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28 enero 2012

Falleció Aquiles Montoya


Hoy, 27 de enero, a eso de las once falleció Aquiles Montoya. Una crisis cardiorrespiratoria fue la causa de su muerte. Le manifiesto a Julia Evelin Martínez, su compañera, mi sentido pésame, como a toda su familia.

No voy a referirme al catedrático, ni al poeta que fue. Todos saben de sus compromisos académicos, como políticos.

Aquiles fue mi amigo. Fue un amigo en mi juventud, lo conocí en el aeropuerto de Cheremetievo, en Moscú. Había ido a recibir a los compatriotas que llegaban para hacer sus estudios en la Universidad “Patricio Lumumba”. Eso fue a finales de agosto de 1964.

Hoy tratando de imaginármelo tal cual era entonces, me vino a la memoria que conservo una foto de grupo en la que aparece, en las márgenes del Mar Negro. De esa época no tengo muchos fotos, algunas de mis hijas y dos o tres más. Pero de repente fluyó a mi memoria el recuerdo de unas fotos en las que ese mismo grupo de salvadoreños que llegaron aquel año a Moscú, fueron a remar en Xochimilco en México, D. F. Los veo jóvenes, a Ludmila, a América, a Mirian y a Aquiles. Hay en las fotos otros compañeros cuyos nombres se me escapan ahora.

Lo recuerdo ahora flaco, con el cuaderno en la mano, en el que escribía sus poemas. Los poetas jóvenes necesitan de auditorio, no importa que sea una sola persona. Así que pasamos tardes y noches enteras leyéndonos nuestros poemas de amor a secas y de amor patriótico.

César Vallejo fue uno de nuestros poetas preferidos, aprendíamos de memoria sus poemas, tan humanos. Miguel Hernández, Federico García Lorca, Antonio Machado, León Felipe y otros tantos poetas españoles que se fueron de España, exilados, se turnaban en nuestras vigilias.

Luego no recuerdo ahora las razones exactas, Aquiles se fue de Moscú sin terminar los estudios. Regresó al país. Todos saben que fue profesor de la UCA, que se dedicó a la economía solidaria y nunca renegó de sus convicciones marxistas, incluso fue uno de sus pocos propagadores en el país.

Pasaron muchos años sin que tuviera noticias suyas. Luego por esta maravilla de internet volvimos a encontrarnos. Solíamos saludarnos, nos teníamos al tanto de lo que íbamos escribiendo. Hoy al enterarme de su muerte sentí mucha tristeza.

27 enero 2012

Las elecciones: coartada para la “clase política”

La conquista del poder


En el precedente artículo señalaba que en la teoría política burguesa se le adjudicaba al partido político como objetivo primordial la conquista del poder. Al contrastar este objetivo con el que se propone un partido revolucionario, es decir la transformación de la realidad económica y social del país, algunos han entendido que excluyo la cuestión del poder de los objetivos revolucionarios. Voy a tratar de ser más explícito sobre este punto.


Advertía asimismo que el tema de « las formas y los contenidos de las actividades políticas de un partido revolucionario dentro del campo político burgués es una labor de reflexión que no se ha llevado a cabo en el país ». Ambos puntos están ligados íntimamente. Pues asumir que la toma del poder burgués es un objetivo para el partido revolucionario es darle un contenido propuesto y existente dentro del sistema de valores políticos de la sociedad burguesa. ¿Significa que la conquista del poder desaparece de los objetivos revolucionarios? No, de ninguna manera. No obstante no se trata del mismo poder, ni del mismo valor. En la concepción burguesa el partido político busca el poder del Estado para sus miembros, para el partido y sobre todo para la clase que representa. Este objetivo es un objetivo fundamental y primero dentro del campo político burgués. En cambio para el partido de la revolución el objetivo primero y fundamental no es el poder del Estado en sí, sino que transformar la sociedad. Por lo tanto el poder estatal se convierte en un medio para que sirva a alcanzar el objetivo fundamental. Para ello es necesario cambiar el contenido y el carácter del poder. Dicho de otra manera se trata de remplazar el Estado burgués actual por otro Estado, que defienda los intereses de las clases trabajadoras.



El “socialismo real” y nosotros



Pero hasta aquí he hablado sólo del objetivo fundamental, aún no he iniciado la reflexión sobre las formas y contenidos de la actividad política del nuevo partido, en las condiciones históricas en que vivimos. El nuevo partido no puede dejar de lado la experiencia que se ha ido acumulando dentro del movimiento revolucionario internacional y nacional. Esta experiencia no solamente se puede considerar como una serie de gloriosas victorias, al contrario nuestra experiencia está llena de derrotas y de abandonos ideológicos.


¿Cómo podemos incluir dentro de nuestra experiencia el derrumbe del “socialismo real”? No se trata solamente de declarar ahora que eso no era una sociedad socialista, sino que se trataba de un “capitalismo de Estado”. Lo que debemos analizar es cómo fue posible que la mayoría se diera cuenta del fracaso en la erección de la nueva sociedad, únicamente cuando ese sistema mostró toda su putrefacción en el momento de su derrumbe. O sea, la tarea es darnos cuenta, aclarar en nuestra conciencia cómo fue posible que nadie viera no tanto que esa sociedad estaba por desintegrarse, sino ¿cómo fue posible que una sociedad que se regía con métodos antagónicos a nuestras aspiraciones y a nuestras concepciones, pudiera ser considerada como un modelo a seguir y que durante tantos años se juzgara como una de las principales tareas del movimiento obrero internacional defender esas sociedades?


