Difícilmente podrán comprender los que se han acostumbrado a realizar el análisis superficial de las intrigas parlamentarias, del juego de declaraciones, de alianzas efímeras y circunstanciales, a los que tratan de alejarse de la creencia bastante pueril de que el destino del país y de las clases trabajadoras está en manos de un grupo muy restringido de personas, que precisamente se ocupan de esas mismas intrigas, que hacen esas declaraciones, que ligan esas alianzas. Todas estas acciones forman parte de un ejercicio politiquero que hasta ahora se ha impuesto en la opinión general como el fundamento de la política. Sin embargo lo que cuenta realmente en la vida real de la gente está determinando por el tipo de decisiones que se toman en la gestión de los asuntos económicos del país.
Es cierto que la fuerza del Estado puede de alguna manera interferir en el reparto de la riqueza nacional. Esta posibilidad existe, pero como siempre los posibles necesitan que la voluntad de las fuerzas políticas implicadas los conviertan en realidades. Por el momento el Estado salvadoreño sigue al servicio de los que poseen los medios de producción y de cambio, que son realmente los que gobiernan los destinos del país.
Esta situación es la que ha existido desde el siglo antepasado. Este régimen tiene un nombre que todos conocemos, se llama capitalismo. Es este sistema que ha sido incapaz de satisfacer las más urgentes necesidades de la población. Es este sistema económico el que nos mantiene en el subdesarrollo y dependiendo de potencias extranjeras. Esta dependencia no es solamente económica, sino que también cultural y social. Es este sistema el que ha entrado en crisis casi permanente desde hace algunas décadas en el mundo. Las continuas crisis bursátiles y financieras son momentos de exacerbación del disfuncionamiento del modo de producción capitalista.
La salida del capitalismo está planteada mundialmente. Esta última afirmación suena falsa, para muchos tal vez exagerada o sin sentido. Sobre todo para quienes, por la enorme capacidad que ha manifestado el capitalismo de sobrepasar sus propias crisis, se han convencido de su eternidad. No obstante lo que vuelve hasta cierto punto irrealista la afirmación en cuestión, es que no existen, en los países dominantes, organizaciones políticas populares, ni planteamientos políticos alternativos que tengan la suficiente fuerza para arrastrar a las clases trabajadoras.
No obstante el mismo funcionamiento del capital está mostrando la salida, cada vez se muestra con toda evidencia la incompatibilidad del sistema capitalista con el futuro de la humanidad. Es el capitalismo el que crea y mantiene la catastrófica situación de África, Asia y América Latina. Los millones de niños que mueren a corta edad es el resultado del despilfarro de capitales y de riquezas. En estos momentos la humanidad puede combatir epidemias y estas no son extirpadas, porque hacerlo implica abandonar el criterio que rige la existencia misma del sistema, la búsqueda de beneficios. Resolver los grandes problemas que enfrenta la humanidad, como la creciente destrucción del medio ambiente, contradice ese mismo principio, contradice los intereses del capital.
Todos hemos sido testigos de cómo los grandes Estados capitalistas acudieron solícitos a transferir a las compañías privadas de la finanza, bancos y sociedades de seguros, enormes cantidades de capitales públicos. Esta transferencia de miles de millones de dólares (millardos) no ha venido a colmar la famosa sed del oro de los banqueros. Si estos millardos hubiesen sido usados, por ejemplo, para pagar las hipotecas de los miles de familias estadounidenses, ¿acaso no se hubieran saneado las famosas “acciones basura”? Pero sobre todo se hubiera hecho la demostración de que los dineros públicos pueden usarse también en beneficio de los pobres. Los países europeos acaban de decidir préstamos (175 millardos) al gobierno de Grecia para que pueda soldar parte de su deuda financiera exterior. Este dinero va caer en las voraces fauces sin fondo de los bancos. Ni un solo centavo será usado para el desarrollo económico de Grecia, ni una sola escuela, ni una sola clínica, ni una sola fábrica, nada de eso va a aparecer en Grecia gracias a ese dinero. Al contrario se le impone a Grecia un plan de austeridad, hundiendo en mayor pobreza a las clases trabajadoras. La cólera de los trabajadores griegos es más que justificada.
