No temo equivocarme al afirmar que son
contados los salvadoreños que supieron en su tiempo algo sobre el “Asunto Lysenko”,
tampoco los que vinieron después han escuchado o leído sobre este famoso
“asunto”. Sin embargo conocer este episodio de la historia de la URSS es importante para
entender el desapego de muchos científicos en el mundo occidental respecto a la
dialéctica materialista. Este desinterés, o mejor dicho, esta animadversión no tiene
como único origen este triste episodio de la “ciencia soviética”, contribuyó
también todo el clima que surgió después de la Segunda Guerra Mundial y se
amplificó con la instauración y desarrollo de la “guerra fría”. Por mi parte
durante mis estudios, en los años sesenta, en Moscú, algo leí en el Pravda,
pero confieso que no presté mayor interés y no comprendí entonces su
importancia y todo lo que encerraba. La polémica en los diarios la vi apenas
como un episodio un tanto candente de la destalinización.
Trofim
Denísovich Lysenko era un agrónomo muy apasionado y realizaba experimentos
que le dieron cierta reputación, aunque ninguno de ellos mejoró realmente la
agricultura soviética, ya desde 1927 un corresponsal del Pravda publicó un
reportaje sobre sus “descubrimientos”, uno era que se podía bonificar la tierra
sin abonos minerales o fertilizantes, también afirmaba el reportaje que había
encontrado una manera de reverdecer las áridas tierras de Azerbaiyán (Lysenko
trabajaba en una estación experimental) plantando guisantes en invierno. Así
los campesinos de la región iban a tener con qué alimentarse, sin temor a
alguna hambruna. El experimento en los años subsiguientes no dio los resultados
requeridos. Pero la fama de Lysenko se estaba forjando. Sin embargo esto no era
tan grave, lo que se volvió trágico para la ciencia soviética, para la
agricultura y para la dialéctica materialista es que bajo el ala protectora de
Stalin, Lysenko adquirió una autoridad que sobrepasaba sus competencias y a
partir de esta autoridad mal adquirida llegó a enviar a sus oponentes a los
“Campos Carcelarios” del régimen y otros fueron simplemente exterminados,
fusilados.
La
genética se volvió el Galileo de los comunistas
Lysenko había hecho suya la doctrina de
Lamarck que se resume en esto, que el sabio francés escribió en su “Philosophie
zoologique” (1806): “El ambiente influye en la forma y la organización de los
animales; el uso continuo o frecuente desarrolla y aumenta el tamaño de
cualquier órgano, mientras que el desuso permanente lo debilita hasta que
finalmente desaparece; todas las adquisiciones y pérdidas son debidas a la
influencia del ambiente, ya que mediante el uso y el desuso son conservadas por
la reproducción”. Fue esta convicción la que lo llevó a darle una guerra
sin cuartel a la biología genética, sus batallas amparadas y sostenidas por
Stalin llevaron a la destrucción de laboratorios, cátedras, al aislamiento o la
muerte de grandes científicos y al atraso de décadas en una ciencia en la que
comenzaban a colocarse en los primeros rangos mundiales después de la Segunda
Guerra Mundial. Como lo dice el Premio Nobel, François Jacob: “Pues como la
Iglesia condenó otrora las ideas de Galileo por ser incompatibles con la
doctrina, de igual manera los comunistas prohibieron la genética, considerada
incompatible con los principios mismos del marxismo” (François Jacob, “La
souris, la mouche et l’homme”, Editions Odile Jacob, 1997, pág. 49).
En definitiva se trata de un charlatán,
que ignoraba lo elemental en biología y cuyos éxitos en agronomía fueron sobre
todo propaganda y mentiras. Jacques Monod, otro Premio Nobel francés, lo
compara a un aficionado que publica un folleto a cuenta de autor, convencido de
haber encontrado el secreto de la vida o el remedio contra el cáncer y que se
muestra furioso por ser ignorado por la “Ciencia Oficial”. Pero lo
desconcertante en todo este asunto es que Lysenko haya podido obtener el apoyo
de Stalin, y con esto, el de todas las autoridades soviéticas, del Estado, del
Partido, la justicia, la prensa. Y fue así que obtuvo una victoria total contra
sus enemigos. Logró prohibir la práctica y la enseñanza de la genética. Los que
se atrevían a adherir a las teorías genéticas eran enviados a Siberia y fueron
muchos los que no volvieron.
