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10 octubre 2009

Homenaje a Alejandro Funes (III)

THRENODIE* Por Alejandro



Alejandro te anunciaste al mundo bajo los cañonazos y ráfagas de armas de fuego… era la tarde del 15 de octubre 1979 y salía del ginecólogo alrededor de las 5 de la tarde, caminando a lo largo del boulevard de los Héroes, bajo el choque de la noticia de ser mamá, y el anuncio de toque de queda decretado por la nueva junta resultado del golpe de estado contra el gobierno del coronel Romero.


Casi veintiocho años transcurrieron desde ese entonces hasta la noche del 1 de octubre del 2007, cuando te marchaste bajo la noche cálida de los últimos esbozos del verano Parisino, te encontrabas sobre la Pasarela de las Artes, en donde celebrabas feliz el anuncio, dos días antes, de la candidatura de tu padre a la presidencia, paradójicamente …tu corto paso por la vida se termina con otro suceso marcante en la historia de tu país… el telón se cierra. (la boucle est bouclée)


“Mamita linda” era tu saludo ritual a cada uno de nuestros encuentros.


Estando de viaje en Buenos Aires, durante ese fin de semana, no pude comunicarme contigo y me dejaste cuatro mensajes en mi móvil, en los cuales me hacías participe de tu entusiasmo por la noticia y añadías “mama he soñado contigo anoche”. Más nunca voy a saber como era ese sueño…


Pero si conozco las experiencias de lo vivido contigo, del bebé tranquilo y sonriente, del niño dulce, retozón y de espíritu curioso, las conversaciones difíciles y los sueños del adolescente, las aspiraciones y proyectos del joven artista y la obra fotográfica seminal del adulto sensible, humanista y con conciencia social que se perfilaba ya en el horizonte.


De tus lecturas infantiles te encantaban los libros de Richard Scary “Y el porqué de las Cosas”, más tarde el humor de las diferencias culturales de los viajes de Asterix y Obelix, pasando por el carácter cosmopolita de las aventuras de Tintin. Y de jovencito las historietas de Mafalda por lo político. Te inspiraron temprano el gusto por otras culturas, los idiomas y ampliaron tu curiosidad innata por conocer y descubrir otras realidades, en los libros, en el arte y sobre todo en el contacto humano, en tu aprehensión humanista el mundo te parecía basto y ajeno…


Tu interés por las artes, música, pintura, fotografía, cine, literatura era genuina y acérrima, el tiempo que pasaste en museos y exposiciones en Nueva York y Europa lo aprovechaste, y eras al mismo tiempo conciente de tu privilegio, después de haber pasado horas acariciando visualmente, admirando esas reproducciones en los libros de casa, te encontrabas con ellas en carne y hueso, o mejor dicho en tela y bastidor. Corre la anécdota en casa de mi cuñada Dominique en Paris, de tu primera visita al museo Picasso en compañía de la familia, el pequeño Armand casi se desmaya de hambre, pues llevabas más de tres horas en las galerías del museo estudiando concienzudamente y con visible pasión estética cada una de la obras expuestas, la hora del almuerzo habría ido y venido sin que te percibieras, tanto era tu apetito intelectual, sensibilidad y tu indagación de esteta a flor de piel.


Tu curiosidad e interés por la práctica de todas las artes, eran como te lo decía reflejo de un joven de cultura “Renacentista”, practicaste la música, estudiaste las artes visuales y te formabas profesionalmente en la fotografía … se lo repetías a tu mejor amigo en Paris: “ Nico … mi mamá dice que somos los hombres del Renacimiento!”


