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02 noviembre 2006

Historias humanas

Las cartas y la basura
Durante muchos años el correo dejó de llegarles regularmente a los vecinos de un barrio. No era que sus lejanos corresponsales hubieran dejado de escribirles. Simplemente el cartero un día en que andaba muy mal, que se sentía agobiado por la monotonía de la vida, se llevó el paquete de cartas a su casa. Luego cada vez que se sentía mal raptaba el correo de los vecinos. Nadie se dio cuenta durante años. En realidad el cartero fue varias veces cambiado de recurrido y sus depresiones no eran cotidianas y tampoco duraban mucho tiempo. No obstante las reclamaciones de algunos vecinos se fueron acumulando en el escritorio del jefe de la oficina. Y un día decidió ocuparse realmente del problema. No tardó en dar con el culpable.
Los agentes de la policía que tomaron en manos la investigación se presentaron a su domicilio para arrestarlo e interrogarlo para saber cuál era el paradero de las cartas.
Al leer en el diario esta noticia me imaginé que el cartero dedicaba interminables noches a la lectura del correo robado, una especie de voyeurisme epistolar. Pensé en un hombre que había terminado por familiarizarse con los corresponsales y que quizás alguna vez tuvo el deseo de responder, o quién sabe, de conocer a los autores de las cartas. No obstante cuando los policías pudieron penetrar en su apartamento, se dieron cuenta que ninguna carta había sido violada. Las había ido ordenando por direcciones y fechas. El orden era impecable.
Pero a esta triste historia de una vana manía se le vino a juntar otra, mucho más triste y terriblemente trágica. Los policías al buscar al cartero se equivocaron de apartamento y entraron en la casa de una pareja de ancianos que vivía enfrente del cartero. Los ancianos tenían años de no sacar la basura y la venían amontonando en una pieza de su apartamento hasta llenarla por completo y luego fueron depositándola en el cuarto contiguo. Cuando los policías entraron los cuartos estaban cerrados y se sorprendieron al ver que en un rincón del salón se abultaban unas bolsas sospechosas. En ese momento pensaron que ahí se encontraban las cartas. Su sorpresa fue indescriptible cuando se dieron cuenta que se trataba de bolsas de basura. El olor era espantoso. Cuando abrieron las piezas su descubrimiento los dejó atónitos.
Ni el cartero, ni la pareja de ancianos pudieron explicar su conducta. Lo que se pudo constatar a ciencia cierta fue que durante todos esos años nunca recibieron la visita de nadie.

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