Tengo varios meses de intervenir en este espacio con temas estrictamente políticos. Lo hice llevado por las circunstancias y por mis afinidades. Mis intereses, mis impulsos me llevan hacia este terreno. Pero tengo otros centros de interés, otras manías. Me interesa mucho el funcionamiento del lenguaje. También he tratado de escudriñar el papel que ha jugado en la aparición sobre la tierra del homo sapiens —la enmarañada correlación entre lenguaje y pensamiento—. Me atrae el análisis sintáctico (aunque en esto me repugna la abundancia terminológica). Pero dentro de la lingüística, de los estudios lingüísticos he sentido una franca pasión por el análisis semántico. Este atractivo me trajo algunos problemas, serios problemas. Hasta tal punto que cambiaron el rumbo de mi vida. Creo que mis más asiduos y antiguos lectores recordarán que he ido contando algunos episodios de mi vida moscovita. Recordarán que fue en un mes de octubre que agentes de la KGB vinieron a arrestarme en los locales del diario “Novedades de Moscú” en el que trabajaba. He contado como fue mi salida de El Salvador rumbo a Moscú y el recuerdo que guardo de Salvador Cayetano Carpio, en aquel día en que vino a despedirnos. Esto lo he contado también aquí. En estos episodios tal vez he contado algunos detalles más que tal vez sería bueno recordar para evitar repeticiones y los famosos malentendidos.
Pero no importa si repito algunas cosas o si algunas no quedan claras. Los malentendidos resultan siempre. En uno de mis artículos sobre la naturaleza del signo esbocé su mecanismo fundamental. Se trata del entretejido de lo concreto y de lo abstracto. Pero no voy a volver sobre ello aquí. Lo traigo a caso para decir que los malentendidos tienen que ver con las distintas experiencias y el distinto alcance que tienen las palabras con sus significaciones y sus connotaciones en cada uno de nosotros. Les voy a dar un ejemplo. En este mismo artículo, en el primer párrafo he dejado escrito esta oración: “Mis intereses, mis impulsos me llevan hacia ese terreno”. La frase en sí no encierra ningún misterio, su significado es nítido, no puede existir ambivalencia, no obstante la primera versión, la que me vino primero a la cabeza comportaba una diferencia mínima. La palabra ‘terreno’ no figuraba, en vez había escrito ‘campo’. ¿Qué hay de particular en esto? Ambas palabras son sinónimos, su alcance significativo no cambia, su diferencia tal vez sea apenas sonora. La elección de una u otra puede que tenga algún ligero matiz estilístico, tan ligero que solo genios como Quevedo o Góngora advirtieran los escrúpulos que los diferencian. He usado aquí la palabra escrúpulo en el antiguo significado que tenía en farmacia.
Pero entonces ¿qué fue lo que me movió a preferir ‘terreno’ a ‘campo’? Resulta que he querido evitar que se piense que comparto con Bourdieu —además de su vocabulario— sus teorías sociológicas. Bourdieu habla de campos, entre ellos del “campo político”. A pesar de que según sus palabras piensa que su autonomía es relativa, al describirlo, al analizarlo lo encara como una entidad homogénea y en última instancia lo cosifica, lo personifica. De ese análisis se desprende una teoría del Estado que no comparto. Cabe preguntarse si alguien me hubiera asociado a Bourdieu por el simple hecho de escribir: “Mis intereses, mis impulsos me llevan hacia ese campo”. Sobre todo que de alguna manera la palabra ‘campo’ se puede entender como ‘tema’. ¡En fin! Quise evitar un malentendido, a partir de mi experiencia, de mis propios escrúpulos...
