De regreso en mi celda traté de poner orden en mi cabeza. Acabo de escribir esta primera frase y me ha sorprendido el posesivo que he usado : mi celda. No creo sinceramente que entonces consideré ese recinto como mío. No intenté en ningún momento dejar mi huella en él. En todo caso ya de vuelta, me puse a recapacitar lo que me acaba de ocurrir. Sopesé cada palabra, cada gesto, cada expresión de los rostros de mis interlocutores. Nuevamente pensé que había evitado lo peor. Quiero decirlo ahora, que realmente ignoro sin mi llamada al dominicano Jorge mi suerte hubiera sido otra. No lo sé, no tengo, ni tuve posibilidad de saberlo. Pero de nuevo en la celda, pude concluir que habían decidido expulsarme. La búsqueda de mi pasaporte y la frase sobre que “ya habían pensado en el pasaje abierto”, me lo corroboró. No obstante no estaba muy seguro de que mi arreglo con ellos sobre el destino de mi mujer y mis hijas iba a ser respetado.
Al mismo tiempo dijeron que podían perfectamente mantenerme preso el tiempo que quisieran. No me discutieron en ningún momento, no me contradijeron directamente cuando afirmé que estaban “obligados” a sacarme al tercer día. Esto me parecía muy extraño. Como sea decidí mantenerme en huelga de hambre, seguir insistiendo que me debían presentar ante un juez. Seguir interpretando mi papel de alguien seguro y determinado.
El tiempo, supongo, pasa más lentamente en las cárceles. Lo sentía como detenido. En la mañana oí los pasos de otros reos, cuando vinieron a buscarlos para ir el baño. Luego ya no volví a sentir su presencia. Tal vez por eso me puse a silbar y a cantar, pero nadie me respondió. Por la tarde nadie más vino a prohibirme que cantara. El carcelero que venía a verme por la ventanilla lo siguió haciendo hasta un momento en que la luz eléctrica bajó de intensidad.
Estaba cansado. Sorprendentemente desde mi regreso caminé a lo largo de la celda. Me detenía por momentos, me senté alguna vez. La noche anterior hasta que me quedé dormido oí el llanto de un niño. Ahora eran los ladridos cercanos de unos perros que entraban a mi celda por la ventanita que daba hacia el exterior. Por aquella época dormía muy poco, me recuperaba con cuatro o cinco horas al día, de vez en cuando prolongaba hasta las ocho horas, entonces me parecía que había dormido en exceso. Raras veces, muy contadas, fueron las ocasiones en que hice la siesta, tal vez sólo durante las vacaciones. Ahora, allí, en la celda de la calle Petrovska sentí de pronto la urgencia de dormir, pero los ladridos de los perros no me permitían conciliar el sueño. Felizmente entonces conservaba en mi memoria muchos poemas de Lorca, Machado, Hernández, Vallejo, Neruda y algunos de Pushkin, Lermantov y Alexandre Block. Me puse a recitarlos en silencio, no sé cuánto tiempo. En algún momento me quedé dormido sin sentirlo.
De repente, en las primeras horas de la mañana, sentí la mano tosca y brusca de un hombre que me sacudía el hombro. Me desperté sorprendido, petrificado. La luz era escasa. No distinguí su cara.
—¡Arriba, arriba!
Me senté en la cama. Traté de pensar, de medir la situación. El hombre me ordenó que me parara. Me dijo que los siguiera. En ese momento vi a otros dos hombres en civil que esperaban.
—Lo vamos a llevar a las duchas para que se bañé, lo han venido a buscar para llevárselo.
No se me ocurrió preguntar quién, adónde. En realidad quién sabe por qué supuse que estos tres personajes no estaban enterados de mi destino. Uno de ellos llevaba el uniforme de carcelero. Era el que iba abriendo las puertas y fue quien me entregó un toalla diminuta y un pedazo de jabón. Me mostraron una puerta y me dijeron que entrara, que cuando terminase, les avisara tocando por la puerta.
