Prosigo en esta nueva entrega con los otros tres puntos del análisis que
hace Lucien Sève de la “alienación” en los Manuscritos de 1844 del joven Marx.
En el tercer punto aborda la relación entre la propiedad privada y la
alienación. Hay que entender que se trata aquí de la propiedad privada de los
medios de producción y de cambio, precisión que omite el joven Marx.
El filósofo francés nos dice que la manera de tratar esta relación —propiedad
privada/alienación— tal vez sea el aspecto más espeluznante (“médusant”) de
estos Manuscritos. El autor nos dice que el pasaje vale la pena citarlo: “La propiedad
privada resulta por consecuencia del análisis del concepto del trabajo enajenado”
(“Das Privateigentum ergibt sich also durch Analyse aus dem Begriff der entäußerten
Arbeit”). Previniendo la reacción
estupefacta de sus lectores, Marx agrega: “Partiendo de la Economía Política
hemos llegado, ciertamente, al concepto del trabajo enajenado (de la vida
enajenada) como resultado del movimiento de la propiedad privada. Pero
el análisis de este concepto muestra que aunque la propiedad privada aparece
como fundamento, como causa del trabajo enajenado, es más bien una consecuencia
del mismo, del mismo modo que los dioses no son originariamente la
causa, sino el efecto de la confusión del entendimiento humano”.
El joven Marx califica este extraordinario vuelco como un “misterio”. Es la
manera en que se cumple, se ejecuta el acto productivo individual que engendra
la masiva realidad histórico-social que es la apropiación capitalista. Nos
encontramos en un mundo al revés y con una posición muy por debajo del
materialismo histórico. Pero Marx insiste: “el trabajo alienado es la causa
inmediata de la propiedad privada”. No obstante persiste un enigma: “¿cómo
llega el hombre a enajenar, a extrañar su trabajo? ¿Cómo se fundamenta
este extrañamiento en la esencia de la evolución humana?” La respuesta al
parecer se contiene en la pregunta: es “el hombre” precisamente quien “engendra
la dominación que ejerce el que no produce sobre la producción y sobre el
producto”.
El manuscrito se cierra con la promesa de continuar más adelante con el
tema. La exposición de 1844 sobre el trabajo alienado se quedó inconclusa. Al
ver la inconsistencia histórica, nos dice Sève, uno no puede dejar de estar de acuerdo con
Althusser sobre este punto: este
texto se quedó inconcluso, porque era inacabable.
Sève prosigue: “No cabe duda, existe no obstante, se podría aducir, una
intuición penetrante en la idea que la alienación íntima del trabajo asalariado
es irreductible a la simple explotación externa de su producto por el
propietario capitalista, y por consiguiente ella remite a un análisis
explicativo interno de mayor profundidad; cierto, volveremos sobre esto, sin
embargo llevar un análisis profundo exige justamente substituir la gran
abstracción vacía de “el hombre” por el estudio atento de las relaciones
sociales, cuya ausencia recluye irremediablemente a este texto juvenil en la
especulación”.
Ahora bien la especulación no es solamente inoperante, puede volverse
nociva, nos dice Lucien Sève al iniciar el cuarto
punto. Nociva en un tema de suma importancia, la apreciación del trabajo
obrero, de su tenor humano, de su alcance social.
A este respecto el joven Marx nos da una imagen del trabajo absolutamente
oscura. El obrero no solamente está condenado al desenlace que puede conducirlo
hasta morir de hambre, sino que también a una deformidad que alude a la
barbarie, a una servidumbre en la que se pierde toda dignidad y en la que se
siente vuelto un “animal”. El obrero está destinado a padecer la “imbecilidad”
(Blödsinn) y el “cretinismo” (Kretinismus). La actividad productiva no
es otra cosa que un “trabajo forzado”, que salvo una obligación física, “es
huido como la peste”.