No obstante comparto muchos de los planteamientos de Bourdieu sobre la manipulación social que se puede practicar a través del lenguaje. Esta manipulación se da en los media, en todos los media y en otros terrenos. Pero no voy tampoco a extenderse sobre esto. Sobre este tema voy a volver sin falta. Ahora retorno a mi pasado, a mis recuerdos, a esos momentos míos en que mis aficiones, mis compromisos se mezclaron. Para quien no recuerde o no lo haya leído, Carpio nos instó al primer grupo de jóvenes salvadoreños que íbamos a Moscú, a ser críticos ante la realidad soviética, es decir que no aceptáramos sin cuestionarlas las verdades o las certitudes que nos afirmaran los camaradas soviéticos, que nos condujéramos sin ningún complejo de inferioridad. Mi primera crítica fue hacia mí mismo, rápidamente me di cuenta del abismo que me separaba culturalmente del resto de alumnos de la universidad, sobre todo de los argentinos, uruguayos, chilenos y también de los mexicanos. Mi compromiso fue tratar de ponerme lo más cerca posible de su nivel. Mis camaradas salvadoreños pensaban que era un vago, que era un indisciplinado. Es cierto que a veces prefería mis lecturas a las clases que nos daban en la universidad. Pero a la hora de los exámenes siempre obtuve buenos resultados. No me voy a poner a echarme flores retrospectivamente. Pero mi afán era realmente de superación, de aprender, de leer de todo, sobre todo. Mi curiosidad fue inmensa.
Ya conté mis problemas con las autoridades soviéticas que me impedían casarme con la madre de mis hijas. Con ella llevamos un combate intenso; les escribí cartas a los dirigentes del gobierno, del partido, etc. a Podgorni, a Mikoyán, a Kosinguin... Citaba el Código civil, les citaba a Marx, Engels, Lenin, etc. Nada, el resultado era el mismo, me decían en una nota estereoestipada que transmitían mi caso a la juridicción competente local. Y de nuevo volvía a oír las mismas mentiras, los mismos pretextos, las mismas sandeces. Me convocaban a una oficina de la KGB (la policía secreta). También convocaban a mi mujer, la amenazaban y terminaron impidiéndole que trabajara en su profesión.
Por esa época el movimiento comunista internacional estaba enfrascado en una discusión cuyos detalles pueden ahora parecer muy levantinos. El mundo de los partidos estaba dividido entre los pro China y pro Unión Soviética. Bueno, esto grosso modo. Por mi lado andaba navegando en un no man’s land ideológico. No me convencía nadie. Sospechaba que alguna razón tenían los chinos al acusar a los soviéticos de tener pretensiones hegemonistas y de gran potencia. Los chinos también me parecieron tener las mismas pretensiones. Se me antojaba que los temas ideológicos eran hasta cierto punto meros pretextos. Tampoco me convencieron ni Maurice Thorèz, ni Palmiro Togliatti que también dirigían cartas abiertas al movimiento comunista internacional. Tampoco el camarada español Carrillo supo convencerme. A partir de estas discusiones fueron apareciendo algunos aspectos de lo que luego iba a ser el “eurocomunismo”. En todo caso, se me sospechaba que era pro-chino, algunos de mis camaradas salvadoreños me acusaron de maoista. El partido salvadoreño se alineaba al campo soviético. Desde ahí no comparto en todo mis convicciones sobre la revolución con los camaradas del PCS. Sobre esto he escrito un poco y también se trata de un tema que voy a volver a tocar. En todo caso, por iniciativa de los partidos europeos iba a tener lugar una Conferencia Internacional de Partidos Comunistas. Para prepararla hubo una serie de reuniones previas. En ellas participaron dos miembros de la dirección del Partido Comunista Salvadoreño: Virgilio Guerra y Salvador Cayetano Carpio. A Virgilio lo conocía mejor, era un santaneco. Lo encontré muchas más veces, era una referencia para nosotros entonces. Las reuniones tenían lugar, unas veces en Sofía y otras en Moscú.