Al mismo tiempo eras de un desenfado con las formalidades, tu sencillez se reflejaba en la frugalidad de tu vida cotidiana, en una época de consumerismo desbocado tu desinterés por los signos materiales de nuestra sociedad, era originalidad pura: eras de “los de a pie”, te caminaste San Salvador a lo largo y ancho, y Paris del Primero al veinte barrios, incluyendo los suburbios. No te interesaron los coches, ni las modas efímeras, nunca pediste como regalo de Navidad el objeto de estatus en boga, sino libros, armónicas y sombreros. Tus adornos eran tus tatuajes diseñados por ti mismo, tus cabellos en trenzas a lo rasta… “una promesa” me confiaste. Tus camisetas arbolaban un mensaje político, o una declaración artística , tus zapatos tenis llevaban de manera sempiterna un hoyo en la suela, testigos de tu naturaleza de caminante. Te lo mencione alguna vez que Kant entre otros era un gran caminante.


Eras generoso con tu tiempo y desprendido de lo material, lo que tenias lo compartías… los que te conocieron tuvieron la dicha de compartir momentos inusitados, tenias una presencia de espíritu, porque vivías el presente con intensidad, eras total carpe diem!


Me afirmaste un día, cuando te compraste tu mismo tu cámara digital, con el trabajo de un verano en el estudio de fotografía: “mi cámara es mi machete”, con un ligero tono de orgullo en tu voz.


Trabajaste como “garçon au père”, niñero de dos niños de una familia en Issy les Moulineaux, en los suburbios de Paris; el niño y la niña te adoraban y contaban en la escuela, con mucho orgullo, que su nana era un chico y que además tocaba en una banda de música y hablaba además del francés, inglés y español.


Te relacionabas con todo ser humano de cualquier condición social y edad con una increíble facilidad, porque lo hacías con sinceridad y a partir de una actitud de respeto.


Desde tu cercana y cómplice relación con tu sobrina Laia, hasta la afectuosa y protectiva relación con mi suegro Roger, al que viniste en ayuda salvándole la vida, en tu puntual visita semanal a su casa.


En ese octubre del 2007 estabas por graduarte de la escuela de fotografía, y tus sueños eran varios, entre otros trabajar como fotoperiodista para la agencia Magnum y viajar por el mundo, en particular por África y Latinoamérica, cubriendo los conflictos sociales, con un acento singular en la humanidad de los que sufren, desde tu perspectiva de respeto e inteligencia emocional… Pero primero ibas a pasar unos meses en El Salvador para apoyar a tu padre en la campaña.


Toda la promesa del talento, del potencial, de una vida truncada demasiado temprano; la construcción del futuro cortada de tajo, por un tal acto de violencia gratuita en un lugar inusitado. En pleno centro de la ciudad más bella del mundo, en la Pasarela de las Artes que comunica el museo del Louvre con la Academia Francesa y la escuela de Bellas Artes, bastiones de la cultura y el saber de la civilización occidental. Helas, la paradoja y la tragedia; te creíamos Alejandro en seguridad en Paris, lejos de la violencia cotidiana de San Salvador, en donde podrías tener tus caminatas nocturnas y diurnas a tu guisa sin peligro, en libertad...


Luego de 20 meses de una persistente y a veces difícil búsqueda de justicia, el juicio del asesino ha tenido lugar, el tribunal francés ha dado su veredicto y justicia para Alejandro se ha cumplido.


Alejandro, Jandrucho, Jandrito…tu ausencia será para siempre, y por ende la pena … pero la maldad no nos puede vencer y algo bueno tiene que venir de tanto dolor… Cuantos jóvenes artistas, soñadores, talentosos hay recorriendo las calles de El Salvador y para todos ellos y en tu honor Alejandro, seguiremos en la lucha.


Me imagino tu espíritu retozando de contento, hoy me bebo una cerveza en tu honor y te digo, Alejandro, hasta pronto, hasta el próximo “Mamita linda”.


Marlene Velasco-Bégué

San Francisco, Octubre del 2009.

* Thrénodie: lamento, canto fúnebre. Del griego thrênôidiâ; los thrênos más conocidos son los de Píndaro y Simónides.

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