No se trata solamente de juzgar y condenar ahora el “socialismo real”, sino de saber ¿qué lo hizo posible, cuáles fueron las condiciones que lo engendraron? Eso por un lado, por el otro cómo explicar la miopía, o simplemente la ceguera de los revolucionarios de todo el mundo, ante esas sociedades. Tener claridad en esto es uno de los contenidos nuevos para un partido revolucionario. Pues en esto los ideólogos burgueses y sus órganos de propaganda ya le han inculcado a la mayoría de la gente, que ese sistema se contenía desde siempre en el pensamiento mismo de los fundadores del movimiento revolucionario internacional. Al abordar esto no me he alejado del tema, pues lo que hay que explicar es cómo de un poder popular se llegó a una dictadura anti-popular. Es menester explicarnos cómo fue que el poder pasó de las manos de los soviets a manos de un partido autocrático, con un dictador sanguinario. El asunto es también saber cómo un partido revolucionario se volvió en un aparato de dominación de la clase obrera.


Porque ahora nosotros en El Salvador repetimos respecto al FMLN que la “cúpula” es la única responsable y es ella la que ha conducido al partido a posiciones reformistas y electoreras. ¿Es realmente un asunto de personas? ¿Es efectivamente un asunto de un grupo? ¿Es posible que el resto del partido sea totalmente inocente en las orientaciones y en el estado en que se mantiene el partido hoy? Si esto fuera así, las cosas se presentarían de otra manera respecto al FMLN. Pero hay algo de similar en lo que sucedió en el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) y en el FMLN. Dejo planteadas las preguntas, porque en esto es necesario oír otras voces, otros análisis.


Una distorsión ideológica


Uno los problemas teóricos y prácticos es justamente el que traza los objetivos intermedios a la llegada al poder. En primer lugar, se trata de la sociedad, los cambios se deben de dar en ella, pues es la que determina al Estado, no al revés. Pero antes de hablar del Estado y como la sociedad determina al Estado, veamos cómo se concibe hoy la participación de la gente en el ámbito político. La organización de la expresión política es el partido político. Es a través de él que los ciudadanos pueden intervenir personalmente. Cada partido tiene su propio modo de organizarse, de comunicarse con la sociedad y se fija sus propios objetivos tácticos y estratégicos. Todo partido tiene su ideología, algunos la declaran abiertamente otros la encubren con posiciones generales sobre la coyuntura y declaraciones convenidas. Son los partidos políticos que sirven de intermediarios entre la sociedad y el poder político, el Estado.


Como lo he dicho arriba la cuestión de la toma del poder, como objetivo primordial del partido político arrastra una confusión, pues el poder del que estamos hablando forma parte del Estado burgués. Pero el Estado es así considerado no como lo que es, un organismo determinado por la sociedad, sino que como algo externo a la sociedad, como un organismo que regula y ordena a la sociedad. Pero el Estado es sobre todo y esencialmente un organismo de dominación, en nuestro país el Estado le sirve a la oligarquía, es por eso que en anteriores ocasiones me he referido a él como oligárquico.


Pero a simple vista el Estado aparece como un organismo por encima de la sociedad, su relativa autonomía crea y reproduce esta distorsión ideológica. Pues este organismo, en su relativa autonomía, actúa al mismo tiempo como un ente mediador y administrador de las relaciones sociales, pero al mismo tiempo es el organismo que juega el papel de perpetuador de estas mismas relaciones sociales.


En vista de esto plantearse el acceso al poder estatal, sin considerar las relaciones sociales de dominación de una clase sobre el resto de la sociedad, no puede significar otra cosa que acceder a la administración del organismo garante de la dominación y de la perpetuación de estas mismas relaciones.


Es decir que la lucha no puede consistir simplemente en la famosa y consabida “toma del poder”. Se trata sobre todo de llevar una lucha en el seno de la sociedad, una lucha política, económica e ideológica. Reducir la actividad política en la sociedad salvadoreña, ahora, en estos momentos, a la “toma del poder” por la vía electoral es dejar de lado lo principal. La lucha económica la tienen que llevar adelante los sindicatos, pero estos no van a surgir en el país de manera espontánea, es urgente que el partido político tome la iniciativa de llevar al seno de la clase trabajadora, la organización que defienda y luche por sus propias reivindicaciones.


Pero se trata de sindicatos que tienen que ser realmente autónomos, autónomos respecto al patronato, al Estado y respecto a los partidos políticos. Los sindicatos no pueden acomodarse, no deben hacerlo, a los objetivos electoreros o electorales del partido político, no pueden seguir agendas políticas ajenas. Su misión es defender los intereses inmediatos de los trabajadores ante el patronato y el Estado que apoya a la clase opresora. Este punto también es parte de la lucha sindical, saber que sus reivindicaciones tienen al mismo tiempo un carácter limitado, lo tienen y lo conservan, mientras no se planteen que su situación de clase oprimida reposa en las relaciones económicas que rigen en la sociedad y que son impulsadas y entretenidas por el Estado burgués.


Otros campos de lucha


Pero la vida social no se limita a la producción de bienes materiales, la lucha no puede limitarse tampoco a los aspectos económicos. Existen otros campos que la lucha política debe de conquistar. Los trabajadores sufren un sinnúmero de alienaciones. ¿Acaso la publicidad no es una agresión a la integridad psíquica de la gente? ¿No es ella uno de los pilares de la dominación ideológica? Es ella la que convierte la felicidad en cosa, en cosa a poseer, en cosa a comprar. Es la publicidad la que nos va amoldando los gustos, los deseos, las aspiraciones. Al mismo tiempo la publicidad es una fuente poderosa de frustraciones, incluso puede introducir rencillas al interior de los hogares. Este es un campo de batalla que no podemos abandonar.