La experiencia cotidiana de la explotación
Es cierto que los salvadoreños no son marxistas, como hace algunas semanas lo escribiera un editorialista de El Diario de Hoy, tampoco sabe que es el socialismo, como acaba de afirmarlo Mauricio Funes. Estas dos afirmaciones son ciertas. Pero son verdades a medias. Pues si los salvadoreños no son marxistas, viven y sufren los estragos del capitalismo, saben perfectamente qué es la explotación capitalista, la sufren en carne propia. Saben perfectamente que aumentar las ganancias capitalistas significa mantener bajos los salarios y si es posible bajarlos más, que es lo que sucede con el encarecimiento de la vida, con la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores. Cada vez cuesta más restablecer las fuerzas de trabajo, la salud de los trabajadores. Las familias salvadoreñas viven en su gran mayoría angustiadas por el día de mañana, muchas son las madres que no saben si podrán sustentar a sus hijos, vestirlos convenientemente (los uniformes gratis no bastan para ello), comprarles libros, llevarlos a espectáculos, darle un esparcimiento necesario para el desarrollo y florecimiento de su personalidad. Para poderles dar todo esto es necesario salarios dignos de ese nombre.
Aunque aparezca exagerado, quien determina el modo de vestirse de la gente, el espacio de vivienda, el modo de transporte, la cantidad y la calidad de la comida y hasta los gustos de la mayoría de la gente, son aquellos que tienen la potestad de determinar el monto del salario de los trabajadores. Porque por mucho esfuerzo que hagamos, el buen gusto se puede cultivar solamente si se tienen los medios para hacerlo. La mayoría de salvadoreños (no sólo de salvadoreños) no tienen la posibilidad de elegir entre una representación teatral o el siguiente episodio de la serie televisiva. Estas series que nos educan, que nos imponen modelos extraños, que nos presentan una vida irreal y fantasmática, también nos apresan en modelos narrativos repetitivos y recurrentes, nos mastican la interpretación de intrigas superficiales. Es también a través de estas series que la mayoría de salvadoreños incorpora una cultura extranjera, un modo de vida de propaganda y al mismo tiempo son asimismo el canal por donde circulan los temas de dominación ideológica del imperialismo.
Es cierto que los salvadoreños en general no saben qué es el socialismo. Pero tampoco conocen, en su inmensa mayoría, incluyendo al mismo presidente Mauricio Funes, las matemáticas superiores, pero ¿dejan de existir por ello? Tampoco saben como funcionan los celulares con los que comunican, pero esta ignorancia no vuelve fantasmales los mecanismos. De la misma manera, la ignorancia de los salvadoreños del socialismo, aunque el presidente le añada del “siglo XXI”, aprovechándose de la campaña diabolizadora de los medios nacionales e internacionales contra el gobierno de Venezuela, no lo vuelve ni imposible, ni irrealista, ni utopía. Las políticas alternativas al neoliberalismo que se ponen en práctica en los países de América del Sur todavía no constituyen en el fondo el socialismo. Sin embargo se trata de una búsqueda de salir de la dominación imperialista, de resolver los problemas de sus países conduciendo una gestión diferente de la que acostumbran los gobiernos de derecha y que durante décadas nos han impuesto las agencias financieras del imperialismo.
El presidente Mauricio Funes lo anunció durante la campaña y no pierde la oportunidad de repetirlo, su gobierno no va a construir el socialismo, ni va a adherir al ALBA. Este mensaje sobre la no construcción del socialismo tiene dos destinatarios, los que votaron por él siguiendo las consignas del FMLN y las clases dominantes, nacionales e internacionales. La oligarquía nacional se hace la sorda y sigue reclamando que el presidente se defina, que dé signos claros del rumbo que intenta seguir. En los Estados Unidos posiblemente hayan entendido mejor el mensaje de nuestro presidente. Los electores del FMLN aceptaron el mensaje, pero esperaron que el gobierno por lo menos iba a iniciar los cambios urgentes para aliviar en algo la vida cotidiana de la gente. Esto lo siguen esperando, pero la desilusión agiganta sus pasos. En resumen, las declaraciones de Funes a este respecto significan que su gobierno seguirá fiel a los dogmas capitalistas.
Pero las declaraciones presidenciales de que su gobierno no va a construir el socialismo encierra, a sabiendas o no, una gran verdad: el socialismo no se construye a partir de ningún gobierno, no es algo que se le concede al pueblo, sino que es la obra misma de la gente. La construcción del socialismo debe ser una obra consciente y activa de los trabajadores, sin su participación es imposible emprender este largo proceso de superación de la sociedad clasista dominada por el capital.