Lo que renquea en este cuadro no es tanto lo que dice, sino lo que no dice,
pues las condiciones en las manufacturas y las fábricas de los años 1840 se
semejan realmente a las de un penal. Lo que el joven Marx no ve es el carácter
a pesar de todo gratificador de la actividad productiva, la riqueza de la
experiencia profesional, el orgullo del oficio, el tesoro de la camaradería
entre los obreros; lo que desconoce, en su indicación unilateral del trabajo “huido
como la peste”, es que su pérdida contradictoriamente se vuelve el meollo del
drama del desempleo, cuando la asunción es lo que le confiere su grandeza al
proletario. Esta unilateralidad nos habla más que cualquier otra cosa del fondo
aún burgués del análisis lastimero del trabajo obrero. Esta unilateralidad
delata también la fecha en la que el texto sobre el trabajo alienado fue
escrito: la primavera de 1844. Marx
acaba de llegar a París y todavía no se ha ligado relación con los obreros
parisinos, como tampoco pudo conocer a los obreros alemanes y de los que habla
sin conocerlos realmente.
No obstante Marx aprende rápidamente, unos meses después, en agosto de ese mismo año le escribe a Feuerbach:
“Tendría que asistir a una de las reuniones de los obreros franceses para persuadirse
de la frescura juvenil, de la nobleza que se manifiesta en estos obreros
vapuleados”. Aparece aquí todo lo que faltaba en su análisis primaveral.
En uno de los textos preparatorios de El Capital, el famoso texto que se
conoce como el Grundrisse, polemizando
con Adam Smith sobre la célebre frase bíblica “Te ganarás el pan con el sudor
de tu frente”, clásicamente interpretada como una maldición eterna que pesa
sobre el trabajo, Marx que sabe ahora de qué habla, al contrario afirma que en
este trabajo “forzado del exterior” y
agotador, hay también, contradictoriamente, una preciosa “autoefectuación del
sujeto” y potencialmente incluso una “libertad real” que reclama desplegarse
por el intermedio fundamental de la emancipación
social.
El quinto punto se refiere a la sorprendente actitud
que tiene el joven Marx respecto al aumento de los salarios y a la lucha por
obtenerlo. Porque en estos Manuscritos
de l844 la alienación aparece económicamente no elucidada, históricamente
inexplicada, antropológicamente imputada “al hombre” y unilateralmente exenta
en sí de toda dinámica positiva, no aparece en ésta nada que permita pensar en
su superación liberadora. La descripción del trabajo en el texto no es
solamente oscura, sino que también es oscura su perspectiva histórica, o mejor
dicho, su falta de perspectiva en la que lo sitúa. Es cierto que algo va a
cambiar en el tercer manuscrito,
cuando introduce el tema del “comunismo”, pero no vuelve a situar el trabajo en
este contexto. Como tampoco es cuestionada esa afirmación particularmente
nociva del primer manuscrito, según la cual “Un alza forzada de los salarios,… no
sería, por tanto, más que una mejor remuneración de los esclavos, y
no conquistaría, ni para el trabajador, ni para el trabajo su vocación y su
dignidad humanas”.
En la primavera de 1844, el joven Marx condena pues con
una frase filosófica perentoria la batalla
por el salario, esta verdadera lucha por la vida del mundo del trabajo que
es al mismo tiempo la escuela elemental del combate obrero. Esta frase “revolucionaria”
completa el cuadro de un análisis donde la especulación filosófica y la compasión
social inexperimentada se conjugan para dar un irisado pretexto susceptible de
desembocar, si se acepta como una doctrina práctica, en un callejón sin salida
estratégico.
Veinte años después, enriquecido por una incomparable
experiencia de luchas populares, Marx explica todo lo contrario a un auditorio
de asalariados ingleses: "Si en sus conflictos diarios con el capital (la
clase obrera) cediese cobardemente, se descalificaría inexorablemente para
emprender movimientos de mayor envergadura”, (en “Salario, precio y ganancia”,
informe pronunciado por C. Marx los días 20 y 27 de junio de 1865 en las
sesiones del Consejo General de la Asociación Internacional de los
Trabajadores. Publicado por primera vez en Londres en 1898).
La única y muy breve mención que aparezca en el primer
manuscrito de 1844 de un más allá posible de la alienación del trabajo
concierne “la forma política de la emancipación de los trabajadores”, de la
que el tercer manuscrito dejará ver su insuficiencia. Rotundamente hay
abundancia de motivos para considerar con la mayor vigilancia crítica esta
cautivadora fenomenología del trabajo alienado, como cualquier reutilización
actual.