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11 noviembre 2010

Desde Macarena a Triana


El 29 de Septiembre hubo una huelga general en España. Las pintas en las paredes de Sevilla, Granada y Cadiz, llamando a participar en la huelga, son numerosas y siguen allí como un recordatorio de la unidad obtenida entonces y de la combatividad mostrada por los trabajadores, contra los ataques del gobierno al nivel de protección social y del nivel de vida.


La crisis económica salta a la vista. Mucha gente se ha marginalizado. Hay que cuidar bien el lenguaje, pues en realidad, es menester decir que el capitalismo ha marginalizado a mucha gente. Se nota en la calle, en los parques. La mendicidad está presente y clama ayuda, no una limosna, no. Los carteles dicen el hambre, dicen del hambre familiar, del hambre de jóvenes que han comenzado a desesperarse.


El barrio de La Macarena parece que es un barrio de resistencia, un barrio de lucha. Que siempre lo ha sido. Fue lo que me dijo un joven sevillano al margen del Festival Internacional de Poesía. Pero al mismo tiempo es un barrio de tradición religiosa. Abundan las procesiones durante la noche, la hora de salida es varia, a veces es temprano, a eso de las ocho, otras son a las diez y media de la noche y vuelven a sus iglesias de partida, pasada la medianoche. Para el turista se trata tal vez de una atracción. Pero los habitantes del barrio, los que tienen que levantarse temprano, los que quieren dormir a gusto, pues tienen que conformarse con oír a bandas musicales que tocan melodías con abundantes percusiones y muchas trompetas, clarines, flautas y helicones.


Conversando un el mismo joven sevillano, un joven pintor, que daba un hombronazo a la organización del Festival, le relaté el sorpresivo y para mi casual encuentro con una procesión al salir del Homenaje a Antonio Machado. “No, me dijo, nada menos casual que toparse con una procesión en Sevilla”. El tema de las procesiones fue objeto de comentarios, de personas que nos decían que nada tenían en contra, pero que a la larga era molesto. Un hombre que esperaba el mismo autobus, en la parada, después de asustarse por el estallido de un cohete, nos contó que él mismo era muy religioso, que ese día había adornado sus balcones con las banderas alusivas, que cuando la Virgen iba a pasar por su calle, él estaría allí, en el balcón, pero que entendía perfectamente a los que no les gustaba.


Tal vez esto no tenga nada que ver, tal vez sea simple coincidencia, pero los versos de Machado me trotaban por la cabeza, sobre todo aquellos en los que el poeta cuenta la vida de don Guido. Y otros que ha cantado Serrat


“Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios,
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón”.


(Proverbios y cantares- LIII)


Pero los encuentros no fueron sólo con “La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta...”, no, también está presente, se siente “otra España del cincel y de la maza, con esa eterna juventud que se hace del pasado macizo de la raza. Una España implacable y redentora, España que alborea con un hacha en la mano vengadora, España de la rabia y de la idea”.


La ciudad de Sevilla se transforma, crece, se moderniza. Pero al lado de esa pujanza, ahora puesta entre paréntesis, por la crisis mundial del capitalismo, vi un domingo de paseo azaroso por las calles de Triana, cuando ya medio perdido por las márgenes del Guadalquivir, frente a los modernos edificios que dejó la Exposición Universal de 1992, vi, digo, un conglomerado de sórdidas champas de familias sin techo, pobres o miserables. No, no era inmigrantes, eran españoles hondamente instalados en las márgenes de la sociedad y del Guadalquivir. Mi cámara aún funcionaba, no tomé fotos de esa miseria, por pudor, porque esa gente ha buscado ese lugar para ocultarse, para esconder su miseria. Es una parte despoblada y sucia. La modernidad está a cincuenta metros, una moderna carretera que bordea la herencia de la Exposición Universal. Llegué allí, porque caminé sin rumbo, pues es la mejor manera de conocer las ciudades, porque al caminar sin norte preciso, los encuentros inesperados pueden producirse. Este fue uno de ellos.


Las fotos que voy a subir poco a poco. Hasta la proxima entrega.

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