Entre a las duchas. El lugar era gris, los tubos tenían las regaderas, cada ducha las separaba un muro, no había puertas. Tal vez había un desnivelado hacia una evacuación central, pues debajo de las duchas no había desaguadero. Abrí una de las duchas. No salió agua. Me di cuenta entonces de que todo estaba seco, extraordinariamente seco. La ducha seguía sin agua. De repente sentí miedo, mucho miedo, irracional. Tres años antes había visto en la Casa de la Amistad unos documentales y trozos de películas que el Ejército Rojo había encontrado en algunos campos de exterminio nazis. Las duchas me recordaron las siniestras cámaras de gas. El agua tardaba en salir. Abrí otras duchas. El resultado fue el mismo, ni una sola gota. Este martirio me lo propiné solo. Tuve unos instantes la certitud que me encontraba en una de esas cámaras. En ningún momento se me ocurrió que eso era desproporcionado, que era más sencillo un tiro en la sien o otro proceder más expeditivo y menos caro. Pues para asfixiarme en ese local hubiese sido necesario una cantidad enorme de gas. Pero el local me pareció hermético. Lo recorrí buscando un intersticio. El tiempo se escurría y las duchas que había abierto tardaban en echar agua. Pensé que si me tiraba al suelo iba a prolongar mi existencia. No sé, me ordené con mucha violencia serenarme. Fue en ese instante que comenzó a salir un agua escasa de las duchas. Me precipité a humedecer la toalla, pensando que si luego venía el gas eso tal vez me ayudaría. El agua era gélida. El chorro creció poco a poco. Me desvestí y me metí bajo el agua. Tomé la ducha, pero no tenía ya con que secarme. Fui a la puerta y toqué. Abrieron de inmediato y cuando me vieron mojado, cubriendo mis partes íntimas con la toalla mojada se enfadaron.
—No tenemos mucho tiempo, qué hizo con la toalla, por qué está mojada.
—Se me cayó...
—A la gran puta... no tengo otra, hay solo una para cada reo.
—Busque otra, no tenemos tiempo para discutir— dijo uno de los que estaban en civil.
El carcelero se fue y volvió en unos instantes. Uno de los de civil tenía mis ropas, me las dio. Volvieron a cerrar la puerta y me vestí. En ese momento me puse a reír por mi absurda ocurrencia de la cámara de gas. Abrieron la puerta y me apresuraban. Uno de ellos me preguntó por qué había tardado tanto en la ducha. Le conté que el agua había tardado en salir y que estaba fría, fría. Les conté que la ducha en sí fue corta y que por apresurarme se me cayó la toalla.
Subimos por unas gradas estrechas, entramos por una puerta gruesa y caminamos por un corredor. Llegamos a la misma sala del día anterior en donde me esperaban una seis o siete personas. El jefe y los dos que me habían recepcionado. Había un tipo sentado en una mesita. Me devolvieron los objetos que me habían obligado a desembolsar. Nadie me decía mayor cosa, venga, acérquese, tome. Me sentía mejor con mis ropas. El que estaba sentado en la mesita era un médico. Todo el tiempo que estuve en la sala me observaba. Luego me llamó. Se presentó como médico.
—¿Cómo se siente de salud?
—Bien, muy bien.
—¿Ha contraído aquí alguna enfermedad?
—No, que yo sepa.
—Responda si o no.
—No, no creo.
—¿Ha sufrido alguna tortura?
—Sí, moral, me han detenido sin derecho.
—Me refiero a que si lo han torturado físicamente.
—Físicamente no, pero ponga allí en ese formulario que mi detención es ilegal.
—Bueno, ahora firme aquí.
—No, yo no firmo nada.
—Sí, tiene que firmar.
—Ya le dije que no voy a firmar.
En ese momento se acercó el jefe que había estado viendo la escena y dijo muy tranquilo:
—Deje, no importa su firma, ya le pondremos alguna.
Se me quedó viendo, me entregó mi pasaporte y el pasaje.
—Hay una maletica con algunas cosas suyas. Su mujer no tuvo tiempo para más. Estos dos agentes lo van a llevar al aeropuerto. Eran dos hombres que no había visto antes. El jefe me tendió la mano y me dijo:
—Que tenga suerte.
No le respondí. Los hombres que me iban a llevar al aeropuerto me hicieron señas para que los siguiera. Salimos a un patio. Había un coche con el chofer sentado que nos esperaba. Uno se sentó a su lado. El otro me hizo entrar y luego se sentó a mi costado. Me mostró una revolver o pistola. No sé distinguir esas cosas.