Hay personas que exigen definiciones del socialismo. Es normal que lo hagan, porque consideran que el socialismo debe regirse por una fórmula preconcebida, como si existiera en alguna parte etérea del Universo una Idea del socialismo a la que hay que someter a la realidad. Marx y Engels nos han enseñado a superar el idealismo hegeliano. No, no existe en ninguna parte una definición fija e inamovible del socialismo. No, no hay en ninguna parte la Idea hegeliana de socialismo, no hay fórmulas mágicas. Se trata de un proceso que emprenden los pueblos dentro del marco nacional, pues por el momento siguen existiendo los Estados nacionales y este proceso, difícil y tortuoso, se va amoldando a la realidad nacional, a las tradiciones específicas de cada pueblo.
No, no existen modelos de socialismo. Esta creencia dominó todo el siglo XX. Si existe algo común en el socialismo del “siglo XXI” es justamente el abandono de esa creencia de que existe un modelo único de socialismo.
Un partido político de un nuevo tipo
No obstante para poder emprender este proceso es necesario que exista un partido político, una fuerza política que tenga la voluntad de iniciarlo. La superación del capitalismo implica que desaparezcan una a una todas las alienaciones que sufren los asalariados. Este es un proceso que tiene lugar en las cabezas de todos y en las prácticas sociales. Estas prácticas consisten en incorporar a todos los ciudadanos en las decisiones a tomar, en la participación consciente y activa en la resolución de los problemas que se vayan planteando. Para esto es necesario la formación de todos, elevar su nivel de consciencia y de formación. Para ello es necesario compartir todas la información necesaria y todos los conocimientos que se requieran.
Como se ve, para que esto pueda suceder se necesita de un partido político de un nuevo tipo. Un partido que introduzca en su funcionamiento mismo como un principio fundamental la deliberación colectiva de los lineamientos del partido, en otras palabras, la necesidad de llevar a cabo congresos, en los cuales la base pueda definir y apoderarse de su propia política partidista y aprenda a analizar la realidad, a elaborar conjuntamente soluciones y resoluciones. Son los congresos la cima del partido. Pero hasta ahora el FMLN no ha tenido congresos, casi todas las decisiones son tomadas por la dirección y las conferencias nacionales tienen como única función la ratificación de la voluntad de los dirigentes. Este funcionamiento impide que los miembros del partido puedan ser dirigentes autónomos y conscientes de los trabajadores. El funcionamiento centralizado y verticalista coarta irremediablemente la iniciativa de los miembros de base del partido. Pero no se crea que esto sucede solamente en el FMLN, este modo de funcionamiento es común a los partidos de la derecha nacional. Ellos tienen también ese funcionamiento autoritario y verticalista. Los miembros de base son meros ejecutantes de la voluntad ajena. Pero si esto puede ser admisible en los partidos de derecha que buscan perpetuar el régimen capitalista, esto es incompatible con el partido revolucionario que busca la transformación profunda de la sociedad.
Lo vuelvo a plantear ahora ya sin muchos ambages . Me pregunto sinceramente ¿el FMLN actual, bajo la dirección actual es capaz de transformarse? ¿Es capaz de cambiar de funcionamiento? ¿Puede volver a retomar los principios revolucionarios? ¿Podrán los actuales dirigentes retornar al materialismo histórico, a la dialéctica marxista? Mis preguntas no son antojadizas. Me parecen que tocan el fondo del problema actual que enfrentamos en esta coyuntura.
El fin fundamental del partido revolucionario es transformar la sociedad, para ello es necesario organizar a la gente con ese fin, crear la consciencia necesaria. Los dirigentes del FMLN se propusieron como fin primordial la “toma del poder”. Para ellos se trataba de llegar al ejecutivo a como diera. Es por ello que no les importó llevar a un candidato que no compartía los planteamientos de su partido, que había declarado explícitamente que no aplicaría el programa del FMLN. Tal vez pensaron que bastaba con la adhesión al partido del candidato. Pero faltos de discernimiento no quisieron escuchar las declaraciones claras, sinceras de Funes de que adhería al FMLN únicamente para cumplir con un requisito constitucional.
La actitud actual de los dirigentes del FMLN es totalmente desconcertante. No estoy sugiriendo que tengan obligatoriamente que romper con Mauricio Funes, ni mucho menos retirar a los ministros del gobierno. Esto lo pide la derecha, ya empezó a reclamárselo al presidente. Pero la situación no es clara para la gente. Los salvadoreños siguen esperando las medidas que muestren reales signos del cambio prometido. Los salvadoreños no están reclamando la construcción del socialismo a partir del gobierno. El pueblo salvadoreño apenas espera que se aumente los salarios de los trabajadores, que se termine con la corrupción, que se haga justicia, que se castigue a los ladrones que se enriquecieron en el ejercicio del poder. Los salvadoreños también reclaman el retorno a una moneda nacional, son partidarios de abrogar la ignominiosa Ley de Amnistía. A los asalariados les gustaría nuevas leyes que les den nuevos derechos laborales y sindicales. Los salvadoreños reclaman mejor gestión de los servicios de salud, de que se mejore sensiblemente las instituciones de la enseñanza pública, que se les garantice mayor seguridad.
