Hace unos días y con sobrada razón, el exrector de la UCA, José M. Tojeira
señalaba en un artículo publicado por el “Colatino” que los temas coyunturales, tan
numerosos y en apariencia extremadamente acuciosos, nos impedían mirar con
detenimiento lo que en la estructura social sigue sin resolverse. Concuerdo
indudablemente en este punto capital con el padre Tojeira.
José M. Tojeira atina también al apuntar en la prodigiosa inversión que se
ha dado en el panorama político: ANEP y Fusades “que siempre defendieron un
sistema político débil y corrupto, dirigido y puesto al servicio de los
económicamente más poderosos, aparecen ahora como defensores de la democracia”,
mientras que el partido de izquierda se muestra “metida en disputas de poder,
aliándose además con la derecha política más desprestigiada, cae en la
tentación coyuntural y se muestra como enemiga de la democracia”.
Mientras el FMLN sigue peleándose con la Sala de lo Constitucional y
volviendo con extrema recurrencia a su obstinada oposición al voto por persona
y la aparición de las fotos en las papeletas electorales, la situación real del
país permanece sin cambios estructurales: “La
“guerra de los ricos contra los pobres”, como le llaman algunos profesores de
ética, continúa enriqueciendo a los que tienen más en detrimento de los que
tienen menos. Y la coyuntura, mal manejada por los políticos, haciéndonos
olvidar la realidad”.
El padre Tojeira se dirige al FMLN, en un llamado que
suena ya casi desesperado: “el FMLN corre el riesgo no sólo de perder votos
(más de los que ya ha perdido), sino de olvidarse de que su verdadera tarea es
levantar a este país de la pobreza, del bajo nivel educativo, al tiempo que lo
libere de esa estructura socioeconómica que sigue permitiendo que los ricos de
este país vivan cada vez mejor mientras los pobres sufren sistemáticamente el
olvido y la marginación”. Este llamado que es también un apremiante
recordatorio de los iniciales objetivos del FMLN, contiene una premisa que me
parece necesario aclarar.
En la estructura social salvadoreña uno de los
componentes fundamentales son los partidos políticos y el papel que juegan
dentro de esta misma estructura tiene repercusiones en la vida inmediata de la
gente. Cada partido enuncia sus fines y se coloca en el panorama político de
uno o del otro lado, a pesar de que en sus enunciados todos afirman el deseo de
beneficiar el pueblo y sacar al país de su estancamiento. Las esperanzas que
sigue abrigando el padre Tojeira en el FMLN reposan en las declaraciones,
manifiestos y programas pasados. Es decir que existe una identificación entre
el partido actual y el partido que se declaró tener como “verdadera tarea”
liberar al país de su obsoleta “estructura socioeconómica”. Este último partido
ya no existe. Durante los años de oposición del FMLN la inercia nos obligó a
dar por verdaderas las intenciones “revolucionarias” que sus dirigentes
machaconamente repetían con un estilo bastante dogmático.
No obstante el FMLN ha ido cambiando paulatinamente, en
su acomodamiento al sistema político, en su participación en las instituciones del
Estado y en el mismo funcionamiento interno poco o nada ha quedado del pasado. Dentro
de la estructura social del país no existe hoy un partido político que se
plantee como tarea suya “levantar al país de la pobreza, del bajo nivel
educativo”, y al mismo tiempo liberarlo de la estructura socioeconómica que
permite todas las escandalosas desigualdades sociales que sufre nuestro país.
Se trata pues de un problema mucho más grave, más
profundo, que simplemente de insistirle al FMLN que recuerde y asuma su misión
histórica. El FMLN ha dado muestras palpables de que no puede asumir lo que ya
no le corresponde. Ellos han preferido aliarse a la derecha (“aliándose además
con la derecha política más desprestigiada”, dice el mismo Tojeira), proclamar
su fidelidad al gran capital y al sistema mismo.
Todo ese juego de frío y caliente, de va y viene que
mantienen con el presidente Funes no solo muestra su falta de miras políticas,
sino que pone al desnudo un vergonzoso oportunismo. Un día son partido de
gobierno o en el gobierno, otro pareciera que ya están en la oposición. Los
dirigentes del FMLN, en sus conciliábulos semanales, se dedican a calcular cuál
actitud es más rentable electoralmente. Por el momento, parece que lo que
prevalece en esas cuentitas de apotecario es permanecer en el gobierno y echar
pujidos de vez en cuando. Esta es la realidad del partido FMLN. ¿Podemos
confiarle las tareas históricas que señala José M. Tojeira?
Lo que ha planteado el exrector de la UCA ha de sonar a
los oídos de los miembros de la cúpula partidaria como un exabrupto radical y
extremista. No obstante lo que plantea el padre Tojeira está puesto en nuestra
historia como algo inaplazable, como urgente. No podemos salir de nuestra
miseria si no nos liberamos de la estructura socioeconómica que funciona
exclusivamente en beneficio de los ricos y que agobia a los pobres.
Pero al problema de la ausencia de un organismo político
que se proponga esa liberación de la opresión social, se agrega otro. Algunos
pueden reconocer la urgencia de transformar las estructuras sociales y
económicas del país, tal vez abunden, pero son muy pocos los que las consideran
posibles. Este otro aspecto forma parte también de la estructura social y
política del país. Esta convicción no ha surgido de repente. Los medios de
comunicación y propaganda que le sirven al capital se han encargado de promover
esta imposibilidad, presentándola como una magnífica utopía, como un sueño de ilusos,
pero la dura realidad nos demuestra que el sistema actual es el único que
garantiza la libertad. A esta propaganda de la oligarquía se le suman nuevos e
inesperados refuerzos: las alegaciones de los dirigentes efemelenistas de la
necesidad de ser realistas, de ser pragmáticos. También ellos sostienen la
imposibilidad de romper con estas estructuras sociales y económicas, ellos
afirman que eso ha dejado de ser para ellos un objetivo inmediato o de medio
plazo. También ellos llaman de extremistas o de ilusos a los que reclaman los
primeros pasos por la vía de las reformas estructurales.
Tenemos pues que emprender un esfuerzo explicativo para
además de mostrar la necesidad de las reformas estructurales, volver patente su
posibilidad. Los argumentos están en la realidad misma, en la vida misma en que
estamos sumidos. Se trata pues de buscar los argumentos, de llevarlos a la
gente, de insistir mucho, pues la realidad agobiante también es fuerte en su
certitud de ser la única posible. El conformismo nos lleva a repetir “siempre
ha sido así”.
Hoy queda bien decir ciertas cosas frente a la opinión pública:
ResponderEliminarel oportunismo se llama pragmatismo, y
la traición se llama realismo.
Secundo tu posición Carlos, es agobiante la situación de nuestro pueblo, pero es altamentemente preocupante el conformismo de las personas, el ser inhumano entre nosotros mismo, el no indignarnos, el desviar nuestra atención, y la verdad es que no siempre ha sido así, y en la medida que iniciemos una verdadera conciencia de clases NO SIEMPRE SERÁ ASÍ!