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08 abril 2007

Alex Cuchilla en La Habana

He tomado esta entrevista del sitio La Ventana


por Deny Extremera

En un aparte en medio de los preparativos de la exposición que abrirá el martes 10 de abril en la Casa de las Américas, el pintor salvadoreño Alex Cuchilla habla a La Ventana sobre su trabajo, la situación actual de la creación plástica en su país y el valor del Premio Juannio 2006. “Esta muestra en La Habana, titulada La Gran Urbe, es una recopilación de las series que he realizado durante los últimos siete años y que tienen un hilo conductor: la temática social, y dentro de ésta la violencia”, explica.

Con la obra Telaraña, de la serie Urbanicidio (díptico, pirograbado, pistola de calor y óleo/madera), Alex Cuchilla (1971) ganó la edición 2006 de Juannio, que consta cada año de subasta privada, concurso y exposición comercial de arte latinoamericano en el Museo de Arte Moderno de Guatemala. De esa forma sumó un premio más a su carrera, pues ya había obtenido dos primeros lugares en la Bienal de Arte de El Salvador, en la categoría de Artistas Invitados.

“Yo he participado en esta muestra latinoamericana por seis años y he sido finalista dos veces (2001 y 2002). Lo mejor del caso es que por primera vez se proponía esta extensión del premio que era una exposición en la Casa de las Américas. Todos los participantes teníamos la mirada puesta, más que en lo metálico, en la muestra de La Habana. Eso, al menos en mi caso, implica una responsabilidad tremenda. Trataré de dejar una buena imagen de lo que se está haciendo en Centroamérica y específicamente en El Salvador, pues respetamos mucho el trabajo, la calidad de los artistas cubanos”.

En la exposición que inaugurará el martes 10 a las 5:00 p.m. en la sala Manuel Galich de la Casa de las Américas, Cuchilla ha incluido veintidós piezas: “telas, obra gráfica en papel, un par de óleos, pero la mayoría son con soporte de madera”.

La Gran Urbe es una recopilación de cinco series que he trabajado estos últimos siete años: Fragmentaciones urbanas, Urbanicidio, Una elevación al Cielo/Suelo, Juegos de un mayor, Sobre la historia de la Dermis. Casi todas han tenido un hilo conductor, la temática de corte social. El punto de partida fue el año 2000, en México, donde cursé unos talleres con Arturo Rivera. Fue conocer a nueva gente, nuevas experiencias, como borrón y cuenta nueva. Hubo un cambio temático, y con él un cambio en la paleta: venía usando colores brillantes, de imprenta, como magenta o cyan, y pasé a los rojos óxidos, las sombras naturales, los amarillos ocres, que junto al blanco y el negro son los que están en esta muestra”.

Junto a otros artistas, Alex Cuchilla ha desarrollado la vertiente social y, a la par, ha profundizado en la búsqueda de nuevos materiales, sobre todo sintéticos, que sustituyen a otros escasos o caros y que, de paso, han conllevado transformaciones en los procesos y técnicas.

“Dentro de esa investigación traté de adecuar materiales que tuvieran que ver con mi tema, el urbano, y en la búsqueda encontré un medio que me pareció un descubrimiento precioso: el pirógrafo. Casi siempre, en Latinoamérica se le ve como un instrumento de artesanía, muy poco o nunca con connotación plástica, formal… Ha sido mal visto por años, relegado. Yo le vi un potencial increíble, y el resultado en parte está en esta exposición: casi la mitad de las obras han sido trabajadas con maderas quemadas”.

“Son tres los conceptos que he manejado dentro del contexto urbano: la pandilla, un problema serio en Centroamérica; la migración, también muy serio, y el trasfondo de todo esto, que es muy visible, la situación económica. Aparte de éstos hay un cuarto componente que no es apocalíptico ni decadente, más bien es el cable a tierra, la otra parte del contrapunto: los niños, el componente de esperanza, de futuro, de posibilidad de cambio. Tienen esa magia, esa potencialidad dentro que puede hacernos menos pesada la carga. El niño puede cambiar esa violencia si se le involucra, si no se le margina, que es el gran problema en Centroamérica: se margina a mucha gente pobre y terminan en las pandillas, y luego las soluciones son drásticas, represivas”.

