Un diluvio de imágenes
Esta vez se trata de escribir leyendo un libro de Osvaldo Hernández, joven poeta de mi tierra, El Salvador. Sus hallazgos poéticos me desconciertan, quiero decir que me sorprenden, pues su fuerza y su gracia es devolverle a las imágenes el candor de lo recién nacido. Sus frases son llanas, no retuercen la sintaxis, su vocabulario no abandona el terreno que ha elegido: el coloquio y el habla familiar. Pocas son en su poemario las oraciones que se extienden, ninguna lo hace interminablemente. Por lo general son escuetas, muy parcas, concisas. Pero al mismo tiempo lo que más me llenó de regocijo al recorrer su "Parqueo para sombrillas", lo que de manera más golosa disfruté, fue precisamente cuando en un juego de "descomposición" desbarata las frases hechas o los "significados hechos" y magistralmente les da vuelta para que caigan de nuevo de pie, ataviados de inéditas connotaciones. Voy a dar algunos ejemplos de lo que acabo de afirmar.
"y es que la piedra en el zapato
el corazón de piedra
esta tu ausencia de dura piedra"
el corazón de piedra
esta tu ausencia de dura piedra"
Este giro tan usual, tantas veces repetido para designar una molestia persistente y agobiadoramente presente, toma visos novedosos por la acumulación de significados tan corrientes, como ese "corazón de piedra" que maltrata y la realmente palpable y dolorosa ausencia. La piedra en el zapato nos duele ahora con otra intensidad y en otra dimensión.
Tiene en su "Poema de amor esgrimista" un verso de una sencillez y que denota una escena tan cotidiana que su poetización parece imposible. Hablo del café del desayuno, pero ese café en Osvaldo Hernández se transforma en un recinto amoroso:
"Amo el paisaje de las servilletas
tus ojos que me calientan desde el café más temprano"
tus ojos que me calientan desde el café más temprano"
Estas servilletas me traen a la memoria otro verso, el de un poema de García Lorca, "Oda al Rey de Harlem" de "Poeta en Nueva York":
"y para que nadie dude de la infinita belleza
de los plumeros, los ralladores, los cobres y las cacerolas de las cocinas".
Es el ambiente —mucho más que el ritmo y las palabras— lo que en mi mente se ha cruzado. No hablo de influencia, nunca hablo de esas cosas. La fuerza evocadora de un verso se realiza precisamente porque despierta en nosotros las sensaciones creadas por otros textos.
A Osvaldo Hernández le gusta jugar con las palabras y con nuestras lecturas.
Recordamos todos el título tal vez más famoso de César Vallejo "¡España! ¡Aparta de mí este cáliz!" La referencia evangélica es por lo menos evidente. La referencias bíblicas no faltan en el poemario de Osvaldo Hernández. El título del poema ya anuncia el juego, "El nombre de los nombres", pues el primer verso obligatoriamente nos lleva a Vallejo y a través de Vallejo o directamente, al Gólgota:
"No apartes de mí este cáliz
que me va la vida en ello
que sea tu saliva en mis heridas veneno de mis venenos
que no quede vena sobre vena
después de este afán de incendios
que tu cuerpo no es tu cuerpo sino espiga crepitando
entre las llamas de mi lengua
azufre lamiendo arcángeles y balas".
que me va la vida en ello
que sea tu saliva en mis heridas veneno de mis venenos
que no quede vena sobre vena
después de este afán de incendios
que tu cuerpo no es tu cuerpo sino espiga crepitando
entre las llamas de mi lengua
azufre lamiendo arcángeles y balas".
Incluso la gran profecía de Jesús el Nazareno es transformada y recogida en este poema. Recuerden lo que Cristo dice en las gradas del Templo en aquel domingo de su triunfal entrada en Jerusalén: "No quedará piedra sobre piedra". ¿Y qué nos dice Osvaldo Hernández?
"que no quede vena sobre vena"
¡Qué sacramental y purificador es el acto de amor descrito en estos versos! El cuerpo de la amada es templo que se purifica en el fuego, como expiatoria espiga en el supremo sacrificio de la amorosa crucifixión de entrelazados brazos.
No debo insistir que todas estas imágenes son labradas con palabras de todos los días, con sencillos cinceles del habla cotidiana. Pero la subversión semántica y las profundas evocaciones de los Testamentos bíblicos las rescatan de los trillados caminos y nos entrega esas mismas palabras, engalanadas de nuevos matices.
"Habríamos podido esperar otro diluvio
sin sombrero y sin arca
pero el cielo retumbaba
sin siquiera arrancarnos el temblor de nuestro abrazo"
Hasta el patriarca Noé, tan antiguo, se renueva en los versos de Osvaldo Hernández. Algunas veces las referencias vienen menos escondidas. No obstante el procedimiento cumple su cometido y nos deleita sorprendiéndonos.
"No entendés esta lengua con que cuento la vida
pero sos la lengua y la vida
el canasto y el pan y los peces
que nos multiplican".
pero sos la lengua y la vida
el canasto y el pan y los peces
que nos multiplican".
Evidentemente la referencia es la vida en la ciudad, la evocación el sermón de la montaña y el milagro de la multiplicación. Pero no se trata solamente de imágenes bíblicas, las he sacado de entre muchas otras, para ejemplificar un procedimiento y los logros de nuestro poeta. Les voy a dar una joya y espero que la degusten con la misma gula con que lo he hecho yo. Se trata de los últimos versos del poema ya citado arriba, "Poema del amor esgrimista":
"amo la vertical complicidad de la pared
que nos concede
ser
alfiler
y mariposa".
que nos concede
ser
alfiler
y mariposa".
Quién sabe por qué asocio estos cortos versos con el cielo raso y las sombras del poema de Boris Pasternak que he traducido y presentado en este "cuaderno" de cosas tan pasajeras. Tal vez porque ambos poetas nos llevan a la intimidad de un estrecho recinto, un cuarto. Voy a terminar con mis ejemplos citando unos versos, en los que tal vez sin darse cuenta, nuestro poeta enlaza a dos mujeres claves dentro de la cultura judeo-cristiana: una, la primera, es del antiguo testamento, la otra, del nuevo, la virgen María. Las alusiones son leves, apenas una suave pincelada:
"y fue hasta entonces
que entendimos
el invierno
las hormigas
la necesidad del llanto
el color de nuestras huellas
la raíz del verbo
y nuestra desnudez bajo el árbol
de la fruta no prohibida
no negada
redimida
sin pecado concebida
la palabra....
La poesía"
que entendimos
el invierno
las hormigas
la necesidad del llanto
el color de nuestras huellas
la raíz del verbo
y nuestra desnudez bajo el árbol
de la fruta no prohibida
no negada
redimida
sin pecado concebida
la palabra....
La poesía"
Espero que este ramillete de ejemplos haya despertado el interés que merece nuestro poeta salvadoreño. Creo que su calidad ha quedado demostrada, no por mis comentarios, sino que por la belleza y el candor de sus palabras.
1. Parqueo para sombrillas, Osvaldo Hernández, DPI, San Salvador, 2004, colección nuevapalabra.
Felicidades a mi hermano OSVALDO HERNANDEZ por su publicación "PARQUEO PARA SOMBRILLAS" un excelente trabajo......
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