El capitalismo que cosifica la felicidad, que la vuelve mercancía desechable y pasajera, ha vuelto en su fundamento a los hombres en mercancías. Todo se vuelve venal. Incluso la educación de nuestros niños es vista como una mercancía, la escuela pública es deficiente, lo es así porque en nuestra sociedad la calidad de las cosas es juzgada por su coste monetario. Entonces si la educación nacional es gratuita no puede tener mayor valor. Tiene y debe tener calidad la educación si se vende, si cuesta dinero. Es necesario que esta distorsión sea también combatida. Para ello es necesario crear un movimiento social fuerte que exija una educación nacional digna de ese nombre, de calidad y que responda a las necesidades culturales del país. Este movimiento social tiene que apoyarse también en asociaciones de padres de familia que intervengan con derecho en la educación de sus hijos. Se trata de ser vigilantes en los contenidos, en los métodos, en la eficacidad de la enseñanza. Se trata de saber que los educadores tienen que obtener la formación adecuada y que ésta no es estática, que evoluciona, que se tiene que ir perfeccionando. Es por ello que la educación permanente de los profesores tiene que ser una exigencia conjunta de los padres de familia y de los enseñantes. En esto no puede haber ninguna rivalidad, ni oposiciones.


Por supuesto que no puedo ser, en este corto artículo, exhaustivo, ni en la enumeración de los problemas, ni en la manera de enunciarlos.


Las elecciones como coartada


Paso a otro tema pues quiero responder brevemente a algunas preguntas que me han hecho algunos lectores sobre la cuestión del voto, de las elecciones. El voto (la elección) en tanto que tal no puede ser negativo, pues se trata de un procedimiento resolutivo, es el que permite también manifestar un deseo, una voluntad y el que ayuda a definir una mayoría.


Pero en el caso del voto político concreto se trata de una transferencia de poder, de la soberanía, es decir que se supone que es el mecanismo por el cual se expresa el pueblo para designar a las personas que van a ejercer el poder político en su nombre. Es convenido pensar que el votante elige a sus representantes, elige al que va a gobernar en su nombre. Pero en la realidad esta transferencia de la soberanía se convierte en un despojo, en una alienación. Pues los “hombres políticos” no se consideran simples depositarios de la soberanía popular, empleados que tienen que rendir cuentas. No, en realidad estos “hombres políticos” se han constituido en una clase, en una casta, han hecho de esta actividad una profesión. Por lo tanto el famoso poder democrático se vuelve en una propiedad en manos de los políticos (Les propongo la relectura o lectura de artículos anteriores, bajo el título de “El Estado salvadoreño y la partidocracia” primero, segundo, tercero y cuarto).


Esto se puso de manifiesto en nuestro país, en la lucha que se llevó a cabo alrededor del tristemente famoso decreto 743. La clase política se vio atacada, se puso en movimiento, cada partido tratando de sacar su tajada electoral, pues es lo que estaba en juego. Vimos entonces los cambios de roles, las inversiones en las posiciones, incluso el partido en el poder movilizó a sus militantes para ir a ultrajar a los magistrados de la Sala de lo Constitucional. La “clase política” salvadoreña en su totalidad vio en el fallo de la Sala como un robo, como una usurpación, como si sus disposiciones atentaran contra su propiedad, su patrimonio.


El Estado personal


La transferencia de poder, elección se vuelve despojo y alienación. El alejamiento de la “clase política” de los ciudadanos es flagrante, ellos llevan su propia vida, tienen sus propios quehaceres, incluso su fingida oposición en la Asamblea se vuelve complicidad en lo privado y bajo la mesa, se troca a veces en negocios y favorcitos. Pero la usurpación mayor, el más descarado despojo de la soberanía popular no se da en la Asamblea, sino que en la presidencia. Esto se ha vuelto aún más visible ahora con Mauricio Funes. Los presidentes anteriores no necesitaban de los desplantes y arrebatos caprichosos del actual mandatario, ellos tenían la mayoría de su partido en la Asamblea y de manera profunda comulgaban con su partido. En el caso de Funes no es así, aquí hemos visto otra cosa, la adhesión al partido Funes la hizo como una condición obligada para poder presentar su candidatura. Sus divergencias se han ido manifestando a cada paso de su gobierno. El FMLN hace esfuerzos por ocultar estas divergencias y contradicciones, a pesar de que la meridiana luz de los hechos las delata. Funes gobierna solo. Bueno, en los hechos obedeciendo los intereses de la oligarquía y en total dependencia de los Estados Unidos, de los que se ha vuelto su seguro servidor y agente regional. Pero cuando he dicho que gobierna solo, me refiero a que la usurpación que le permite la “democracia representativa salvadoreña”, se erige en reyecito, en dictadorzuelo y en caricatura de niño caprichoso. Desde el inicio, su estribillo fue “el presidente soy yo”, luego varió a “el que decide soy yo” y luego ya en un carrera hacia abajo se ha otorgado el derecho de interpretar a su antojo las leyes del país.


Este “entrevistador de talento”, es como le llamaban, se proclama la encarnación del Estado, el detentor único y exclusivo de la soberanía nacional. Es él quien manda y manda en su nombre propio. ¿Dónde ha quedado el soberano pueblo en este circo democrático representativo?


O sea para que las elecciones sean realmente un ejercicio democrático son necesarios enormes cambios sociales. Por el momento las elecciones sirven apenas de coartada para que la “clase política” siga sintiéndose legítimamente la representante del pueblo en el poder del Estado.