—No intente escaparse, no haga movimientos bruscos y todo irá bien. Yo estoy acostumbrado a matar, como lo oye, si hace algún intento de escapar, yo tengo orden de tirar. ¿Entiende lo que le digo?
—Sí, perfectamente. Pero no tenga cuidado, no voy a intentar nada.
El chofer puso en movimiento el auto. Salimos, no sé si íbamos escoltados por motos. Creo que sí pues al entrar a la pista vi dos motos que se detuvieron y nos dejaron pasar. En el camino, el policía me miraba intrigado, me observaba.
—No sé qué habrá hecho, pero así como se le ve, no parece capaz de cometer un delito.
Tampoco esta vez respondí. En realidad iba realizando que salía de la Unión Soviética como un delincuente. Recordé en ese momento mi llegada, mi alegría juvenil, mis ojos abiertos tratando de desentrañarlo todo.
El policía trató de animar el trayecto, me hizo mil preguntas, se las fui respondiendo con monosílabos al principio, ya luego vi que de todos modos daba igual satisfacer su curiosidad. La conversación me llevó a declararle que seguía siendo comunista, que no habían logrado volverme anticomunista. Esto lo sorprendió. Traté de explicarle en pocas palabras. No me entendió, no podía entenderme. Luego le pregunté si me podía hacer un favor. Le pedí que fuera a mi casa y le llevara a mi mujer los rublos que me habían devuelto. Le dije que en el extranjero la moneda soviética no tenía curso. Aceptó, me dijo que lo haría. Lo hizo. Luego ya cuando nos acercábamos al aeropuerto me preguntó de nuevo:
—¿No le gusta el socialismo?
—Lo que ustedes viven no es socialismo.
—¿Qué es entonces?
—No sé, pero socialismo no es.
—¿Y como tiene que ser el socialismo?
—Tampoco sé, pero obligatoriamente no es como el que ustedes viven.
El hombre se alzo de hombros. Entramos luego al aeropuerto, el coche me llevó hasta unos veinte metros de la escalinata del avión los otros pasajeros, esperaban en fila. Algunos soldados, aduaneros o agentes de la KGB estaban desperdigados en las cercanías del avión. Cuando subía las gradas sentí que las lágrimas acudían a mis ojos. Las retuve con fuerza. Una aeromoza sonriente tomó mi billete de avión y me acomodó en mi puesto. Luego comenzaron a entrar el resto de pasajeros. Me enteré luego por mi vecino que tuvieron que esperar y que el avión salía con retraso. Al rato rompí mi huelga de hambre. La comida me pareció suculenta y hasta muy sabrosa.
Don Carlos:
ResponderEliminarLeyendo sus relatos uno no puede menos que horrorizarse y simpatizar con Usted ante tal situación. Solamente me queda una duda, ?qué fue lo que lo llevó a esa situación? qué fue lo que produjo esa animadversión hacia usted de parte de la autoridades de turno? O no aparece en los relatos o yo me lo he perdido.
Por su puesto que con todo y lo grave de la situación en que usted se encontró, eso no ha logrado hacerlo cambiar en su manera de pensar, mas bien creo que esos incidentes reafirman la fuerza de la convicciones en una persona.
Con mis respetos
Atentamente
Quijo-t
Estimado Quij-t:
ResponderEliminarNo puedo responder aquí a tu pregunta, no solamente por razones de espacio. La actitud de las autoridades no la ejercieron exclusivamente hacia mí. Se trataba de un sistema que se ha calificado de totalitario. Para responder a tu pregunta necesitaría ir a los origenes de todo este fenómeno, que abarcan múltiples aspectos, históricos, económicos, sociales, políticos, internos y externos. Sobre el totalitarismo soviético se ha escrito mucho, algunos lo han hecho con espíritu eminentemente propagandístico, otros lo han tratado de manera honesta y ciéntifica. Es imposible que pueda hacer aquí un resumen.
