La política del gobierno Funes/FMLN, la actitud de la dirección frentista y del grupo parlamentario del Frente es cuestionada cada vez más por sus propios simpatizantes. Es decir, para muchos ha sido una verdadera desilusión, una rotunda decepción. Algunos se plantean en serio qué tipo de alternativas políticas puede ahora aparecer en el país. No obstante no se puede centrar la reflexión sólo en las derivas del FMLN. Por supuesto que no se trata tampoco de obviarlas, sino que de intentar situarlas dentro del conjunto de circunstancias nacionales que configuran la situación política, social y económica del país.
Pues es ante esta situación que se impone con urgencia la existencia de un nuevo organismo que reaccione y que actue de manera autónoma. Pero la situación no es nueva, contiene los problemas que siempre hemos tenido. Al mismo tiempo, la situación es nueva, pues la derecha arenera ya no está en el poder central, en el Ejecutivo. Y es nueva justamente por la revelación a toda luz del carácter reformista del FMLN. Se trata de un reformismo socialdemócrata, tímido, sujeto a los caprichos presidenciales y al mismo tiempo supeditado a lo que se supone pueda permitir el gobierno de los Estados Unidos. Nueva también porque todo esto ha llevado a fragilizar la situación de las clases trabajadoras en general y a las más pobres y vulnerables, en particular.
¿De qué manera se han fragilizado las clases trabajadoras? Una es que han perdido la antigua capacidad de revuelta, de alta combatividad que habían manifestado durante décadas. En las dos últimas décadas el partido que se suponía debía de llevar adelante las luchas populares, centró toda su actividad en las elecciones, en tratar de llegar al poder por las elecciones. Como se puede ver, esta estrategia ha resultado victoriosa, pero lo ha sido a medias y solamente para el partido y de ninguna manera para las clases que el FMLN ha pretendido representar. Esta victoria electoral justifica a posteriori la inactividad sindical, la inactividad en las luchas reivindicativas. La reforma a partir de arriba pareciera triunfar. Pero hemos visto que esto no es así, el nuevo gobierno en realidad no ha dado ni un solo paso hacia adelante en la transformación de la sociedad. La alianza con Funes y las capas sociales que pudo aglutinar ha mostrado que la correlación de fuerzas real no se inclinó hacia el pueblo, sino que hacia la derecha. La derecha sigue realmente administrando el país a través del “gobierno del cambio”, los intereses de la oligarquía siguen intactos o fortalecidos. Se puede decir fortalecidos, pues altos dirigentes del FMLN le han asegurado al gran capital que nada tiene que temer de parte de ellos, es más le solicitaban al gran capital que acepte sus servicios.
Las clases trabajadoras se han fragilizado también y sobre todo en que lo que pudo ser una alta conciencia de clase durante la guerra de “liberación nacional”, ha ido poco a poco desapareciendo, debilitándose hasta llegar al estado actual, en la que la ideología de derecha domina casi en toda la sociedad. Los intereses de la oligarquía son considerados como los intereses nacionales, los intereses de la empresa privada son considerados como primordiales para la vida social nacional. Nadie pone en tela de juicio de manera directa la dominación del capital sobre la vida económica del país. He nombrado a la “guerra”, “guerra de liberación nacional” y no simplemente “guerra civil”, este cambio de nomenclatura es ya muy significativo del triunfo ideológico de la burguesía salvadoreña. Son sus ideas las que se han impuesto, es a partir de sus ideas que se ha creado el cuadro interpretativo de la guerra popular, hasta el punto de llamar víctimas de la guerra, a las víctimas de la represión de los escuadrones de la muerte, de los órganos represivos, muchas de las víctimas son incluso anteriores al periodo propiamente de guerra.