22 enero 2012

La necesidad de un nuevo partido político

Son muchas las veces que he visto citada la frase de Schafik Handal sobre la entrada del FMLN al sistema político para transformarlo y no para que éste los transformara a ellos. Para muchos se ha convertido casi en una puesta en relieve de la personalidad del Handal. No olvidemos que esta advertencia no se acompañó de ningún acto, de ninguna reflexión que evitara los nefastos efectos de su propia advertencia. Handal llegó a convertir el cumplimiento de la Constitución —“de toda la Constitución”, repetía— en un argumento electoral de su propia campaña presidencial. Esto delataba ya que el sistema lo había absorbido por completo.


Pero en este planteamiento de Schafik Handal existe algo que merece ser profundizado. En primer lugar ¿es realmente ineluctable ser absorbido por el sistema o sí se puede transformarlo? La respuesta a esta disyuntiva conlleva consecuencias fundamentales para la práctica y la reflexión políticas. Cualquiera que sea la respuesta el planteamiento político frente a la realidad nacional se ve afectado. Si concluimos que es inexorable ser dominados por el sistema, el accionar de una fuerza política se coloca al margen, afuera del campo político establecido. Esto puede adquirir varias formas cuya eficacidad es casi nula, pues incluso en la negación total uno está obligado a referirse, a tener relación con lo existente. Pretender colocarse al margen del campo político es suponer una existencia externa a la sociedad.


Pero esta pequeña reflexión nos devuelve de inmediato a la frase de Handal. ¿Realmente el FMLN entraba al campo político con su legalización? No, su actividad política había sido clandestina, ilegal, prohibida, pero estaba a pesar de todo en el interior del campo político nacional y por consiguiente dentro de la sociedad. O sea, el FMLN abandonaba una forma de hacer política por otra. No tanto en que ahora su actividad se volvía legal, sino que abrazaba las formas del quehacer político del sistema. Volverse un partido político legal no implica abrazar esas formas para su actividad. Abrazar las formas implica también forzosamente aceptar el contenido. Y en esto reside justamente el quid del viraje electoralista del FMLN.


No se trata pues ni de ponerse al margen, ni de dejar de hacer política dentro de la sociedad y dentro del campo político. Pero una organización que pretende transformar la sociedad, no puede adoptar ni las formas, ni los contenidos de la sociedad que pretende superar.


Lo importante es el objetivo


Uno de los pilares del pensamiento político burgués es que toda la actividad de los partidos políticos es acceder al poder. Por consiguiente todo partido que entra al campo político tiene como principal objetivo la toma del poder. El objetivo de la guerra revolucionaria no era la simple toma del poder, sino que su derrota para instaurar otro poder, un poder popular. Creo que resalta la diferencia entre ambos objetivos. Uno se vuelve en el objetivo en sí y el otro es un medio transitorio para otra cosa. Lo importante, lo fundamental en esta última situación es esa “otra cosa”.


Advierto de entrada que la situación política actual excluye del todo el uso de las armas. No estoy proponiendo pues la lucha armada. Esta es simplemente un momento que se vuelve real cuando todos los recursos políticos legales se han agotado o cuando es imposible ejercerlos de ninguna manera. No es pues el caso en estos momentos en El Salvador.


Surge pues una serie de interrogantes: ¿Se puede entrar en el campo político sin someterse a sus reglas? ¿Qué formas y qué contenidos pueden tener las actividades políticas de un partido revolucionario dentro del campo político burgués? ¿Qué significa entonces hacer política para una organización revolucionaria dentro de este marco?


El problema que se plantea en la primera interrogante no incumbe tanto a la organización política en sí, sino que a las reglas mismas del sistema. El sistema se dice democrático, que permite la libertad de pensamiento, que permite la libre expresión de ideas. No obstante el sistema pretende preservarse no por el juego democrático y lucha de ideas, sino que poniendo límites y trabas a lo que se puede pensar y proponer. De alguna manera la sociedad burguesa erige un Estado que la protege y que vuelve en fundamento de la sociedad la propiedad privada y la apropiación privada de los bienes producidos por los trabajadores. Todo lo que se opone a estos postulados es considerado subversivo. Por consiguiente el problema es el siguiente: ¿la sociedad burguesa está dispuesta a luchar siempre pacíficamente, sin represión, sin privación de la libertad por su continuidad? ¿Aceptará siempre ser cuestionada en sus fundamentos y concepciones? Estas no son simples preguntas retóricas. La experiencia histórica reciente nos impone formularlas con toda seriedad.


Por el momento el poder no teme por su estabilidad, el partido en el poder, el FMLN, con su primer presidente, no cuestiona en nada ni los fundamentos, ni el sistema, ni el Estado oligárquico. Por consiguiente el poder tolera y finge impasibilidad en estos momentos. ¿Sería lo mismo frente a una organización realmente revolucionaria? La respuesta no está escrita y formularla ahora pareciera incluso inútil, pues no existe aún tal organización que ponga en peligro la dominación oligárquica.


Entonces pues el problema de las reglas incumbe más al régimen que a la organización revolucionaria. Sobre las formas y los contenidos de las actividades políticas de un partido revolucionario dentro del campo político burgués es una labor de reflexión que no se ha llevado a cabo en el país.


La urgencia de suplantar el sistema actual


No obstante antes de iniciar esta reflexión importantísima, es necesario demostrar la necesidad de crear este nuevo partido político. La insatisfacción respecto al FMLN no basta, es una condición, pero la necesidad de la fundación de un partido revolucionario surge más de la urgencia de superar y suplantar el sistema económico y social actual. Esta urgencia no debe constreñirnos a un accionar precipitado e irresponsable. La vida individual y colectiva dentro del país se vuelve cada vez más difícil; el bajísimo nivel de vida de millares de hogares salvadoreños no puede ser abolido por medidas “sociales” impulsadas por el FMI y la Banca Mundial, en un afán de evitar los estampidos de revueltas populares y dócilmente implementadas por el gobierno. Estos parches sociales ayudan más a perdurar el sistema que a combatirlo. No significa que no alivien la situación de miseria de muchas personas, pero este alivio es simplemente un paliativo al verdadero remedio.


