Fernando Camacho y Ángel Vargas (Del diario La Jornada)
El filósofo, ensayista y escritor Alejandro Rossi, investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y ganador de algunos de los reconocimientos más importantes del país, falleció la noche del pasado viernes, a los 76 años de edad
Con ese motivo, este domingo recibirá un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes, de las 12 a las 13 horas, luego de que sus restos fueron velados ayer en una agencia funeraria.
Con ese motivo, este domingo recibirá un homenaje de cuerpo presente en el Palacio de Bellas Artes, de las 12 a las 13 horas, luego de que sus restos fueron velados ayer en una agencia funeraria.
De padre italiano y madre venezolana, Rossi nació en Florencia el 22 de septiembre de 1932. Sus primeros estudios los realizó entre su ciudad natal, Roma, Buenos Aires y Los Ángeles, antes de llegar a la ciudad de México, donde finalmente se estableció.
Se graduó en la Facultad de Filosofía de la UNAM, y después realizó posgrados en las universidades de Friburgo de Brisgovia (Alemania) y Oxford (Inglaterra), donde fue miembro del Magdalen College.
A su regreso a México, se dedicó a ejercer como profesor de su alma mater, tanto en la Facultad de Filosofía como en el Instituto de Investigaciones Filosóficas, donde desempeñó un amplio trabajo académico y artístico.
Luego de más de 25 de años de vivir en el país, adoptó la nacionalidad mexicana en 1994. Impartió cursos y conferencias en diversas instituciones culturales de México y el extranjero, y participó en la fundación de las revistas de literatura y filosofía Crítica, Plural y Vuelta, ésta junto al Premio Nobel Octavio Paz.
Rossi fue autor de gran cantidad de libros de ensayos y relatos –varios traducidos al inglés, alemán, francés e italiano–, entre los que destacan Lenguaje y significado (1968), Manual del distraído (1978), El cielo de Sotero (1987), Diario de guerra (1994), La fábula de las regiones (1997), y Un café con Gorrondona (1999).
Fue investigador de El Colegio de México y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte; entre otros reconocimientos obtuvo los premios Xavier Villaurrutia en 2006, por su novela Edén. Vida imaginada, y el Nacional de Ciencias y Artes en 1999, en el campo de Lingüística y Literatura.
El legado
Consultados por La Jornada, intelectuales destacaron la solidez y constancia de la obra de Alejandro Rossi, y el ingenio con el que expresaba sus amplios conocimientos de filosofía, historia y literatura, además de su voluntad por formar nuevas generaciones de lectores y escritores. Entre algunos de los comentarios, Ramón Xirau, filósofo, dijo: Fue un amigo entrañable. Me gusta mucho toda su obra. Primero comenzó como lógico, pero me interesan más sus novelas, sus obras literarias, que son muy buenas. Rossi introdujo a México todo lo que es la lógica simbólica, aunque antes había un español, García Vaca, que hacía algo de eso. La verdad es que me gusta más como literato, me parece genial.
Eduardo Lizalde, poeta, comentó: Fuimos compañeros, colegas, discípulos de los grandes maestros en la Facultad de Filosofía; fuimos casi de la misma generación, era menor que yo por tres años. Rossi fue uno de los más notables estudiantes de filosofía y filósofo de esa generación. Hombre muy brillante, escritor excelente, de vasta cultura. Destacó por igual en la literatura que en la filosofía, si bien fue tardíamente literato.
Adolfo Castañón, poeta, ensayista y traductor, indicó: Alejandro Rossi fue mi maestro y amigo. Tuve la fortuna de estar cerca de él desde 1975. Fue fundamental en mi formación y en la de muchos, muchos otros dentro y fuera de la Universidad. Su enseñanza humana, literaria y civil es incalculable. Nos quedamos en América, al partir Alejandro Rossi Guerrero, más solos. Las letras en castellano en América están de luto.
Juan Villoro, escritor y periodista, señaló: “La muerte de Alejandro es una pérdida muy sensible. Fue una persona a la que quise y admiré mucho, y tuve la suerte de tratarlo desde la infancia. Fue un filósofo muy riguroso, que escribió un libro magnífico, Lenguaje y significado, y luego transitó hacia la literatura, muy estimulado por Octavio Paz. Dejó libros deslumbrantes, como Manual del distraído, La fábula de las regiones y El cielo de Sotero. Fue también un gran conversador intelectual, que formó varias generaciones de discípulos. Rossi expresó auténticos seminarios en charlas informales que podían durar hasta tres horas, con una ironía afiladísima”.
Víctor Flores Olea, escritor y diplomático, apuntó: “No hay duda de que fue uno de los hombres más inteligentes y de formación filosófica más sólida en México; un profesor absolutamente fuera de serie, con discípulos que ahora son profesores de profesores.
Fue un estudioso y filósofo particularmente penetrante y agudo. Era también un hombre de humor e ironía, aspectos que enfiló al campo de la literatura. Ello lo expresó con una elaboración literaria de gran calidad; concentrado penetrante, no prolijo innecesariamente, sino sintético, pero con un lenguaje y capacidad de expresión excepcionales en la lengua y la literatura en español.
Javier Aranda Luna, escritor y periodista, afirmó: “En estos días en los que la falta de sintaxis es santo y seña de revistas y suplementos literarios, conviene recordar que Alejandro Rossi siempre aspiró a escribir la página perfecta. Lo suyo fue una especie de relojería literaria en la que cada pieza, cada coma, cada conjunción, le daba el movimiento y la respiración indispensable al texto. Alejandro nos enseñó con su obsesión por el lenguaje a medir el tamaño de los textos y su grandeza no por su número de páginas ni por su género, sino por su capacidad para estimular la imaginación del lector.
“Manual del distraído, que leí en mi vida de estudiante, y La fábula de las regiones, con esa joya que es Sedosa la niña, son lecturas que me acompañan desde hace tiempo y que no dejan de sorprenderme.”
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