Ha salido a flote mucha mugre. Ha salido durante esta campaña electoral,
pero no es la campaña la que es sucia, sino lo que ha aflorado de la vida
política nacional, de la manera de administrar la cosa pública, de los
desfalcos, de la práctica del compadraje. Nadie se escapa, los protagonistas de
esta campaña acumulan faltas y sobre todo mucho silencio. Nadie asume nada,
nadie se atreve a denunciar en su propio campo lo que está pasando y lo que ha
pasado. El dinero fácil, fácilmente robado, fácilmente sacado del país,
fácilmente ocultado en cuentas secretas, fácilmente borrado de las cuentas
visibles. Evasión de capitales, elusión fiscal son modos de actuar de nuestra
burguesía, oligarcas de todo tipo, de la antigua cosecha, como de la nueva.
Aquellos que se apropiaron a la fuerza de las tierras ejidales, como los que se
regalaron empresas y bancos nacionales en la campaña privatizadora, todos
exportan capitales a escondidas y eluden los impuestos con la complicidad de
los órganos encargados del control y de la fiscalización.
Nuevos ricos, viejos ricos con su ambición voraz e insaciable han ido
desangrando al país, despojándolo de sus potencialidades, de todas sus
riquezas. Esta clase que ha aprovechado de los desgobiernos y que ha sido la
que mejor y mayormente ha aprovechado del desfalco del país, ha sido incapaz de
darle a la nación un proyecto, una real identidad, una cultura de la que la
nación pueda sentir orgullo. La oligarquía con sus gobiernos, con su Estado
despótico, autoritario en ninguna época de nuestra historia ha emprendido nada
para sacar al país del subdesarrollo. Ellos han vivido de rentas, de ordeñar al
pueblo. No se trata pues solamente del ambiente político, no se trata solamente
de los partidos y sus dirigentes. Estos pueden asumir la culpa, algunos pueden
hasta sacrificarse y dejarse llevar a algún tribunal. Pero el sistema tiene que
seguir intacto.
No se trata pues de pensar que nuestros problemas van a desaparecer, si imitando
a foráneos, emprendemos campañas de “manos limpias”, el paliativo de manos
limpias en Italia terminó llevando a Berlusconi como jefe de gobierno. Y la podredumbre
mafiosa siguió contaminando a toda la sociedad, de arriba abajo. Algunos
piensan tal vez inocentemente que hay que reunir a los partidos políticos para
que elaboren un “plan de nación”. Hubo ya una reunión en un hotel y asistieron
dos candidatos, el otro tomó sus distancias alegando que no se abordaban
asuntos sociales. Pero el problema no es ese. El problema reside en que ese “plan
de nación”, dentro del sistema actual, implica que la oligarquía consienta a
cambiar su esencia, su modo mismo de ser. ¿Se dan cuenta de esto los que
reclaman ese “plan de nación”?
Los oligarcas no van a aceptar menguar sus ganancias con mayor pago de
impuestos, si una de sus fuentes de riquezas es la elusión fiscal y otra la
exoneración fiscal, la que este gobierno no quiso suprimir. Porque para
emprender acciones que mejoren la condición material e espiritual de la
población es menester inmediatamente darle un viraje a toda la política del
país, en la que el Estado asuma defender y representar los intereses de las
clases pobres. ¿Esto se puede lograr con el consentimiento de la oligarquía? No
creo que valga la pena responder de alguna manera a esta pregunta, cae por su
propio peso.
¿Hay en esta contienda electoral algún candidato que proponga salir de este
atolladero? Unos pretenden “recuperar al país” para seguir ordeñándolo, otros
quieren volver para multiplicar de nuevo sus capitales y poder comprarse más y
más cadenas de radio y de televisión y casas más amplias y más lujosas. Y otros
quieren seguir haciendo cambios… Y tan profundo son sus cambios que han insistido
sobre su buena voluntad de seguir administrando los asuntos del Estado sin
interferir en los intereses de los grandes capitales. Es decir dejar las cosas
en lo fundamental tal cual están ahora: toda la maquinaria que ha producido la
mugre que ha salido a flote y que no puede dejar de producirla, pues es el
mecanismo a través del cual se enriquecen los oligarcas.
Esta triste realidad no se va a resolver con ninguno de los posibles
resultados de las elecciones. Es por ello que surge de manera tan insistente la
necesidad de transformar el modo de hacer política, pero esto no se puede
realizar desde adentro. Basta con ver cómo funciona ahora el partido que tuvo pretensiones
de cambiarlo todo.
