El autor de este blog agradece la reproducción total o parcial de los materiales aquí publicados siempre que se mencione la fuente.

19 marzo 2018

Materialidad y linealidad del signo lingüístico ( IV)

Una de las cosas que más me han sorprendido en la historia de la Lingüística es el papel que ha jugado durante décadas el rechazo, de parte de Saussure, de tomar en cuenta la materialidad del lenguaje y esto me sorprende pues muchas de las afirmaciones suyas sobre el signo provienen justamente de esta materialidad. Lo que Saussure llama “imagen acústica” no es otra cosa que la representación mental de las características pertinentes para el lenguaje que residen en los sonidos que pronunciamos para comunicarnos.

Lo que se distorsiona con la actitud de F. de Saussure consiste en que él traslada por completo la realidad del objeto lingüístico al interior del cerebro como entidades mentales. La materialidad del lenguaje ha quedado afuera, siendo parte genuina y un componente esencial de las lenguas. El ambiente intelectual de la época impidió que esta actitud ideológica fuera denunciada. Sobre todo que claramente esto perturbaba toda la estructura teórica del pensamiento saussureano. Una de las peores consecuencias fue que algunos llegaron a expulsar de los estudios estrictamente lingüísticos la fonética. Aunque esto se fue corrigiendo a partir de la difusión de los estudios y posiciones de la Escuela de Moscú y Kazán a través del Círculo de Praga. Aquí, en parte, me estoy refiriendo a Baudouin de Courtenay y al poco citado, incluso por R. Jacobson, L. V. Scherba. Esto se puede resaltar por el cambio ocurrido en la concepción de K. Bühler, aquí cita explícitamente a N. S. Trubetzkoy y al lado de la Fonología reaparece la Fonética: “De este modo se puede y se debe desdoblar el tratamiento científico de los fonemas exactamente como lo requiere la intelección lógica. Pueden considerarse, en primer lugar, como lo que son “por sí”, y en segundo lugar sub specie de su destino de funcionar como signos; la fonética hace una cosa y la fonología la otra” (Teoría del lenguaje, Alianza Editorial, Madrid, 1985, pág. 64).

Los sonidos (la materia adecuada del lenguaje como he dejado anotado anteriormente) para cumplir su función fonológica tienen obligatoriamente que tener características determinadas que resultan ser diacríticas. Es esto lo primero que retiene el lingüista para llegar a la descripción fonológica y además lo que es fundamental, los hablantes las toman en cuenta para conformar y distinguir los signos lingüísticos.

Los elementos diacríticos pertenecen en propio a los sonidos que emitimos, que nosotros reconocemos en ellos, es cierto que este reconocimiento es una actividad mental, no obstante esta actividad para poder realizarse depende de la existencia exterior de los sonidos, los sonidos no sólo preexisten a la actividad mental de reconocimiento de las características diacríticas, útiles para distinguir los signos, sino que sin ellos es imposible la comunicación. Por consecuencia es absurdo repetir en este sentido, que lo único que cuenta es la diferencia entre las unidades fónicas, cuando esto supone que ella, la diferencia, se origina sólo al exterior de cada unidad.

Incluso que fuera absolutamente “espiritual” la identidad de cada unidad es más que necesaria para distinguirla y oponerla al resto de unidades sonoras que constituyen el sistema fonológico. En el largo y difícil proceso de aprendizaje del uso de una lengua por los niños nos damos cuenta que la identificación del sonido y de la articulación que le corresponde es una etapa primordial y antes del uso oposicional lo primero que se asimila es que ese sonido es parte de una unidad diferente, de otro nivel, o sea que sirve para construir unidades con una significación, que según la terminología de André Martinet las llamaremos monemas.

Uno de los principios fundamentales del signo es la linealidad del significante y esta linealidad no proviene sólo por el tiempo, se trata de una realidad espacio-temporal. De Saussure insiste y persiste en su error e igualmente sorprende que nos hable de la “naturaleza auditiva”, ésta es la consecuencia de la naturaleza sonora del significante y la linealidad se da en el tiempo, cada sonido viene uno después del otro y además se desplaza en el espacio de igual manera. No se puede dejar de señalar estos detalles de palpable evidencia, pero obscurecidos por la negación de la materialidad del signo lingüístico. La emisión y audición son inseparables en los actos del habla, forman una unidad.

Seguiré con el tema en un próximo artículo.


0 comentarios:

Publicar un comentario

Todo comentario es admitido. Condiciones: sin insultos, ni difamaciones.