Pero hasta ahora no se ven señales de que el presidente tenga intenciones de cumplir, sus declaraciones van hacia otra dirección. El presidente apoya al gobierno represor de Honduras, salido del golpe de Estado. El FMLN no critica abiertamente, prefiere el silencio. El presidente se opone a un decreto justo respecto a la estafa de la renta telefónica, votado en la Asamblea y la dirección “comprende” la posición presidencial, aunque no la “comparte”. El presidente ejerce su función de manera autócrata, los dirigentes del FMLN agachan la cabeza y callan. Abundan las discordancias. Estas son visibles a simple vista. El presidente crea su propio movimiento con fines y propósitos personales. Dirigentes del FMLN declaran que el presidente tiene derecho a hacerlo. Pero esto viene a contradecir sus precedentes declaraciones de su no compromiso con una organización partidaria. Llega hasta dar como gesto de garantía de su compromiso con su Movimiento, el hecho de que vestirá los colores del Movimiento y claramente se refiere a su negativa de vestir los colores de “su” partido. Sánchez Cerén declara que el FMLN buscará aliarse con el Movimiento, de que se alegra de su creación. ¿Se trata esto de un fino análisis del significado político de la creación de este Movimiento? ¿Los dirigentes del FMLN son capaces de efectuar un análisis político de lo que está pasando?
El presidente ha declarado públicamente que motus propio acudió a los partidos de derecha para que le ayudaran para que en la Asamblea no se superaran sus observaciones al nuevo decreto sobre el RPNP. El FMLN continua hablando de presiones de la derecha.
La obligación de la dirección del FMLN es aclarar esta situación confusa. Hasta ahora nos dan la penosa impresión de que son incapaces de hacerlo, que se limitan a pronunciar declaraciones “amables”, “tácticas”. Pero como la presencia de Funes en el puesto de presidente de la República nos ha mostrado de que los dirigentes del FMLN no son finos tácticos, ni estrategas, temo francamente que el navío siga a la deriva.
Para poder decidir es menester saber
Algunos dirigentes del FMLN han señalado de que será el pueblo mismo quien decida de cuando se construirá el socialismo. Esta formulación es en el fondo una coartada “táctica”. ¿Qué significa? En primer lugar, que se va a proceder democráticamente, es el pueblo soberano quien va a decidir. Perfecto. No obstante no señalan como se tomará esa decisión, ¿por un voto legislativo? ¿Por referendo? Este silencio muestra simplemente que no se ha meditado profundamente que significa que el pueblo va a decidir cuando se construirá el socialismo. Pero hay otro aspecto, esto conlleva dos errores teóricos: el primero, se pretende que la construcción del socialismo va a tener un momento decisional de arranque y el segundo, que a partir de ese momento se comenzará a aplicar medidas estatales de transformación. Esta visión lleva oculta una visión esquemática, antidialéctica. El socialismo se limita a medidas económicas gubernamentales y de nuevo se restringe o se evacua la actividad consciente de los trabajadores. Pero el socialismo no es una serie de medidas económicas gubernamentales.
La particularidad de nuestro tiempo es que el capitalismo muestra cada vez más su incapacidad de resolver los problemas de la gente. Al contrario cada vez aparece claramente que la gestión capitalista, la búsqueda desenfrenada de beneficios sigue creando problemas a la humanidad. Un ejemplo actual, la contaminación de las aguas del Golfo de México por el petróleo, que producirá la desaparición de una enorme parte de la fauna y flora marítima. Esto va a crear nuevos desequilibrios ecológicos. Es evidente que accidentes de este tipo pueden ocurrir en cualquier momento, no obstante lo que se plantea aquí es que los accionistas de la BP nunca pensaron en prevenir este tipo de catástrofe.
En nuestro país también estamos sufriendo las consecuencias de una catástrofe, la tormenta tropical “Agatha” que ha inundado amplias zonas del país, produciendo víctimas humanas y pérdidas materiales. En los efectos de esta tormenta hay que buscar obligatoriamente que es lo que corresponde a las estructuras mismas de lo sociedad. La deforestación, la falta de un plan de prevención (esto no se construye en un año), la ausencia de infraestructuras de evacuación y canalización del agua, etc. Los sucesivos gobiernos han preferido la transferencia de capitales a la empresa privada que emprender servicios públicos y sociales.