El capitalismo salvadoreño, subdesarrollado y dependiente, ha sido y es incapaz de ofrecer soluciones reales y verdaderas a los problemas que han sido creados por su mismo funcionamiento. La vida precaria de millares de familias no es un fenómeno nuevo —la pobreza flagela a 36,5 por ciento de los seis millones de salvadoreños y salvadoreñas, 11,2 por ciento de los cuales son indigentes, según cifras de 2011 del Ministerio de Economía— el bajo nivel de los salarios, la ausencia de prestaciones sociales, el bajo nivel educacional de los salvadoreños, una vida cultural pobre y con poca producción y medios de expresión son males endémicos de nuestra sociedad.


La situación actual implica la perpetuación de este sistema, la política del gobierno de Funes, a pesar de los parches sociales, es la aplicación de las mismas recetas de antes, una crecida sumisión a los dictados de los Estados Unidos y del FMI y de la Banca Mundial. Y esto no puede cambiar, pues el FMLN no propone otra cosa, sino tener paciencia y esperar que sus diputados sean mayoría en la Asamblea y que pasen cinco o seis legislaturas para comenzar a prever algunos cambios estructurales. Ya he escrito antes sobre el FMLN y su carácter reformista socialdemócrata.


La necesidad política de organizar las luchas de la clase obrera bajo otra óptica salta a la vista. No obstante el llamado a crear otro partido político recibe una acogida muy circunspecta. ¿Para qué otro partido si todos llevan a lo mismo? Todos quieren el poder y gozar de él. Claro, ya lo vimos arriba, dentro de la concepción burguesa de la política el poder es el principal objetivo de los partidos políticos. ¿Pero es necesario que un nuevo partido sea de la misma naturaleza que los ya existentes? Se trata de crear otro partido que se proponga como objetivo fundamental no la toma del poder burgués, sino que la transformación de la sociedad. Creo profundamente que en este cambio de objetivo, de mantener en mente que el objetivo no es el poder de Estado actual, sino que consiste en transformar la sociedad e imponer un nuevo poder popular.


El cambio de objetivo, o mejor dicho, el retorno a los fundamentos revolucionarios del accionar político impone a la organización nuevas formas y nuevos contenidos. La situación política en el país es inédita para los revolucionarios. Se trata de una situación en la que es necesario iniciar su accionar, fundando un partido, asunto muy difícil, pero al mismo tiempo imprescindible. Ahora la situación exige mayores esfuerzos de imaginación, exige innovar tanto en la teoría como en la práctica.


La tarea es de tal importancia que no admite precipitaciones de ninguna índole. La urgencia de la situación social nos impone al mismo tiempo mucha prudencia e ir midiendo cada paso. No se puede pensar en términos de un precipitado cortoplacismo.

13 enero 2012

¿De qué manera se han fragilizado las clases trabajadoras?

La política del gobierno Funes/FMLN, la actitud de la dirección frentista y del grupo parlamentario del Frente es cuestionada cada vez más por sus propios simpatizantes. Es decir, para muchos ha sido una verdadera desilusión, una rotunda decepción. Algunos se plantean en serio qué tipo de alternativas políticas puede ahora aparecer en el país. No obstante no se puede centrar la reflexión sólo en las derivas del FMLN. Por supuesto que no se trata tampoco de obviarlas, sino que de intentar situarlas dentro del conjunto de circunstancias nacionales que configuran la situación política, social y económica del país.


Pues es ante esta situación que se impone con urgencia la existencia de un nuevo organismo que reaccione y que actue de manera autónoma. Pero la situación no es nueva, contiene los problemas que siempre hemos tenido. Al mismo tiempo, la situación es nueva, pues la derecha arenera ya no está en el poder central, en el Ejecutivo. Y es nueva justamente por la revelación a toda luz del carácter reformista del FMLN. Se trata de un reformismo socialdemócrata, tímido, sujeto a los caprichos presidenciales y al mismo tiempo supeditado a lo que se supone pueda permitir el gobierno de los Estados Unidos. Nueva también porque todo esto ha llevado a fragilizar la situación de las clases trabajadoras en general y a las más pobres y vulnerables, en particular.


¿De qué manera se han fragilizado las clases trabajadoras? Una es que han perdido la antigua capacidad de revuelta, de alta combatividad que habían manifestado durante décadas. En las dos últimas décadas el partido que se suponía debía de llevar adelante las luchas populares, centró toda su actividad en las elecciones, en tratar de llegar al poder por las elecciones. Como se puede ver, esta estrategia ha resultado victoriosa, pero lo ha sido a medias y solamente para el partido y de ninguna manera para las clases que el FMLN ha pretendido representar. Esta victoria electoral justifica a posteriori la inactividad sindical, la inactividad en las luchas reivindicativas. La reforma a partir de arriba pareciera triunfar. Pero hemos visto que esto no es así, el nuevo gobierno en realidad no ha dado ni un solo paso hacia adelante en la transformación de la sociedad. La alianza con Funes y las capas sociales que pudo aglutinar ha mostrado que la correlación de fuerzas real no se inclinó hacia el pueblo, sino que hacia la derecha. La derecha sigue realmente administrando el país a través del “gobierno del cambio”, los intereses de la oligarquía siguen intactos o fortalecidos. Se puede decir fortalecidos, pues altos dirigentes del FMLN le han asegurado al gran capital que nada tiene que temer de parte de ellos, es más le solicitaban al gran capital que acepte sus servicios.


