La próxima Asamblea Nacional tendrá tal vez mayor importancia que todas las anteriores. Por el momento la verdadera batalla electoral aún no ha comenzado y los argumentos no se han desplegado. La vida política se desarrolla en torno a la figura del futuro presidente. Esto tiene su explicación en el carácter presidencialista del régimen y en la forma personal que ha revestido durante todas las presidencias anteriores. Por el momento ninguno de los candidatos parece renunciar al presidencialismo y ni la forma personal de gobernar.
Pero el hecho de que las elecciones legislativas se han avanzado y van a tener lugar antes de la elección presidencial la composición de la Asamblea adquiere un valor particular. Pues si se trata de equilibrar el régimen presidencialista y restarle el estilo personalista a la manera de gobernar, la asamblea tiene que tener la posibilidad real de hacerse respetar y de ser escuchada por el legislativo. Me refiero a que por primera vez la alternancia puede también realizarse en el órgano legislativo.
No obstante por la forma del régimen el portador del proyecto realmente es el candidato a la presidencia y los candidatos a la diputación se limitan a manifestar el apoyo indefectible al programa presidencial en disputa. Incluso las posibles alianzas se manejan en torno al candidato a la presidencia y no a un programa legislativo.
Hay dos argumentos de peso institucional que van a aparecer: el primero es la necesidad de equilibrar los poderes para no dejarle al ejecutivo las manos libres para que haga todo lo que le dé la gana. El otro es sobre la necesidad de tener todos los medios para aplicar la política del candidato a la presidencia y no poner en peligro la gobernabilidad.
Estos argumentos no son nuevos. Ambos se esgrimen según sea la posición de los partidos políticos. En las legislaturas pasadas el FMLN ha usado de sus votos para frenar a los gobiernos de Arena en su política de préstamos a bancos y organismos internacionales. Esta capacidad del Frente, como su posición fue calificada por muchos comentaristas como una actitud que perturbaba la gobernabilidad y que le ponía obstáculos a la acción gubernamental.
Algunos llegaron a criticar este atributo que la Constitución le da a los partidos de la oposición o minoritarios. Durante las últimas legislaturas el ejecutivo no buscó los compromisos, ni tomó en cuenta las sugerencias de la oposición. No se buscó consenso. La posición del ejecutivo fue siempre el todo o nada. Y luego buscó como contornear a como diera los obstáculos constitucionales, el poder de bloqueo de la Asamblea.
Si los salvadoreños optan por la alternancia, por el cambio de color del poder legislativo, tienen que pensar muy bien como van a votar en las elecciones legislativas. Su resultado va a pesar mucho en la factibilidad de los cambios.
Pues hoy por hoy, (según las encuestas tanto de "derecha" como de "izquierda") el FMLN obtendría -al menos- 45 diputados.
ResponderEliminarVamos a ver qué pasa en los próximos 8 meses