"El perdón es lo que se pide y de ninguna manera es lo que se da. Y si uno lo pide, se debe estar dispuesto a recibir una respuesta negativa. En esto comparto la opinión de Jankélivitch. Es necesario poder enfrentar lo imperdonable. ¿Por qué? Porque si el perdón es difícil, debe articularse con un doble trabajo: un trabajo de memoria y un trabajo de duelo. No se trata de dar una absolución superficial. No, se trata de admitir lo indecible de la confesión, el carácter inextricable de las situaciones, la idea de lo irreparable. Y el duelo no se limita al duelo por los que uno ha perdido, es necesario pensar asimismo en el duelo de una explicación".
En una entrevista a la revista Lire, en junio de 1998.
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