Dmitri
Evguenievich Mijalchi fue mi profesor
principal y director de tesis en la Universidad de la Amistad de los
Pueblos “Patricio Lumumba”. Ya he referido que una de sus
principales enseñanzas no concierne ninguna materia de estudio, sino
que era metodológica y ética: “uno puede considerarse que ya es
un científico cuando ante una pregunta, ante un problema, puede
responder con toda sinceridad y toda tranquilidad, “no sé”. Si
me atrevo a responder a una pregunta es porque la he estudiado,
porque considero que mis conocimientos son suficientes para ello.
Esta actitud, la de responder “no sé” o responder cuando
realmente conozco el asunto no es muy fácil de observar, por lo
general uno rehúsa reconocer su propia ignorancia. Uno tiende a
improvisar las respuestas. Y Dmitri Evguenievich durante los cursos
ante nuestras preguntas supo decirnos, “no sé, voy a estudiar la
cuestión y les doy una respuesta la próxima vez”. Nunca se puso a
improvisar.
En estos
días leyendo un corto artículo sobre una experiencia en el
departamento de ciencias cognitivas de la Escuela Normal Superior de
París recordé otra de las observaciones de Dmitri Evguenievich,
resulta que nos decía que en su gran mayoría la gente (en este caso
eramos los lingüistas) busca confirmar sus opiniones, leemos todo lo
que va en el sentido de lo que pensamos y cuando nos topamos con algo
que contradice nuestras opiniones, lo leemos superficialmente y no
ponemos la debida atención, ni hacemos el debido esfuerzo para
rebatir en profundidad. Es muy difícil que cambiemos de opinión.
El experimento
El
experimento que he mencionado es muy sencillo, se tiene dos opciones,
A o B, usted elige al azar A, gana un punto. Por lo general usted en
la siguiente vuelta va a volver a elegir A, sin tratar de averiguar
si B podría darle también un punto. El estudio ha mostrado que los
“candidatos” tienden sin mayor razón a repetir su primera
opción: en promedio si gana tres veces seguidas con la opción A,
será necesario que usted pierda seis veces con esta misma opción
antes de pasar a optar por B. Necesitamos mucho más pruebas para
cambiar de opinión que las que nos fueron necesarias para formarnos
la opinión inicial. A esto le llaman “sesgo de confirmación”.
El especialista en neurociencias, Estefano Palminteri, que condujo la
experiencia, afirma que “nuestro cerebro busca confirmar sus
opciones y suporta difícilmente la contradicción”. Nos informa
este especialista que no existe un área cerebral especifica, pero al
mismo tiempo señala que los que buscan confirmación, activan mucho
más las partes del sistema de recompensa. Pero también dice que
“correlación no significa causalidad”. O sea que no se puede ir
más lejos.
Las
neurociencias han repertoriado algunas centenas de “sesgos
cognitivos”, sobre todo en torno a las famosas “fak news”,
algunos tienden a creer más fácilmente las noticias malas o
negativas, por ejemplo la propagación, ya de la certitud, que en las
próximas elecciones presidenciales habrá un fraude. Otros “sesgos
cognitivos” son de repetición, se cree que algo pasó porque
semejantes eventos han tenido lugar en el pasado, otros son de
frecuencia si uno conserva en la memoria ejemplos de lo ocurrido o
posibilidad de que ocurra. Estos “sesgos” no tienen nada que ver
con la inteligencia, nos dice el neuro-científico y psicólogo
clínico Albert Moukheiber, se trata de acortamientos del pensamiento
que se les llama “heurísticos”: soluciones aproximativas, pero
veloces que usamos a diario y que funcionan a la perfección la
mayoría de veces. Cuando tendemos la mano para estrecharla a un
amigo, no medimos con anticipación la distancia o al sentir un olor
que asociamos con un peligro que nos mueve a ponernos a salvo, estos
“sesgos de estereotipos” pueden salvarnos la vida.
Es necesario
decir que las falsas noticias han existido siempre, su abundancia
actual tal vez sea lo que caracteriza nuestra época. Moukheiber nos
da el ejemplo de los “planistas”, que pueden encontrar en las
redes sociales dos o tres grupos que comparten su convicción de que
la Tierra es plana y se van a asociar y aislar con dos cientos o
trescientas personas. El aislamiento en grupos de personas de la
misma opinión puede fácilmente conducir a una radicalización y a
un dogmatismo.
Las trampas de nuestro cerebro
Nuestro
cerebro de alguna manera nos pone trampas, ¿cómo evitar caer en
ellas? Albert Moukheiber nos da ciertas recomendaciones: “No se
trata de dudar de todo. No obstante, para los temas importantes,
podemos empezar por desconfiar de nuestros racionamientos, sobre todo
cuando tenemos certitudes y tratarles de adjudicarles una nota de
confianza a esas opiniones. Puedo decirme respecto a esta
información, que confío en mi opinión en un 20%, pues se trata de
un tema que no domino completamente”.