En lo que concierne mi caso y el de mi mujer (he narrado mayoritariamente lo mío, pero ella fue también víctima de la represión) tampoco puedo darte una respuesta. En realidad mi caso se integra dentro de un conjunto más amplio de hechos represivos. Algunos han señalado el carácter a veces caótico, aleatorio de la selección de las víctimas. Sobre esto tengo algunos ejemplos.
Pero hay otra razón mucho más válida para omitir responder a tu pregunta: resulta que el totalitarismo busca a toda costa la culpabilización de sus víctimas, que sean estas las que busquen las razones de su culpabilidad. Es por eso que personalmente nunca busqué mis culpas, supe siempre, así lo entendí, son ellos los que tienen que justificar sus atropellos.
Recibí mis más cordiales saludos.
bueno don carlos,asi es la vida.
ResponderEliminarsuerte que salio vivo de esa carcel.
pero usted no se ha preguntado,
¿cuantos como usted, fueron asesinados en esa carcel?
¿cuantos si les dieron el tiro de gracia en la nuca en esos baños?
-vi una pelicula, y a los condenados a muerte no gastan dinero en ellos, solo los llevan a un lugar asi, y les dan un solo tiro, uno solo en la nuca y por la espalda.
cuando caen muertos, hechan el agua de la ducha para limpiar la sangre y de ahi los entierran.
nada de fusilamientos con varios soldados que el tiempo pierden..
asi que DIOS,si usted cree en el, lo salvo. no creo que sus bravuconadas,si se les puede llamar asi, en la carcel lo salvaron.
cuando la gente es prisionera, esta sola. y ellos bien saben que pueden hacer de usted,lo que se les de la gana.
yo por eso NO CREO EN IDEOLOGIAS
ni en lideres libertarios
ni en presidentes para el cambio, los que cambian son ellos.
MAS BIEN CREO QUE LA HUMANIDAD ELLA SOLITA VA EVOLUCIONANDO,POR TODOS LOS MARTIRES COMO USTED QUE HAN PUESTO EN PELIGRO SU VIDA, Y LA HAN DADO.
PERO SI HA VISTO MI BLOG,HAY ESTAN CONSTRUYENDO UNA BOMBA DE 30 MIL LIBRAS PARA QUE ESTE LISTA EN JULIO DEL 2010...
osea que no estamos en paz todavia como humanidad.
saludes
LE VANDELIUX.
NO ENTRO DE AZULITO PUES ESTOY EN PROXI.
Vandeliux:
ResponderEliminarNo me considero ningún héroe, mucho menos mártir, ni nada que se parezca. Cuento mi historia porque es lo que ocurrió.
No creo que fueran mis bravucadas en la cárcel las que me salvaron, no. Pero fueron las que me sirvieron a mí para guardar mi estado de ánimo y también y sobre todo guardar íntegra mi dignidad.
Tampoco creo que el destino de un país se pueda poner en manos de un solo hombre. Creo justamente que si algo puede cambiar, el cambio vendrá de la acción y la conducta de miles de personas.
Al mismo tiempo, como lo he dicho y lo he repetido, he conservado mis convicciones. Las expongo en el blog.
Un saludo, pues.
Don Carlos, que impresionante su historia, por mi parte, soy una fiel creyente del destino, cuando el momento de la muerte llega, nadie puede salvarse, ni siquiera los que dicen tener fé infinita y oran al Creador, y la verdad es que pienso que tiene sentido, pues serán muy pocas las personas que acepten la muerte de sus seres queridos, especialmente si éstos está todavía jóvenes, seríamos muchas más las personas vivas y eso no sería bueno para este mundo que ya está superpoblado....
ResponderEliminarVolviendo a su caso, creo que su hora no había llegado y por eso no lo mataron sus captores. Espero que haya podido reunirse con su esposa y sus hijas, perdone si no sé toda su historia, pero soy nueva en estos menesteres de los blogs, internet, etc.
Me alegro mucho de que haya sobrevivido, y de poder leer sus historias, leer es uno de mis entretenimientos favoritos y a pesar de que disfruto algunas novelas como Jane Eyre, me inclino por las historias reales como la suya....
Cuídese mucho y saludos a su familia,
Mireya
Carlos: He leído todas las partes de tu historia. Es algo conmovedor. Sé que lo que narras es cierto, pues te conozco desde nuestras correrías allá por el Calvario en Santa Ana. Con estas últimas señas sé que ubicarás quien te escribe.