Fue entonces que los volví a ver a los dos. Ambos eran muy precavidos, muy suspicaces, desconfiaban de todo y de todos. Virgilio tenía una noticia importante que darme, personal y partidista. En realidad, hoy que escribo esto me doy cuenta que para Virgilio yo seguía siendo miembro entero del partido, lo mismo pienso que suponía Cayetano. En todo caso nunca hicieron referencia a mi no pertenencia o a alguna expulsión...
Virgilio tomó aquel tono solemne que adoptaban nuestros mayores y en un secreto júbilo me anunció:
—Carlos, su señora madre ya es camarada.
Para Virgilio esa era la mejor noticia que podía darme. En realidad me conmovió en lo más hondo de mi ser. Supe, entendí, me imaginé que mi madre lo había hecho empujada por su amor hacia sus hijos, era una manera de estar con ellos, de acompañarlos. Por mi parte ya no me consideraba miembro del partido. Justamente, instantes después, sostuve una conversación muy cruda con Cayetano sobre todo, y con Virgilio. Les conté mi situación, mis gestiones para casarme, los interrogatorios de la KGB, las abiertas persecuciones (me seguían sin esconderse, una manera de intimidarme). Les dije que no tenía mucha confianza en las autoridades y que consideraba que eran capaces simplemente de matarme. Les dije que de alguna manera eran responsables por mi vida, ellos me habían traído a este país vivo y que vivo debería regresar. Estas palabras se la dirigía a dirigentes del PC, pero ninguno se inmutó. Quiero decir que por escandalosas, trágicas que pudieran parecer mis palabras, no las pusieron en duda, ni los sorprendieron. Virgilio había sido delegado al Congreso del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) en el que se leyó el Reporte de Nikita Jruchov. Es probable que no haya tenido en sus manos el Informe entero, que le llegaran únicamente algunos pasajes. Solamente algunas delegaciones de los partidos más importantes recibieron el Informe entero. Hasta en esto había partidos más iguales que los otros... Durante décadas estos dirigentes occidentales negaron estar al corriente de la existencia de ese Informe. La versión que había aparecido en los diarios la consideraban un apócrifo, un invento, una provocación de la propaganda capitalista a instigaciones de la CIA. De todos modos, mis dos interlocutores pusieron caras de circunstancia y evaluaron exactamente lo que les estaba diciendo. Me citaron para el día siguiente.
Virgilio Guerra y Salvador Cayetano Carpio hablaron de mi caso en el Departamento del Comité Central del PCUS que se encargaba de las relaciones con América Latina. Hablaron también con un miembro del Comité Central. En apariencia todo estaba arreglado. No me pasaría nada. Cayetano me dio un número de teléfono al que podía llamar en caso de algún problema. Lo de mi casamiento con la madre de mis hijas no lo abordaron, se les olvidó. Pero esto se pudo arreglar como ya lo he contado antes, el año pasado. No volvieron a convocarme, por cierto tiempo dejaron de perseguirme, bueno, por cierto tiempo dejaron de mostrarse ostensiblemente cuando me seguían. Pero esa tranquilidad duró solamente hasta el final de las reuniones preparatorias y de la Conferencia misma. Es decir hasta la presencia de Carpio en Europa oriental. Fue entonces que Carpio volvió al país a fundar las FPL. Por lo menos ya lo tenía en mente.
Durante todo ese tiempo, me dediqué a analizar el lenguaje de la prensa soviética, sus campos semánticos, la jerarquización de los temas, la distribución en las páginas de los artículos, la visibilidad de algunos, etc. Compraba todos los diarios, muchas revistas literarias y políticas. Compraba cuadernos de publicaciones de la Academia de Ciencias, filosofía, psicología, literatura y lengua, lingüística. Fue también en esa época que traté de teorizar sobre la imposibilidad de obtener una estructura semántica idéntica o similar a la que existe en la parte fónica del lenguaje o en la gramática. Me dedicaba también a buscar los nudos en que la semántica y la sintaxis se entrelazan. Fue en estos afanes que llegué al tema de mis tesis. Aunque el tema exacto me fue sugerido por Nina Arutiunova, investigadora del Departamento de Lingüística General de la Academia de Ciencias de la URSS. Hice un corto cursillo en su laboratorio. Mi profesor Dimitri Evguienivich Mijalchí me había introducido ya en algunos seminarios de la Academia. Tuve este privilegio. Como ven tan vago no fui como decían mis compañeros salvadoreños.