Pero tal vez lo más asombroso fue que esta posición cobró realidad también en los países del Este europeo, que estaban bajo la influencia de la URSS. En las “Democracias populares” también se prohibió la enseñanza de la genética. La cosa llegó al colmo cuando en Budapest, la Facultad toda entera, bajo la dirección del rector, llevó con solemnidad a las letrinas, para botarlas allí, las colecciones de moscas “Drosophila” que se utilizaban para la investigación y la enseñanza. En Brno (Moravia) fue derribada la estatua del monje Gregor Mendel y los cultivos de arvejas que habían servido para las experiencias del monje, fueron arrancados del huerto del monasterio. Los Partidos Comunistas y los intelectuales comunistas de Occidente también se sometieron a estas estrafalarias doctrinas. Si los científicos del Este europeo se vieron obligados a aceptar por la represión y la amenaza de muerte, los intelectuales comunistas de Occidente no tenían ni siquiera esta escusa.
Pero tal vez lo más asombroso fue que esta posición cobró realidad también en los países del Este europeo, que estaban bajo la influencia de la URSS. En las “Democracias populares” también se prohibió la enseñanza de la genética. La cosa llegó al colmo cuando en Budapest, la Facultad toda entera, bajo la dirección del rector, llevó con solemnidad a las letrinas, para botarlas allí, las colecciones de moscas “Drosophila” que se utilizaban para la investigación y la enseñanza. En Brno (Moravia) fue derribada la estatua del monje Gregor Mendel y los cultivos de arvejas que habían servido para las experiencias del monje, fueron arrancados del huerto del monasterio. Los Partidos Comunistas y los intelectuales comunistas de Occidente también se sometieron a estas estrafalarias doctrinas. Si los científicos del Este europeo se vieron obligados a aceptar por la represión y la amenaza de muerte, los intelectuales comunistas de Occidente no tenían ni siquiera esta escusa.
En agosto de 1948, en una sesión de la Academia de Ciencias Agrícolas de la
URSS, Lysenko y sus acólitos, con el apoyo directo de Stalin, arremeten contra
los que sostenían los principios de la genética de Mendel y de Morgan. Los
ataques no tenían nada de científico, simplemente el enunciado puro y llano que
esas ideas no se conformaban a los principios del Marxismo-Leninismo. Esto
apenas a cinco años antes del descubrimiento del ADN.
El catecismo estaliniano
Es de esta manera que va a revelarse la dialéctica marxista en su forma estalinista.
La dialéctica ya no era una elucidación categorial puesta a disposición de los
investigadores y sometida a su libre juicio, sino que normas incondicionales de
la verdad a las que debe someterse todo saber. Este absurdo en el que sale a
brillar una incultura teórica aparejada de un desvergonzado cálculo político, a
partir del cual Stalin erigió el marxismo en filosofía de Estado. La dialéctica
fue codificada en cuatro “leyes” en el célebre “Materialismo dialéctico y
materialismo científico” de 1937. En realidad se trata del capítulo IV de la
“Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS” publicado por las
Ediciones en Lenguas Extranjeras de Moscú. Esta obra fue redactada bajo la
dirección de Stalin. El capítulo IV fue publicado en folleto aparte y ha figurado
durante toda una época como la exposición elemental de referencia del marxismo
para todos los partidos comunistas del mundo.