ResponderEliminarSi un derechista te dijera una frase como la siguiente, a propósito de tu historia, ¿qué responderias? La frase es "Mal paga el diablo a quien bien le sirve". Te digo esa frase no para ofenderte, sino para picarte a que me respondas con un comentario.
Un amigo.
En los regímenes totalitarios se presume que todos son culpables y son las víctimas quienes tiene que probar su inocencia.
ResponderEliminarComo Usted lo acotó en entrega anterior, la picardía de santaneco lo hizo actuar en esa forma con lo que creo que usted, en las primeras de cambio, le pegó una pedrada en la frente al moscovita interrogador, quien no estaba acostumbrado a que sus prisioneros le respondieran de manera fime: "mi arresto es ilegal, en tres días debo salir o ver a un juez", Una muestra de convicción que no la poseía el gendarme.
Pero bien usted salió bien librado de esa odisea y espero que lo mismo haya ocurrido con su mujer y sus hijas.
Con mis respetos,
Atentamente
Kijo-t
Estimada Mireya:
ResponderEliminarPersonalmente no creo en el destino. Pero no tengo nada que pueda refutar su existencia, al mismo tiempo no creo que exista tampoco prueba de su existencia.
Gracias por visitar mi blog.
Te respondo que las autoridades soviéticas cumplieron su palabra y le dieron a mi mujer tres meses para que preparara su viaje. Llegó a París con mis dos hijas.
Gracias también por tu compadecerte de mi pasado y de juzgar interesante este episodio de mi vida.
Mi buen Amigo, caí quien sos. Pues recojo el guante y acepto el reto, te voy a responder.
ResponderEliminarMi respuesta puede resultar muy corta y sencilla. "Me trataron así porque no les servía". Y esto también podrías tomarlo como una provocación... No obstante se trata de eso. Nunca fui servidor del "diablo soviético", desde mi llegada expresé discordancia, desaprobé, opiné. Lo he dicho anteriormente, mi preocupación siempre fue nuestra realidad salvadoreña.
En esto ha habido algo que sigue funcionando en muchos hasta el día de hoy. Es decir que se asimila a la realidad soviética como el fin que perseguían o persiguen los comunistas en Occidente. Esto es normal por la actitud sumisa que muchos adoptaron ante las posiciones dominates de Moscú. Esta actitud sumisa los llevó a defender lo indefendible. Muchos lo siguen haciendo hasta el día de hoy. (Te cuento que hay personas que me mandan insultos por estos escritos).
La realidad de la Unión Soviética no se puede borrar poniéndola en la gaveta del olvido. Es necesario analizar esa sociedad, ver en qué consitió el fracaso, porque hubo el descalabro. En vez de hacerlo, muchos le han dado vuelta a la casaca y se pasaron a la acera de enfrente, otros prefieren no hablar, darlo como un pasado que no presenta interés. En mi caso, prefiero contar mi experiencia, que es personal y limitada. Pero al mismo tiempo separo esa realidad de lo que aspiro para El Salvador.
ResponderEliminarTomando en cuenta la experiencia del fracaso soviético, me parece que no se puede confiarle el poder, todo el poder a un solo hombre o a una camarilla de amigos. Reivindico el derecho a la crítica, a la disidencia. Nada bueno puede resultar de un régimen que no tienda a multiplicar las instancias de decisión, de deliberación.
Lo he escrito varias veces, que estoy convencido que no existe un "salvador supremo". Es cierto que la democracia tal cual se ejerce por ahora, tiene mucho de formal. Incluso en donde se habla de "socialismo del siglo XXI". Es cierto que no se puede de la noche para la mañana cambiar todas las mentalidades, que el avance hacia una sociedad futura sin explotación del hombre por el hombre, en la que se le dé el máximo desarrollo a todas las personalidades y que cada uno (todos) pueda disponer de su "destino" según las potencialidades de su personalidad, ese avance tiene que prepararse y ser asunto de todos los oprimidos. Claro que no se puede hacer esto de la noche a la mañana, la tarea es inmensa y materialmente nuestras sociedades aún no están preparadas, tampoco idelógicamente. Pero desde ya se puede empezar a cambiar ciertas cosas: darle a la gente la posibilidad de que en algunos asuntos de la vida en común sean ellas las que deciden directamente. Otra cosa evitar el culto de la personalidad, pues esto trae sumisión.