Pero no importa si repito algunas cosas o si algunas no quedan claras. Los malentendidos resultan siempre. En uno de mis artículos sobre la naturaleza del signo esbocé su mecanismo fundamental. Se trata del entretejido de lo concreto y de lo abstracto. Pero no voy a volver sobre ello aquí. Lo traigo a caso para decir que los malentendidos tienen que ver con las distintas experiencias y el distinto alcance que tienen las palabras con sus significaciones y sus connotaciones en cada uno de nosotros. Les voy a dar un ejemplo. En este mismo artículo, en el primer párrafo he dejado escrito esta oración: “Mis intereses, mis impulsos me llevan hacia ese terreno”. La frase en sí no encierra ningún misterio, su significado es nítido, no puede existir ambivalencia, no obstante la primera versión, la que me vino primero a la cabeza comportaba una diferencia mínima. La palabra ‘terreno’ no figuraba, en vez había escrito ‘campo’. ¿Qué hay de particular en esto? Ambas palabras son sinónimos, su alcance significativo no cambia, su diferencia tal vez sea apenas sonora. La elección de una u otra puede que tenga algún ligero matiz estilístico, tan ligero que solo genios como Quevedo o Góngora advirtieran los escrúpulos que los diferencian. He usado aquí la palabra escrúpulo en el antiguo significado que tenía en farmacia.
Pero entonces ¿qué fue lo que me movió a preferir ‘terreno’ a ‘campo’? Resulta que he querido evitar que se piense que comparto con Bourdieu —además de su vocabulario— sus teorías sociológicas. Bourdieu habla de campos, entre ellos del “campo político”. A pesar de que según sus palabras piensa que su autonomía es relativa, al describirlo, al analizarlo lo encara como una entidad homogénea y en última instancia lo cosifica, lo personifica. De ese análisis se desprende una teoría del Estado que no comparto. Cabe preguntarse si alguien me hubiera asociado a Bourdieu por el simple hecho de escribir: “Mis intereses, mis impulsos me llevan hacia ese campo”. Sobre todo que de alguna manera la palabra ‘campo’ se puede entender como ‘tema’. ¡En fin! Quise evitar un malentendido, a partir de mi experiencia, de mis propios escrúpulos...
No obstante comparto muchos de los planteamientos de Bourdieu sobre la manipulación social que se puede practicar a través del lenguaje. Esta manipulación se da en los media, en todos los media y en otros terrenos. Pero no voy tampoco a extenderse sobre esto. Sobre este tema voy a volver sin falta. Ahora retorno a mi pasado, a mis recuerdos, a esos momentos míos en que mis aficiones, mis compromisos se mezclaron. Para quien no recuerde o no lo haya leído, Carpio nos instó al primer grupo de jóvenes salvadoreños que íbamos a Moscú, a ser críticos ante la realidad soviética, es decir que no aceptáramos sin cuestionarlas las verdades o las certitudes que nos afirmaran los camaradas soviéticos, que nos condujéramos sin ningún complejo de inferioridad. Mi primera crítica fue hacia mí mismo, rápidamente me di cuenta del abismo que me separaba culturalmente del resto de alumnos de la universidad, sobre todo de los argentinos, uruguayos, chilenos y también de los mexicanos. Mi compromiso fue tratar de ponerme lo más cerca posible de su nivel. Mis camaradas salvadoreños pensaban que era un vago, que era un indisciplinado. Es cierto que a veces prefería mis lecturas a las clases que nos daban en la universidad. Pero a la hora de los exámenes siempre obtuve buenos resultados. No me voy a poner a echarme flores retrospectivamente. Pero mi afán era realmente de superación, de aprender, de leer de todo, sobre todo. Mi curiosidad fue inmensa.
