La memoria funciona con sus propios cánones, es antojadiza, llena de caprichos y de saltos imprevisibles. Leyendo el comunicado del IDHUCA para confirmar su colaboración con una identidad policial norteamericana, implantada en El Salvador, luego de transacciones oscuras, pues fueron llevadas de espaldas de la gente, con los mismos cuchicheos y gestos opacos, estoy hablando de la ILEA. Digo que la memoria es caprichosa pues el primer párrafo del comunicado me recordó un bolero, creo que cantado por Daniel Santos, allá por los años cincuenta: ¡Que murmuren, no me importa que murmuren, el agua se aclara sola, al paso de la corriente...! El comunicado empieza quejándose que “Desde el 2005 se escuchan y leen en foros, espacios de opinión pública y electrónicos, diversas críticas contra el IDHUCA por capacitar en derechos humanos a policías, jueces y fiscales latinoamericanos en la Academia Internacional para el Fortalecimiento de la Ley (ILEA, por sus siglas en inglés)”. En la misma frase viene de sopetón el reconocimiento de lo que no se quería vocear y se minimiza con la pomposa palabrita de “capacitar”. No obstante estas críticas y decires estaban fundados, pero en la pluma del redactor del comunicado las reduce justamente a una deshonesta “murmuración”.
Leamos su prosa:”Tanta murmuración aflora desde la incapacidad para distinguir entre esa Academia y la nefasta Escuela de las Américas; además, evidencia una escasa visión estratégica en la lucha contra la impunidad que, para el IDHUCA, debe darse mediante el acompañamiento de las víctimas a fin de castigar a los criminales y –parafraseando a Ellacuría– revertir la historia desde éstas”. He puesto en negrita las perlas de esta soberbia prosa. Aquí no pasó lo del bolero. No había murmuración, pues se hablaba para decir la verdad: IDHUCA efectivamente colabora con policías estadounidenses. Y el agua no se ha aclarado sino que se ha puesto turbia, muy turbia.
No sé que frase de Ellacuría se está parafraseando, pero se me antoja que poner su nombre para justificar el enlodamiento de una institución que se había hecho de excelente reputación, es falta de pudor. Creo que los que se apoyan en Ellacuría para su reflexión podrán ayudarnos a entender esto.
En ningún momento del largo comunicado se me deja ver claramente cuál puede ser el origen de la diferencia que existe entre la ILEA y la Escuela de las Américas. Aquí lo que hay es mucha amalgama y mucha mala fe. Que existe una larga historia de impunidad en nuestro país, lo sabemos muy bien. La Ley de Amnistía ha oficializado esa impunidad. No es a esa impunidad a la que va poner coto una institución oscura, que no publica ni la lista de sus profesores, ni de sus alumnos. Una delegación de ciudadanos estadounidenses vino a El Salvador en mayo recién pasado y visitó las instalaciones. No lograron ninguna información sobre los programas, ni sobre los instructores, ni la lista de los alumnos. Esta opacidad es muy locuaz.
Para que termine la impunidad en El Salvador es necesario mucho más que unos cursitos de Derechos Humanos a algunos policías venidos de toda América Latina. Hace falta voluntad política de parte de nuestros gobernantes y de sus protectores del Norte.
El comunicado sigue de esta manera: “El IDHUCA ha comprobado en su práctica de casi veintidós años que en el país no se investigan los delitos y castiga a sus responsables, por tres carencias: falta de capacidad, falta de recursos y falta de voluntad para impartir justicia. En la medida que se desarrollen las facultades técnicas de los funcionarios del sector y cuenten éstos con los medios adecuados, muchas víctimas verán resueltos sus casos y se podrá denunciar –con mayor objetividad y claridad– cuando por la calidad de la víctima o del victimario no se esclarezcan los hechos o se proteja adrede a los delincuentes”. Las negritas también aquí las he puesto yo. Esto es la repetición de la justificación para implantar la escuelita. Pero esos veintidós años cubren otros delitos que no fueron, ni serán nunca investigados, porque conciernen al partido en el poder y sus cómplices. Esos delitos el IDHUCA los meten en el mismo saco que los crímenes de derecho penal. Esta confusión es también reveladora de que cuando se quiere justificar lo injustificable se hace fuego con cualquier leña. Y además hay una especie de acusación de que en las denuncias pasadas del mismo IDHUCA no fueron del todo objetivas, ni muy claras. ¿Paradójico, no es cierto?
No les voy a seguir sirviendo de esta sopa agria del comunicado, no se me vayan a indigestar. Pero les voy a dar un sorbito más. Se trata del pasaje, cuya intríngulis sigue siendo oscura y en el que se explica el porqué no se había hecho pública anteriormente la colaboración con la policía estadounidense: “Hasta la fecha, el Instituto había evitado abordar estos asuntos pues su compromiso es con las víctimas, a quienes se debe y quienes –en todo caso– merecen explicaciones de sus actos; no obstante, la desinformación al respecto y las falsas acusaciones contra un esfuerzo institucional, universitario y serio, obligan a dar respuesta a esas interrogantes”.
El IDHUCA había estado mintiendo por piadosa omisión. ¿Por caridad? ¿Para no hacerle daño a las víctimas? ¿Porque no iban a entender que el IDHUCA cree que las violaciones a los Derechos Humanos se cometieron por simple ignorancia policial? ¿Qué los policías estadounidenses están impregnados de esas convicciones y las practican en Guantanamo, en Irak y en las diferentes cárceles clandestinas en Europa del Este?
¿Pero de qué desinformación y falsas acusaciones habla este comunicado? ¿Están o no colaborando con la policía? Las explicaciones que nos da el comunicado no convencen, ni satisfacen. Lo mejor es reconocer que se han equivocado y romper esas relaciones peligrosas.
es puro maquillaje de relaciones publicas, nacido en algun escritorio genocida de Guashington.
ResponderEliminarDeben ser organismos independientes de la burocracia estatal, autosostenibles.
Saludos.
"Cambia, todo cambia..."
ResponderEliminarNadie se escapa de "los bárbaros" como los llamó Vargas Vila.
Bueno, tarde o temprano, el desencanto se posa sobre las ramas de la fe, cual zopilote esperando que se muera la presa...
Lástima, lástima.
Saludos
Alberto Enrique Chávez Guatemala