Fue durante la noche, ya bien entrada la noche, cuando andaba reventando los últimos cuetes y lanzando mis últimas buscaniguas, en aquel lejano primero de enero de 1959, que se corrió por toda Santa Ana la noticia que los « barbudos » habían entrado en la Habana y que el tirano Fulgencio Batista estaba en fuga. En ese instante no medí cabalmente la noticia. Vi a los amigos de mi hermano, el «Mico», el «Chele» Funes, el «Choco» González y tanto otros que andaban alegres y brindaban con los últimos tragos por los cubanos. En los diarios no se hablaba mucho de los alzados de la Sierra Maestra y a mis 16 años, si algo andaba ya metido en “cosas” como se decía entonces, para ser muy franco, no le di mucha importancia al suceso.
Fue lueguito, cuando por ondas medias y ondas cortas mi hermano mayor se puso a oír Radio Habana, que comencé a parar la oreja. Pero realmente fue porque todo eso parecía prohibido y se oía la mentada radio de escondidas de mi padre y de los vecinos. Lo que me gustaba en realidad era la capiazón, ese miedito sobrozón que nos recorría la espalda. A mi mamá no le gustaba la voz de Fidel, la angustiaba y nosotros prendidos de la radio.
Pero la cosa se puso muy fea de repente. La primera “neutralidad” de los gringos se fue convirtiendo en franca hostilidad y fue entonces que comenzaron a abundar en la Prensa y en El Diario de Hoy los artículos sobre Cuba. Todos esos escritos parecían prepararnos a una posible intervención en la isla de parte de los gringos. Rápido nos dimos cuenta que la agresión estaba en marcha. Todo se aceleró: aviones que lanzaban bombas en las reservas y refinerías de petróleo, en los cañaverales y en los ingenios. Supimos de los asesinatos de los brigadistas alfabetizadores. Luego vino el desvergonzado y criminal bloqueo de la isla revolucionaria. No recuerdo las fechas, resulta que en los diarios apareció la foto de nuestro embajador en la Habana. El hombre lucía una barba muy cuidada que le cubría muy nutridamente el mentón. Con la rotunda ingenuidad que me gobernaba pensé que esa barbilla era buen signo. Muy rápido uno de los más duchos me sacó del equivoco. No, esa barba no era revolucionaria y que lo más probable es que su llegada al aeropuerto de Ilopango presagiaba ya que nuestro país iba a seguir la orden de Washington de romper las relaciones diplomáticas con Cuba. Fue así.
Hoy, tanto años después de aquella ruptura, sentí orgullo que la gente que fue a festejar la toma de posesión presidencial de Mauricio Funes, le rindiera un sentido y prolongado aplauso a la decisión de volver a establecer relaciones diplomáticas con Cuba.
No estuve siempre de acuerdo con el proceso cubano, algunas veces critiqué. Pero también siempre denuncié y sigo denunciando el abominable bloqueo imperialista contra los cubanos. Sé también que entre nuestros pueblos hay mucho en común y que sacaremos provecho mutuo de una profunda colaboración. Creo que las relaciones se van a desarrollar y que se harán en el mutuo respeto.
Fue lueguito, cuando por ondas medias y ondas cortas mi hermano mayor se puso a oír Radio Habana, que comencé a parar la oreja. Pero realmente fue porque todo eso parecía prohibido y se oía la mentada radio de escondidas de mi padre y de los vecinos. Lo que me gustaba en realidad era la capiazón, ese miedito sobrozón que nos recorría la espalda. A mi mamá no le gustaba la voz de Fidel, la angustiaba y nosotros prendidos de la radio.
Pero la cosa se puso muy fea de repente. La primera “neutralidad” de los gringos se fue convirtiendo en franca hostilidad y fue entonces que comenzaron a abundar en la Prensa y en El Diario de Hoy los artículos sobre Cuba. Todos esos escritos parecían prepararnos a una posible intervención en la isla de parte de los gringos. Rápido nos dimos cuenta que la agresión estaba en marcha. Todo se aceleró: aviones que lanzaban bombas en las reservas y refinerías de petróleo, en los cañaverales y en los ingenios. Supimos de los asesinatos de los brigadistas alfabetizadores. Luego vino el desvergonzado y criminal bloqueo de la isla revolucionaria. No recuerdo las fechas, resulta que en los diarios apareció la foto de nuestro embajador en la Habana. El hombre lucía una barba muy cuidada que le cubría muy nutridamente el mentón. Con la rotunda ingenuidad que me gobernaba pensé que esa barbilla era buen signo. Muy rápido uno de los más duchos me sacó del equivoco. No, esa barba no era revolucionaria y que lo más probable es que su llegada al aeropuerto de Ilopango presagiaba ya que nuestro país iba a seguir la orden de Washington de romper las relaciones diplomáticas con Cuba. Fue así.
Hoy, tanto años después de aquella ruptura, sentí orgullo que la gente que fue a festejar la toma de posesión presidencial de Mauricio Funes, le rindiera un sentido y prolongado aplauso a la decisión de volver a establecer relaciones diplomáticas con Cuba.
No estuve siempre de acuerdo con el proceso cubano, algunas veces critiqué. Pero también siempre denuncié y sigo denunciando el abominable bloqueo imperialista contra los cubanos. Sé también que entre nuestros pueblos hay mucho en común y que sacaremos provecho mutuo de una profunda colaboración. Creo que las relaciones se van a desarrollar y que se harán en el mutuo respeto.
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La OEA declara nula la decisión de expulsar Cuba. Lea este enlace. Pueden leer también este otro enlace. El Diario de Hoy reproduce citas de comentaristas venezolanos anti-chavistas que escriben en los principales diarios de ese país. Se trata de conjeturas sobre la ausencia de Chávez en la envestitura de Funes. Esa ausencia la ligan con las "reflexiones de Fidel" que he puesto en el segundo enlace. Las "reflexiones" son posteriores a la decisión del presidente venezolano de no venir, como la del presidente boliviano.
jejeje
ResponderEliminarCon el embajador se dio el típico caso de "por sus barbas les conoceréis".
Qué bonito post! :)
ResponderEliminarHermoso y con ese toque de historia nostálgica y sincera.
ResponderEliminarGracias por este post, en realidad muy bueno.
Saludos don Carlos