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27 abril 2010

¿Para qué hacemos política?

Con demasiada frecuencia se leen, se oyen imprecaciones contra los escritos más o menos teóricos. El principal reproche es su inutilidad, pues lo que urge, aquí y ahora, es la práctica. A todo el que discurre sobre la teoría se le imagina —quién sabe por qué— instalado confortablemente en algún salón e indiferente al mundo exterior. Desgraciadamente un corolario de este fenómeno es el obrerismo que se ha enraízado en los movimientos populares. Este obrerismo en realidad es una actitud de hostilidad respecto a los intelectuales y se extiende sin mayor reflexión a toda la clase media, los famosos pequeños burgueses.

En nuestro país siempre ha existido esta actitud. Ella ha sido un obstáculo mayor al desarrollo del pensamiento revolucionario en nuestro país. Por supuesto que esto no es propio de nosotros. Es un fenómeno que tiene sus momentos de auge y cobra entonces aspectos muy peligrosos para el movimiento revolucionario. Y aunque esto parezca paradójico, es lo que origina el sectarismo doctrinario y que crea las premisas del ostracismo en que se mantienen todos aquellos que tratan de comprender los estorbos internos y externos del movimiento revolucionario.

No ha sido tampoco raro que los dirigentes echen mano del obrerismo para perpetuarse en la dirección y que llamen a entregarse a la acción sin previa reflexión. Esta reflexión es declarada intelectualismo y a los intelectuales o a los incoformes se les incrimina alianzas con el “enemigo de clase”. Este ha sido y es una actitud de rechazo a la crítica y sobre todo una manifestación de pereza mental. Los dirigentes usan y abusan de este procedimiento. Ante estos “enemigos”, la dirección llama a cerrar filas. Asimismo es cuando los dirigentes se otorgan el derecho exclusivo de pensar, dejándole al militante la ejecución de las consignas.

En épocas pasadas, la figura del Secretario General fue sacralizada y el que ocupaba este cargo de repente se convertía en una autoridad absoluta. Era el Secretario General el que derimía con su palabra autorizada todos los conflictos o discordias filosóficas, económicas y políticas. Esta capacidad universal de resolver todos los problemas le venían de repente, como una especie de bendición adherida al puesto de máximo dirigente. Esta actitud tiene su historia, se desarrolló y creció durante el siglo veinte sobre todo con las figuras de Stalin y Mao Tse Tung.

Poco a poco toda esta tradición se ha ido perdiendo. En gran parte esto se debe a que en ciertos países las sucesivas derrotas mostraron que no siempre el discurso de la dirección, ni su estrategia eran lo que mejor se adaptaba a la situación. Más o menos por los años ochenta reapareció el concepto de “intelectual colectivo” y resurgió la problematica del los “intelectuales orgánicos”. Esto coincidió con la llegada al poder en la Unión Soviética de Mijail Gorbachev con la “perestroika”, éste se negó a asumir el papel de dirigente del Movimiento Comunista Internacional: “Moscú no sería más la capital del mundo comunista, todos tenían que pensar con su propia cabeza”. Esto trajo en algunos partidos un descalabro inaudito, tan acostumbrados estaban a no pensar, a recibir lineamientos desde Moscú. Hubo un partido comunista centroamericano, cuyo documento de discución para su congreso fue una resolución elaborada en Praga, esto fue en los años 70, cuando crecía el movimiento de masas.

Obligatoriamente tenemos que reconocer que en nuestro país existe un déficit de teoría, tanto en la asimilación, como en la producción. Forzosamente esto entorpece la misma práctica, pues no solamente por aquello que se ha convertido en aforismo: “no hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria”. ¿De qué práctica se trata? ¿De qué teoría? En realidad cuando hablamos de práctica, en este campo de la actividad humana, con frecuencia nos olvidamos de que se trata simplemente de como debemos hacer política en este momento, en esta coyuntura. La coyuntura no son las tres o cuatro semanas que tenemos por delante, ni siquiera los tres o cuatro años que quedan hasta las próximas elecciones. Estos pueden ser hitos en la práctica, en la que es necesario aplicar tácticas determinadas que no contradigan la estrategia general. Ésta se define por el fin último que se persigue a través de la actividad política.

Dos actitudes ante la nuestra realidad

Es en esto donde comienza la complejidad de la concatenación de la teoría y de la práctica. Pues hay que definir los límites de la coyuntura y además lo que es más importante, el fin de nuestra actividad política. ¿Cómo se determina una coyuntura? ¿Cómo podemos establecer el alcance último de nuestra actividad en el momento en que nos encontramos? No es muy sencillo responder de manera unívoca a estas preguntas. Porque en esto no solamente entran en cuenta nuestros fines, nuestras acciones, sino que también es necesario tomar en cuenta, los aspectos objetivos de la realidad y las acciones de las otras fuerzas políticas en presencia y su capacidad de conquistar las mentes de nuestros conciudadanos.

Para los revolucionarios el fin último es la transformación de la sociedad, la supresión de la explotación, la erradicación del Estado opresor, la desaparición de toda alienación. Por supuesto que actuamos siempre en un aquí y en un ahora. Lo que he enunciado es abstracto, quiero decir que no tiene lo concreto de la circunstancia actual, tanto nacional, como internacional.

La primera pregunta que se nos plantea siempre en un país dependiente y poco desarrollado como el nuestro es la del “realismo” de nuestros propósitos. ¿Es realista, es concebible plantearnos este objetivo?

No obstante esta pregunta trae aparejada otra, si nuestros fines son inalcanzables, ¿para qué emprender acciones políticas, si éstas no pueden conducirnos a nuestros fines? Necesariamente las respuestas que le demos a estas preguntas nos pueden conducir al fatalismo histórico o al optimismo razonado.

Los que responden que no es realista, limitan los objetivos de nuestras acciones, los enmarcan dentro del régimen capitalista actual, suponen que lo único que se puede obtener es “humanizar” al capitalismo salvaje. Hay quienes nos incitan a desarrollar el capitalismo hasta que pueda existir una clase obrera digna de este nombre para poder solamente entonces proponernos la revolución proletaria. Todas estas proposiciones reposan sobre una teoría, en ellas subyace un análisis. Pero esta posición no necesita explayar su teoría, pues en apariencia reposa en el sentido común, en lo que salta a la vista.

Esta visión da el presente como inamovible, como necesariamente estático, no es capaz de proyectarse en el futuro e imaginar los cambios que pueden traer nuestras acciones a la circunstancia misma. La visión “realista” o “pragmática” vuelve como factor fundamental la existencia del imperialismo, como obstáculo invencible, como algo que nos va a determinar siempre. No se puede negar el peso que ha tenido el imperialismo estadounidense en nuestra historia y el peso que sigue teniendo. Por ello mismo nuestras luchas pasadas se consideraron como luchas de liberación nacional. ¿Podemos considerar que este objetivo de liberación nacional ha desaparecido de nuestro horizonte? Los “realistas” nos están respondiendo tácitamente que no, que no ha desaparecido, que para plantearnos objetivos de liberación humana debemos deshacernos de la tutela imperialista. Ellos mismos se encargan de recordarnos que el principal enemigo externo para nuestra liberación es el imperialismo. Por lo tanto es impensable para un revolucionario imaginar que el gobierno de los Estados Unidos pueda ser un aliado para nuestro bienestar, que ha dejado de ser nuestro principal enemigo. La actitud de sumisión del gobierno actual viene condicionada por el miedo a un golpe de Estado propiciado por el imperialismo mismo y por supuesto perpetrado por el Ejército nacional, institución que tiene la reputación de ser la que mejor ha respetado los acuerdos de paz.

Es este miedo el que condiciona a los que nos exigen que rebajemos nuestras exigencias, que no todo se puede obtener de la noche a la mañana, nos dicen, que moderemos nuestras ambiciones, que seamos realistas, que abandonemos nuestro romanticismo. A lo sumo, nos afirman, a lo que podemos pretender es alegrarnos por que la derecha ya no está en el Ejecutivo, que logramos sacar a ARENA del poder. Es cierto que muchos limitaron a esto sus objetivos y piensan que esta debe ser la actitud de todos. ¿Pero podemos dejarnos inculcar semejante conformismo? ¿Acaso somos un pueblo de maquilladores? Porque es esto lo que nos proponen, que maquillemos nuestra pobreza con remiendos sociales pagados por los préstamos que vamos ir acumulando.