Tengo la impresión que ahora en El Salvador, incluso los ministros no tienen libertad de decisión, que todo tienen que referirlo al presidente Funes. Pareciera que no se admite ninguna iniciativa, que un grupo muy restringido se ha apoderado del poder. Existe mucho secretismo, falta transparencia. Tal vez esto sea así, porque no se le puede servir a dos señores al mismo tiempo. No se puede hacer una politica cuya prioridad sean los pobres y consentir que la oligarquía siga siendo la dueña absoluta del país. Es por eso que tanto de la parte popular, como de la parte patronal, piden, exigen señales claras hacia donde va la política gubernamental. Esto parece paradójico, no lo es. Es la consecuencia de querer acomodar lo inconciliable.
No se puede eregir la empresa capitalista como el modelo de la administración social. Es en ella en la que se explota, es en ella en donde se le falta el mayor respeto a los trabajadores, es donde se les oprime mayormente, con reglamentos, con cadencias, con abusos. La empresa capitalista no persigue satisfacer las necesidades de los hombres, busca exclusivamente las ganancias privadas, la apropiación privada de lo beneficios. Su objetivo es la ganancia máxima.
Como ves, el diablo sigue existiendo, pero se disfraza bajo muchas máscaras. A veces toma la forma de prelado, a veces de líder máximo, de comandante, de jefe de partido, de cura, de "defensor de los pobres". Espero que haya respondido a tu "provocación". Saludos para tu mujer y para tu hija. Y para los amigos en común, ya estén en Cabañas, ya en Guate o en otra parte.
Hola don carlos:
ResponderEliminarmire la cosa no es como se la han contado. MAURICIO FUNES NO SE A APODERADO DEL PODER total.
hay ministerios como educacion,gobernacion y salud,donde es todo lo contrario.
LOS GRUPOS ORTODOXOS A ULTRANZA DEL FMNL SE HAN TOMADO ESOS ministerios y han puesto en lugares claves a integrantes o simpatizantes del fmnl,sin ningun conocimiento de sus puestos
Y ahi,ha sido tolerante funes, y eso le va a causar mas que un sinsabor en los dias que vienen,pues estas personas,desconocen de todo,incluso leyes, y piensan que los empleados publicos son empleados hoy del FMML.
Asi que no es tan cierto que funes no admite ninguna iniciativa ni concentra el poder.
De esa lucha entre el grupo ortodoxo y los del grupo de funes,estando en medio los empleados publicos,saldra una tempestad;SI FUNES NO REGULA O CATALIZA a esas personas que son activistas del fmnl y no intelectuales.
Pues no entienden nada ni de leyes, ni de lo que significa el gane de funes y el fmnl.
Ellos creen que ya instauraron el sistema socialista de cuba,o estan ya cerca del socialismo del siglo 21.
En el sector economico, si parece ser que un grupo afin a funes,le ha hechado candado a la puerta, y se tragaron la llave.
Desde el salvador
su sempiterno amigo-chero
-es que lo admiro porque usted si que es especial en eso de las convicciones y usted si que es bien serio -
el vandelium
Carlos:
ResponderEliminarMucha razon tienen muchas gentes al decir que El Salvador se salvo del Comunismo.
Si el comunismo hubiera llegado al pais, pues todos estuvieramos en una fria y mugrienta celda.
Gracias a Dios no ha pasado asi. Uste bien sabe como son los totalitarios marxistas-leninistas.
Anónimo: Nosotros tuvimos dictaduras sangrientas durante décadas. Y hemos tenido demasiadas masacres, asesinados, torturados, exilados, desaparecidos, etc.
ResponderEliminarPor otro lado, el "comunismo" nunca llegó a los países del Este europeo. Se intentó cambiar la sociedad, pero muy pronto las cosas se complicaron, por múltiples factores, internos y externos. Eso se convirtió totalmente en otra cosa. Ese fracaso debe de servir de lección,no solamente para esas sociedades, sino que para otras;