Su contrario la democracia no lo encuentra en su interior, en sí misma, sino que en otros sistemas de gobierno. Por ejemplo, el gobierno por una cantidad reducida del pueblo la “oligarquía” o por por una sola persona, la “monarquía”. Y si algo restringe las libertades en un régimen democrático, lo que viene a contradecir en apariencia su esencia, se trata de que la democracia encuentra sus límites en realidades que le son exteriores: la debilidad o el egoísmo de los hombres u otras circunstancias. La democracia sin contradicción interna goza de la eternidad de un ideal, algunas veces magníficamente encarnado (algunos ponen de ejemplo a las democracias occidentales), a veces ensombrecido por la historia (un ejemplo recurrente son nuestras dictaduras latinoamericanas), pero este ideal siempre permanece fiel a sí mismo en tanto que modelo político universal.
No creo que valga la pena que me extienda sobre cómo el democratismo burgués se enardece con este tipo de abstracciones. Pero si consideramos la cosa, instruidos por la dialéctica materialista, vemos aparecer en esta definición —en apariencia sin contradicciones— una contradicción: al afirmar que es el pueblo quien se gobierna a sí mismo establece una identidad entre el gobierno y el gobernado, pero al incluir la democracia en las formas de gobierno, dicho de otro modo, en las formas del Estado, plantea al mismo tiempo su diferencia e incluso su oposición. Si hay estado, estamos hablando de poder, es decir del poder que ejerce una parte del pueblo sobre otra parte del pueblo, hay pues contradicciones en el seno del pueblo. En la definición se usa abstractamente de la palabra pueblo. Esta contradicción debe conducirnos a un análisis más concreto de las relaciones que encierra la entidad “pueblo”, es decir de las relaciones de las clases sociales.
Siendo una forma de Estado, toda democracia es una forma de dominación de una clase sobre otras. Es por ello que la democracia es en sí misma relación contradictoria entre el ejercicio formal de la soberanía política por el “pueblo” y las relaciones de clase que se oponen al ejercicio real del poder por las masas populares.
Es perfectamente en el interior de sí misma que la democracia es contradictoria y limitada, reproduciendo las contradicciones de clases. El Estado no es simplemente, como lo pretenden algunos, un instrumento administrativo de los asuntos sociales. Por mi parte considero que el poder del Estado reside en la fuerza violenta con la que ejerce su coerción, esta fuerza violenta es latente y virtual, pero inmediatamente realizable según las necesidades del dominio de la clase hegemónica. En este sentido es menester decir claramente que la contradicción entre libertad y Estado es total: “Mientras el Estado existe no hay libertad. Cuando haya libertad no habrá Estado”. Es en este sentido que definida como lo contrario de la dictadura, la democracia encierra en su interior la dictadura de la clase dominante, lo que es siempre susceptible de aparecer en todo su rigor en tal o cual encrucijada de la historia. El golpe de Estado no está nunca muy lejos.
Esta relación que hace de la democracia su contrario no es una relación abstracta, una contradicción en la Idea, es una relación de fuerzas concretas, se trata de un proceso histórico. Es necesario sacrificar (abandonar) las nociones “eternamente fijas”, los “conceptos previa y exactamente delimitados”, necesitamos conceptos que —como ha dicho Ferdinand Gonseth— estén en “estado de devenir”. Engels por su parte en una carta al futuro líder revisionista de la Social-democracia, Bernstein dijo: “Ese concepto se modifica cada vez que se modifica el demos, de tal suerte que no nos avanza ni una pulgada”.
Todo cambio en las relaciones de fuerzas de clase modifica también la forma general de relación que es el Estado. Porque el Estado no lo olvidemos es sobre todo una relación entre las clases, una relación de dominación y coerción. No obstante, como es el caso en El Salvador, en ciertos estadios del desarrollo de la relación entre las fuerzas de clase, la democracia aparece como una conquista popular contra el despotismo y el arbitrio. En nuestra historia plagada de dictaduras sanguinarias y de seudo-democracias salidas del fraude y la represión, la democracia actual es el resultado de una nueva relación de fuerzas que se creó durante la guerra y como consecuencia de ella. No obstante en otros momentos, en otros estadios, las cosas pueden invertirse, también es nuestro caso, el carácter mistificador que se muestra en primer plano, la dominación de clase se presenta como la encarnación misma de la voluntad general (acaso no nos ocurre ahora, que todos los partidos aceptan los intereses del patronato como los intereses nacionales); pero también existen otros estadios en que hay una nueva inversión de la relación de fuerzas sociales y esta democracia se convierte en obstáculo al mantenimiento de la dominación, existen entonces nuevas formas favorables al desarrollo de las luchas del proletariado que cuestiona radicalmente sus límites. Esto aún no ocurre en nuestro país. Las luchas revolucionarias estás estancadas por un doble obstáculo, la dominación ideológica de nuestra oligarquía y del imperialismo financiero y del avance de las ideas reformistas.