Las clases trabajadoras se han fragilizado también y sobre todo en que lo que pudo ser una alta conciencia de clase durante la guerra de “liberación nacional”, ha ido poco a poco desapareciendo, debilitándose hasta llegar al estado actual, en la que la ideología de derecha domina casi en toda la sociedad. Los intereses de la oligarquía son considerados como los intereses nacionales, los intereses de la empresa privada son considerados como primordiales para la vida social nacional. Nadie pone en tela de juicio de manera directa la dominación del capital sobre la vida económica del país. He nombrado a la “guerra”, “guerra de liberación nacional” y no simplemente “guerra civil”, este cambio de nomenclatura es ya muy significativo del triunfo ideológico de la burguesía salvadoreña. Son sus ideas las que se han impuesto, es a partir de sus ideas que se ha creado el cuadro interpretativo de la guerra popular, hasta el punto de llamar víctimas de la guerra, a las víctimas de la represión de los escuadrones de la muerte, de los órganos represivos, muchas de las víctimas son incluso anteriores al periodo propiamente de guerra.


El FMLN dejó de lado las luchas


Pues una de las grandes derrotas que ha sufrido el movimiento popular es que “su partido” no pudo o no quiso enfrentar ideológicamente a la derecha nacional, como internacional. El descalabro del “socialismo real” de los países del Este tuvo mucho que ver en este abandono. La realidad es que todo este abandono llevó al FMLN a posiciones cada vez más frágiles, cada vez de mayor entrega a la ideología reinante. La derecha tuvo la inteligencia de seguir acusando empecinadamente al FMLN de ser “comunista”, “extremista”, “ortodoxo”, de querer imponer el socialismo del Siglo XXI, etc. Pero la derecha no ignoraba la realidad de las posiciones del Frente, se daba cuenta perfectamente de la inactividad política y de su manera de practicar el parlamentarismo. Era una oposición de palabra, sin movilizaciones de envergadura capaces de imponer medidas por la fuerza del combate, desde las calles.


El FMLN dejó de lado toda labor organizativa de la lucha reivindicativa e incluso se puede afirmar que abandonó toda actividad organizativa a secas. Con todo este recuento no me estoy contradiciendo, no lo hago para centrar la reflexión sobre la actividad o inactividad del FMLN, sino para mostrar la inmensa fragilidad de las clases trabajadoras ante las fuerzas del capital. Esto desde el punto central de una pérdida profunda de la conciencia de clase, de una desorganización frente a la burguesía que está organizada en asociaciones de clase como la ANEP, Fusades, la Cámara de Comercio y otras organizaciones. La dominación ideológica de la oligarquía ha reducido al mínimo los temas de importancia nacional.


La situación política se complica aún más, pues la violencia delictiva aparece como el principal problema social. Sin negar la suma importancia de este problema, cuya fuente reside justamente en las precarias condiciones de las clases sociales pobres de nuestro país, estas mismas condiciones precarias han pasado a ocupar un lugar subalterno en la preocupación de los salvadoreños. La violencia de las maras ha servido a la oligarquía para acallar las reivindicaciones y lo que es el colmo, para justificar la exportación de sus capitales. No es este el momento para hacer un análisis de este fenómeno social que tanto golpea a las clases trabajadores, que son los principales blancos de las asaltos, robos, extorciones y sobre todo de los asesinatos. Este fenómeno ha sido tratado exclusivamente por la represión, nada se ha hecho desde el el campo preventivo y social. Tampoco en esto las fuerzas de izquierda, el FMLN han podido imponer dentro de la sociedad otra visión distinta de la que proviene de las clases dominantes, ellos hablan de guerra, de represión, de violencia contra violencia. A tal punto que con la llegada de Munguía Payés al Ministerio del Interior las soluciones propuestas llegan a extremos muy preocupantes, adquiriendo tintes de un facismo desenmascarado: el general ha pedido simple y sencillamente la impunidad para los soldados y policías que asesinen a un criminal en la ejecución de sus funciones. Esto simplemente es una amnistía anticipada, pero lo que es peor es la reintroducción de la pena de muerte, pero de manera sumaria, sin juicio previo. La justicia desaparece, los derechos humanos son completamente pisoteados. Se trata de una medida facista y esta medida la propone un ministro del “gobierno del cambio” de Funes.


Consenso al rededor de la violencia de Estado


Es necesario subrayar que la mayoría de la población acepta estas medidas represivas, son las únicas que se discuten y son las que mayor consenso han adquirido. Las urgentes medidas sociales no aparecen sino que de manera marginal y por lo general como una simple retórica hueca. En este tema podemos ver los estragos en la mentalidad que ha hecho el poder. Pues la gran mayoría de la población se ha sometido a esta ideología de la violencia de Estado, sin ver que las unidades militarizadas de la PNC son prioritariamente usadas en actos de represión y de intimidación de los trabajadores. Funes emprendió una campaña abierta y descarada de rehabilitación del Ejército, esto lo hizo amparándose detrás del fenómeno delincuencial y ahora llevando más adelante esta rehabilitación, hemos visto el Ejército en las calles, en las fronteras y en las calles, ahora llega al Ministerio del Interior con proposiciones altamente represivas y peligrosas, que pueden perfectamente ser aplicadas contra los trabajadores. Pero esto último tiene otro aspecto que no podemos dejar de lado.


