En estos días aparecieron en el diario El Mundo tres artículos de Rafael Menjívar Ochoa sobre las circunstancias del asesinato de Mélida Anaya Montes (comandante Ana María) y del suicidio de Salvador Cayetano Carpio (comandante Marcial). En las líneas que siguen voy a hacer algunas acotaciones al relato que nos ofrece Menjívar Ochoa.
Dos veces abordé el tema con Rafael, la primera en los Planes de Renderos, la segunda en París, en una terraza de café. En los Planes, le hablé lo inverosímil que me parecía la versión del suicidio. Carpio, tal cual lo conocí y dadas sus convicciones, no contemplaba el suicidio como una forma de salir de la vida. Siempre sospeché un asesinato. No obstante Rafael me refirió los detalles de sus días sin dormir y me habló que tenía también el testimonio de la esposa de Carpio, Tula Alvarenga. A pesar de todo esta versión no termina de convencerme, pero no tengo tampoco nada que pueda sustentar mis sospechas y debo aceptar la versión que nos brinda Rafael. Lo que a mí siempre me llamó la atención fue la machacona insistencia de los comunicados del FMLN y de las FPL en la presencia en el lugar de los hechos de Tula Alvarenga. No obstante incluso en la versión que nos da Rafael, la esposa no es un testigo ocular del suicidio, según dice ella salió a ver a su nieta. Lo que me sorprende es que según cuenta Rafael el calibre del arma que usó Carpio debe producir un estruendo tal que toda la casa debe inundarse y nadie puede normalmente dejar de oírlo.Tula Alvarenga afirma que no oyó nada. Ese detalle sigue aún dándome vueltas en la cabeza. ¿Es posible? ¿No es la manera de decir lo contrario de lo que se cuenta? Además su “primera reacción fue gritar “Lo mataron, lo mataron. ¿Por qué lo mataron? ¿Por qué?
Porque a Salvador nunca le conocí actitudes así, ideas suicidas. El no era así. Yo creí que lo habían matado”.
En París cuando un amigo periodista, Pierre Benoît, me llamó para anunciarme el suicidio de Carpio, no creí la versión. En ese momento pensé sucesivamente en dos cosas, las irreparables pérdidas que acabábamos de sufrir en tan poco tiempo, me dije entonces ahora ya son posibles todos los compromisos, no se ganará la guerra. La otra cosa fue la increíble ingenuidad de Carpio de caer en la trampa que le habían tendido.
Hago aquí un paréntesis. Durante la guerra, la representación del FMLN en París, de manera tácita me encargaron durante algún tiempo el “seguimiento” del diario comunista francés l’Humanité. Esto sucedió por razones prácticas, pues desde los años setenta mantuve relaciones de amistad con el encargado en el Comité Central de América Latina, George Fournial. Lo visitaba por lo menos una vez al mes, en algunos períodos las visitas fueron semanales. Fue Fournial quien me pidió un artículo para l’Humanité-Dimanche para que contara de manera general y sencilla la historia del país y la situación actual. Según me dijo ese iba a ser el primer artículo sobre El Salvador que aparecería en el semanal. Fue George Fournial quien me presentó a José Fort que era el periodista que se encargaba de los asuntos latinoamericanos en l’Humanité. Mis relaciones con José Fort se acercaron mucho a la amistad. De todos modos casi siempre que le pedí publicar un artículo comentando algún tema que nos interesaba en ese momento, pues José Fort accedió a ello. Algunas veces, no obstante tuve que insistir y a veces no lo obtuve.
Pues una de esas veces en que José Fort no quiso rotundamente acceder a mi pedido fue en los momentos del asesinato de la comandante Ana María. Esta vez tanto Roberto Armijo, como Olga Baires, me insistieron en hacer todo lo posible porque l’Humanité publicara los comunicados del FMLN sobre su muerte y se le dedicara un espacio para rendirle un homenaje. Me encaminé pues hacia los Grands Boulevards, hacia el famoso Faubourg Poissonière donde estaba los locales del diario fundado por Jean Jaurès. Cuando José Fort me vio llegar a su oficina puso una cara muy hermética. De inmediato supe que no iba a publicar nada más de las diez líneas que habían salido la víspera. Sobre su mesa siempre habían rimeros de cables de prensa, revistas y los diarios del día. Vi que una de las pilas de cables era sobre el asesinato de la comandante Ana María.