Ya conté mis problemas con las autoridades soviéticas que me impedían casarme con la madre de mis hijas. Con ella llevamos un combate intenso; les escribí cartas a los dirigentes del gobierno, del partido, etc. a Podgorni, a Mikoyán, a Kosinguin... Citaba el Código civil, les citaba a Marx, Engels, Lenin, etc. Nada, el resultado era el mismo, me decían en una nota estereoestipada que transmitían mi caso a la juridicción competente local. Y de nuevo volvía a oír las mismas mentiras, los mismos pretextos, las mismas sandeces. Me convocaban a una oficina de la KGB (la policía secreta). También convocaban a mi mujer, la amenazaban y terminaron impidiéndole que trabajara en su profesión.
Por esa época el movimiento comunista internacional estaba enfrascado en una discusión cuyos detalles pueden ahora parecer muy levantinos. El mundo de los partidos estaba dividido entre los pro China y pro Unión Soviética. Bueno, esto grosso modo. Por mi lado andaba navegando en un no man’s land ideológico. No me convencía nadie. Sospechaba que alguna razón tenían los chinos al acusar a los soviéticos de tener pretensiones hegemonistas y de gran potencia. Los chinos también me parecieron tener las mismas pretensiones. Se me antojaba que los temas ideológicos eran hasta cierto punto meros pretextos. Tampoco me convencieron ni Maurice Thorèz, ni Palmiro Togliatti que también dirigían cartas abiertas al movimiento comunista internacional. Tampoco el camarada español Carrillo supo convencerme. A partir de estas discusiones fueron apareciendo algunos aspectos de lo que luego iba a ser el “eurocomunismo”. En todo caso, se me sospechaba que era pro-chino, algunos de mis camaradas salvadoreños me acusaron de maoista. El partido salvadoreño se alineaba al campo soviético. Desde ahí no comparto en todo mis convicciones sobre la revolución con los camaradas del PCS. Sobre esto he escrito un poco y también se trata de un tema que voy a volver a tocar. En todo caso, por iniciativa de los partidos europeos iba a tener lugar una Conferencia Internacional de Partidos Comunistas. Para prepararla hubo una serie de reuniones previas. En ellas participaron dos miembros de la dirección del Partido Comunista Salvadoreño: Virgilio Guerra y Salvador Cayetano Carpio. A Virgilio lo conocía mejor, era un santaneco. Lo encontré muchas más veces, era una referencia para nosotros entonces. Las reuniones tenían lugar, unas veces en Sofía y otras en Moscú.
Fue entonces que los volví a ver a los dos. Ambos eran muy precavidos, muy suspicaces, desconfiaban de todo y de todos. Virgilio tenía una noticia importante que darme, personal y partidista. En realidad, hoy que escribo esto me doy cuenta que para Virgilio yo seguía siendo miembro entero del partido, lo mismo pienso que suponía Cayetano. En todo caso nunca hicieron referencia a mi no pertenencia o a alguna expulsión...
Virgilio tomó aquel tono solemne que adoptaban nuestros mayores y en un secreto júbilo me anunció:
—Carlos, su señora madre ya es camarada.