El FMLN dejó de lado las luchas
Pues una de las grandes derrotas que ha sufrido el movimiento popular es que “su partido” no pudo o no quiso enfrentar ideológicamente a la derecha nacional, como internacional. El descalabro del “socialismo real” de los países del Este tuvo mucho que ver en este abandono. La realidad es que todo este abandono llevó al FMLN a posiciones cada vez más frágiles, cada vez de mayor entrega a la ideología reinante. La derecha tuvo la inteligencia de seguir acusando empecinadamente al FMLN de ser “comunista”, “extremista”, “ortodoxo”, de querer imponer el socialismo del Siglo XXI, etc. Pero la derecha no ignoraba la realidad de las posiciones del Frente, se daba cuenta perfectamente de la inactividad política y de su manera de practicar el parlamentarismo. Era una oposición de palabra, sin movilizaciones de envergadura capaces de imponer medidas por la fuerza del combate, desde las calles.
El FMLN dejó de lado toda labor organizativa de la lucha reivindicativa e incluso se puede afirmar que abandonó toda actividad organizativa a secas. Con todo este recuento no me estoy contradiciendo, no lo hago para centrar la reflexión sobre la actividad o inactividad del FMLN, sino para mostrar la inmensa fragilidad de las clases trabajadoras ante las fuerzas del capital. Esto desde el punto central de una pérdida profunda de la conciencia de clase, de una desorganización frente a la burguesía que está organizada en asociaciones de clase como la ANEP, Fusades, la Cámara de Comercio y otras organizaciones. La dominación ideológica de la oligarquía ha reducido al mínimo los temas de importancia nacional.
La situación política se complica aún más, pues la violencia delictiva aparece como el principal problema social. Sin negar la suma importancia de este problema, cuya fuente reside justamente en las precarias condiciones de las clases sociales pobres de nuestro país, estas mismas condiciones precarias han pasado a ocupar un lugar subalterno en la preocupación de los salvadoreños. La violencia de las maras ha servido a la oligarquía para acallar las reivindicaciones y lo que es el colmo, para justificar la exportación de sus capitales. No es este el momento para hacer un análisis de este fenómeno social que tanto golpea a las clases trabajadores, que son los principales blancos de las asaltos, robos, extorciones y sobre todo de los asesinatos. Este fenómeno ha sido tratado exclusivamente por la represión, nada se ha hecho desde el el campo preventivo y social. Tampoco en esto las fuerzas de izquierda, el FMLN han podido imponer dentro de la sociedad otra visión distinta de la que proviene de las clases dominantes, ellos hablan de guerra, de represión, de violencia contra violencia. A tal punto que con la llegada de Munguía Payés al Ministerio del Interior las soluciones propuestas llegan a extremos muy preocupantes, adquiriendo tintes de un facismo desenmascarado: el general ha pedido simple y sencillamente la impunidad para los soldados y policías que asesinen a un criminal en la ejecución de sus funciones. Esto simplemente es una amnistía anticipada, pero lo que es peor es la reintroducción de la pena de muerte, pero de manera sumaria, sin juicio previo. La justicia desaparece, los derechos humanos son completamente pisoteados. Se trata de una medida facista y esta medida la propone un ministro del “gobierno del cambio” de Funes.
Consenso al rededor de la violencia de Estado
Es necesario subrayar que la mayoría de la población acepta estas medidas represivas, son las únicas que se discuten y son las que mayor consenso han adquirido. Las urgentes medidas sociales no aparecen sino que de manera marginal y por lo general como una simple retórica hueca. En este tema podemos ver los estragos en la mentalidad que ha hecho el poder. Pues la gran mayoría de la población se ha sometido a esta ideología de la violencia de Estado, sin ver que las unidades militarizadas de la PNC son prioritariamente usadas en actos de represión y de intimidación de los trabajadores. Funes emprendió una campaña abierta y descarada de rehabilitación del Ejército, esto lo hizo amparándose detrás del fenómeno delincuencial y ahora llevando más adelante esta rehabilitación, hemos visto el Ejército en las calles, en las fronteras y en las calles, ahora llega al Ministerio del Interior con proposiciones altamente represivas y peligrosas, que pueden perfectamente ser aplicadas contra los trabajadores. Pero esto último tiene otro aspecto que no podemos dejar de lado.