Un corto recuento de los problemas sociales

Los que pensamos que es posible plantearnos objetivos de transformación, no podemos conformarnos con la simple afirmación de estos objetivos. Urgimos entender la realidad nacional, como internacional. En primer lugar debemos demostrar que en el estado actual de dependencia es imposible satisfacer las crecientes necesidades sociales, económicas y culturales de la población. Esto a pesar de que salta a la vista, que han pasado décadas enteras de capitalismo sin que se haya realizado algún avance substantivo en nuestro país, no todos piensan que el estancamiento que padecemos venga precisamente del sistema económico.

Hay personas que piensan que nuestro atraso es debido a nuestra ideosincracia, al carácter de nuestra gente. Hay otras explicaciones como la falta de recursos naturales, el aislamiento, la lejanía de los principales circuitos comerciales, todo el atraso acumulado, etc. Todas estas explicaciones son de una o de otra manera divulgadas por los órganos ideológicos de la oligarquía. Su constante repetición las ha vuelto evidencias. Algunas de estas observaciones no son tan desatinadas, no obstante no bastan para explicar la incapacidad de encontrar, dentro del estado actual de nuestra economía, los medios para satisfacer las más elementales necesidades de toda la población. Esta situación es permanente, es crónica.

Se han operado en el mundo toda una serie de transformaciones, estas han tenido de alguna manera una repercusión en nuestra sociedad, no obstante ningún avance sensible no ha tenido lugar en las condiciones de vida de las mayorías. En algunos sectores se ha producido hasta cierto deterioro. La crisis de nuestra sociedad no concierne solamente la economía, son todos los aspectos de la sociedad que encuentran dificultades para un funcionamiento adecuado, normal. Esto lo hemos visto en el desfuncionamiento de las instituciones del Estado, incuria de la Fiscalía para emprender investigaciones de todo tipo, la Corte Suprema de Justicia obedeciendo por simpatías partidarias al Ejecutivo, retrasos en los nombramientos de funcionarios, un parlamento que envía a comisiones asuntos que permanecen sin solución durante semestres, años enteros. La lista puede ser completada fácilmente por todos. El sistema educativo no responde a las necesidades del país y esto en todos los niveles, desde la formación inicial hasta la enseñanza superior. El transporte de pasajeros es un peligro permanente, su mala calidad es alarmante. El estado desastroso del transporte urbano e interurbano concierne no solamente a los propietarios de los autobuses, sino que también a las distintas administraciones encargadas de este asunto. Creo que todos tienen en mente la corrupción que ha dominado la gestión de la cosa pública y los compadrazcos que esto entraña.

La delincuencia, la violencia permanente es tal vez una de las manifestaciones de la crisis social que padecemos, que aparece como la más visible y como la más urgente por resolver. Este fenómeno no podemos verlo como una simple excrecencia abominable al interior de nuestra sociedad, como algo que ha venido a incrustarse. Es cierto que el estilo, el modus operandi de la delincuencia juvenil podemos adjudicarlo a las pandillas nacidas en los Estados Unidos e importadas por las expulsiones sistemáticas operadas por el gobierno estadounidense. No obstante es de inmediato que debemos asociarla con la permanente fuga de compatriotas hacia el extranjero, por la creciente falta de oportunidades de vivir o sobrevivir que ofrece nuestro país a la población. Esta realidad, la incapacidad del país, de su economía, de su sistema social de darle a todos lo mínimo para vivir, que ha provocado su fuga, se presenta como un fenómeno socio-psicológico de “sueño americano”. Esta campaña ideológica ha tenido como función ocultar las verdaderas causas del desangre de nuestra nación. La tercera parte de nuestra población en el extranjero. Las repercusiones en la vida de las familias, su destructuración o simplemente su destrucción, ha jugado un papel importante de sementara de muchos problemas sociales y entre ellos el de la delincuencia juvenil. La violencia ha servido a los gobiernos sucesivos para ocultar su incapacidad para resolver los problemas de la población. Todo nuestro sistema social funciona en la precaridad. Es justamente esta precaridad el signo distintivo del sistema social, político y económico que nos ofrece la oligarquía y nuestra sumisión a los dictados neo-liberales del imperialismo.

La violencia reinante en el país no proviene mayoritariamente de la delincuencia juvenil, ni mucho menos podemos afirmar que es causada exclusivamente por las maras. Pero tanto en las campañas gubernamentales, como las campañas de miedo que sostienen los medias salvadoreños, han creado en la población este sentimiento y esta visión. La gran delincuencia que se alimenta de todos los tráficos y que es la que comete la mayoría de los crímenes y delitos no es atacada legalmente y permanece ocultada. Esta gran delincuencia tiene capacidad de pervertir funcionarios, de sobornar voluntades y es en realidad la que se aprovecha del clima de violencia que reina en El Salvador.

Este recuento de problemas sociales y económicos constituye el resultado de la gestión social de la que es capaz la oligarquía. Es ella la que en primer lugar fue instaurando en nuestra sociedad la violencia, el despotismo como sistema de vida. Desde siempre hemos sufrido de dictaduras, de arbitrariedades, de represiones de todo tipo y forma. Las relaciones de violencia que reina en las familias, en los trabajos, en los centros educacionales proviene de las relaciones violentas instauradas por las clases dirigentes en toda la sociedad para mantener su hegemonía.

La lucha popular impuso la democracia representativa

La propaganda oficial de la oligarquía sostiene como una verdad intangible que la guerra civil que tuvo lugar en los años setenta-ochenta fue introducida del exterior, por fuerzas foráneas. No obstante se trata de la respuesta que encontró el pueblo para poder resistir, fue su forma de lucha para salir de todo el estancamiento político y social en que se mantenía el país. Desde los años treinta dictaduras y fraudes, represión y exilios, torturas, etc. han sido los modos políticos que usó la oligarquía para mantener su dominación social.

La guerra se inició con el objetivo de transformar la sociedad, de liquidar la dominación económica, política, social y cultural de la oligarquía. Es posible que sin la masiva intervención de los Estados Unidos en la guerra los objetivos primeros se hubieran logrado. Pero esta intervención tuvo lugar. Es un hecho dentro de nuestra historia. No obstante —y esto hay que tenerlo en cuenta en todo análisis de nuestra sociedad y de nuestra historia— fue a través de la guerra, por la guerra que se llegó en El Salvador a la democracia representativa, al funcionamiento balbuciente de las instituciones de la democracia representativa y formal. Esto significa que incluso a lo que se le llama “democracia burguesa” se ha instaurado en El Salvador gracias a las luchas populares, ha sido el resultado de la guerra. Es por eso que esta democracia es una conquista popular que hay que defender y preservar.

El pueblo lo interpretó así, cuando se volcó durante los días de las pasadas elecciones a las calles a defender la veracidad del sufragio, a prevenir y a combatir el fraude. La alternacia es también el fruto de las luchas populares. Pero los límites de este tipo de democracia saltan a la vista. La mayoría de salvadoreños votaron por el cambio, por un cambio de políticas en todos los campos económicos y sociales. Por el momento lo que tenemos es un continuismo de las políticas de derecha.

Mauricio Funes ha optado por plegarse a las exigencias del neoliberalismo, a los intereses de las clases dominantes. Es necesario también tomar en cuenta que el gobierno ha tomado algunas medidas progresistas que vienen a aliviar el bolsillo de las familias populares: los útiles, uniformes, zapatos y refrigerios gratuitos para los estudiantes de primaria y secundaria. Esta medida ha tenido su desfuncionamiento, pero es una medida de reparto de la renta pública que la derecha no critica abiertamente, pero su prensa señala con creces los desfuncionamientos. La derecha nunca quiso adoptar una medida semejante. Lo pudo hacer pues no se trata de una medida que ponga en entredicho la dominación de la oligarquía.