Para Virgilio esa era la mejor noticia que podía darme. En realidad me conmovió en lo más hondo de mi ser. Supe, entendí, me imaginé que mi madre lo había hecho empujada por su amor hacia sus hijos, era una manera de estar con ellos, de acompañarlos. Por mi parte ya no me consideraba miembro del partido. Justamente, instantes después, sostuve una conversación muy cruda con Cayetano sobre todo, y con Virgilio. Les conté mi situación, mis gestiones para casarme, los interrogatorios de la KGB, las abiertas persecuciones (me seguían sin esconderse, una manera de intimidarme). Les dije que no tenía mucha confianza en las autoridades y que consideraba que eran capaces simplemente de matarme. Les dije que de alguna manera eran responsables por mi vida, ellos me habían traído a este país vivo y que vivo debería regresar. Estas palabras se la dirigía a dirigentes del PC, pero ninguno se inmutó. Quiero decir que por escandalosas, trágicas que pudieran parecer mis palabras, no las pusieron en duda, ni los sorprendieron. Virgilio había sido delegado al Congreso del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) en el que se leyó el Reporte de Nikita Jruchov. Es probable que no haya tenido en sus manos el Informe entero, que le llegaran únicamente algunos pasajes. Solamente algunas delegaciones de los partidos más importantes recibieron el Informe entero. Hasta en esto había partidos más iguales que los otros... Durante décadas estos dirigentes occidentales negaron estar al corriente de la existencia de ese Informe. La versión que había aparecido en los diarios la consideraban un apócrifo, un invento, una provocación de la propaganda capitalista a instigaciones de la CIA. De todos modos, mis dos interlocutores pusieron caras de circunstancia y evaluaron exactamente lo que les estaba diciendo. Me citaron para el día siguiente.
Virgilio Guerra y Salvador Cayetano Carpio hablaron de mi caso en el Departamento del Comité Central del PCUS que se encargaba de las relaciones con América Latina. Hablaron también con un miembro del Comité Central. En apariencia todo estaba arreglado. No me pasaría nada. Cayetano me dio un número de teléfono al que podía llamar en caso de algún problema. Lo de mi casamiento con la madre de mis hijas no lo abordaron, se les olvidó. Pero esto se pudo arreglar como ya lo he contado antes, el año pasado. No volvieron a convocarme, por cierto tiempo dejaron de perseguirme, bueno, por cierto tiempo dejaron de mostrarse ostensiblemente cuando me seguían. Pero esa tranquilidad duró solamente hasta el final de las reuniones preparatorias y de la Conferencia misma. Es decir hasta la presencia de Carpio en Europa oriental. Fue entonces que Carpio volvió al país a fundar las FPL. Por lo menos ya lo tenía en mente.
Durante todo ese tiempo, me dediqué a analizar el lenguaje de la prensa soviética, sus campos semánticos, la jerarquización de los temas, la distribución en las páginas de los artículos, la visibilidad de algunos, etc. Compraba todos los diarios, muchas revistas literarias y políticas. Compraba cuadernos de publicaciones de la Academia de Ciencias, filosofía, psicología, literatura y lengua, lingüística. Fue también en esa época que traté de teorizar sobre la imposibilidad de obtener una estructura semántica idéntica o similar a la que existe en la parte fónica del lenguaje o en la gramática. Me dedicaba también a buscar los nudos en que la semántica y la sintaxis se entrelazan. Fue en estos afanes que llegué al tema de mis tesis. Aunque el tema exacto me fue sugerido por Nina Arutiunova, investigadora del Departamento de Lingüística General de la Academia de Ciencias de la URSS. Hice un corto cursillo en su laboratorio. Mi profesor Dimitri Evguienivich Mijalchí me había introducido ya en algunos seminarios de la Academia. Tuve este privilegio. Como ven tan vago no fui como decían mis compañeros salvadoreños.
El problema de muchos estudiantes "becados" (muchos sin mérito personal) fue que despues de haber cursado estudios en la URSS, regresaron poquisimos al pais y muchisimos se estacionaron en Mexico, Canada, Cuba, Europa, etc.
ResponderEliminarHay que preguntarse a qué fueron, cual era el objetivo post estudios? Simplemente estudiar para DEVENIR vegetales desfasados del proceso que se vivio en El Salvador.
Tu caso es clasico, estudiaste en la URSS y te quedaste "varado" en Francia. No sé si lo hiciste por eleccion personal, derivada de la falta de agallas, de conciencia o por una completa y llana indeferencia para con el país, con las luchas del pueblo, con todo este proceso que se vivio.
