“¿Será
que este tipo de régimen en el que vivimos ya cumplió su ciclo?
¿Será que nos debemos replantear lo que concebimos como democracia?
¿Será que tenemos que regresar (y hasta qué punto de la historia)
para rehacer la plana? ¿Será suficiente un nuevo actor político?
¿Será suficiente subsanar errores? o ¿de verdad necesitamos salir
de la lógica de funcionamiento del sistema de partidos y el híbrido
en el que funcionan y nuevamente gestar desde afuera? En ese caso
¿Cuál es el nuevo sujeto político? ¿Cuáles deben ser las
apuestas y propuestas?”...
#Preguntitas
Tus
preguntitas resultaron preguntonas. Todas merecen una respuesta
circunstanciada. Pero para responder útilmente hay que hacer la vaca
y responder entre todos, cada uno llevando un ladrillo para la
construcción conceptual que se necesita. La primera preguntita nos empuja a definir los límites del ciclo, se trata de un ciclo interno a
nuestro país o nos referimos al sistema “democrático” que se
impuso con las revoluciones burguesas en los países dominantes. Este
cuestionamiento me surge pues nosotros lo heredamos con sus tres
poderes y el resto de instituciones sociales, incluyendo los partidos
políticos y los políticos profesionales, que en definitiva vinieron
a constituirse en una especie de casta con intereses propios y que
usaban los partidos políticos para ir adquiriendo poder dentro del
campo político. Se trata pues de un modelo que ya traía el sello
“vale” puesto desde fuera y que nos es presentado como el más
idóneo o el único compatible con la democracia.
Pero este modelo ya entró en crisis en los países dominantes, es cuestionado en permanencia y la institución civil primordial, la que le entrega al poder la legitimidad que necesita, me refiero a las elecciones, también sufre una crisis profunda. El sufragio tal cual existe ahora no apareció con las repúblicas, es relativamente reciente: el sufragio universal e igualitario tiene apenas unas décadas de existir, pero cada vez los electores concurren menos a las urnas. Algunos países han hecho obligatorio el voto, dar su opinión se ha vuelto lo contrario de la libertad, uno en este caso se ve forzado a emitir el voto so pena de castigo. En los países que no han llegado a este extremo la abstención crece y en algunos los votantes son minoría. Los media anuncian victorias arrasadoras, pero el número de los votos victoriosos no llega ni al 30% de los inscritos en las listas o de los que tienen el derecho a votar. Esto es ya una crisis. Esto augura un fin, no obstante esta crisis no alarma a nadie de los que buscan legitimar el poder que asumen en nombre del pueblo. La mayoría de “democracias occidentales” son internamente ilegítimas, sus gobernantes han sido electos por escasas minorías y las grandes mayorías se callan, son silenciosas.
Pero este modelo ya entró en crisis en los países dominantes, es cuestionado en permanencia y la institución civil primordial, la que le entrega al poder la legitimidad que necesita, me refiero a las elecciones, también sufre una crisis profunda. El sufragio tal cual existe ahora no apareció con las repúblicas, es relativamente reciente: el sufragio universal e igualitario tiene apenas unas décadas de existir, pero cada vez los electores concurren menos a las urnas. Algunos países han hecho obligatorio el voto, dar su opinión se ha vuelto lo contrario de la libertad, uno en este caso se ve forzado a emitir el voto so pena de castigo. En los países que no han llegado a este extremo la abstención crece y en algunos los votantes son minoría. Los media anuncian victorias arrasadoras, pero el número de los votos victoriosos no llega ni al 30% de los inscritos en las listas o de los que tienen el derecho a votar. Esto es ya una crisis. Esto augura un fin, no obstante esta crisis no alarma a nadie de los que buscan legitimar el poder que asumen en nombre del pueblo. La mayoría de “democracias occidentales” son internamente ilegítimas, sus gobernantes han sido electos por escasas minorías y las grandes mayorías se callan, son silenciosas.
En
nuestro caso, sucede algo parecido, agravado por la multiplicación
de casos de corrupción. Pero este último fenómeno no es algo
propio de los países periféricos, hay muchos casos de fraudes
fiscales cometidos por políticos, algunos han resultado venales y lo
peor es que pasado el tiempo de la condena, se vuelven a presentar y
son reelegidos, esto se ha visto en Francia, cuna de la más
progresista revolución burguesa. La política aparece entonces como
algo sucio, como algo de deshonesto. Sucede en nuestro país, como en
el resto del mundo. Ahora bien, la toma de consciencia de esta crisis
no ha llevado en ningún país a repensar este tipo de democracia.
Existen sesudos ensayos en los que grandes pensadores proponen
alternativas formales dentro del mismo sistema. Es decir pareciera
que no hay realmente un remedio a esta situación. Sobre todo que
toda esta actividad política se desarrolla dentro y alrededor del
Estado y ahora también en algunas instancias multinacionales como es
la Comisión Europea. En Bruselas abundan las oficinas de lobbying,
que en su más cruda realidad son oficinas casi-oficiales de soborno,
de compra de funcionarios, diputados y comisarios. Pero los que
ejercen este lobbying son las grandes compañías multinacionales y
en beneficio de las cuales funciona el Estado y estas instituciones
internacionales. Mientras los intereses privados de los grandes
accionistas se preserven, poco importa que la gente vote o se
abstenga, que el Estado tenga o no legitimidad popular.
O
sea que sí, estamos al final de un ciclo, pero la inercia de las
instituciones y de lo que las sustenta es muy fuerte, tiene el peso
de presentarse ante las conciencias como algo permanente y natural.
Tienen el peso de las evidencias ideológicas: “siempre ha habido
pobres y ricos”, “los políticos son ladrones”, etc. Estas
verdades son desalentadoras y conformistas. Son las que sirven para
que no pensemos por nuestra propia cuenta lo que sucede en el mundo.
Los Estados aparecen como instituciones milenarias e imprescindibles
y su verdadera naturaleza queda oculta. El Estado burgués surge con
el ascenso de una clase social como rectora de la sociedad en su
totalidad. O sea que el Estado tal cual existe responde a los
intereses de esa clase social y los intereses del resto de las clases
quedan supeditados a los de la burguesía. Toda reforma del Estado
burgués es simplemente una adaptación a los intereses de la clase
dominante, es decir no hay cambio de naturaleza, el Estado tal cual
existe no sirve para defender los derechos de las clases subalternas.
Este lenguaje que estoy usando me parece capado, pues lo que está en
el centro es la explotación por parte de la burguesía de las clases
trabajadoras y esto se da en las relaciones de producción. Y no
podemos seguir cerrando los ojos, que es menester derrumbar al Estado
burgués para instaurar otro. Y esto no lleva a tu segunda pregunta.
Pero me voy a tomar cierto tiempo antes de responder y esperar que
otras personas contribuyan a responder tu primera interrogante.
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