No voy a referirme al carácter particular del presidente. No obstante su estilo de gobierno ha sido el uso extremo del presidencialismo que permite la Constitución, se trata de un poder personal que deja abierto anchamente el camino para cualquier despotismo. Si algo hemos aprendido en este año es que el que decide en última instancia es el presidente de la República, esto Mauricio Funes lo ha repetido hasta la saciedad, digo hasta la saciedad y debo agregar hasta con cierta delectación. Su política personal no corresponde para lo que fue electo. Su responsabilidad está comprometida y a la hora de los balances no será juzgado por sus discursos, sino que por los resultados.

Es importante asimismo decirlo que en esto hay otra responsabilidad que no recae en Mauricio Funes, pues al negarse a desdolarizar nuestra economía estaba dando signos evidentes del curso liberal de su política, cuando proclamó sus preferencias y referencias políticas a nivel internacional confirmaba este mismo rumbo. De alguna manera podemos decir que el jugó la partida con las cartas sobre la mesa. Repito, de alguna manera, pues sus discursos durante la campaña dejó a entender que se proponía radicalmente a conducir otra política, en la que dominaría el cambio en el trato de los problemas económicos y sociales. Hasta hoy no hemos visto ninguna medida significativa que atestigue que cumplirá con lo prometido.

No voy a insistir sobre la separación, las diferencias, los conflictos que tiene el presidente con el partido que lo llevó al poder, el FMLN. Lo extraño en esta situación es la conducta de los parlamentarios del partido y de la cúpula dirigente que insiste en reafirmar su apoyo a la política presidencial y a señalar que no existe ningún hiato entre el presidente y el partido.

Es esta actitud del FMLN, que decididamente nos mueve a pensar que la deficiencia en la reflexión se ha vuelto crónica. Cuando pactaron con Funes, cuando se repartieron funciones lo hicieron sin prever que podía darse una situación como la que estamos viviendo. Le entregaron las riendas del Ejecutivo sin poder exigirle ningún compromiso, ni mucho menos el cumplimiento de lo pactado (si es que hubo algún pacto). En todo caso la falta de un análisis crítico por parte del FMLN de lo que es el Estado oligárquico, su funcionamiento, su dominio de la vida pública, sus órganos de difusión ideológica, etc. los ha llevado a una simple incorporación al sistema sin proponer absolutamente otro tipo de hegemonía, otra manera de hacer política. Declararse de vez en cuando partidarios del socialismo no constituye una política. Repetir que será el pueblo salvadoreño quien decidirá de cuándo y cómo se construirá el socialismo, sin tener una política que pueda dar las premisas de cómo el pueblo salvadoreño podrá decidir, convierte esas declaraciones en mero ritualismo. Todo eso han sido declaraciones sin consistencia y lo siguen siendo. Es como el color rojo que visten y que a veces obligan en municipalidades a vestir a sus funcionarios, no es sino que mero símbolo, esto no tiene nada que ver con un proyecto de sociedad, de otra sociedad.

No se trata de que durante el primer gobierno del FMLN se iba a poner las bases de otra sociedad. En primer lugar porque para eso es necesario que las clases trabajadoras se impliquen conscientemente y con mayor fuerza en las nuevas maneras de hacer política. Estas nuevas maneras de hacer política deben construir las instituciones de una nueva democracia participativa, que amplien y consoliden los logros de los derechos democráticos obtenidos. Un desarrollo democrático que abarque todos los sectores en donde el despotismo sigue aún reinando.

Estos sectores son múltiples, pero me refiero en primer lugar a los lugares de trabajo y el ambiente que reina en ellos. La dictadura patronal ha impuesto la pérdida substancial del respeto a la dignidad de la persona. No existen leyes eficaces que protejan los derechos de los trabajadores. No existen contratos colectivos, ventajas diversas que se desprendan de este contrato. Todo trabajador puede ser echado a la calle sin previo aviso. Y son muchas las veces en que la debida indemnización no es pagada. Esto sucede sin que el partido “revolucionario” se manifieste y organice las protestas y sobre todo que organice a los trabajadores para exigir el respeto a su dignidad. En las maquilas el despotismo patronal es aún mayor. Pareciera que son lugar de ausencia del derecho. Es necesario pues introducir en ellos la democracia y dignificar a los productores reales de las riquezas.

22 abril 2010

Si todo sigue como antes...

Ignoro cuál ha sido la razón, el hecho tal vez, que hizo desaparecer la polarización política, hasta hace un año tan cacareada en los media y en la bloguística salvadoreña. Vuelvo a esto porque un tema tan anclado, tan compartido, vuelto casi dogma, ha dejado de aparecer ya sea como una lacra nacional o como absoluta explicación de la parálisis del mundo político. De repente se ha vuelto posible, por lo menos en la asamblea, cualquier posibilidad de alianza en los votos, se ha logrado a veces muy fácilmente hasta la unanimidad.


Tal vez el último polarizado en ese mundillo sea el ex-presidente Cristiani. No crean que me he olvidado del irredento editorialista del Diario de Hoy, pero considero que es un caso aparte, se trata de un viejo olmo que nos seguirá dando peras per secula seculorum. Peras verdes, duras, inmasticables.


Algunos dirán tal vez que la polarización política sigue existiendo, pero que desde Casa Presidencial un gran titiritero sabe mover los hilos. Un día se va con unos hilos gruesos a defender a su cuate mexicano y entonces la derecha toda junta le dio una serenata con todos sus votos. El FMLN se quedó como novia con sus colochos... Otras veces se opone al aumento de las penas de cárcel para los menores, consulta, reune, pone cara de niño regañado y hace algunas observaciones que alegan anticonstitucionalidad y acuerdos internacionales. Pero esta vez los ex-polarizados ARENA y FMLN se van a cantar juntos por otro lado. Finalmente al titiritero le gustó la canción y termino diciendo que no es tanto el aumento de la pena, sino la manera de como se va a aplicar la pena, si va a ser o no graduada respecto a los mayores. En todo caso, una muestra más que el columpio ideológico es más práctico que la intransigencia polarizada.


Lo que advierto es que algo ha cambiado. Tal vez que unos se dan cuenta que les conviene el actual continuismo/cambio y que los negocios siguen siendo los negocios. Un famoso tanque de pensamiento (agencia de publicidad del patronato) sigue reclamando definición de la política económica de gobierno. Parece que de tanto pensar, no se han dado cuenta de que hasta a los vendedores ambulantes van a poner a contribuir para recolectar la tva, como estos grandes pensadores salvajemente lo propusieron a Saca. Éste ni caso les hizo, le pareció muy sangrona la medida. Esta medida es tan revolucionaria, tan generosa que ahora si llega al parlamento... No se han enterado nuestros grandes cerebros financieros que no hay necesidad de que protesten, según los planes que habían previsto antes de las elecciones. Ahora son lo primeros consultados, sus colegas en Palacio, digo, en Casa Presidencial siguen la misma doctrina e idolatran al mismo Becerro bursátil.


Algunos llegaron a decirme que en El Salvador todo se va arreglar cuando desaparezca la polarización política. Parece que vamos por buen camino, si todo sigue como antes... por supuesto.

21 abril 2010

El circo, los préstamos y un tira y afloje

La situación política no deja de complicarse. La derecha aunque en pleitos, sabe unirse para votar en favor de los proyectos del gobierno, por lo menos en dos ocasiones supo sobrepasar sus querellas. En esta ocasión con la misma diligencia que apoyaban las demandas de empréstitos de los gobiernos areneros, la derecha ha apoyado al gobierno de Funes. El FMLN como en las anteriores legislaturas pide transparencia y explicaciones del uso que se dará al dinero. Pero creo que esto es lo que se ve en la superficie. Y es esto lo que la gente ve y no creo que vea y no se interrogue sobre el significado de esta inversión. Pues pareciera que la derecha se ha convertido en el partido de gobierno y el FMLN en el partido de la oposición.


