Pasemos ahora a ver el momento positivo
de la dialéctica, la cual nos puede ayudar a solventar, resolver o superar
las contradicciones. También aquí tomemos un ejemplo. Si volvemos a una frase
de Aristóteles que citamos al principio en su discusión con Anaxágoras y en la
que parcialmente le da razón aceptando la existencia de contradicciones: “en
efecto, sólo la región de lo sensible que nos rodea está permanentemente en
corrupción y generación”. Esta corrupción y esta generación tomadas por separado
como lo hace el entendimiento sin dialéctica tampoco constituyen una
contradicción. Pero tomémosla ahora en su unidad: veremos aparecer una unidad
más verdadera, en pensamiento y en acto, en la que cada una es un momento de la
nueva unidad. La corrupción es un ir hacia la nada y la generación es un ir
hacia el ser. La nada y el ser tomados por separado en una completa abstracción
son contrarios, pero en su realidad concreta
son simples aspectos lógicos, como lo acabamos de decir momentos de esa unidad que constituye el devenir: aparecer y
desaparecer o corrupción y generación, el movimiento del devenir es el
constante paso de lo nuevo hacia el ser y la constante salida hacia la nada de
lo antiguo.
A través de este ejemplo podemos observar la relación entre la lógica
clásica formal y la dialéctica: si hago abstracción del proceso evolutivo,
obtengo la nada separada totalmente
del ser, contradicción estática (o
simple oposición externa) que vuelve imposible concebir su unidad-identidad. La
dialéctica no se inventa esta unidad más verdadera, La dialéctica no urge
introducir una terminología particular, esta unidad nos es conocida, es la
lógica clásica la que separa sus partes convirtiéndolas al mismo tiempo en un
misterio, relaciones y procesos quedan separados, tomados uno a uno. El devenir no es una invención dialéctica.
Ella se limita a reconocer en el devenir la unidad de esos contrarios que la
lógica clásica ha separado, que ha
petrificado, la nada y el ser.
Pero esta reunificación de lo separado por la lógica clásica no se lleva a
cabo sólo en la mente reflexiva, sino que existe en el mundo mismo. En uno de
los pasajes (§ 48, de la Enciclopedia de las Ciencia Filosóficas) en que Hegel
comenta las posiciones kantianas, anota y subraya la importancia: “Este
pensamiento de que la contradicción puesta por las determinaciones del
entendimiento en la razón, es esencial y necesaria, constituye uno de los más
importantes y profundos progresos de la filosofía en los tiempos modernos”. Aunque
punto seguido, Hegel le señala los límites. “Pero cuanto más profundo es este
punto de vista, más trivial es su solución, la cual tiene su fundamento en una
especie de ternura por las cosas del mundo. La esencia del mundo no debe ser la
que tenga en sí esta mácula de la contradicción, sino que ha de recaer sobre la
razón pensante, sobre la naturaleza del espíritu”. Más adelante Hegel es más
explícito y concreto: “De nada sirve que se use del eufemismo de que la razón
sólo cae en contradicción por el empleo de las categorías, puesto que luego se
añade que esta aplicación es necesaria y que la razón no tiene otro instrumento
para conocer que estas mismas categorías. El conocer es en realidad
pensamiento determinante y determinado; si la razón es sólo pensamiento
vacío, indeterminado, entonces no piensa nada. Pero si reducimos al fin la
razón a semejante identidad vacía, se considerará feliz finalmente, librándose
de la contradicción sacrificando ligeramente su contenido”.
Estas categorías de las que nos está hablando Hegel son conocidas desde la
Antigüedad, la dialéctica moderna no ha aportado nada de muy revolucionario en
su formulación, no obstante sí en su comprensión. Todas estas categorías cobran
sentido en tanto que identidad de contrarios. Algunos ejemplos: la esencia es
la relación productora externa que se vuelve interna, la libertad que obedece a
la necesidad que puede someterla y ordenarle o la unidad de lo objetivo y
subjetivo que se forma en el conocer.
Pensar dialécticamente consiste inicialmente en dos “reglas”: “en todo
enunciado de tipo lógico en el sentido clásico de la palabra, buscar la
eventual contradicción que es susceptible de contener sin saberlo —dialéctica
crítica, dialéctica negativa— una vez formulada esta contradicción buscar la
identidad de contrarios que se esconde con toda verosimilitud y a través de la cual
la contradicción se resuelve en pensamiento o que puede superarse en la práctica
(en acto) —dialéctica positiva.
Vale apuntar algo, arriba he vuelto a la frase aristotélica en la que el
griego admite la existencia de contrarios en el mundo sensible que nos rodea,
pero se niega a aceptar que la contradicción sea posible en mente, en el
pensamiento. Hegel le critica justamente a Kant de querer preservar a toda
costa al mundo “de la mácula” de la contradicción. Estos postulados de
Aristóteles y de Kant son unilaterales y al mismo tiempo contradictorios entre
sí. El pensamiento hegeliano, en su nuevo planteamiento dialéctico no sólo
admite la posibilidad de la contradicción en el mundo que nos rodea, sino que
considera imposible conocerlo sino a través de aplicarle una sutil dialéctica
de la contradicción, para Hegel pues la unidad de lo objetivo y de los
subjetivo se da en el conocer, en el proceso que nos conduce al saber.
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