Un poeta como Miguel Hernández es inabarcable. Sí, por hondo, porque viene de la tierra y sabe a tierra. Este poeta me arrancó muchas lágrimas de tristeza y de cólera. Me llegó muy temprano en mi vida. No sé como fue que llegaron a nuestro oscuro país sus libros. En aquellos años cincuenta incluso leer el Romancero Gitano de Lorca era un acto subversivo en El Salvador. Al mismo tiempo “Bigotes” y Virgilio Guerra arriesgaban el pellejo acarriando desde México, pasando por Guatemala, libros para los camaradas y camaraditas. Yo era uno de estos últimos. Entonces los comunistas se preocupaban mucho de educarnos. Fueron ellos los que me sacaron de mi ignorancia, de mi estrecho mundo. Fueron los comunistas de aquellos años los que me entregaron mi patria, me hicieron quererla. Fueron ellos los que pusieron en mi mano un librito con poemas de Miguel Hernández.
En Sevilla, durante mi reciente estadía, los poetas que organizaron el Tercer Festival Internacional de Perfopoesia le rindieron un sentido homenaje. Aunque el académico que vino a contar de su vida y de su poesía, al mismo tiempo que reconocía el carácter popular de Miguel Hernández, puso oscuros bemoles. Sí, dijo, es un poeta popular, pero de repente se pregunta ¿que significa ser popular? Y sin mediar se refiere a sus primeros poemas, que según este académico no son tan populares, son, dijo, preciosistas, refinados, gongorinos. Pase esto. Podemos admitir la amalgama de los sentidos de la palabra popular. Porque en un sentido es que le pertenece y canta para el pueblo y el otro sentido es que es accesible fácilmente a la gente del pueblo. No obstante sus bemoles no se conformaron en esto. De repente narra y dice que tiene los facsímiles de las primeras declaraciones del prisionero Miguel Hernández ante los falangistas. Sí, Miguel Hernández, como todos los prisioneros negó estar metido en algo, negó pertenecer a algún movimiento. Pero el académico, muy sabiamente ignora que eran las consignas que se daban a todos los militantes, negar todo compromiso con la lucha. Es lo que hizo nuestro poeta. Pero cuando llegó la hora del juicio, el catedratico lo reconoce, asume todo su compromiso abiertamente y lo proclama.
Un grupo de jóvenes sevillanos que han creado un Comité para celebrar el centenario de Miguel Hernández que tenían preparado un texto introductorio a sus cantos y recitaciones, cambiaron su declaración liminar: refirieron el compromiso claro y profundo con el Partido Comunista de España de Miguel Hernández. Durante años la poesia de este poeta andaluz fue ocultada en su patria, ahora no se puede seguir ocultando su compromiso político. Lo que molesta justamente en Miguel Hernández es que se trata de un gran poeta, de un excelso poeta revolucionario. Miguel Hernández fue también soldado, fue soldado y poeta del pueblo.
Aquí les copio el poema que me arrancó lágrimas sinceras, infantiles y bravas.
El niño yuntero
Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y una insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y con fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raís se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Qién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De donde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
De los hombres jornaleros,
Que antes de ser hombres son
Y han sido niños yunteros.
(Publicado por primera vez el 27 de febrero de 1937).
me gusta este poema, que descripcion tan de ayer tan de hoy,, que sentimiento que lindo poema se nota un corazondesgarrado en ese poema
ResponderEliminarLa música y la voz de Serrat complementa muy bien este poema. El disco LP del homenaje de Serrat a Miguel Hernández lo conocí en 1983. Y una antología de Miguel Hernández la conseguí en 1984,en Santa Ana, con un bello prefacio escrito por Neruda.
ResponderEliminarBellísimo poema.