Algunos comentaristas que he leído consideran que el FMLN pretende con esto pedir cuentas al presidente por su conducta en algunos asuntos de su política internacional: su cercanía con el presidente de Estados Unidos, su complacencia con el régimen hondureño, su resistencia a entablar mejores relaciones con Chávez, etc. Otros vieron en esto como una advertencia sobre la reforma de ley orgánica del Registro Nacional de la Persona Natural (RNPN), es decir un dando y dando con el Ejecutivo. Ahora ya conocemos la respuesta del presidente. El presidente afirma que está de acuerdo con que sea el Ejecutivo (el presidente), quien elija al presidente del organismo autónomo, pero que esa elección no puede estar supeditada a la terna propuesta por el partido que haya recibido el mayor número de votos. Aquí se habla de Constitución (el Ejército en la calle no es constitucional), creo simplemente que una vez más la discordia viene de lo que ya nos estamos acostumbrando, por lo menos de lo que ya hemos ampliamente aprendido: Funes repite en cada ocasión que el único en decidir es él. Esta ley lo deja decidir pero con límites, la proposición del partido mayoritario, en este caso del partido que lo llevó al presidencia. El FMLN, con un aliado de circunstancia, trata de obtener rédito de su estatuto de primer partido en la proposición de candidatos para la presidencia del RNPN.


El circo


Pero todo esto es un circo. Esto no nos acerca a los problemas que aquejan a los trabajadores, esto está a años de luz del aumento al salario mínimo, del control de los precios de los productos de la canasta básica, de la baja en las tarifas de los principales servicios públicos, en una palabra, esto no tiene nada que ver con el cambio que esperaba la gente.


Este juego de tira y afloja entre el presidente y su partido (hasta hoy no ha dado su renuncia como miembro, si lo ha hecho, es un secreto) lo explotan los medias de derecha para mantener comentarios y noticias que en nada tocan los más acuciosos problemas nacionales.


Los préstamos


Lo de los préstamos han dado pábulo a Funes para alegaciones al estilo Saca. La misma demagogia, “si no votan los préstamos se oponen a mi política en beneficio de los pobres”. El problema es que no aborda el hecho de que antiguos préstamos no fueron fiscalizados y no se usaron, el bulevar Holguín no se terminó y el nuevo hospital de maternidad ni se comenzó. Ahora pide nuevos préstamos para los mismos proyectos. Es decir que el problema es serio, se trata de aclarar bien las cosas, sino todo esto es “malacatismo” campante. El pueblo va a rebautizar esta vía en “Boulevard de Oro”.


Por otro lado, los trabajadores ya tienen el permiso de Funes para protestar el Primero de Mayo. El presidente dice que ha leído “que hay organizaciones de trabajadores que van a salir este próximo primero de mayo a exigirle al Gobierno un cambio de verdad y qué bueno que lo hagan, lo van a poder hacer, nadie va perseguir, nadie a perder su empleo, porque le exijan al Gobierno, al Presidente de la República, que haya un cambio de verdad”.


¿Alguién esperaba que hubiera represión por las protestas en un Primero de Mayo, con un gobierno de “izquierda”? ¿De qué habla Funes? En esto se ve claramente qué alejado se encuentra de sus electores. Luego Funes agregó: "Yo no puedo aceptar que se diga que no estamos haciendo nada para generar empleo, para mejorar las condiciones de vida en la población". Me gusta mucho ese mayúsculo yo presidencial, lo prefiero al pueblerino “este servidor”, hipócrita y tonto al mismo tiempo. Aquí ya hemos hablado de las mejoradas medidas que aplica Funes, pero son las que ya existían antes. Si la población, si sus electores tuvieran ante los ojos medidas evidentes en favor de la gente, que significaran un cambio efectivo, ¿por qué se propondrían protestar en la manifestación del Primero de Mayo?

17 abril 2010

El famoso fantasma

No hace mucho un editorialista de uno de los principales matutinos salvadoreños escribía ufano por su descubrimiento, que “el pueblo salvadoreño no es marxista”. Lo escribía en serio y como un argumento en apoyo a Mauricio Funes de que no es conveniente apoyar y construir el socialismo del Siglo XXI en nuestro país. No voy a rebatir esto último. Se trata de una opinión que comparten tal vez la mayoría de salvadoreños y si alguna vez nos toca construir el socialismo en este siglo, pues no sera del Siglo XXII. Además la cuestión del socialismo no se plantea en nuestro país en términos de decisión gubernamental. Este es un asunto que no se puede imponer desde arriba, desde el gobierno. Se trata de un proceso en el que tienen que intervenir conscientemente las clases trabajadoras. Sobre a quién me refiero, cuando hablo de clases trabajadoras, voy a volver más tarde, en otra ocasión.


Ahora a lo que quiero referirme es a esa afirmación que el editorialista consideraba como probatoria: “el pueblo salvadoreño no es marxista”. El dueño de esta afirmación no es un analfabeta, es un universitario, un profesional, graduado en una universidad de los Estados Unidos. Este tipo de afirmación argumentativa es posible por el bajo nivel del debate ideológico existente en nuestro país. Porque de la misma manera que escribe que “el pueblo salvadoreño no es marxista”, igualmente pudo escribir que “el pueblo salvadoreño no es hegeliano”, “el pueblo salvadoreño no es kantiano”, “el pueblo salvadoreño no es heidegueriano”, “el pueblo salvadoreño no es husleriano”, etc. De todas estas afirmaciones, como se ve, no se puede concluir absolutamente nada. Son afirmaciones poco informativas, casi vacías de contenido.


Pero estoy seguro que sus lectores no se dieron cuenta de la incongruencia de la frase aludida, que usaba como un argumento contundente. Es más, nuestro editorialista de seguro pensó que su observación tiene que tomarse en cuenta obligatoriamente cuando se habla de socialismo para nuestro país.


No hace mucho un lector de este blog escribía en un comentario que era necesario preguntarle al pueblo salvadoreño si quería ser marxista, porque no debería engañarlo. En este caso se trata de una confusión, que tiene el mismo origen que la de nuestro editorialista. Muchos piensan que el marxismo es un recetario, una suerte de manual para la construcción del socialismo o del comunismo. Hay otros que en su anticomunismo hacen depender de la filosofía de Marx los crímenes cometidos por los estalinistas, los maoistas o polpotistas. Por lo general se trata de gente que no ha leído a Marx, que no lo ha estudiado.


Esto no impide que los que se reclaman del socialismo no deban explicarse claramente sobre lo que sucedió en los países del “socialismo real”. Y esto no concierne solamente a los crímenes totalitarios, sino que también al fracaso económico de esos países.


No obstante tanto nuestro editorialista, como mi comentarista, tienen una intuición válida que los salva, pues el marxismo es una filosofía aparte. Se trata de una concepción del mundo dinámica que pertenece a la tradición de la filosofía crítica. Pero va más lejos. No se contenta con criticar, habla también de transformar el presente. Es esto precisamente que convierte al marxismo una filosofía “peligrosa”. Por esto existen tanto anti-marxistas que no se empachan en criticar algo que desconocen. Nadie se pone a criticar con tal violencia a Kant, ni a Hegel, ni a Nietzsche. No se les ocurriría, primero tratarían de leer, de entender, pero luego se aburrirían... pienso yo.


Lo que más puede sorprender en esto de los anti-comunistas, es que de manera cíclica entierran a Marx, lo dan por muerto. Y aún muerto le tienen miedo, un miedo de espanto. Miedo al famoso fantasma del Manifiesto.

14 abril 2010

La vía democrática hacia el socialismo

La situación que he descrito en el artículo anterior presenta varios puntos que obligatoriamente necesitan prolongaciones mucho más extensas de las que puedo darles por este medio. En algunos puntos no he sido lo suficientemente claro. Otros se prestan a conclusiones precipitadas e injustificadas. En todo caso ahora voy a tratar de volver sobre el problema central que se nos presenta ahora en el país. Este problema es el de la perspectiva histórica, de la ventana que se nos ha abierto y que no podemos dejar que se cierre, pues entonces caeríamos de nuevo en las penumbras de los gobiernos de derecha.



