Los que se
limitan a la lógica formal insisten que los contrarios no pueden ser y no son
equivalentes simultáneamente, que los contrarios son verdaderos tomados bajo
dos órdenes diferentes, en el poema de Neruda los de “entonces” y los de
“ahora” no son los mismos en tanto que personas físicas o tal vez también
sentimentalmente, pero sí son los mismos en tanto que personas, que individuos.
Esto es totalmente cierto de manera formal, pero queda por saber cuál es el
costo que esto tiene. No es muy alto si tomamos las cosas por separado o fuera
del tiempo, es decir cuando hacemos abstracción de las relaciones y del
movimiento. Estamos simplemente enunciando formalmente hechos: este hueso es un
pedazo de un animal desaparecido del cual ignoramos todo, este pájaro que vuela
está aquí en este instante y no en otra parte, en tanto que persona soy el
mismo hoy como ayer y de ninguna manera puedo ser otro. En apariencia no hay
pues ninguna objeción de parte de la dialéctica, pero si nos detenemos un
instante a ver con mayor acuidad las cosas, el rechazo de la contradicción formal
nos conduce a contradicciones reales. Si el fósil, simple vestigio de un animal
desaparecido, no es al mismo tiempo otra cosa que una de sus ínfimas partes, es
totalmente contradictorio que no obstante pueda informarnos lo que era el ser
en su totalidad; si el pájaro que vuela está en cada instante preciso en un
lugar preciso y no al contrario también
de paso hacia otro lugar, entonces
es contradictorio que vuele; si cada día soy el mismo que ayer y no al mismo tiempo
soy otro, esto es contradictorio con el hecho de que tengo una historia personal. Es esto lo que
sugiere el verso de Pablo Neruda: “Nosotros,
los de entonces, ya no somos los mismos”. Cada uno se imagina todo lo que
ha podido cambiar en ellos y por qué ya no son los mismos, por qué son otros.
Esta es la
primera función de la dialéctica, la crítica, esta dialéctica negativa revela todo lo que no alcanza a
ver la lógica formal arropada en la aparente evidencia adquirida de la no-contradicción,
pues lo que queda afuera de su alcance tiene un costo teórico y práctico:
porque de un lado se guarda de no caer en la contradicción y por el otro deja
afuera la relación y el movimiento, nada más ni menos que el orden del mundo y
la lógica misma de la vida.
De esta dialéctica negativa es menester pasar a
la dialéctica
positiva que nos ponga al alcance la manera de dominar las
contradicciones en pensamiento y en acto. Pero antes de dar ese paso, voy a
insistir de nuevo en lo que hemos visto hasta aquí. La lógica formal, la lógica
clásica nos manda a rechazar la contradicción, lo que parece conforme al
sentido común. Sin embargo al conformarnos a este precepto, nos vemos obligados
a comprobar que cuando nosotros deseamos pensar las relaciones y los procesos,
es decir la realidad del mundo, la no-contradicción en el discurso
inevitablemente hace surgir contradicciones en la realidad misma de las cosas:
si nosotros somos los mismos que éramos ayer sin poder ser al mismo tiempo un
poco diferentes, es decir un poco otros —identidad formal—, dejamos de
entendernos como seres vivientes y cambiantes, contradicción dialéctica en su
momento negativo. Lo que no significa decretar falsa la lógica clásica, sino
que ver en ella una simplificación de todo el pensamiento y a reconocer en la
dialéctica —en la que brota el sentido que puede tener la contradicción— una
lógica más penetrante de las relaciones y los procesos.