La dialéctica que fue llevada al trono de reina de todas las ciencias se
convirtió en sierva de un poder que la dogmatizó para normalizar toda la vida
ideológica. Se caminó hacia atrás en el camino recorrido por Marx por subvertir
el implacable sistematismo idealista de Hegel, de acuerdo al cual la “Ciencia
de la Lógica”, “método absoluto del conocer”, permite al pensamiento en su
“independencia de lo concreto” ser lo que alza a la forma racional “toda la variedad
de conocimientos y de ciencias”.
El uso precientífico grotesco que hizo Lysenko de las generalidades
bautizadas “filosóficas” muestra la ventaja que se ha podido sacar de la
presentación dada con pretensiones valorizadoras, en la cual la dialéctica es
mostrada como “ciencia de las leyes más generales” de toda conexión y de todo
desarrollo.
El “asunto Lysenko” es ante todo político, aunque su condición de posible
teórico en la inversión —sustentada por Hegel y menoscabada por Marx— pero de alguna
manera y por desgracia reintroducible en el otro sentido por el mismo Engels,
abusivamente instrumentalizada por Stalin, donde lo filosófico ataviado del
traje de “saber absoluto” se ha erigido en Tribunal Supremo de la verdad en
todas las ciencias.
“La verdad es siempre concreta”
Cualquiera que sea el estatuto que se le confiera a la dialéctica, es
necesario afirmar con fuerza que no se trata de una ciencia, que no enuncia
leyes, ni puede erigirse en criterio.
De sus indicaciones generales es imposible deducir ningún conocimiento
particular. Marx ha formulado esta tesis: “la verdad es siempre concreta”, esta
verdad tantas veces repetida por Lenin, no figura en el catecismo de Stalin.
Pero el desastre no termina allí, su prolongación es el empobrecimiento del
contenido de la dialéctica en formulaciones “llaves maestras” a las que fue
reducida: conexión universal, cambio ineluctable, salto cualitativo
obligatoriamente brusco, lucha de contrarios confinada al conflicto de lo
antiguo con lo nuevo: es lo que subsiste de la riqueza de determinaciones que
contiene la “Ciencia de la Lógica” de Hegel y que Marx puso en obra en “El
Capital”.
El pernicioso efecto es que en base a esta concepción, la dialéctica se
convierte en árbitro de lo cierto o falso en cualquier tema científico en
nombre de una congruencia o no con sus pretendidas “leyes”. Estas son apenas
tesis filosóficas: bajo el membrete de materialismo, nos encontramos en el lado
opuesto de toda cientificidad. No se le puede negar tampoco a los principios
dialécticos el derecho de prevalecerse de una pertinencia efectiva y acordarles
valor heurístico no conduce irremediablemente a simples tonterías. Engels más
de una vez al inspirarse de ellas hizo prueba de una sorprendente
clarividencia, por ejemplo respecto a la antropogénesis, para defender desde
1876, en su “Dialéctica de la Naturaleza” la tesis según la cual, el desarrollo
histórico toma el relevo de la mera evolución biológica, dándole al trabajo un
papel fundamental en el surgimiento del hombre.
El compendio estaliniano además de indigesto es simplemente falso, puesto
que la discontinuidad y la invariancia son tan reales como el cambio y la
conexión, la transición gradual igualmente cierta que el salto cualitativo,
conflicto de contrarios reversible no es menos cierto que el conflicto
irreversible.
Para Lysenko el material hereditario no puede ser independiente de las
condiciones de vida del individuo, porque la dialéctica nos enseña que “todo se
enlaza”, ni inmutable puesto que “todo se transforma”. Guiado por este tipo de
fórmulas vacías, Lysenko se permitió mofarse de Schrödinger, cuyo libro de
1944, “What is life?”, que constituyó
una etapa importante en el camino que condujo al descubrimiento de la molécula
del ADN. Lysenko decreta entonces “metafísica idealista”, “posiciones
anti-científicas”, lo que no entra en su mente obtusa es que fórmulas como
esas, “todo se enlaza”, “todo se transforma” son tan vacías como sus contrarios.