Durante décadas las organizaciones de izquierda han presentado la salida hacia el socialismo como la única posibilidad de resolver los problemas estructurales que agobian al país. Para ello siempre se presentó la indispensable toma del poder por parte del partido revolucionario.


No obstante tenemos forzosamente que reconocer que esto se ha planteado siempre como una cantinela, como algo que se repetía sin que concretamente se planteara como realmente factible y por lo tanto no fue pensado como un posible próximo, sino como algo abstracto, casi etéreo que se perdía en un futuro improbable. Por eso hasta pudo parecer escolástica la discusión de las vías hacia el socialismo. No obstante la historia misma nos forzó a intentar una de ellas, la vía armada. Ya sabemos como se terminó. Cualquiera que sea nuestra apreciación sobre el término de la guerra, ya es historia y nos determina en la actualidad. Al mismo tiempo es necesario decirlo de manera definitiva que la vía armada ha desaparecido totalmente de nuestro panorama actual.


¿Qué es un partido revolucionario hoy?


No obstante solamente al enumerar estas cosas vemos aparecer una serie de problemas teóricos que tienen irremediablemente repercusiones prácticas. Uno de ellos es el del partido revolucionario, ¿Qué es un partido revolucionario hoy? ¿Cuál tiene que ser su estructura? ¿Cuál funcionamiento? ¿De qué medios de reflexión debe dotarse? ¿Cuál tiene que ser su práctica en el seno de la sociedad? Obligatoriamente aparece de nuevo el inaplazable problema del marxismo. No solamente para pensar el socialismo futuro, sino para pensar el hoy en el que actuamos. Estos dos últimos aspectos son acuciosos. En realidad ninguno de los pocos que he señalado son aplazables.


Ahora que sabemos que la vía armada ha salido de nuestra historia presente, nada sabemos en concreto de lo que el futuro nos depara, pero hoy por hoy, hasta donde la vista nos permite avizorar, la vía pacífica, electoral, es la única que podemos enfocar como posible.


¿Hemos pensado profundamente en qué consiste en El Salvador la vía pacífica? En realidad no creo. Desde el momento en que la transformación profunda de la sociedad se concibe como un futuro improbable, la participación a la vida pública del FMLN no ha tenido ningún contenido revolucionario. Es a esta conclusión que he apuntado en el artículo anterior. Esto es el resultado de las circunstancias que se fueron presentando y las respuestas que se fueron encontrando contenían contradicciones ideológicas que nunca han sido explicitadas. Desde los años treinta del siglo pasado, el PCS tuvo que actuar en la clandestinidad, tenía prohibido actuar dentro de la sociedad y aún menos participar en elecciones. La estrategia pacífica que pregonaban algunos estaba en contradicción flagrante con la realidad. Nadie, pues, reflexionó seriamente en esta vía en aquellos años, aún menos durante la guerra, tampoco en estos últimos veinte años.


El abandono real del objetivo socialista, por el conjunto de razones que enumeré anteriormente: la imposibilidad en un país como el nuestro de tener un política independiente, dada la proximidad del imperialismo y la influencia en nuestra vida de las relaciones con los Estados Unidos. Esta razón primera, creo, es la de mayor peso en la consciencia de los dirigentes políticos de izquierda y de la mayoría de los salvadoreños. También es imposible olvidar al Ejército salvadoreño que fue durante largas décadas el intrumento principal de dominación de la oligarquía y que asumió directamente la dirección del país. Dicho más claramente, se le tiene miedo a un golpe de Estado. Por otro lado la fuerza atractiva que tuvo el socialismo se ha ido perdiendo en el mundo hasta desaparecer casi completamente. El derrumbe de los países del “socialismo existente o real” fue un cataclismo social e ideológico que nunca se ha discutido, ni estudiado, hasta el día de hoy, en la izquierda salvadoreña. El modo de pensar el futuro fue siempre bajo el influjo de modelos. Una vez la desaparición del “sistema” que nos alimentó intelectualmente y al que muchos siguen fieles, nos ha dejado huérfanos y en la incapacidad de pensar por nosotros mismos nuestro presente y nuestro futuro.


Otra circunstancia que nos forzó a abandonar en la práctica el objetivo socialista es que nunca antes en la historia del país, las organizaciones de izquierda tuvieron la posibilidad de una actuación pública. Estos últimos veinte años han sido de aprendizaje. Desgraciadamente la escuela ha sido mala, en condiciones de permanentes luchas, luchas encarnizadas, verbalmente violentas, en las que no se tenía realmente experiencia y en vez de oponer nuevas prácticas políticas, se adoptaron los métodos usados por los partidos de derecha. La actividad política del FMLN se redujo a su participación en la vida parlamentaria, recurriendo sistemáticamente a procedimientos dilatorios, con pocas contra-proposiciones, etc. La administración municipal se ejerció sin imaginación, administrando los asuntos corrientes, sin ninguna creatividad. Por último, desde el punto de vista de la gestión, no se puede mostrar que entre la izquierda y la derecha haya realmente diferencia. El partido —los miembros de base— se han convertido en una excelente maquinaria electoral, es decir han actuado realmente en contacto con la gente sobre todo en épocas electorales. Esta experiencia electoral ha sido exitosa y ha mostrado que se puede ir más allá, pero al mismo tiempo ha puesto de manifiesto sus límites, que es necesario analizar. Exitosa lo ha sido en el triunfo obtenido en las elecciones presidenciales y al obtener el primer puesto para el FMLN en la Asamblea, aunque es en esta elección en la que se manifestaron realmente los límites.


La vía democrática


La cuestión de la vía hacia el socialismo ya no se presenta ante nosotros como un dilema. La situación política nacional, como internacional, no nos permite pensar un instante tan solo que se pueda ahora emprender una guerra de liberación. Pero si antes nombrábamos la otra vía, como pacífica, era simplemente por oposición a la vía armada. Ahora que ante nosotros se presenta no como una alternativa, sino como la única salida, no conviene seguir nombrando la vía como pacífica. Se trata de la vía democrática. El cambio de nombre implica una serie de consecuencias. La primera consecuencia es que para llegar al poder se tiene que pasar por la expresión libre y mayoritaria de la población a través del sufragio. En esto es necesario tener presente que el simple sufragio no implica por sí solo la democracia y que el acto mismo del voto tiene que considerarse como el resultado de un proceso democratizador. Este proceso no se puede concebir sin luchas ideológicas, se trata de poner en marcha actitudes, acciones, que ellas mismas contengan los principios transformadores y que tiendan a conquistar a la mayoría de la población. El pueblo no puede ser considerado como un ente que necesita ser guiado por una vanguardia esclarecida.


Este último término es necesario desmenuzarlo. De entrada la palabra “vanguardia” surgió en el discurso revolucionario en épocas en que el pasaje al socialismo se planteaba obligatoriamente como el resultado de un proceso en el que dominaba la violencia, que comprendía la guerra. El partido se consideraba como la élite, como los más aguerridos, que abnegadamente se sacrifican y sacrificaban sus vidas por la revolución. Es por ello que es imposible pensar el proceso, sin meditar sobre el carácter del partido y su forma de funcionamiento. El centralismo que en definitiva se volvió en mero verticalismo, necesita una transformación. No olvidemos que la idea leninista del centralismo se acompaña de un adjetivo importantísimo, democrático. En esto hubo una desastrosa confusión, que conllevó demasiadas consecuencias destructoras del movimiento revolucionario, que lo anquilosó. Pues en la mente y en la práctica de Lenin el centro no era una persona, ni un grupo de personas dirigentes, el buró político, sino que el congreso del partido. Y el congreso era la emancación de las luchas ideológicas en el seno del partido. Recordemos que el mismo Lenin tuvo que aceptar ser minoritario en varias ocasiones. El concepto de democracia no es solamente una cuestión de voto y aceptación del voto. Se trata de la participación activa de todos en la elaboración de las políticas que es necesario llevar adelante. La participación implica plena información de lo que está en juego, el derecho a la deliberación, el derecho a disentir, a tener su propia opinión. También implica que en una discusión no se puede hacer valer el cargo, el puesto en la jerarquía partidista. En los congresos —que es donde se elabora la política— todas las voces tienen que ser iguales, se expresan en el mismo plano. El resultado no es la simple aceptación de la opinión del otro, sino la convicción de la veracidad del punto de vista común.