Dmitri
Evguenievich Mijalchi tenía razón, nos cuesta mucho poner en duda
nuestras convicciones, lo que creemos dominar a la perfección. Nos
recomendaba variar las fuentes de información, enfrentar los puntos
de vista, tratar de fundamentar sólidamente nuestros argumentos. En
el Departamento de Lingüística General que dirigía era natural que
principalmente estudiáramos las enseñanzas de la escuela moscovita
y de las del Círculo de Praga que fue creado con las mismas
convicciones. Lo que dominaba era la lingüística europea, pero esto
no impidió que estudiáramos con atención las diferentes escuelas
de los Estados Unidos.
Sin cambiar
totalmente de tema, me quiero referir a algo que enturbia el debate
político salvadoreño sobre todo en estos tiempos electorales. No
podemos hacer abstracción de la historia, ni de la inmediata, ni de
la más antigua, pero al mismo tiempo no puedo entrar en los
detalles. Salir de una guerra y experimentar por primera vez un
sistema democrático burgués que nunca funcionó en el país, sin
tener experiencia, sin ninguna práctica anterior. Todo este tiempo
de posguerra no pudo servirnos para el debido aprendizaje, tanto del
debate parlamentario, ni de las necesarias oposiciones. Lo que saltó
al primer lugar fue el antagonismo, las oposiciones radicales. Esto
sucedía en las actividades de los partidos políticos y en la
Asamblea. Y como al mismo tiempo los que gobernaban, me refiero a
ARENA y el resto de la derecha, tampoco habían gobernado con la
obligación de someterse a la crítica, toda nuestra experiencia era
de dictaduras. La manera de gobernar fue despótica y autoritaria,
como una especie de prolongación de las antiguas dictaduras, una
especie de dictadura blanda o “dictablanda”. La Constitución fue
reformada pero no hacia una profundización de la democracia, sino
que petrificando el poder del ejecutivo. El Estado se convirtió en
un terreno de caza privado y de reparto de las prebendas entre la
casta política..Por supuesto a unos les tocaba más que a otros, los
que gobernaban se servían con el cucharón.
La dificultad de un proyecto común
Ambos
partidos se dieron cuenta, me refiero a los dirigentes, que mantener
las antiguas tensiones y antagonismos les procuraba una clientela
fija, una clientela fiel y totalmente dogmatizada, lo que se le llamó
el núcleo duro y que poco a poco se convirtió en el voto duro.
Durante estos años se fueron creando identidades partidarias muy
frágiles, pues tenían un precario asidero, las identidades se
forjaron contra el bando opuesto, en un mero antagonismo. No hubo
discusiones, ni polémicas, hubo apenas insultos, vituperios,
groserías. No hubo debate político, se perdió la capacidad de
proyectar hacia el futuro el destino del país. Con el correr del
tiempo, los gobiernos de ARENA se conformaron por una gestión de los
asuntos corrientes sin mayor fantasía, imponiéndole al FMLN el voto
casi obligado del presupuesto y de la larga lista de préstamos. Este
dinero también le garantizaba a los diputados y dirigentes
efemelenistas los salarios, dávidas y prebendas del Estado.
La ausencia
de un real debate político se prolonga hasta ahora, si al Frente le
sirvió y bastó para ganar con Funes las elecciones una sola frase,
“sacar del gobierno a ARENA”, hoy los partidarios de Bukele
también tienen sus frases huecas, sin real planteamiento político,
“devuelvan lo robado”, etc. Y a los que les exigen que expliquen
que se proponen, los golondrinos insultan y te apostrofan de arenero
o de frentista. Este nuevo bando no se distingue de los antiguos, el
mismo verticalismo empeorado. En el Frente la dirección la ejerce un
grupo, ahora en su movimiento la dirección real está en manos de
una sola persona. Y sus convicciones se resumen en “Nayib
presidente”. Y su identidad real es la negación de lo que ha
existido hasta ahora, pero se trata de una negación de los partidos,
no de sus maneras de actuar.
Cada bando
está encerrado en sí mismo, no enfrentan sus opiniones con los
otros, e incluso su actitud de desechar a los otros no les permite
llegar a elaborar un argumentario para convencer, sus convicciones no
llegan realmente a una elaboración, son apenas el rechazo del otro.
De esta manera multiplican los “sesgos cognitivos”, creen a pie
juntillas todos los “fak news” que publican sus correligionarios,
rechazan sin escuchar el discurso del adversario. ¿Se puede
construir de esta manera una democracia? Y más allá ¿se puede
construir un proyecto de sociedad que congregue a todos?
Magnífico, Carlos
ResponderEliminarCon esto descrito no se puede construir nada que se acerque ni mucho menos a un embrión de democracia. El pueblo salvadoreño no hay que verlo de manera romántica. Es un hatajo de imbéciles variopintos, fanatizados, violentos, llenos de ira y esa ira la han vuelto contra ellos mismos...
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