El estado general de los servicios es deficiente en el país. Las estructuras médicas y de asistencia sanitaria se encuentran en un estado deplorable. Durante años los sindicatos de trabajadores de la salud, asociaciones diversas de usuarios han alertado sobre este estado de cosas. No obstante la población en general que ha sido víctima directa de este disfuncionamiento, también ha sido incapaz de exigir de los gobiernos sucesivos un servicio público digno de ese nombre. La toma de consciencia pública de la necesidad de construir en todo el país un servicio médico general forma parte del proceso de la construcción de otro tipo de sociedad.
La toma de consciencia implica también prácticas sociales distintas. No se puede considerar que los servicios médicos y hospitalarios nacionales pertenecen exclusivamente al Estado. Es cierto que se trata de un servicio que ofrece el Estado, pero la tarea es convertir estos servicios en propiedad real y directa de todos. Es necesario que se adquiera la convicción de que cualquier desperdicio de recursos, se trata de nuestro dinero y que eso implica pérdidas en el bienestar general de la población.
Una actitud diferente, una implicación directa de la población en cada uno de los sectores que prestan servicios, indudablemente traería substanciales mejoras. Pero al mismo tiempo ganaría terreno la idea que buscar soluciones comunes, desinteresadas produce una efectividad social mayor. Es este el criterio general que debe regir la conducta de la población, buscar la eficacia social en todos los terrenos. Se trata de un largo aprendizaje, de una toma de consciencia ardua , a la que no estamos acostumbrados, pues la ideología dominante nos impone el individualismo, nos impone criterios de consumidores. Esto tiene como efecto tratar todo desde el punto de vista mercantilista, las relaciones humanas se reducen a un deshumanizante “compra-venta”.
Contra todas las alienaciones es necesario crear prácticas sociales de reapropiación colectiva. Estas prácticas no se decretan, sino que se inculcan, a través de la educación, a través de la puesta en común de ideas, de procedimientos, de informaciones y de conocimientos. Es decir se trata de salir del campo politiquero y llevar la política al seno del pueblo como principal agente. Se trata también de una nueva concepción de la política. Es necesario que la práctica política nueva, de reapropiación colectiva de los espacios públicos, de los servicios comunes (transportes, escuelas, hospitales, telecomunicaciones, etc.) tome fuerza y que en base de esta nueva consciencia y de estas conquistas se pueda iluminar de otra manera los procesos electorales.
Se trata de un largo y complicado proceso. Pero vale la pena emprenderlo, pues es el único que nos garantiza la extensión ilimitada de la democracia, pues el poder ya no está depositado exclusivamente en las instancias estatales, sino que diluido en la sociedad. Y por otro lado solamente la participación constante de la gente en defensa de sus intereses, tanto individuales, como colectivos, puede preservarnos de derivas autoritarias. La participación es una garantía de la efectividad de las decisiones tomadas. Porque además se trata también de emprender siempre el control popular de lo que se ha decidido, luego de las necesarias deliberaciones.
Don Carlos, una vez mas muy acertado su articulo y relevante para el momento actual que vivimos. El pueblo esta desmoralizado por haber despertado un dia y comprendido que una vez mas fue enganado, el pueblo sigue necesitado, el pueblo es facil presa de algun movimiento nuevo que surja 'de la nada', 'como por encanto' y tal vez esta decidido a apoyarlo y a confiar una vez mas en que esa sera su redencion. Los resultados estan por verse, pero los antecedentes del nuevo movimiento y las bases en que se apoyan son de mucho dudar. El pueblo necesita ser educado desde lo simple a lo complejo, en un camino de hormigas, sobre los principios de un nuevo sistema, para que los entienda y acepte apoyar otro sistema diferente, que le ofrezca de verdad un futuro mejor. Ya la historia ha demostrado que partidos electoreros y oportunistas no son la solucion, ni tienen esperanza de ser 'rescatados' del pantano en que ellos mismos se han metido. Tiene que existir otra alternativa, ni el fmlnceroalaizquierda ni los movimientos 'nuevos' que tambien oportunamente surgiran para tratar de aprovechar la coyuntura de debilidad moral de nuestro pueblo son la solucion. Despertemos companeros, no nos dejemos confundir por 'lobos vestidos con piel de oveja'. Sigamos adelante en la busqueda de esa otra alternativa, real y con claridad de principios. Atentamente.
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