Hay quienes se ofuscan cuando oyen a Mauricio Funes negar con enfásis que su gobierno no está construyendo el “socialismo”, ni se lo propone, ni lo prometió. Esto es más que cierto. No creo que mi acuerdo con Funes descance en las mismas convicciones, no obstante lo que afirma es la pura verdad. Su gobierno no construye el socialismo, ni pone las premisas para la construcción del socialismo. Pero esto no es así, porque él lo haya decidido, como la persona que en última instancia decide de todo en el gobierno. Su gobierno no construye el socialismo por razones históricas y sociales que tienen mayor peso que un individuo, aunque tenga una poderosa voluntad. Las razones son profundas, nos determinan a todos. La principal razón por la que ahora no se construye el socialismo, ni se ponen los fundamentos socialistas, es que para ello es imprescindible la participación consciente de los trabajadores, el socialismo no se construye desde el gobierno, el socialismo no se limita a la gestión estatal, por importante que esta sea, el socialismo es la transformación de abajo hacia arriba de toda la sociedad. El eje central es la participación activa y constante de la gente a todos los niveles. Esto por el momento es imposible en El Salvador. Por eso es irrisoria la declaración del diputado del FMLN en la que afirmó que desde el primero de junio se estaba poniendo las bases socialistas y que la gente no se daba cuenta... ¿De qué socialismo habla este diputado?


Con estos escritos apenas estoy iniciando un debate, un debate que me gustaría se diera asimismo en el seno de toda la sociedad salvadoreña, que cada uno se exprese, manifieste su modo de pensar, sus inquietudes, sus dudas, como también sus certitudes. El socialismo salvadoreño lo definirá el pueblo salvadoreño y tendrá la configuración que los salvadoreños quieran darle.


Nosotros estamos apenas aprendiendo a usar la democracia representativa. Por el momento se ha hecho factible, por las relaciones de fuerzas nacionales e internaciones, la alternancia en el poder ejecutivo. Esto es un logro que tenemos que medir en toda su importancia. Pero esto no es aún nada del otro mundo. En esta alternancia no estaba en juego una alternativa social. Para que se pueda plantear una alternativa social es menester profundizar los mecanismos democráticos, es necesario crear nuevas instancias de democracia participativa, en la que la gente, toda la gente aprenda a enfrentar posiciones contrarias, a confrontar intereses, a evaluar soluciones, a controlar la ejecución de las decisiones tomadas en común.


Como se puede apreciar, las tareas de iniciar el proceso democrático hacia el socialismo no puede ser puntuado exclusivamente con los períodos electorales, ni pensar solamente en las próximas elecciones como un hito histórico que va a suplantar todo el trabajo diario de conscientizar.

12 abril 2010

El hoy siempre se explica por el ayer

Como lo he repetido en varias ocasiones, la guerra civil y su fin negociado, siguen marcando de manera determinante la situación política nacional. Todos sabemos que los problemas socio-económicos, que condicionaron la exacerbación de la lucha popular siguen sin solución. Esto no implica que no haya habido algunos adelantos en las condiciones de vida de ciertas capas de la sociedad, incluso hemos tenido una sensible ampliación de las clases medias. Hasta cierto punto podemos afirmar que ahora existen realmente y que juegan un papel decisivo en el funcionamiento de la sociedad.


Esta determinación de la guerra se manifiesta sobre todo en la correlación de las fuerzas políticas nacionales. No me refiero solamente al reparto de los votos durante las elecciones, que dieron como resultado que el FMLN —que ganó las elecciones presidenciales— no haya obtenido la mayoría en la Asamblea Nacional que le permitiera efectivamente realizar su propia política gubernamental. La derecha sigue siendo mayoritaria en el país, dominando absolutamente todos los órganos del Estado, pero sobre todo su dominación ideológica es aplastante.


Pero esto salta a la vista, no urge ser un gran analista para darse cuenta de ello y de las dificultades políticas del FMLN, resultantes de esta situación. A estas dificultades se ha agregado otra, un problema nuevo: las diferencias evidentes que existen entre el presidente y el partido que lo llevó al poder. Creo que esta última dificultad no resulta de manera clara y evidente de la correlación de fuerzas en el país, ni tampoco es claro, ni evidente que es una consecuencia más de los resultados de la guerra y de su final. Sin embargo es necesario que nos detengamos un momento para ver de qué manera y por qué razones esta situación viene determinada por las mismas que condicionaron la guerra y sus consecuencias.


Antes de esbozar de manera suscinta mis reflexiones sobre este tema, deseo referirme a algo que puede llegar a ser una muletilla explicativa de lo que está pasando en el país. Esta muletilla explicativa ya empezó a funcionar, se trata de explicar la actitud del presidente por las inherentes dificultades de gobernar a la izquierda en un país, cuyo Estado sigue siendo dominado por la derecha y sobre todo que dependemos absolutamente de los Estados Unidos, que no nos permitirían apartarnos de sus preceptos y de su tutela.


Mauricio Funes no está gobernando desde posiciones de izquierda, no porque la derecha y los Estados Unidos se lo hayan impedido. Su opción de derecha es anterior a su elección y responde a ciertas declaraciones durante su campaña electoral, que algunos no quisieron oír. No hay que equivocarse tampoco, la campaña no la hizo solamente a partir de posiciones de derecha, no, no estoy diciendo eso, la hizo con propuestas y promesas que los ciudadanos de izquierda consideraron como suyas y como las del FMLN. Es precisamente porque la campaña fue prioritariamente de izquierda, que hay ahora cierto descontento y muchos cuestionamientos.


La presión se ejerció a partir de las clases medias


La correlación de fuerzas políticas en el país no puede medirse solamente por la correlación existente en los engranajes del Estado, la correlación de fuerzas políticas existen también en la sociedad en su totalidad. Funes es presidente porque obtuvo mayoría de votos a partir de posiciones de izquierda, es cierto que todos sabíamos que el candidato no era un personaje radical, que fue nombrado por su prestigio como un hombre moderado, por su visibilidad mediática y también porque iba a temperar las “impetuosas” ansias “revolucionarias” de los “ortodoxos” del FMLN.


La dirección del partido cedió ante una presión que se ejerció a partir de las capas medias o tomando en cuenta que éstas constituían la franja del electorado que iba a jugar un papel decisivo en la balanza. De esta situación y no de otra vino la negociación con Funes. Mauricio Funes fue descartado en las anteriores elecciones, pues Schafik Handal pesó con toda su autoridad para no aceptar como candidato a una persona que ni siquiera era miembro del partido y que había expresado en una entrevista a El Faro que deseaba tener las manos libres de todo compromiso con el FMLN, aún siendo su candidato. Muchos analistas han olvidado esta entrevista, pero en ella está presente la estrategia y la táctica que está realizando hoy Mauricio Funes. Ahí estaba ya explícitamente hablado lo que iba a pasar, las negociaciones que tuvo luego la dirección del FMLN con el futuro candidato recibieron la impronta de esos designios.


La revista El Faro haría un aporte documental importante, si volviera a publicar esa larga entrevista que le sirvió a Funes de rampa de lanzamiento para su candidatura. En ella expone que desea ser candidato sin ser miembro del FMLN, que desea mantener toda su libertad de acción y que aplicaría su propio programa. Los archivos de El Faro de 2003-2005 son ahora inaccesibles. Hay otras entrevistas que son ilustrativas, pero posteriores y en las que se expresa con mayor cuidado.


