no lo sostiene en los límites de todo el poema, sino que sólo en algunas estrofas. En Ajmatova predomina el coloquio, vivo, corto y en cierto modo una frase coloquial enérgica.

Como todos los Akmeistas, Ajmatova al contrario de los simbolistas tiende hacia el equilibrio de todos los elementos de la palabra, tanto emocionales, como materiales. Para Balmont es importante sólo el matiz emocional de la cosa, sobrecarga con detalles de asuntos de diferentes paisajes, con el fin de provocar una impresión emocional. Juntarlos en un solo cuadro del mundo es imposible, pero tampoco necesario. En Ajmatova se da un cuadro concreto-figurado completamente acabado, sin incoherencias visuales. En este equilibrio total de los momentos emocionales y visuales de la palabra en los Akmeistas se veía su proximidad a los realistas.

El léxico de Ajmatova se caracteriza por la unión de dos estilos. Pero aclarémosnos de qué estilos hablamos y sólo entonces entenderemos el principio de la unión. La altura del estilo: reside en su emotividad, en un elevado lirismo; el estilo bajo en la representación de minucias de la vida. En Ajmatova la profundidad íntimo-lírica se une con las minucias de la vida, pero todo se mueve en el mismo plano.

Desde el punto de vista léxico la poesía de Ajmatova es pobre. V. V. Vinogradov estableció en su poesía apenas tres nidos semánticos: el amor, la canción y la plegaria. Con este procedimiento apenas si se puede analizar el léxico, es demasiado simplificado. No obstante él ha observado correctamente una cosa: la extrema pobreza léxica de Ajmatova. En Pushkin en cada poema las palabras son nuevas. En Ajmatova en cada poema son las mismas viejas palabras y algunas palabras nuevas o menos algunas palabras nuevas.

La composición sonora en la poesía de Ajmatova es bastante perfecta, pero no se destaca. La aspiración de privar la palabra de toda sonoridad obsesiva es una característica de todos los Akmeistas, también en esto se acercan a los clásicos.

En la base del ritmo de la poesía de Ajmatova reposa en la entonación coloquial. Aquí hay muchos aspectos, exclamaciones, picas femeninas. La entonación no tiende a ser única, es válida sólo en este contexto individual. No es brusca, por esto con frecuencia podemos trasmitirla en el ritmo de una canción. La canción exige el equilibrio de dos momentos: el de la entonación musical y el del sentido. En los poemas de Ajmatova a pesar de su búsqueda vital la entonación está en sordina: de lejos sus poemas suenan como una tonada. En todos los Akmeistas, como consecuencia de su impulso hacia el primitivismo, los versos se acercan al canto. Gumilev reprodujo una canción exótica; Kuzmín, una canción semi-kabatska y semi-culta según el tipo europeo occidental, de esta manera acercó sus poemas a la canción y los transpuso a la música; en Ajmatova sus poemas se acercan a la canción popular. Por eso su estilo se puede definir como la unión del lenguaje coloquial y primitivo-popular.

En lo que concierne a las relaciones de Ajmatova respecto a la materia (contenido), continúa la manera de Annenski, pero de manera atenuada. En Ajmatova la materia es viva, cada cosa vive su propia vida, pero la heroína también existe. El paisaje viviente, principalmente el de un cuarto, se harmoniza con los sentimientos de la heroína. En oposición a los simbolistas en quien la cosa siempre simboliza un momento del ser, en Ajmatova cada cosa se nombra a sí misma, su particularidad.

Sobre el género en la poesía de Ajmatova se puede decir que es muy simplificado. Fundamentalmente encontramos una pequeña piecita lírica, construida al rededor de una imagen. Ella no se somete a ninguna diferenciación, resulta imposible inventarle una denominación. Es necesario señalar que la pobreza genérica no caracteriza a todos los Akmeistas, sino solamente a Ajmatova.

El tema fundamental de Ajmatova es el amor desapercibido. Pero el asunto de principio sobre la inaccesibilidad del amor tal cual aparece en los poetas de la época del Renacimiento, en los románticos alemanes, en Blok, el tema de la mutua dignidad no aparece en su poesía. En Ajmatova el amor desapercibido se mueve totalmente en el plano de la realidad. Ella parte de una situación narrativa (fábula) provocada por el amor desapercibido, no obstante no existe en su poesía una argumentación de este hecho. Para Ajmatova todo reside en la selección de los sentimientos vividos correspondientes, los cuales son elaborados líricamente con profundidad. La fidelidad al objeto amoroso, su unicidad tampoco se encuentran en la poesía de Ajmatova. Probablemente en cada poema se trata de nuevas personas. A la gama de sentimientos causados por el amor desapercibido, aparecen el motivo de la separación, el motivo del amor desapercibido en el matrimonio.

Pero todos estos motivos enlazan una misma característica, para ella no son importantes los fundamentos éticos del amor, sino que la suma factual de las impresiones vividas, que están ligadas al giro actual del asunto, la presencia de sentimientos con sus minúsculos matices. Algunos críticos ven en todo esto una carencia de la poesía de Ajmatova, consideran que en ella se revela la profunda concreción del hecho amoroso. Por supuesto todo esto no es una cualidad, ni un defecto, sino que simplemente una particularidad. Pero gracias a esta particularidad Ajmatova logró introducir en el tema del amor características particulares: la cotidianidad amorosa, el lado concreto y real de los sentimientos amorosos.

Existe en la poesía de Ajmatova también el motivo de la patria, de Rusia, asimismo los motivos religiosos. En este sentido ella prolonga la tradición de las poetizas rusas, de Pavlova, de Mirra Lojvitskaya, de Guippius. Pero estos temas no se dan en su poesía de manera pura, sino que con cierta mezcla de erotismo. Es necesario decir que cuando dividimos la poesía de Ajmatova en temas separados, se trata de una división abstracta. De hecho en cada uno de sus poemas los temas se entrelazan.