Este otro aspecto es la entrega de nuestras instituciones de justicia y de policía a “expertos” estadounidenses, dentro de un plan continental de dominación imperialista. Desde antes de la llegada de Funes a la presidencia, el poder imperialista tenía ya una base militar y había instalado una escuela de adoctrinamiento para militares, policias, fiscales y jueces, la ILEA. Todos recuerdan la fingida oposición del FMLN a estas dos instalaciones imperialistas. Pero en el viraje ideológico que viene practicando el FMLN hacia la derecha, no solamente ha aceptado estas instituciones, sino que en miras de ganarse la complacencia del gobierno de los Estados Unidos no sólo cambiaron su hostilidad, sino que se allegaron a la Embajada y nombraron al actual canciller Hugo Martínez como su contacto privilegiado ante la representación diplomática. Este entreguismo se ha profundizado con la llegada de Funes al poder. Porque no se trata solamente de las declaraciones de volver a los Estados Unidos el principal aliado de su gobierno, sino que se ha ido preparando el terreno para que el pueblo lo acepte como una evidencia, por no decir como una fatal consecuencia de nuestra situación.


En este camino de entreguismo de nuestro país a la dominación imperialista hemos visto la firma de una “Asociación” sobre los problemas de seguridad y problemas económicos. Es para poner en concordancia total con este Convenio que Funes destituyó y va a seguir distituyendo a funcionarios que pertenecen al FMLN. Porque hay que subrayarlo: los esfuerzos del FMLN por ser admitido por el gran capital y por el imperialismo no han obtenido los “triunfos” que esperaban: persisten la desconfianza y las sospechas. Al gran capital salvadoreño y al imperialismo no le bastan los abandonos ya hechos por el FMLN, le exigen mayor entrega a sus intereses. Agrego que este Asocio nos vuelve un conejillo de Indias mundial, este experimento de dominación se aplicará en un principio en cuatro países.


La situación que acabo de describir a grandes trazos es preocupante y puede parecer hasta cierto punto alarmante, muchos la pueden considerar como desesperanzadora. No voy a negar que la desesperanza pueda aparecer en los ánimos de muchos salvadoreños. Al mismo tiempo es necesario afirmar que la esperanza persiste. Esta se expresa contradictoriamente en el apoyo popular que aún tiene el FMLN, en la misma actitud de muchos de incriminar como responsables de esta situación a la camarilla dirigente del Frente. Los ataques son centrados contra la cúpula, que se persibe como un grupo que ha usurpado al partido. No voy a entrar a discutir esta percepción.


Sentimientos de izquierda


Pero si es necesario saber que los que tienen ideas y sentimientos de izquierda siguen determinándose respecto al FMLN. Creo que este aspecto es necesario tenerlo en mente y tomarlo en cuenta. Tomarlo en cuenta porque es parte de la realidad y justamente es una parte muy negativa de la realidad. Porque es la concretización de la falta de perspectivas políticas que tienen los trabajadores. El aglutinamiento en torno del FMLN no se da tras una firme y elaborada toma de conciencia, sino como una inercia, como resultado de un “no hay otra cosa”, “es esto lo que tenemos”.


Pero hay otro aspecto que es necesario también mencionarlo y analizarlo. Toda esta población que sigue vinculada emocionalmente con el FMLN, en gran parte lo hace por un total rechazo de la derecha, por una fidelidad con las luchas del pasado. En la mente de esta gente el FMLN sigue aún encarnando ese pasado. Este es un punto que poco a poco se va desmoronando, pero esta impresión, esta idea no va a desaparecer por sí sola.


Pero la gente también se da cuenta que las luchas esporádicas que aparecen no son apoyadas por el partido efemelenista. En algunas ocasiones incluso hacen pública su desvinculación, incluso su oposición a la lucha emprendida. La gente no deja de percibir que este partido no ha tomado la iniciativa en ninguna lucha reivindicativa de los últimos años.


Una de las tareas para un futuro movimiento que pueda surgir en el país, es justamente poner el dedo en esta verdad. Por un lado alentar, animar y fomentar las luchas reivindicativas y por otro mostrar la ausencia de los efemelenistas en ellas y su falta de solidaridad. Incluso algunas veces será necesario denunciar la oposición del FMLN a las luchas populares, a las reivindicaciones.


Recrear la conciencia de clase


Estos dos aspectos son inseparables. Las luchas en sí van dirigidas contra el sistema, contra el poder, contra la opresión, en demandas de mejores condiciones de vida, por la satisfacción de las urgentes necesidades de la población. Se trata pues de combatir el sistema de explotación, este régimen de deshunamización en el que vivimos. Toda lucha tiene que ser aclarada desde este punto de vista. Esta parte ideológica no se puede desatender, ni desdeñar. Pues es una de las condiciones imprescindibles para elevar el nivel de conciencia de los trabajadores. Es el que puede ayudarnos a recuperar el alto nivel de conciencia de clase que tuvieron los trabajadores en otras épocas de auge en las luchas. Es también lo que puede devolverle la combatividad a los trabajadores.


El otro aspecto que tampoco se puede tratar con negligencia es denunciar todo lo que se oponga a las luchas populares, todo que venga a desprestigiar la lucha para no “alarmar a la gente”, para no darle a la “derecha” argumentos en contra de la “izquierda”. Porque los efemelenistas siempre andan angustiados por lo que la derecha podrá decir de las luchas, en qué eso los va a desfavorecer en sus objetivos electorales. Porque ellos están convencidos que ahora todo tiene que pasar por las elecciones y solamente por las elecciones. La transformación social para ellos depende de su peso electoral. La cúpula, pero no solamente ella, piensa que el ritmo de las transformaciones las tiene que determinar el número de diputados, el contenido de las transformaciones las determina el partido.