Resumiendo, no podemos aceptar la muletilla explicativa de que la izquierda es minoritaria en el Estado, pues el electorado se manifestó mayoritariamente por el candidato Funes a fin de que aplicara una política de izquierda. Si el deseo fuera aplicar medidas de cambio y que la derecha se opusiera obstinadamente, la movilización popular vendría a inclinar la balanza. El llamado a la movilización popular hubiera sido una respuesta a la intransigencia del patronato contra la reforma fiscal. Funes y sus consejeros prefirieron retroceder. Hubo luego un reproche presidencial, pero de ahí no pasó a nada más. Durante el episodio de la cuota a las compañías de teléfonos, además del veto presidencial y el resto de peripecias, Funes le hizo un llamado al patronato a intervenir en el debate político, en defensa de sus intereses y de las “reglas del juego”. Esto ya lo he dicho, lo repito, pues me parece más que significativo.


La muletilla explicativa me permite, por una de sus partes, volver al tema inicial de este artículo: los factores que determinan la situación política actual. Me refiero a la influencia de los Estados Unidos. Es evidente que este factor externo, se transforma en interno, por la constante intervención del imperialismo en nuestros asuntos, a través de declaraciones, amenazas, de “ayudas” económicas —militares durante la guerra— que nos determina, que funciona con la misma fuerza que cualquier otro factor interno. Vean que no me refiero a los salvadoreños que residen en los Estados Unidos. Este factor es esgrimido sirviendo de pretexto, pues la Administración estadounidense no puede impedir el envío de remesas, ni expulsar a un mayor número de salvadoreños de lo que ya lo hace. Las agencias bancarias recogen su tajada en intereses y gastos por los envíos y la expulsión de extranjeros también tiene su costo financiero y político.


Las vías para acceder al poder


Antes de que se iniciaran los primeros pasos para crear las organizaciones revolucionarias guerrilleras, hubo en el país, en el seno del Partido Comunista, una discusión sobre la viabilidad y la oportunidad de la lucha armada en El Salvador. Esta discusión se presentó ante nosotros por la fuerza arrolladora del triunfo de la revolución cubana, se presentó también al mismo tiempo por la situación interna, de fraudes y de represión política. Esta última se presentaba como un callejón sin salida. Toda fuerza política más o menos progresista, toda organización sindical que defendiera realmente los intereses de los trabajadores, eran prohibidas de hecho y sobre todo reprimidas. La batalla política por los derechos democráticos frente al constante hostigamiento represivo simplemente aparecía como irrisoria, francamente como imposible. La represión entonces no había alcanzado los niveles que alcanzó después bajo el adiestramiento que impartieron los técnicos en contra-insurgencia de los Estados Unidos. Los altos niveles de violencia a los que se llegó en el país tienen origen en la ingerencia imperialista. Creo que esto no hay que olvidarlo, es también parte de nuestra historia. Esta ingerencia pesó de manera fundamental en la conducción y el resultado de la guerra. Tampoco esto se debe olvidar. Y no puede servir solamente para justificar la conducta derechista del presidente y su alineamiento a la política de Washington.


De manera general, al inicio de los años sesenta no hubo realmente oposición a la posibilidad de emprender la lucha armada. Era aceptada como un principio. No obstante pronto aparecieron argumentos que tendían a disuadir la búsqueda de esa salida y volverla como una simple aventura. El principal factor enunciado fue nuestra cercanía de los Estados Unidos, este argumento era casi incongruente, pues la cercanía de la Isla era mayor. Pero luego se agregaron otros también de carácter geográfico, nuestra pequeñez y nuestro aislamiento. Cuba por ser una isla tenía sus fronteras abiertas, mientras que nosotros estábamos rodeados de fronteras hostiles y de una costa fácilmente controlable. Hubo otro argumento, en El Salvador tampoco hay montañas grandes como la Sierra Maestra. Tal vez algunos hayan ya olvidado esto, otros tal vez lo descubran hoy. Esto llevó a la conclusión de que a pesar de nuestro anhelo por emprender la lucha armada, ésta era imposible en nuestro país. A esto le he llamado “fatalismo geográfico”. Esta posición se volvió mayoritaria en el Partido Comunista Salvadoreño (PCS). De ella resultan sus políticas de alianzas y hasta cierta medida su táctica golpista en los años sesenta y setenta. Esta tendencia golpista se acompañó con la creencia o convicción de que al interior del Ejército forzosamente existe una franja patriótica, incluso progresista, como ha ocurrido en otros países.


No cabe aquí entrar en detalles en otro aspecto del mismo problema, me refiero al factor internacional. No obstante es necesario referirnos a la supeditación política e ideológica del PCS a los postulados promulgados por el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Una de las grandes discusiones en el movimiento comunista internacional, en los años sesenta, fue precisamente sobre las vías de acceder al poder, es decir, por la vía armada o por la vía pacífica, que también se llamó democrática o electoral. La dirección del PCUS decidió que las luchas guerrilleras obstaculizaban su política internacional de la coexistencia pacífica. Esta posición inclinó definitivamente la balanza al interior del Partido Comunista Salvadoreño (PCS) hacia el rechazo de la lucha armada.


El surgimiento de la guerrilla en El Salvador


Se trata pues de otro factor externo que se volvió interno, pues fue lo que estuvo en el origen de la escisión del PCS, que condujo a la creación de las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí” (FPL). Su dirigente Salvador Cayetano Carpio (el comandante Marcial) fue miembro importante de la dirección del PCS. Esto ocurrió a finales de los años sesenta e inicios de los setenta. Durante casi toda la década de los setenta hubo una batalla ideológica entre las FPL y el PCS respecto a la vía armada y la vía electoral. Las personas que vivieron en esta época y desde adentro, recordarán la encarnizada lucha ideológica entre ambas organizaciones y sus diametralmente opuestas posiciones sobre la manera de acceder al poder. Sobre todo esto es necesario excavar todos los documentos y reconstruir la historia de este período. Tal vez el Ejército o la PCN tengan en alguna parte los documentos confiscados a las organizaciones clandestinas. Esta historia no puede contarse solamente a partir de recuerdos, que reflejan selecciones subjetivas de los hechos y encierran naturalmente una interpretación que se adapta más a la situación actual que a los hechos tal cual sucedieron efectivamente. No me excluyo de esto. Además tal vez sea esta la oportunidad de decirlo, mis escritos son aportes personales, contribuciones al debate y deben de ser apreciados como tales. Es normal que exprese mis opiniones y que trate de argumentar. También es normal que defienda mis posiciones y que considero honestamente tener, en parte, la verdad. ¿Si no pensara así, valdría la pena expresar mis opiniones? No obstante esto no me conduce a cerrarme en mis posiciones. Supongo que en este tipo de temas, lo primordial es la sinceridad en la expresión y la apertura de espíritu ante las objeciones.


Estas dos tendencias en la izquierda, con otras, lograron unirse en el FMLN. Esa unión tuvo lugar en momentos críticos para el país, en circunstancias extremas, en las que la guerra ya había empezado y la represión había alcanzado niveles hasta entonces inimaginables en nuestro país. La unión se realizó sin que se pudiera discutir, ni abordar las diferencias, las discrepancias. Lo que primaba era estar unidos frente al enemigo que había ya iniciado un guerra que tenía los aspectos de exterminación, como si se tratara de un ejército extranjero. Hasta tal punto que los campesinos llamaban “invaciones” a las incursiones de las fuerzas represivas. Es en esto que las cifras de los crímenes de unos y de los otros cobran importancia. Una importancia que no es simplemente numérica. Se trata también del carácter, de la intensidad, de la sistematicidad. Esta represión tuvo repercusiones inmediatas de terror y sigue teniendo hasta hoy. El asesinato de monseñor Romero tuvo un impacto mayor en nuestra vida política, pero no hay que olvidar su efecto en el ánimo de la gente. También hay que recordar que el gobierno de entonces no tuvo reparos en reprimir abierta y salvajemente, ante las cámaras de todas las televisiones del mundo, al pueblo reunido en frente de la catedral metropolitana durante el sepelio del prelado. Con ello estaban expresando su determinación y el total apoyo que recibían del gobierno de los Estados Unidos. Con ello estaban significando “no vamos a retroceder ante ningún obstáculo”.


