El autor de este blog agradece la reproducción total o parcial de los materiales aquí publicados siempre que se mencione la fuente.

17 junio 2014

Reflexión y no "medidas-reflejo"

El gran problema con este tipo de entrevistas de El Faro consiste en que el entrevistador no va en busca de información para los lectores, sino con el ambicionado propósito de meter en contradicción al entrevistado o ponerlo en malas posturas con su partido, sus colegas, etc. En este caso es lo que se pasó haciendo el periodista con el ministro de Seguridad Benito Lara. Con el agravante de tomar al lector por tontico y explicarnos en el preámbulo cómo debemos entender lo que dice el ministro.

Según el ministro Benito Lara la cosa es sencilla, no se puede hablar de tregua porque no hay beligerantes, por eso el concepto no es adecuado. El ministro señala la necesidad de profundizar y diversificar los estudios sociológicos y antropológicos para poder hacer un mejor diagnóstico y ver entonces los remedios que dar. Claro aquí el lenguaje figurado nos puede engañar pues no se trata de una enfermedad, sino que de un problema social profundo y grave. No me parece desatinado por ello mismo considerar como conveniente agregar el aspecto histórico del problema como lo sugiere el ministro.

Sabemos que los pandilleros son salvadoreños, que en gran mayoría han nacido en el país, ya no podemos simplemente referirnos al “fenómeno” como algo que se importó de los Estados Unidos, en todo caso decir eso sería no querer enfocar el problema ni como propio, ni como un problema de nuestra sociedad. Aquí he cambiado el término, no he dicho un problema social, le he querido sacar el aspecto abstracto del adjetivo e irme a lo concreto que entrega el sustantivo. Las maras no nos caen del cielo como una maldición, no son brotes de alguna contaminación exógena, tampoco son marcianos. Son cipotes nuestros. Son productos de nuestra sociedad, del modo de funcionar de nuestra sociedad. En esto entran muchos aspectos que no se pueden reducir al económico, aunque sea siempre fundamental. Pero lo social incluye modos de vida, dentro y fuera del núcleo familiar, modo de conductas en las escuelas, el efecto de la publicidad, los modelos sociales de conductas y ambiciones sociales. En todo caso, estamos ante un problema que no se puede simplemente estigmatizar, de un problema que por repugnante que nos resulte, lo queramos extirpar con la misma violencia que lo hizo nacer. Porque no podemos negar que la violencia desde décadas ha sido una forma de “solución” de nuestros problemas. Nuestra historia está llena de violencia.

Pero esta vez la violencia ha llegado a límites materiales inauditos, pues los valores morales de colocar sobre todas las cosas la vida misma han sido destruidos entre esos jóvenes. Aquello de la ranchera mexicana de que “la vida no vale nada” ha cobrado en nuestra sociedad, entre esos muchachos, un valor de dignidad e identidad. ¿Cómo se llegó a eso en nuestra sociedad?

Los estudios que propone el ministro Lara tal vez busquen responder a esta pregunta, porque una vez que hayamos comprendido cabalmente ese trágico cómo podremos desmontar el proceso, podremos tal vez desacelerarlo.

La violencia que habita nuestra sociedad es inmensa, de manera espontánea la mayoría de salvadoreños reclaman la pena de muerte, algunos hablan abiertamente de exterminio, palabra tan connotada durante la Segunda Guerra Mundial. Se sospecha, algunos no lo dudan, de que existen justamente en el país grupos de exterminio que se conducen con el mismo principio de “la vida no vale nada”.

Todo esto, la violencia extrema de las maras, como la que se propone contra ellas, tienen como fondo la total negación de los valores humanos, la negación de la calidad humana del otro. Ambas actitudes tienen el mismo origen: nuestra sociedad.

Lo que el ministro de Seguridad dijo sobre la preocupación del día a día de los ministros anteriores tiene que ver con la necesidad política (demagógica) de darle una respuesta rápida, la que sea, al clamor popular contra la violencia criminal de las maras. En otras ocasiones  aquí mismo he hablado de lo pernicioso que resulta querer complacer a la “opinión pública” aportándole falsas soluciones y promoviendo leyes que se quedan en el papel. Los gobiernos de ARENA hicieron mucha alharaca con sus leyes “duras y súper-duras”,  Funes con su ley “anti-maras” quiso mostrarle a la gente que no se iba a quedar con las manos cruzadas ante el crimen del bus incendiado y los 17 muertos calcinados en el bus, en Mejicanos. La ley y el ejército en la calle fue una "decisión reflejo", una medida para sacarse de encima las críticas y para que la gente sepa que “no me va a temblar la mano”. Pero el asunto no es aquí de tembladeras de mano, sino de un problema que exige paciencia, que prohíbe precipitaciones. Era necesario ya entonces hablarle claramente a la gente: estamos ante un problema de sociedad que no se puede arreglar aumentando la panoplia legal, todos los gobiernos aumentaron las penas hasta llegar al extremo que de facto se convertían en condenas perpetuas, prohibidas por la Constitución y que los diputados se vieron conminados por la Sala de lo Constitucional a reducirlas.

Se requiere coraje político y honradez para decirle a la población, no vamos a terminar con la delincuencia en unos meses, eso es imposible, el fenómeno es complejo, grave sí, pero no se resuelve con promesas inútiles. Es un problema global y necesita de soluciones globales en las que toda la sociedad y todas las instancias del Estado a las que les concierne el problema tienen que actuar y coordinar las acciones. Sinceramente es esto lo que he entendido en las palabras del ministro de Seguridad Benito Lara.



0 comentarios:

Publicar un comentario

Todo comentario es admitido. Condiciones: sin insultos, ni difamaciones.