No
vale la pena analizar los resultados electorales, ha salido
suficiente material en el que se explica el porqué de la sonada
victoria del candidato de GANA, Nayib Bukele. Tampoco es necesario
estar a la expectativa de lo que va a suceder al interior del FMLN,
si la dirección va por fin reconocer su responsabilidad en la
derrota, si van a proceder en consecuencia de esa culpabilidad
política renunciando de sus carcomidos cargos y con total sinceridad
iniciar el examen minucioso de estos treinta años y pico de actuar
dentro del sistema político-electoral. Son muchas las razones que me
empujan a dudar en que puedan ser capaces de reconocer su
responsabilidad en la derrota y en su capacidad de análisis de la
misma.
Tampoco
se puede cifrar esperanzas en que la mansa militancia se vaya a
rebelar y obligue a la dirección a tomar las decisiones que se
imponen. Durante décadas tuvieron una actitud de sumisión y acato a
todo lo que la cúpula partidista decidía. Los militantes dejaron de
pensar críticamente, si alguna vez lo hicieron, tanto la dirección
como los militantes no analizaban la situación concreta del país y
cómo transformarla, tanto la dirección suprema, como las
intermedias y los militantes de base se conformaron en justificar, en
encontrar pretextos al sistemático acomodamiento al sistema y a las
decisiones oportunistas que la dirección le imponía a todo el
partido.
Todos
abandonaron el combate ideológico y político dejándole a la
derecha todo el campo abierto para que impusiera a su antojo sus
dogmas ideológicos, sus preceptos y su versión de la guerra. Esta
guerra dejó de ser para la gran mayoría una gesta nacional para
liberarse del yugo oligárquico e imperialista y pasó a ser un
simple episodio negro de nuestra sufrida historia. Al no terminarse
por una victoria popular, sino en una especie de semi-derrota y
semi-victoria y sin mayor reflexión, ni experiencia entrar en el
terreno de la política parlamentaria y electoral, adquirir las mañas
y al final abandonar su identidad y todo el valor acumulado, para
dedicarse exclusivamente en los medios para avanzar hacia el poder y
conquistarlo, los resultados no podían ser otros. Se olvidaron de
qué poder se trataba, o peor aceptaron la forma y contenido de ese
poder para gozarlo. Ser de izquierda se volvió en una simple
insignia publicitaria, en el rótulo, era una especie marca
registrada que le aseguraba a la cúpula la fidelidad de sus clientes
tradicionales y la obediencia de los militantes. No supieron, ni se
les ocurrió, combinar la lucha parlamentaria y la lucha callejera y
en los lugares de trabajo. Algunas veces acompañaron con recelo y a
regañadientes algunas luchas que surgieron desde la sociedad, como
por ejemplo, la lucha de las “blusas blancas”, por el agua o
contra la minería a cielo abierto.
¿Significa
esto que debemos esperar a que Bukele y sus aliados inicien la
gestión gubernamental y darle como suele decirse el “beneficio de
la duda”? Ahora Bukele puede gozar de este beneficio de la duda
ante sus traquimañas durante su gestión capitalina y para mientras
terminen algunas averiguaciones judiciales. Pero políticamente se
puede ya saber en qué rumbo va a encaminar la maquinaria del Estado.
Basta conocer su ideología, aunque proclame como el resto de la
derecha que no tiene ninguna y que estas no tienen la menor
importancia. En los asuntos económicos lo ha dicho y se lo han
escrito en su programa infestado de plagios, su principio rector:
“favorecer el crecimiento de la producción creando las condiciones
para la inversión nacional y extranjera”. Su esperanza es que la
empresa privada prospere y desde su abundancia pueda a través del
“rebalse” beneficiar a la población. El Estado invertirá lo
mínimo, la estructura presupuestaria seguirá inalterada, es decir
los mismos gastos corrientes. Entre las condiciones propicias no
prevé ninguna reforma fiscal, el inversor (los patrones) tienen que
tener la absoluta seguridad en todos los planos. Respecto a la mano
de obra hay que prepararla para que corresponda a las necesidades del
crecimiento, preparar a nuestra juventud exclusivamente para producir
y obedecer, lo que significa prepararla para la flexibilidad laboral.
O sea, Bukele y sus consejeros económicos profesan el evangelio
neoliberal. Con una fe ciega y fervorosa en la “teoría” del
rebalse. En primer lugar no procede a una reforma fiscal porque la
supone innecesaria, pues con el crecimiento aumentarán los impuestos
tanto los que pague el capital como los empleados. El beneficio de la
gente vendrá justamente y de manera obligatoria por el crecimiento
de la actividad económica. Sí lo que se propone es crear las
condiciones para que aumenten las ganancias, crear una mano de obra
dócil y preparada exclusivamente para servirle al capital, dejar
intacto el sistema de impuestos y esperar que la abundancia sea tal
arriba que rebalse también con abundancia hacia abajo. Esto se viene
repitiendo desde los años cincuenta, en muchos países, a veces sin
ponerle el nombre, pero como siempre sin realmente entrar en ninguna
teoría real, ni mucho menos concretarse en ninguna parte. Esta falsa
“teoría” es la que sirve para exonerar a las empresas del pago
de muchos impuestos, de transferencia del Estado hacia el capital. El
funcionamiento del presupuesto del Estado reposa en el impuesto sobre
la renta de los empleado mayoritariamente y en el más injusto de los
impuestos, el impuesto al valor agregado.
Las
grandes obras que se propone emprender no van a ser inversiones del
Estado, sino que estas infraestructuras serán confiadas al capital
privado y también su posterior gestión, o sea que la privatización
ya está prevista, viene en el huevo. La Ley promulgada por Funes y
la integridad de los parlamentarios, la del “Asocio
público-privado” en el que los riesgos recaen en el Estado sin
mayor beneficio y las ganancias van por entero al capital. Es esta
ley, que le fue impuesta a Funes por el FMI y la Banca Mundial, es la
que servirá, incluyendo las últimas reformas liberales, las
holgadas condiciones que exige el gran capital. En definitiva se
trata de lo mismo y tal vez agravado por la aumentada docilidad de
los trabajadores. Para ver los frutos para la gente no hace falta
esperar cien días, ni los cinco años, con esta política no van a
caer.
Ultima
hora: La dirección del FMLN adelanta la fecha de las
elecciones internas y anuncia que los miembros vitalicios no se
presentarán.
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