¿Entonces qué es la democracia? Pues una contradicción en movimiento permanente entre las masas populares y sus explotadores. La resolución de esta contradicción no es algo que se realiza especulativamente, en idea, sino la supresión histórica de sus bases mismas, la formación de una sociedad liberada de los antagonismos de clase. Es entonces que se puede abolir toda forma de Estado, de la violencia que se ejerce sobre los hombres por otros hombres.
La democracia, entendida como una forma de gobernar a los hombres, puede volverse total, única y solamente si perece hasta que se convierta en un instrumento de administración de las cosas. Pero ese estadio se puede alcanzar con la participación masiva y consciente de todos los trabajadores, a través de una revolución ya sea violenta o no, todo depende de la relación de fuerzas. La revolución también es un proceso y no un momento en la historia, la revolución no es la toma de un palacio, ni se reduce a la violencia de una insurrección, puede ocurrir sin ella, la revolución es la abolición de la dominación de una clase sobre el conjunto de la sociedad. Pero para suprimir esta dominación se requiere que se inviertan muchas cosas, una de ellas es la extensión ilimitada de la democracia en todos los procesos sociales.
La formación de la nueva sociedad no se realiza desde el gobierno, ni por decretos. La nueva sociedad que está planteada ahora mismo y aquí, no puede surgir si no se vuelve exigencia de las mayorías. En estos momentos estamos siendo testigos del despilfarro de recursos a los que la voracidad especulativa de los capitalistas obliga a los Estados. Se trata de utilizar todos los recursos alcanzados por la sociedad humana para satisfacer todas las necesidades de los pueblos y de desarrollar ilimitadamente las capacidades de todos los individuos.
Este despilfarro capitalista produce estos contrastes elocuentes, según un reciente informe de científicos de la United Nations University, la mitad de la población más pobre del planeta posee apenas 1% de todas las riquezas y si todo el capital fuera igualmente repartido, cada uno dispondría de 16 mil euros. Tal vez este otro ejemplo resulte también elocuente, el presidente-director general del grupo BTP Vinci, Antoine Zacharias, despedido en junio del 2006 por el consejo de administración, recibió un cheque de 130 millones de euros que es el equivalente de 790 años que debe trabajar alguien que devenga el salario mínimo francés, su patrimonio sin su stock de acciones, es evaluado a 167 millones de euros, el equivalente de 1 000 años de trabajo de un asalariado que gana el salario mínimo.
El capitalismo reinante produce este cuadro: las tres personas más ricas del mundo son tan ricas que sus haberes representan la riqueza de los 48 países más pobres. Los haberes de 84 personas más ricas supera el producto interno bruto de China. Los 225 personas más ricas disponen de una fortuna equivalente a la renta anual acumulada de 47% de los individuos más pobres del planeta, es decir, 3 mil millones de personas. Bastaría el 4% de la riqueza de esas 225 personas más ricas (1 000 millardos de dólares) para darle a toda la población del globo acceso a los servicios de base y los servicios elementales como la salud, la educación y la alimentación. Estos datos aparecen en el “Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Coincido.
ResponderEliminarPero lo más inquietante es, si nos referimos a Europa, la ausencia de propuestas de la izquierda en esta coyuntura politico-economica, en pleno capitalismo en crisis. Qué pasa con la izquierda europea?
Por lo menos latinoamerica se está re-inventando, aunque no sabemos a lo que se llegara, por lo heteroclito de los gobiernos emergentes. Si la critica cabe, por lo menos es de saludar el deseo de integracion economica de los paises del sur del continente.
Y se romperá este sistema individualista,
ResponderEliminarEgocéntrico y perverso.
Sus masas colectivas desaparecerán
Y vendrá el individuo;
Pensante, inteligente, independiente, integral y libre.
Esaú.