Es necesario una exterioridad primero para no corromperse con el mismo
funcionamiento de la política actual (veamos lo sucedido con el aguinaldo,
recuerden que este es ya un segundo episodio, ya hubo otro similar, primero
todos votaron y luego se fueron retractando poco a poco). El cargo político ya
no es una función social, por lo menos no es considerado de esa manera, sino
que un empleo, un puesto con un salario que va más allá, mucho más allá de lo
que perciben los trabajadores. No se piensa lo mismo con un sueldo mínimo, que
con un sueldo de diputado con el resto de prebendas. Porque la corrupción no es
solamente el robo del erario público, la corrupción es también moral,
ideológica. Esta corrupción implica pensar el mundo según las reglas impuestas
por el sistema, buscar soluciones dentro del sistema, con el sistema,
obedeciendo y sirviendo los intereses de los que rigen el sistema. Hay un
ministro que se considera como el mejor de este gobierno, simplemente porque
dentro del sistema ha cumplido lo que se le exige honestamente a un ministro.
No porque dentro de sus desempeño haya aportado algo que salga del cumplimiento
estricto de sus funciones. No obstante hacer esto, que es un mínimo, constituye
una excepción loable.
Claro que la exterioridad no es absoluta, pues todos vivimos dentro de la
sociedad. Pero no todos participamos de la misma manera dentro del sistema, ni
pensamos lo mismo del sistema. Para entender los límites del sistema hay que
verlo desde afuera, a partir de otro modo de pensar la sociedad. Un modo que
niegue justamente el funcionamiento del sistema, que lo niegue y que trate de
superarlo, de remplazarlo por otra cosa. Es este el fin por el cual hay que
empezar.
Y justamente es lo que está planteado hoy en nuestro país. Recientemente
las Naciones Unidas publicaron un informe sobre el estado político, social y
cultural del país. Ese informe muestra claramente que nuestra sociedad ha implosionado, que es urgente cambiar de rumbo.
En una larga entrevista dada al semanario El Faro por Carolina Rovira, coordinadora
académica del estudio de PNUD nos ofrece un panorama espeluznante, desolador.
Carolina Rovira termina la entrevista respondiendo a esta pregunta: “¿Y cree
que, con el mapa político actual, va a tener algún impacto real este informe?
En la práctica, ¿dónde cree que pueda germinar algo?”
Voy a copiar integralmente la respuesta: “Pues no
sé si lo que voy a decir es una posición PNUD, pero al menos es mi opinión como
coordinadora académica del informe: yo creo que lo que decimos va a caer pesado
al estómago, porque expone de golpe muchas cosas que no hemos querido ver desde
hace mucho tiempo. Pero espero que sirva como un llamado para gente que no está
en la esfera política actual, que despierte nuevos liderazgos, que despierte
cosas que ahora no están ahí porque, como tú dices, con lo que está hoy
probablemente no es suficiente. Espero que haya nuevos movimientos, nuevos
partidos, nuevos líderes, y que los que hemos sido apáticos digamos “quiero
hacer algo por este país. Yo no me voy a ir. Me voy a quedar”. Porque otro de
los hallazgos del informe es que en este país está migrando todo mundo, no solo
el más pobre sino también los que más oportunidades tienen, porque aquí
consideran que lo que se les ha dado no basta o se trunca porque El Salvador es
un país sin libertades políticas, sin libertades de tránsito, porque no pueden
sacar a sus hijos al jardín, etcétera. Es triste. La gente le está perdiendo fe
al país”.
Vale la pena meditar lo que ella nos dice. “un
llamado para gente que no está en la esfera política actual”, “nuevos
liderazgos”, “Espero que haya nuevos movimientos, nuevos partidos, nuevos
líderes”. Realmente es la situación misma la que exige la total renovación, lo
que vivimos ya llegó al tope, hay que botarlo al tarro de la basura de nuestra
historia.
Habrá una recomposicón de capital en el salvador?: Una acumulación de capital? Parece que así es, la reconversión del capital se refleja en la crisis política tanto de la derecha como de la izquierda. La derecha no tiene "proyecto nacional", nunca lo ha tenido, ha sido una argolla que ha mangoneado el país y se enriqueció a costa de la pobreza de la mayoría. ultimamente nuevos sectores tratan de disputar esa hegemonía.La "izquierda oficial"(fmln) tampoco tiene proyecto, el fmln sigue una corriente pragmatica: a lo que venga , y algunos se enriquecen en el camino. Pero no hay respuesta por parte de una nueva izquierda, porque no hay proyecto de izquierda, se encuenctra en profunda crisis. Como se resolvera? Ojalá no sea con salidas locas.
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