Para pensar estratégicamente debemos partir del presente, de la
coyuntura y portar nuestra mirada hacia
el horizonte. Si nos quedamos encerrados en este hoy se nos vuelve imperiosa la
disyuntiva que nos presentan los socialdemócratas que dirigen el FMLN: “o la
vuelta al pasado con ARENA o la continuidad con nosotros”. Insisto en esto pues
es el argumento electoral más repetido y tal vez el más eficaz. Son muchos los
que entienden lo limitado del argumento, pero que se dejan subyugar por él.
Pues tiene además de la eficacia del “menor mal” algo que se enraíza
profundamente en la historia recién pasada. En otras ocasiones he afirmado que
la guerra sigue determinándonos. Este es un caso, pues la aversión hacia el
partido ARENA no proviene sólo de sus años en el gobierno, sino y sobre todo
por el papel criminal jugado por ese partido durante la guerra. Si no existiera
esta carga histórica puede que el argumento resultara menos eficaz.
En lo que atañe a lo “menos malo” tiene la eficacia de poder convertirse en
una opción permanente, dicho de otra manera, en la estrategia. En sus “Cuadernos
de la cárcel”, Antonio Gramsci tiene esta reflexión § <45> “Pasado
y presente. La política de lo menos
malo. Pero “peor nunca está muerto’, dice el proverbio popular, y habrá un
“menos malo” hasta el infinito, porque lo “menos malo” de mañana será menos
malo que el “peor” de pasado mañana y
así indefinidamente”. Es decir que este menos malo se puede convertir en el pan
diario de cada campaña electoral. Y esto no es una exageración, ha sido la sempiterna
cantinela de los partidos socialistas de Europa. Se trata pues de una
estrategia chata y miope, pues nos deja la nariz metida para siempre en la
coyuntura.
Pero qué significa portar la mirada hacia el horizonte. ¿Qué pueden ver
nuestros ojos más allá de este presente que nos agobia? Sobre todo que ya lo
hemos constatado, la correlación de fuerzas tanto a nivel nacional, como
internacional no le es favorable a las fuerzas revolucionarias. No obstante
también podemos preguntarnos ¿acaso es un descabello proponernos transformar la
sociedad? ¿Acaso estamos obligados a negarnos un futuro? Esto significa que
nuestra mirada cobra sentido cuando tenemos presente qué fin nos proponemos,
pues únicamente ese fin nos puede dar la pauta para nuestras acciones.
El FMLN ya no tiene (¿lo tuvo alguna vez?) como fin transformar la sociedad.
Ellos hablan del “socialismo” como un ideal o como una utopía, es decir algo
que ni siquiera lo tienen apretado bajo el codo en una esquina del escritorio,
sino que bajo aldaba en la más recóndita gaveta. No obstante los que piensan
que el objetivo de transformar la sociedad es algo que está planteado
vigorosamente por la realidad misma en la que vivimos no tienen organización.
Esta es sin duda alguna el obstáculo histórico ante el cual estamos
enfrentados.
Ven qué diferencia tan grande existe entre plantearse la tarea de la organización
o si Quijano va a quitar el vaso de leche o si Sánchez Cerén va a darles
también a los bachilleres. Curiosamente en estos días salió a luz un
estudio en el que coloca a El Salvador con Guatemala en el último lugar en la región respecto a la inversión pública en la niñez y adolescencia. El Salvador gasta
apenas 4.3% del PIB, mientras que Costa Rica y Honduras el 8.3% y 8.5%
respectivamente. Esto depende de la política fiscal, recuérdense del circo de
Funes todos estos años tratando de firmar con la oligarquía un “pacto fiscal”.
Funes sabía perfectamente que eso era ilusorio, tan ilusorio como el cacareado “plan
de nación” que algunos proponen, pues eso implica que den su acuerdo de
contribuir los oligarcas y demás burgueses.
Estamos ahora de nuevo como en 1970 cuando algunos revolucionarios se
salieron del PCS para fundar otra organización, las FPL. Pero la historia ya no
es la misma, el tiempo ha corrido y nos encontramos ya en otra situación: si es
cierto que todavía no se han conquistado todas las libertades y derechos que
ofrece la sociedad dominada por la burguesía, por lo menos algunas de esas
libertades están vigentes, lo que no era así en aquellos tiempos. Esto es de
alguna manera una ventaja, se respeta por el momento el derecho de opinión y de
reunión. Pero nos enfrentamos ahora a un problema mayor, el nivel de
consciencia alcanzado entonces por una franja importante de la población —ahora
bajo los efectos de la incuria del FMLN— ese nivel ha retrocedido
sensiblemente.
El esfuerzo de organización que es necesario efectuar ahora es mayor. Esto
en varios sentidos, los aspectos ideológicos no son desdeñables, son atañeros
al nivel de consciencia de los trabajadores y la conquista de las mentes que ha
efectuado la burguesía en las últimas décadas, presentando su sistema como el
fin de la historia y como el único que puede garantizar la libertad. El mercado
es presentado como la panacea y poco importan las repetidas crisis, la
permanente miseria en que viven millones de familias, etc. Existen otros
aspectos ideológicos: nos debemos de dar cuenta que la forma-partido ha sido
incapaz de llevar a buen puerto las luchas populares. Esto lo hemos visto no
sólo en nuestro país. La historia nos ha mostrado que ese tipo de organización
conduce casi inexorablemente a la autocracia direccional. Monopolio del poder
de decisión de una dirección sin control posible, despojo general de los
miembros manipulados desvergonzadamente, pesadez de la burocracia permanente,
abundancia de posturas hipócritas, un lenguaje estereotipado y todo eso en
nombre sacrosanto del partido. El partido encarnado en el grupito del buró
político.
No podemos de ninguna manera repetir ese tipo de estructuras, que han
conducido a los partidos a reducir todas las batallas a lo que se ha llamado "la
conquista del poder". Y como la transformación social es pospuesta sine die,
mientras tanto el partido “se resigna” a llevar a cabo actividades
preparatorias en al interior del dispositivo político y estatal existente, el que
domina la burguesía. Se inscribe pues en batallas políticas y electorales, para
ir adquiriendo posiciones, administrándolas, defendiéndolas, se concluyen
alianzas de circunstancias, se da una imagen creíble en palabras y en actos de
ser un “partido de gobierno”, todo esto ofrece una identidad, pero sometido y
obligado de recurrir a las formas y lógicas dominantes, las de una política burguesamente
organizada bajo vigilancia en una esfera aislada, con sus manipulaciones
estatales y su campo traficado, sus actores profesionalizados, sus discursos de
conveniencia, sus prácticas sin escrúpulos y los ciudadanos sin poder. O sea
todo lo que constituye la alienación política.
Por consiguiente es necesario que en la cuestión de la forma tengamos que
innovar, tiene que estar adaptada al nuevo contenido, el reconocimiento urgente,
necesario de transformar la sociedad, de acabar con la dominación oligárquica,
la forma tiene que obedecer a la función
estratégica que le adjudicamos a la nueva organización dentro del campo
político en el que queremos intervenir.
La organización por su forma tiene
que facilitar la apropiación individual y colectiva de la política, interna y
externa. Interna a la organización y externa en las luchas y modos de lucha
dentro de la sociedad, planteando los objetivos a partir de la realidad misma,
con el nivel de consciencia actual. Pero la misma reapropiación de la política
permite elevar este mismo nivel de consciencia. La política no es algo que se
deba delegar, no se le puede confiar a otros. Son los mismos ciudadanos, los
trabajadores que tienen que intervenir en defensa de sus propios intereses.