Le expuse a lo que venía. José Fort se sonrió y me dijo, no te siento muy convincente, tampoco crees que fue la CIA. Ese tampoco (toi, non plus) me sorprendió. Traté de sonreir a mi vez con una sonrisa de asiático. No me resultó el truco. Me lanzó así a boca de jarro “la CIA no tiene nada que ver en eso, tal vez se nos vengan encima otros asesinatos, han empezado a arreglar cuentas antes de tiempo o tal vez se trata de algo peor, algo en que ustedes los salvadoreños son los que menos cuentan...” Lo que reproduzco aquí son mis recuerdos, las palabras tal vez no sean las exactamente pronunciadas, pero sí contienen el sentido que les dio. Era la primera vez que José Fort me hablaba así, casi siempre me interrogaba tratando de obtener de mí alguna información que yo pudiera ocultarle. Después de lo que acababa de oír no valía la pena insistir. Lo hice no obstante, insistí sin mucha convicción, por cuestiones de consciencia. Luego me dijo, “voy a consultar con George”. Se trataba de George Fournial. En realidad lo que me estaba sugiriendo era que fuera a hablar con él, pues José ya lo había hecho. Fournial me recibió la víspera de la muerte de Carpio.
Recuerdo las bocanadas de humo, Fournial fumaba pipa. Era un hombre muy alto, imponente. El anduvo por nuestras tierras como enviado por el Komintern, en aquella lejana época su oficina quedaba en México, fue en los años treinta. Fournial nunca dejó de recibirme y a veces era él quien me “convocaba”. Le expuse a lo que venía. Como de costumbre, guardó un largo silencio, fijándome con sus ojos gris-azules. Repito que esa entrevista fue la víspera de la muerte de Carpio. Fournial hablaba un espeñol casi perfecto, tenía un ligero acento, tal vez en otro tiempo lo hablara mejor.
George Fournial me dijo que la muerte de Ana María lo había sorprendido, que también lo había sorprendido el salvajismo que usaron los asesinos. Algo le sugería que los criminales habían sufrido un condicionamiento, una terrible manipulación. Me afirmó tajante que nunca creyó en que el crimen fuera made in CIA. Estoy haciendo aquí este relato por primera vez y siento cierto escrúpulo, pues Fournial no puede ya ni corregirme, ni contradecirme. Me dijo que le pareció sospechoso que tanto los sandinistas, como los del FMLN coincidieran tan rápido en dar la misma versión y que ambos sin mayor prueba, sin más, muy infantilmente acusaran a la CIA. Aquí ha pasado algo que va mucho más allá, que tiene más peso que tu país. En esto ustedes son apenas un peón. Es así como veo esto. Y luego guardó de nuevo un pesado silencio. Luego cuando vio que iba a interrogarlo, me agregó no puedo decirte más, de todos modos ya te he dicho demasiado.
Como ustedes pueden imaginarse, sus palabras cundieron en mí, provocando largas meditaciones. Al día siguiente, cuando Pierre Benoît me llamó y me anunció el deceso de Marcial, sentí profunda tristeza, pero de inmediato pensé en que Carpio se había dejado atrapar muy ingenuamente. Y se lo dije de manera cruda a Pierre Benoît. El se mostró casi indignado, pues siempre supo que personalmente respetaba mucho a Marcial. Aunque no compartía la veneración que le prodigaban al interior de las FPL.
La segunda vez que hablé con Rafael Menjívar de este asunto, en la terraza de un café, le confié mis sospechas, mi casi convicción de que los cubanos y los sandinistas tuvieron un papel oscuro en todo lo sucedido. No tengo ninguna prueba. Y es por lo mismo que insisto que se trata de sospechas, de una casi convicción, pero no de una certitud. Lo repito para que los que me lean lo tengan en mente. He supuesto y es lo que le dije a Rafael que tanto los cubanos, como los sandinistas cayeron en una trampa finamente tramada para hacerlos creer que si ellos lograban rápidamente el cese de la guerra en El Salvador, los Estados Unidos aflojarían un poco el bloqueo respecto a Cuba y que abandonarían la ayuda a los “contra”.
Rafael Menjívar me dejó pensar entonces que compartía mis sospechas, aunque no abundó en el tema. En todo caso todas las reuniones que nos relata que mantuvo Salvador Cayetano Carpio (Marcial), no aclaran nada sobre su participación o no en la muerte de Ana María. Pero los que persisten en acusarlo, tienen que presentar pruebas, argumentar de manera consistente, la simple afirmación de su parte no tiene ningún valor. Pues ninguna prueba convincente se produjo durante el proceso que tuvo lugar en Nicaragua. El juez falló y absolvió a Salvador Cayetano Carpio de toda participación en el crimen de Ana María.
De todo modo, hay cosas que no se van a arreglar por los políticos, ni siguiendo intereses políticos. Esto es ya para los historiadores. Debemos despojarlo de obtusas posturas partidarias. La historia reciente, es cierto, sigue determinándonos y cómo se interprete los hechos de entonces tiene repercusiones actuales. Es por eso que todavía la pasión nos domina. Y esta pasión se recrudece pues vivimos momentos de lucha ideológica, vivimos momentos en que por primera vez se entreve la posibilidad de un triunfo electoral del FMLN. Esto impone a muchos que se preocupen más por la imagen, los aspectos de propaganda, de publicidad. No obstante hay hechos en los que debe contar sobre todo la busca de la verdad.