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06 febrero 2019

Neoliberalismo y esperanza en el rebalse

No vale la pena analizar los resultados electorales, ha salido suficiente material en el que se explica el porqué de la sonada victoria del candidato de GANA, Nayib Bukele. Tampoco es necesario estar a la expectativa de lo que va a suceder al interior del FMLN, si la dirección va por fin reconocer su responsabilidad en la derrota, si van a proceder en consecuencia de esa culpabilidad política renunciando de sus carcomidos cargos y con total sinceridad iniciar el examen minucioso de estos treinta años y pico de actuar dentro del sistema político-electoral. Son muchas las razones que me empujan a dudar en que puedan ser capaces de reconocer su responsabilidad en la derrota y en su capacidad de análisis de la misma.

Tampoco se puede cifrar esperanzas en que la mansa militancia se vaya a rebelar y obligue a la dirección a tomar las decisiones que se imponen. Durante décadas tuvieron una actitud de sumisión y acato a todo lo que la cúpula partidista decidía. Los militantes dejaron de pensar críticamente, si alguna vez lo hicieron, tanto la dirección como los militantes no analizaban la situación concreta del país y cómo transformarla, tanto la dirección suprema, como las intermedias y los militantes de base se conformaron en justificar, en encontrar pretextos al sistemático acomodamiento al sistema y a las decisiones oportunistas que la dirección le imponía a todo el partido.

Todos abandonaron el combate ideológico y político dejándole a la derecha todo el campo abierto para que impusiera a su antojo sus dogmas ideológicos, sus preceptos y su versión de la guerra. Esta guerra dejó de ser para la gran mayoría una gesta nacional para liberarse del yugo oligárquico e imperialista y pasó a ser un simple episodio negro de nuestra sufrida historia. Al no terminarse por una victoria popular, sino en una especie de semi-derrota y semi-victoria y sin mayor reflexión, ni experiencia entrar en el terreno de la política parlamentaria y electoral, adquirir las mañas y al final abandonar su identidad y todo el valor acumulado, para dedicarse exclusivamente en los medios para avanzar hacia el poder y conquistarlo, los resultados no podían ser otros. Se olvidaron de qué poder se trataba, o peor aceptaron la forma y contenido de ese poder para gozarlo. Ser de izquierda se volvió en una simple insignia publicitaria, en el rótulo, era una especie marca registrada que le aseguraba a la cúpula la fidelidad de sus clientes tradicionales y la obediencia de los militantes. No supieron, ni se les ocurrió, combinar la lucha parlamentaria y la lucha callejera y en los lugares de trabajo. Algunas veces acompañaron con recelo y a regañadientes algunas luchas que surgieron desde la sociedad, como por ejemplo, la lucha de las “blusas blancas”, por el agua o contra la minería a cielo abierto.

¿Significa esto que debemos esperar a que Bukele y sus aliados inicien la gestión gubernamental y darle como suele decirse el “beneficio de la duda”? Ahora Bukele puede gozar de este beneficio de la duda ante sus traquimañas durante su gestión capitalina y para mientras terminen algunas averiguaciones judiciales. Pero políticamente se puede ya saber en qué rumbo va a encaminar la maquinaria del Estado. Basta conocer su ideología, aunque proclame como el resto de la derecha que no tiene ninguna y que estas no tienen la menor importancia. En los asuntos económicos lo ha dicho y se lo han escrito en su programa infestado de plagios, su principio rector: “favorecer el crecimiento de la producción creando las condiciones para la inversión nacional y extranjera”. Su esperanza es que la empresa privada prospere y desde su abundancia pueda a través del “rebalse” beneficiar a la población. El Estado invertirá lo mínimo, la estructura presupuestaria seguirá inalterada, es decir los mismos gastos corrientes. Entre las condiciones propicias no prevé ninguna reforma fiscal, el inversor (los patrones) tienen que tener la absoluta seguridad en todos los planos. Respecto a la mano de obra hay que prepararla para que corresponda a las necesidades del crecimiento, preparar a nuestra juventud exclusivamente para producir y obedecer, lo que significa prepararla para la flexibilidad laboral. O sea, Bukele y sus consejeros económicos profesan el evangelio neoliberal. Con una fe ciega y fervorosa en la “teoría” del rebalse. En primer lugar no procede a una reforma fiscal porque la supone innecesaria, pues con el crecimiento aumentarán los impuestos tanto los que pague el capital como los empleados. El beneficio de la gente vendrá justamente y de manera obligatoria por el crecimiento de la actividad económica. Sí lo que se propone es crear las condiciones para que aumenten las ganancias, crear una mano de obra dócil y preparada exclusivamente para servirle al capital, dejar intacto el sistema de impuestos y esperar que la abundancia sea tal arriba que rebalse también con abundancia hacia abajo. Esto se viene repitiendo desde los años cincuenta, en muchos países, a veces sin ponerle el nombre, pero como siempre sin realmente entrar en ninguna teoría real, ni mucho menos concretarse en ninguna parte. Esta falsa “teoría” es la que sirve para exonerar a las empresas del pago de muchos impuestos, de transferencia del Estado hacia el capital. El funcionamiento del presupuesto del Estado reposa en el impuesto sobre la renta de los empleado mayoritariamente y en el más injusto de los impuestos, el impuesto al valor agregado.

Las grandes obras que se propone emprender no van a ser inversiones del Estado, sino que estas infraestructuras serán confiadas al capital privado y también su posterior gestión, o sea que la privatización ya está prevista, viene en el huevo. La Ley promulgada por Funes y la integridad de los parlamentarios, la del “Asocio público-privado” en el que los riesgos recaen en el Estado sin mayor beneficio y las ganancias van por entero al capital. Es esta ley, que le fue impuesta a Funes por el FMI y la Banca Mundial, es la que servirá, incluyendo las últimas reformas liberales, las holgadas condiciones que exige el gran capital. En definitiva se trata de lo mismo y tal vez agravado por la aumentada docilidad de los trabajadores. Para ver los frutos para la gente no hace falta esperar cien días, ni los cinco años, con esta política no van a caer.

Ultima hora: La dirección del FMLN adelanta la fecha de las elecciones internas y anuncia que los miembros vitalicios no se presentarán.

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