De esto se puede sacar la enseñanza de que “una dialéctica rudimentaria es una
contradicción en los términos” como dice Lucien Sève en el libro bajo su
dirección “Sciences et dialectiques de la nature”, La Dispute, Paris, 1998.
Esta enseñanza es válida para los que se dicen marxistas, pero no solamente
para ellos, sino que también par muchos otros, científicos sobre todo, que
rechazan la dialéctica sin tener mucho conocimiento de ella, a veces con un
conocimiento tan precario como son los compendios del mismo tipo del que he
mencionado arriba. El mismo François Jacob en su libro al que hice referencia
antes, afirma sin dar mayores razones: “Que se la tome por aquí o por allá, de
este u otro lado es imposible pegar la genética a la dialéctica”. En ninguna de
las páginas siguientes de su libro el científico francés, premio Nobel, no da
ni una sola razón, ni una sola explicación para justificar semejante
afirmación. François Jacob es también de alguna manera una víctima de Lysenko,
pues este sabio se quedó clavado en la dialéctica rudimentaria de los
catecismos de los años que siguieron la guerra y por supuesto ya no buscó saber
nada más, sobre todo que esa “dialéctica rudimentaria” dio como resultado el “lysenquismo”
que provocó una guerra contra su ciencia, la genética.
Este fue uno de los episodios oscuros en la otrora URSS, cuando la política se entrometió a querer dirigir, en este caso a la ciencia con metodos de ordeno y mando. Según cuentan cuando Nikita Kruschof visitó Estados Unidos, visitó un centro experimental y le mostraron las mazorcas de maiz híbrido que por cruces genéticos habían obtenido y Kruschof quedó impresionado, tanto que al volver de su viaje, ordenó que se sembrara maiz en los koljoz, por lo que los soviéticos le pusieron el apodo de Dadia kukuruza(creo que se traduce algo así como Tio maiz).El "affair" lysenko ocasionó el atraso de la URSS en la biología, pero un camino similar , aunque en menor grado, ocurrió con la teoria de la relatividad de Einstein, pero el daño en la fisica fue menor porque estaba relacionado a la defensa.No me queda claro lo de la dialéctica, lo de las 4 famosas "leyes de la dialéctica" que explicaban todo me parece que proviene de una interpretación de Engels, que el estalinismo elevó.
ResponderEliminarSegún sostienen el biólogo francés François Jacob ya en la más temprana destalinización físicos soviéticos que sí obtuvieron visas de salida de su país a congresos internacionales, se dieron cuenta del desastre producido por Lysenko. Fueron físicos los primeros en intervenir en la prensa y en revistas para restablecer la genética y por destituir a Lysenko, que seguía imponiendo su autoridad.
EliminarLa historia de Jruchov tiene algo de cierto, sobre todo lo del apodo, “kukuruz” significa maíz. En realidad, lo que quiso introducir Jruchov era el consumo humano del maíz, pues hasta entonces era alimento exclusivo de animales. Y hubo fotos y reportajes con Nikita Serguiévich comiendo maíz.
La cuestión de las cuatro “leyes” de la dialéctica es la obra exclusiva de Stalin y de sus acólitos y seguidores por el mundo. Esto fue consagrado en múltiples manuales de divulgación y de vulgarización.
El papel un poco inoportuno de Engels fue que en algunas formulaciones deja entender no que la dialéctica se reduce a unas cuantas leyes, sino que constituye un saber científico, una especie de “meta-ciencia” que puede establecer lo cierto o falso en todas las ciencias. Pero en el mismo libro “Dialéctica de la Naturaleza” salva de la ambigüedad su posición. No me voy a extender sobre esto ahora, prefiero dejar este tema para otro artículo más detallado.
Sobre la teoría de la relatividad no puedo decir que ésta haya corrido el mismo destino que la genética, pues en 1917 ya era universalmente aceptada en los medios científicos incluidos los rusos. Pero si hubo en ciertos medios intentos de someterla a un ostracismo, en los años treinta.