Este otro aspecto es la entrega de nuestras instituciones de justicia y de policía a “expertos” estadounidenses, dentro de un plan continental de dominación imperialista. Desde antes de la llegada de Funes a la presidencia, el poder imperialista tenía ya una base militar y había instalado una escuela de adoctrinamiento para militares, policias, fiscales y jueces, la ILEA. Todos recuerdan la fingida oposición del FMLN a estas dos instalaciones imperialistas. Pero en el viraje ideológico que viene practicando el FMLN hacia la derecha, no solamente ha aceptado estas instituciones, sino que en miras de ganarse la complacencia del gobierno de los Estados Unidos no sólo cambiaron su hostilidad, sino que se allegaron a la Embajada y nombraron al actual canciller Hugo Martínez como su contacto privilegiado ante la representación diplomática. Este entreguismo se ha profundizado con la llegada de Funes al poder. Porque no se trata solamente de las declaraciones de volver a los Estados Unidos el principal aliado de su gobierno, sino que se ha ido preparando el terreno para que el pueblo lo acepte como una evidencia, por no decir como una fatal consecuencia de nuestra situación.
En este camino de entreguismo de nuestro país a la dominación imperialista hemos visto la firma de una “Asociación” sobre los problemas de seguridad y problemas económicos. Es para poner en concordancia total con este Convenio que Funes destituyó y va a seguir distituyendo a funcionarios que pertenecen al FMLN. Porque hay que subrayarlo: los esfuerzos del FMLN por ser admitido por el gran capital y por el imperialismo no han obtenido los “triunfos” que esperaban: persisten la desconfianza y las sospechas. Al gran capital salvadoreño y al imperialismo no le bastan los abandonos ya hechos por el FMLN, le exigen mayor entrega a sus intereses. Agrego que este Asocio nos vuelve un conejillo de Indias mundial, este experimento de dominación se aplicará en un principio en cuatro países.
La situación que acabo de describir a grandes trazos es preocupante y puede parecer hasta cierto punto alarmante, muchos la pueden considerar como desesperanzadora. No voy a negar que la desesperanza pueda aparecer en los ánimos de muchos salvadoreños. Al mismo tiempo es necesario afirmar que la esperanza persiste. Esta se expresa contradictoriamente en el apoyo popular que aún tiene el FMLN, en la misma actitud de muchos de incriminar como responsables de esta situación a la camarilla dirigente del Frente. Los ataques son centrados contra la cúpula, que se persibe como un grupo que ha usurpado al partido. No voy a entrar a discutir esta percepción.
Sentimientos de izquierda
Pero si es necesario saber que los que tienen ideas y sentimientos de izquierda siguen determinándose respecto al FMLN. Creo que este aspecto es necesario tenerlo en mente y tomarlo en cuenta. Tomarlo en cuenta porque es parte de la realidad y justamente es una parte muy negativa de la realidad. Porque es la concretización de la falta de perspectivas políticas que tienen los trabajadores. El aglutinamiento en torno del FMLN no se da tras una firme y elaborada toma de conciencia, sino como una inercia, como resultado de un “no hay otra cosa”, “es esto lo que tenemos”.
Pero hay otro aspecto que es necesario también mencionarlo y analizarlo. Toda esta población que sigue vinculada emocionalmente con el FMLN, en gran parte lo hace por un total rechazo de la derecha, por una fidelidad con las luchas del pasado. En la mente de esta gente el FMLN sigue aún encarnando ese pasado. Este es un punto que poco a poco se va desmoronando, pero esta impresión, esta idea no va a desaparecer por sí sola.
Pero la gente también se da cuenta que las luchas esporádicas que aparecen no son apoyadas por el partido efemelenista. En algunas ocasiones incluso hacen pública su desvinculación, incluso su oposición a la lucha emprendida. La gente no deja de percibir que este partido no ha tomado la iniciativa en ninguna lucha reivindicativa de los últimos años.