No creo que poseas una identidad con todo lo que aqui vivimos. Independientemente de que dejaste tu ombligo en Santa Ana, no te identificas en nada con El Salvador...ni El Salvador con vos. Y vos sabes bien que cuando digo "El Salvador" me refiero a lo que ya te he explicado.
Patético!
Carlos, ya hacía falta seguir conociendo estas partes de tu historia que sirven tanto para conocerte a vos como para asomarse a los colores de aquellos tiempos y aquellas circunstancias a las que uno se asoma desde la tinta de los libros, tan propensa a dejar descoloreado cualquier paisaje.
ResponderEliminarSaludos
Victor
Don Carlos:
ResponderEliminarSerá posible conocer su tesis sobre la semántica? Soy un simple curioso sobre ese tema.
Atentamente
Kijo-t
Querido Victor:
ResponderEliminarTe agradezco tu comentario. Como has visto este tema tiene continuación, pronto voy a seguir contando mis aventuras moscovitas.
Muchas gracias por tu visita.
Estimado Quij-t:
Algo sobre mi tesis ya lo he puesto aquí y en Crátilo. Dentro de algú tiempo voy a volver sobre este tema y entonces tal vez podás darte cuenta de mis "teorías".
Anánimo:
Vos hablás de agallas y no te alcanzan para firmar, para dar la cara. Así la gente se podrá dar cuenta de tu utilidad social.
Fundé en París y animé un Círculo de Amigos del BPR (el primero en el extranjero), fundé y animé (con otras personas) el Comité de Solidaridad con El Salvador en Francia. Recolecté para el FMLN varias decenas de miles de francos. Fui miembro de la representación del Frente aquí. Participé en cientos de actos de solidaridad con las luchas del FMLN.
Pero en lo que escribís se siente demasiado resquemor, mucha envidia y muy poco valor. Pusiste al final, patético, lo tuyo es mesquindad. O tal vez sea ignorancia, entonces, perdón por mi tono.
"Supe, entendí, me imaginé que mi madre lo había hecho empujada por su amor hacia sus hijos, era una manera de estar con ellos, de acompañarlos"
ResponderEliminarUna muestra por demás clara del amor que los padres (padre y madre, claro está) son capaces de demostrar.
Una maravilla este trozo de su pasado don Carlos. Gracias por compartirlo.
Saludos
Me emocioné con nostalgia ajena al leer su entrada, y cuando digo nostalgia ajena me refiero a que todo ello parece tan lejano, ¿no? El proyecto de rectificación de la estructura de poder no está ya sobre ninguna mesa, ni en ninguna carpeta ministerial, ni en ninguna campaña multinacional. Y quizá antes tampoco lo estaba "de hecho", pero al menos inundaba el imaginario colectivo.
ResponderEliminarAl final ganaron: hasta cuando creímos ganar nos ganaron. 1917, 1936, 1968. O perdimos en virtud de un manía enfermiza por la auto-traición. O por un extraño efecto del poder escritorizado sobre el psique.
Qué infernal suena la URSS.
Saludos!
Buen apunte.
ResponderEliminarGracias.
Fascinante.
ResponderEliminarSaludos
PS: el comentario del anónimo es patético
¡Hola, Carlos!
ResponderEliminarHe empezado a leer tu vida, sino desde su principio, sí desde el punto que tú mismo me sugeriste. Una crónica muy interesante (por cierto, eres muy buen narrador). No sé nada de la historia salvadoreña y desconozco casi todos los nombres que mencionas en ella, aun así, creo que te tocó vivir una época consecuente de los cambios del mundo, que a la vez, cambió al mundo entero, por lo que has despertado mi curiosidad, ahora tendré que leer los demás capítulos del libro que te ha tocado vivir...
Carlos:
ResponderEliminarMe agradan tus palabras, su forma y tus anécdotas.
Sandrita.
Привет из Мексике.