Más visible el arte salvadoreño

Alex Cuchilla es egresado de la Universidad de El Salvador, donde estudió artes plásticas, y diseñador gráfico por la Universidad Tecnológica de ese país. En los últimos años ha residido tanto en México como en España. Ha participado en exposiciones colectivas e individuales en El Salvador, Guatemala, Canadá, República Dominicana, Estados Unidos y Cuba. Es parte de una nueva generación que irrumpió en el arte salvadoreño desde finales de los Noventa.

“Fue una época de ruptura, porque nada más existía una elite de artistas consagrados, y era imposible que un chamaco de veinte o treinta años pudiera colgar sus cuadros en una galería. A nivel de mercado, muchos artistas de la vieja guardia hicieron un buen capital, y el arte se volvió más de consumo no tanto en lo estético como en lo económico. Se creaba para coleccionistas, dealers, clientes, no para exposiciones con sentido cultural. Hubo hermosas excepciones, como Camilo Minero”.

“Y entonces vienen unos chamacos y empiezan a hacer una obra diferente, con otros lenguajes, discursos más complejos, utilizando métodos y materiales diversos, más minimalistas dentro del espacio plástico, y mucha gente se sorprendió, y se les acusaba de copiones de otras cosas que se hacían fuera. Walter Iraeta era el que estaba más adelante, fue como la punta de flecha, y fue gracias a él que poco a poco se abrieron otros espacios. Surgieron y se desarrollaron más artistas, y hoy hay visibles tres generaciones jóvenes, con diferencias de cuatro o cinco años entre ellas”.

“Muchos agarran las mochilas, los cuadros, el bus y se van a Costa Rica, a Nicaragua, a Guatemala, a México, con su obra encima. A veces han venido de regreso felices, otras no, pero es una aventura bien bonita... Y fíjate que en los últimos 7 años, en la subasta latinoamericana de Juannio, El Salvador ha ganado, creo, en cinco ocasiones. Esa motivación de toda esta gente ha dado paso a que otras personas miren hacia El Salvador: dealers, coleccionistas, galeristas, críticos. Y agreguemos a todo esto las bienales. En el país hay dos: la Bienal Paiz y la Bienal Banco Promérica, ésta última es la centroamericana pero antes se hace una nacional, con seis ganadores. Todo este proceso, estos cambios, han influido positivamente en el movimiento plástico, en el reconocimiento a los artistas”.

Un nuevo ciclo

Tras la muestra en la Casa de las Américas, de regreso en El Salvador, Alex Cuchilla planea abrir un nuevo ciclo en sus creaciones. De cierta forma, con el Premio Juannio 2006 y la exhibición de La Gran Urbe en La Habana hace un alto en el camino, un resumen y a la vez toma aire para nuevos emprendimientos.

“Estoy con la idea de dos nuevas series. Una se llama Altares: tiene que ver con la profusión de elementos, religiosos o no, en nuestro paisaje urbano. Serán personajes urbanos también, pero no tan problemáticos, sino comunes y corrientes, que viven dentro del mercado urbano, vendiendo cosas. Y con esas cosas que venden, al exhibirlas, sin darse cuenta forman especies de altares.

“A veces, al subir a las guaguas ves en la parte delantera todo un abigarrado conjunto de CDs, muñecos, peluches, colas, tangas, souvenirs del Real Madrid o el Barcelona, de todo, y parece un altar… Hay vendedores que tapizan la calle o una pared con sus pósters: de Britney Spears, Michael Jordan, un rapero, políticos, personajes de la farándula, tan ajenos y diferentes uno de los otros, y ellos están allí, en medio, como parte de ese otro altar. Y en muchas casas, en el mueble de la sala, hay una multitud de santos y vírgenes, figuritas, y en medio el televisor, como si fuera el santo mayor…Todas esas situaciones las he venido observando y quiero expresarlas y traducirlas en mi obra plástica, sobre todo con esta técnica del pirógrafo.

“La otra serie se llamaría Retratos, y no al modo tradicional de reflejar personajes notables, importantes, trascendentes. Quiero hacer retratos de aquellos que nadie conoce, que son interesantes pero que nadie los mira, pasan inadvertidos. He visto en Nicaragua, en El Salvador, en Guatemala, personajes que me han fascinado, como la señora que se llama la Reina Isabel, que sale cada día en el centro de San Salvador, se pone la corona y un vestido y se siente Reina. Son personajes tan típicos… Van a desaparecer y son parte de nuestro ser, de nuestra raíz. Es como hacer un tributo a esa gente, un reconocimiento a quienes también estuvieron en esta tierra en este momento histórico, y que a lo mejor para muchos no existen, y ni siquiera los recuerdan”.

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