Ante una situación como esta, la urgencia se impuso. No se iba a perder el tiempo en sacar a la luz lo que separaba a unos de los otros. Sin embargo, no fue porque no se abordara estos problemas, que dejaron de existir y de producir sus efectos y sus consecuencias en todo el proceso y en la misma conducción de la guerra. Me refiero a los aspectos internos, a los que conciernen al FMLN, compuesto por cinco organizaciones. La discusión de los desacuerdos políticos, un debate profundo sobre el tema, frente a los crímenes que cometía la derecha, su número y su carácter inhumano, parecía fuera de lugar y las circunstancias de clandestinidad, con un enemigo asistido, instruido y acompañado por la principal potencia imperialista, tampoco permitía llevar adelante tales debates con la serenidad que esto exige.


Las divergencias se manifestaban en los hechos


Estas diferencias eran profundas y se manifestaban claramente hasta en la manera de nombrar la guerra, sus objetivos y los medios necesarios para llevarla adelante. Estas divergencias incidían constantemente en las tácticas y en las estrategias militares. Hubo otros elementos externos que influyeron, los intereses de Nicaragua y de Cuba, enfrentados también a los Estados Unidos. Tanto Cuba, como Nicaragua tenían sus propios análisis de la situación regional y por supuesto sus propios intereses. También definían sus propias tácticas y sus propias estrategias y cada uno intentaba con sus propios medios influenciar en los acontecimientos que tenían lugar en la región. Como se sabe los intereses de unos, no siempre coincidían con los de los otros.


Todos sabemos lo que duró la guerra, fue larga y destructora. Como acabo de decirlo hubo divergencias hasta en el modo de nombrarla, esto no era un simple problema semántico, detrás de los nombres habían estrategias y tácticas políticas y militares diferentes. Que unos la llamaran “guerra popular” y que otros le agregaran “prolongada” expresaban en ello profundas divergencias que obedecían en gran parte a las posiciones anteriores a la guerra, anteriores no solamente al inicio de la guerra, sino anteriores respecto a la década de los setenta y que se referían a la forma histórica de acceder al poder.


Para las FPL que hablaban de “guerra popular prolongada”, no se referían solamente a la cuestión del tiempo necesario para ganar la guerra, a los medios necesarios para vencer a un enemigo asistido directamente por el imperialismo, que cada vez se hizo más presente con instructores y oficiales, que intervenían directamente en los campos de batalla. También se trataba de preparar moral e ideológicamente a toda la población en la conducción de la guerra. Se pretendía ganar a la mayoría y de hacerla participante activa en la guerra.


Los “insurreccionalistas” pensaron siempre que la guerra estaba constituida por momentos fuertes en los avances de la guerrilla y que se prestaban a insurrecciones victoriosas con la participación espontánea de la gente. Esto como sabemos no ocurrió en ninguna de las grandes ofensivas que emprendió el FMLN. Sabemos ahora que uno de los más grandes “tacticos” del insurreccionalismo es ahora consejero y comentarista en conflictos de “baja” y “alta” tensión. Su valor es simplemente que supo venderse, su real contribución son sus artículos en la prensa internacional.


La tercera posición era la del PCS que residía en acabar cuanto antes la guerra y negociar las condiciones de una participación en la vida pública. Los comunistas le llamaban simplemente “guerra popular” y luego agregaban “que se está prolongando”. Esta estrategia tuvo su primera manifestación inmediatamente después de la primera gran ofensiva de enero de 1981. Al hacer el balance el Comando Central llegó a la conclusión de que la guerra no se podía ganar, que lo mejor era imponer negociaciones a partir de la demostración de fuerza militar que se acababa de hacer. Los insurreccionalistas se plegaron, pues acababan de sufrir una derrota táctica, la esperada insurrección no tuvo lugar, ni tampoco la prevista desvandada de las fuerzas militares de la dictadura. Ellos habían pensado que se iba a repetir lo ocurrido en Nicaragua con los sandinistas y la guardia somosista.


Los de las FPL no estaban de acuerdo con el análisis del Comando Central y también esta vez no hicieron públicas las divergencias. No obstante hicieron llegar a sus bases su propio análisis. En todo caso es a partir de este momento que la guerra adquirió otro carácter, el objetivo primero se convirtió en obtener las negociaciones que le pusieran fin a la guerra y que crearan las condiciones de una plena participación de las organizaciones del FMLN en la vida pública como partidos políticos legales. La principal actividad internacional de la famosa Comisión politico-diplomática no tenía otro objetivo y sus explicaciones residían precisamente en justificar estos objetivos. Las organizaciones de la solidaridad internacionalista recibieron la consigna de apoyar y exigir las negociaciones. Hasta ese momento, con bastante éxito, la solidaridad había exigido el cese de la intervención estadounidense en El Salvador. Señalo de pasada que los Estados Unidos invirtieron más de un millón de dólares diarios en su política de ingerencia en nuestros asuntos internos. Para calcular la importancia de esta suma, es necesario tomar en cuenta el valor del dólar en esa época. Esta ingerencia fue decisiva en la prolongación de la guerra, en su rumbo, en su intensidad y también en su acabamiento.


Este cambio de objetivos llevó a rudas luchas internas en la cúspide del FMLN y en la dirección de las FPL. Sobre todo esto es necesario que se escriba una historia seriamente documentada.


El objetivo de la guerra ya no fue más la transformación profunda de la sociedad, el objetivo socialista fue relegado, engavetado. Considero que para analizar lo que sucede hoy, es necesario tener en cuenta esto. No obstante también es necesario agregar otros factores a estas consideraciones, pues la integración a la vida política del FMLN, sus condiciones, la situación nacional e internacional en que tuvo lugar, todo esto ha influido en sus conductas políticas. Señalo sin entrar en detalles, pues el tema merece más que un párrafo, el derrumbe del “campo socialista”, pero antes, a partir de 1985 hubo la “perestroika” de Gorbachov, la nueva correlación internacional y los profundos cambios en la concepción del papel dirigente de Moscú en el movimiento comunista. Estos hechos trastornaron muchos planes, derrumbaron ilusiones, pusieron coto a viejas costumbres y volvieron obsoletas concepciones que hasta entonces se manejaban como dogmas intangibles. Tampoco he tocado, aunque esto tiene en nuestra historia una importancia de insondable alcance, me refiero al movimiento de masas que se formó en torno principalmente de las FPL, sin menoscabar las organizaciones en torno al ERP y a la RN. Este movimiento de masas es único en nuestra historia. Creo que estudiar su constitución y su desarrollo puede servirnos en estos momentos. La reacción salvadoreña supo valorar su importancia y combatió salvajemente a sus dirigentes, asesinándolos sistemáticamente, hasta dejar decapitado al movimiento de masas. Pero no se atacó solamente a la dirección, sino que también a los cuadros intermedios. El movimiento de masas tuvo que pasar a la clandestinidad. Esto le restó necesariamente su eficacidad. De nuevo me refiero al carácter de esta represión que fue numéricamente mucho más importante que los crímenes que se le adjudican a la guerrilla. Es necesario subrayar el impacto moral que tuvo en el conjunto de la sociedad las masacres y los cadáveres abandonados en las aceras, en las orillas de los caminos. Además de los hechos mismos, de las muertes causadas, era el objetivo perseguido, causar el terror en la población. Insisto en esta pues hay quienes dominados por la “ideología” de los derechos humanos, insisten en equiparar las masacres sistemáticas, los asesinatos sistemáticos, con los crímenes que indudablemente cometió la guerrilla. Esta equiparación afirma que en esto no se puede considerar los números, sino que los crímenes en sí. Pobre raciocinio. Es cierto que el crimen de guerra tiene que ser castigado, pero en nuestra historia la cantidad pasó a constituirse en exterminio, en crímenes de masa.


Esto que les entrego hoy es apenas un esbozo muy sintético, son apenas unas líneas para ser completadas y para proyectarlas. Dejo sin abordar el tema de extrema importancia de la ideología dominante. Sobre esto es necesario volver con mayor detenimiento, pues considero que la principal derrota que ha sufrido el movimiento popular, en estos últimos veinte años se ha dado en el terreno ideológico.