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17 enero 2008

De nuevo Santa Teresa

Si vuelvo hoy a Santa Teresa es para señalar una casualidad, que tal vez —no tal vez— sino que sin ninguna duda le ocurre a muchos que se ponen a escribir: comienzo apuntando algo y me voy peregrinando en el tema hasta que acabo hablando de otra cosa. La santa lo dice de otra manera: "No sé lo que comencé a decir, que me he divertido; y creo que lo ha querido Dios, porque nunca pensé escribir ésto".

Sí, a mí me pasa muy a menudo igual y me divierto. Me ocurre lo mismo cuando camino por París, me he propuesto ir a un lugar y al salir del metro, no es que me fallezca la memoria, no, pero algún edificio, algún ruido, alguna vitrina me empujan hacia otra dirección. La última vez fue una cabellera negra... Tendría que explicarlo mejor, lo voy a hacer. Busco en París a una mujer que no está en París, entonces cuando veo un detalle que me la recuerda, pues mis huérfanos deseos de encontrarla me trastocan el rumbo y el coco. La ilusión no dura, a veces se trata apenas de una fracción de segundos, máximo algunos pasos tras la silueta... No obstante, sin que todos los latinoamericanos nos imaginemos ser el Horacio de Rayuela, me he visto avanzar por la rue de Seine y pasar bajo el arco que da al Quai Conti y ver la pasarela del Pont des Arts... Claro, la Maga no estaba allí. Pero como la pasarela ya no es como en los tiempos de Horacio y la Maga, vuelvo sobre mis pasos y no atravieso el Sena.

Me ocurre también con los recuerdos... ¿a ustedes no les pasa lo mismo? Uno empieza recordando la ancha calle que bajaba de El Palmar hacia la Mariano Méndez y termina quién sabe por qué en el peñón del Tecana o en el parque Anita Alvarado. Me empecino a veces por mantener el hilo de lo que voy escribiendo, el fin de mis mandados o el rumbo de mis recuerdos.

Hoy por ejemplo, me puse a leer a Cesare Pavese, su libro El Mito, el capítulo que se intitula Estado de gracia. En realidad el italiano escudriña algo que siempre me ha intrigado. Nuestro mundo nos ofrece un torbellino de imágenes y de sucesos, no obstante son solamente algunos los que nos van a impregnar y que nos servirán como el lecho que conduce nuestra imaginación. Pavese sostiene que se trata siempre de una segunda mirada, que lo que nos conmueve o mueve la imaginación o el recuerdo, ya lo hemos visto, pero que realmente lo descubrimos la segunda vez. Su opinión quizá tenga validez. Pero es cierto que muchas cosas que hemos visto se nos revelan como reales protagonistas de nuestra fantasía al volverlos a encontrar, es entonces que se llenan de significado.

Y al sentarme a escribir me volvieron a la memoria las palabras de Santa Teresa y busqué su Camino de Perfección y empecé perdiendo el hilo de mi tema antes de abordarlo. Pues de lo que deseaba escribir realmente era del ensueño, de esos momentos en que el recuerdo se pone a vagar o a bogar y la pareja de pájaros que ante mi ventana construye su nido, me ha llevado hoy a un estado de ensoñación. Pensé en la Maga, en Rocamadour, en Horacio... Añoré otros tiempos y he sentido una profunda nostalgia por lo que aún no he vivido. Y he querido que hoy se me haga y que llegués a tiempo a nuestra cita...

4 comentarios:

  1. Anónimo11:16 p. m.

    Ya me ha pasado en este corto tiempo que llevo escribiendo.

    Creí que era Alzheimer o retardo mental, pero ¡Uf! que alivio: al parecer simplemente sucede

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  2. La Maga es puntual, seguro llegará.

    Cuando hablàs de Paris tambièn pienso en Horacio y en el bebè Rocamador y en aquella carta tan triste de la Maga....

    como siempre, quedo prendida de un post como este.

    Saludos!

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  3. " No sé lo que comenzaste a decir Ábrego" y qué coincidencia, en medio de un " torbellino de imágenes y sucesos", desde el otro lado del charco, has llegado hasta el Hogar Santa Teresa, que es el nombre original de esta casa donde resido en Guate. Que en medio de este bonito torbellino de imágenes y realidades que salen a cada momento a nuestro paso, nos sigamos comunicando.

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  4. Citas a Santa Teresa, quizás mi escritora preferida.

    Quién no se ha sentido así...como un merodeador del espacio y la palabra.

    Viví mi juventud en el centro de Madrid. Hace poco por motivo de un viaje merodeé por esas calles sin rumbo fijo. Fue muy emotivo porque paseé por las viviendas y los recuerdos de las obras de Lope, Quevedo o Cervantes y a la vez pasee por mi juventud que estaba intrínsecamente ligada a esos espacios.

    Saludos.

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