Es por eso que es necesario justamente centrar nuestra preocupación en la toma de conciencia de los trabajadores y para ello también es necesario ir introduciendo en la práctica organizativa y de luchas nuevos modos de funcionamiento. El verticalismo ya ha demostrado sus límites. La historia está llena de ejemplos de como el verticalismo ha llevado a derrotas e incluso ha originado dictaduras que nada tenían que ver con el proletariado, al contrario eran dirigidas en su contra. Es por ello la necesidad de comenzar a experimentar el horizontalismo y la participación activa de todos. El verticalismo a confiscado la voz del conjunto, la única voz que se escucha es la de la cúspide, la base tiene que obedecer, no debe pensar.


La práctica verticalista ha creado la convicción profunda de los dirigentes en su propia e ilimitada capacidad de interpretar la realidad, los dirigentes piensan que sólo ellos son capaces de determinar las necesidades de los trabajadores, que ellos son los únicos en saber qué se puede o no se puede hacer en tal o cual momento. Pero esto no depende de la personalidad de los dirigentes, no es un problema psicológico, es el modo de funcionamiento que produce este tipo de distorciones, es lo que conduce a la sacralización de los dirigentes, que por último cuando los militantes y la cúpula dicen “el partido ha decidido”, se trata única y exclusivamente del dirigente de mayor peso, el más venerado.


Pero salir de este tipo de prácticas es valorar el aporte de cada uno, por mínimo que pueda ser en el inicio, pero se trata justamente de aprender a reflexionar con su propia cabeza, se trata que todos debemos dar nuestra opinión, se trata de deliberar, todos debemos de particpar en la toma de decisiones. Este modo de funcionamiento es mucho más complicado que el verticalismo, pues aquí, en el nuevo modo de funcionar, lo que cuenta es el argumento, no la directiva, lo que va a llevar a la acción es la convicción, no la obediencia.

08 enero 2012

La ley de Talión: ¿base ética para nuestra sociedad?

La derecha dejó que la violencia criminal fuera tomando cuerpo, se desarrollara, se volviera un problema muy difícil de resolver. Sus proposiciones de solución siempre fueron las mismas, las únicas dignas para su ideología autoritaria y despótica. "Mano dura", "mano superdura" durante los dos últimos períodos areneros, con agravaciones de penas. La derecha pasó a una estigmatización total de las maras, adjudicándoles toda la violencia delincuencial. En ningún momento aceptó, aun menos promovió planes sociales de prevención. Sus medidas represivas lograron sólo agravar la violencia.


El nuevo gobierno habló un tiempo de prevensión, pero no hizo absolutamente nada. La derecha hizo de la violencia un caballitao de batalla muy cómodo, pues luego de haber creado un fenómeno social grave y profundo en la sociedad salvadoreña, sabía y sabe perfectamente que ese problema no tiene una solución milagro y que no se puede resolver rápidamente. Ese mal se ha enraizado.


El gobierno y el FMLN se fueron adaptando a las soluciones y también promovieron una ley de mano dura. En un precipidado populismo, luego del odioso crimen del incendio del bus, Funes hizo votar una ley anti-maras. Esta se presentó entonces como la solución. Hubo entonces también agravación de penas.


La derecha puso como una prueba de la eficacidad de la "izquierda" la solución del problema que ellos contribuyeron a crear. Desgraciadamente, este problema ocupa el mayor espacio en las preocupaciones de los salvadoreños, dejando los problemas económicos en segundo plano.


La situación creada ha exasperado a la población, la población siente miedo, ha sido aterrorizada. Es por eso que le gustaría que existiera una solución inmediata al problema. Esta solución no existe. Es necesario tomar medidas sociales, crear cientos o miles de puestos de asistentes sociales, de educadores de calle, etc. Se debe mejorar el sistema de justicia y de investigación. Pero aún con estas medidas, la tarea de extirpar ese tipo de violencia no va a ser fácil, mucho menos rápida.


Pero esta violencia no se va a extirpar con violencia. Las personas que proponen la pena de muerte sueñan en que esta medida servirá de dique. Ya hemos visto que la agravación de penas de la derecha y del gobierno de Funes, no ha dado resultados. Ni las penas, ni la pena de muerte son diques para evitar la delincuencia. La pena de muerte ha existido durante siglos y no fue esta medida salvaje la que hizo que en algunos países se disminuyera la delincuencia, sino que los avances reales en el bienestar social de amplias capas populares. Se necesita elevar el nivel educacional general de la población.


Las penas casi perpetuas que existen en El Salvador, el estado de las cárceles y la ideología represiva y punitiva impuesta por la derecha y retomada por el gobierno de Funes, muestra el estado de incivilización al que la oligarquía nos está llevando. En estos momentos lo vemos, la rehabilitación del Ejército operada por Funes: su presencia en las calles, en las fronteras y en las cárceles, tiene como pretexto y base la delincuencia de los traficantes y de los mareros.


Es también lo que le ha servido para intronizar a un militar en el Ministerio del Interior. Aunque esto se acopla también para la ejecución de la Convención firmada con los Estados Unidos. Los cambios en el gabinete de seguridad es una puesta en conformidad con las exigencias de esa misma Convención.


Todo esto me conduce a concluir que no me sorprende que gente que se considera de izquierda, que se juzgue radical tenga proposiciones autoritarias, que nos propongan la Ley de Talión como la medida ética de nuestra conducta como sociedad.


Reconocer que el problema de la violencia delincuencial en el país va a necesitar muchas medidas sociales, que los resultados van a tardar, es un asunto también de coraje político. Afirmarle hoy al pueblo salvadoreño que el problema que más lo preocupa no tiene soluciones mágicas, sino que urge de tiempo, dinero y perseverancia, para decir esto se necesita mucha honestidad política. Es necesario oponerse de manera contundente a la ideología que domina hoy en el país, es necesario abandonar la demagogia y el populismo.