Una de las tareas para un futuro movimiento que pueda surgir en el país, es justamente poner el dedo en esta verdad. Por un lado alentar, animar y fomentar las luchas reivindicativas y por otro mostrar la ausencia de los efemelenistas en ellas y su falta de solidaridad. Incluso algunas veces será necesario denunciar la oposición del FMLN a las luchas populares, a las reivindicaciones.
Recrear la conciencia de clase
Estos dos aspectos son inseparables. Las luchas en sí van dirigidas contra el sistema, contra el poder, contra la opresión, en demandas de mejores condiciones de vida, por la satisfacción de las urgentes necesidades de la población. Se trata pues de combatir el sistema de explotación, este régimen de deshunamización en el que vivimos. Toda lucha tiene que ser aclarada desde este punto de vista. Esta parte ideológica no se puede desatender, ni desdeñar. Pues es una de las condiciones imprescindibles para elevar el nivel de conciencia de los trabajadores. Es el que puede ayudarnos a recuperar el alto nivel de conciencia de clase que tuvieron los trabajadores en otras épocas de auge en las luchas. Es también lo que puede devolverle la combatividad a los trabajadores.
El otro aspecto que tampoco se puede tratar con negligencia es denunciar todo lo que se oponga a las luchas populares, todo que venga a desprestigiar la lucha para no “alarmar a la gente”, para no darle a la “derecha” argumentos en contra de la “izquierda”. Porque los efemelenistas siempre andan angustiados por lo que la derecha podrá decir de las luchas, en qué eso los va a desfavorecer en sus objetivos electorales. Porque ellos están convencidos que ahora todo tiene que pasar por las elecciones y solamente por las elecciones. La transformación social para ellos depende de su peso electoral. La cúpula, pero no solamente ella, piensa que el ritmo de las transformaciones las tiene que determinar el número de diputados, el contenido de las transformaciones las determina el partido.
Es por eso que es necesario justamente centrar nuestra preocupación en la toma de conciencia de los trabajadores y para ello también es necesario ir introduciendo en la práctica organizativa y de luchas nuevos modos de funcionamiento. El verticalismo ya ha demostrado sus límites. La historia está llena de ejemplos de como el verticalismo ha llevado a derrotas e incluso ha originado dictaduras que nada tenían que ver con el proletariado, al contrario eran dirigidas en su contra. Es por ello la necesidad de comenzar a experimentar el horizontalismo y la participación activa de todos. El verticalismo a confiscado la voz del conjunto, la única voz que se escucha es la de la cúspide, la base tiene que obedecer, no debe pensar.
La práctica verticalista ha creado la convicción profunda de los dirigentes en su propia e ilimitada capacidad de interpretar la realidad, los dirigentes piensan que sólo ellos son capaces de determinar las necesidades de los trabajadores, que ellos son los únicos en saber qué se puede o no se puede hacer en tal o cual momento. Pero esto no depende de la personalidad de los dirigentes, no es un problema psicológico, es el modo de funcionamiento que produce este tipo de distorciones, es lo que conduce a la sacralización de los dirigentes, que por último cuando los militantes y la cúpula dicen “el partido ha decidido”, se trata única y exclusivamente del dirigente de mayor peso, el más venerado.
Pero salir de este tipo de prácticas es valorar el aporte de cada uno, por mínimo que pueda ser en el inicio, pero se trata justamente de aprender a reflexionar con su propia cabeza, se trata que todos debemos dar nuestra opinión, se trata de deliberar, todos debemos de particpar en la toma de decisiones. Este modo de funcionamiento es mucho más complicado que el verticalismo, pues aquí, en el nuevo modo de funcionar, lo que cuenta es el argumento, no la directiva, lo que va a llevar a la acción es la convicción, no la obediencia.