Se puede
completar este esbozo de la contradicción con un ejemplo tal vez más
significativo: la causa y el efecto. La causalidad mecánica es un ejemplo
elemental de la lógica formal: por ejemplo, cuando en la circulación urbana
ocurre un accidente, vemos que el automóvil ‘A’ choca con el automóvil ‘B’, que
está parado en un “alto”, pues el choque lo hace moverse (no voy a referirme al
efecto en el chofer que puede ser otra consecuencia). Aquí es claro que el
movimiento del primero es la causa, el movimiento del segundo es la
consecuencia. Causa y consecuencia son dos contrarios en la lógica de la
identidad: el sentido de cada uno es claro y distinto, su contrariedad resulta evidente, su relación es unívoca, no hay nada
que dé pie para ver alguna contradicción. No obstante, si en el choque el vehículo
‘B’ se puso en movimiento por causa del vehículo ‘A’, pero la velocidad, la
trayectoria de ‘A’ han sufrido cambios, incluso lo más probable es que se
detenga, que pierda su movimiento. Lo que observamos es que a la primera causa
viene a emparejarse la segunda, la de ‘B’ sobre ‘A’. La relación unívoca que
teníamos al principio ha sufrido una metamorfosis y tenemos una relación recíproca,
la causa que trajo la consecuencia se ve afectada por esta consecuencia que se
vuelve causa para ella. ¿Acaso no estamos frente a una unidad de contrarios?
Sí, toda causa que entra en juego es a su vez efecto de su propia acción, ¿pero
en qué consiste aquí su dialecticidad? El
lógico formal nos dirá que aquí no hay ninguna contradicción, hay interacción, lo que es totalmente
distinto: coinciden dos acciones causales
recíprocas, pero se mantienen distintas. Esto es cierto de alguna
manera, cuando apenas tomamos en cuenta la unidad
y no la identidad de los contrarios. ¿Cómo
podemos hacer la diferencia en el choque entre la acción causal de ‘A’ sobre ‘B’
y la de ‘B’ sobre ‘A’? Imposible decirlo. Imaginemos ahora que los coches
vienen en sentido contrario uno del otro y chocan frente a frente, imposible
saber cuál fuerza es la causa y cuál es la consecuencia. Este argumento de la interacción pretende
ignorar el evidente devenir-idéntico
de la causa y del efecto, es decir la dialéctica
de la relación causal.
Dialéctica mucho
más imponente cuando entran en relación no objetos inertes, sino organismos
vivientes y seres conscientes: la manera misma en que un ser reacciona a la
acción causal externa es fundamentalmente causada por lo que él mismo es
internamente —lo que un organismo tolera, otro lo rechaza— el enmarañamiento de la causa y del efecto se
vuelve inextricable, su identidad salta a la vista. Ejemplo significativo de la
diferencia del nivel entre una lógica de clarificación elemental y una
dialéctica de comprensión compleja.
Creo que la dialéctica no se puede reducir a la unidad y lucha de contrarios. Espero ver la continuación de la exposición que explique los saltos de calidad, las negaciones y los métodos.
ResponderEliminarBonita exposición.
Apenas se trata del inicio: o sea que ni siquiera he terminado con la contradiccion.
ResponderEliminarMaestro: La dialectica es una herramienta limitada a un contexto especifico, se debate en una perspectiva materialista, no se considera interactuante o determinante por ejemplo la "condicion moral", cuando se refiere a la circunstante "contradiccion" en un plano social. Y si es el caso de fenomenos biologicos o fisicos, circunscribirse a "la evolucion" es un recurso obsoleto e insustancial para la explicacion de fenomenos, dado que las teorias darwinistas se han demostrado sin fundamento cientifico. Los fenomenos que se debaten aqui, pueden considerarse tambien desde otra perspectiva, integradora, como es la optica de Bergson en sus libros "Essai sur les données inmédiates de la conscience", y " L'évolution créatrice"-ambos libros de la editorial PUF (Presses Universitaires de France)
ResponderEliminarun saludo -JNel
Si pudieras ser un poco más explícito, pues la dialéctica tal cual he venido exponiendo en la serie de artículos se trata de una "lógica" de nivel superior y aplicable a todo tipo de procesos.
ResponderEliminarDeclarar obsoleta la evolución demasiado precipitado y falso.
En otro momento voy a referirme al idealismo de Bergson y sus límites.