Los
salvadoreños somos una nación que presta poca atención a su
historia, inclusive a veces preferimos el mito o la leyenda y cuando
no tenemos ni el uno, ni la otra, pues nos ponemos a inventarlos. El
presente se nos aparece como desprovisto de raíces, como si lo
sucedido antes no tuviera nada que ver con lo que nos pasa ahora.
Felizmente y de seguro hay entre nosotros excepciones, tan pocas, que
su actuación pasa desapercibida, ignorada en los dos sentidos de la
palabra, e.d. su noticia no nos llega y si nos llega no la tomamos en
cuenta.
En
estos meses hemos sido testigos del surgimiento de un fenómenos
social vertiginoso, la fascinación o encanto que ha provocado Nayib
Bukele. En pocos meses su popularidad lo ha propulsado al primer
lugar en las intenciones de votos para las próximas elecciones
presidenciales. Todos los sondeos lo dan vencedor desde la primera
vuelta. Su carácter vertiginoso y por demás imprevisto,
evidentemente ha sorprendido y ya existe una nutrida literatura
periodística que pretende explicar el caso. Como todos estos
escritos y videos son tan recientes y aún pululan en diarios y
revistas, no urge resumirlos.
No
obstante, valga decirlo, estos materiales constituyen opiniones
políticas (no son estudios sociológicos, ni antropológicos),
algunas laudatorias y las otras adversas.
La
instantaneidad del fenómeno es indiscutible y cierta, aunque al
mismo tiempo es relativa, en el sentido que los últimos años Bukele
se ha dedicado a promover una imagen de hombre probo y además
rebelde. Pero la
instantaneidad y la extrema popularidad alcanzada por el personaje
han obligado a muchos a calificar este caso como inaudito, como
inédito en nuestra historia. Es en este punto que cobra sentido lo
que aludo en el primer párrafo, el populismo y su hombre
providencial tienen su antecedente en nuestra historia y su forma
súbita también. Me refiero a Arturo Araujo. Los partidarios de
Bukele no se refieren a este antecedente histórico por razones
evidentes, una es el rechazo de tildar al movimiento “Nuevas Ideas”
y a su ídolo de populismo. Por supuesto que Bukele no repite a
Araujo, las circunstancias nacionales e internacionales no son las
mismas y el contenido programático de Araujo era claro y concreto,
lo forjó inspirándose de la obra y actividad social de Alberto
Masferrer, Bukele se caracteriza por la vaguedad y hasta cierto punto
la vacuidad programática.
Un símil si se puede encontrar y de talla, ambos crean un movimiento y un partido ad hoc. Araujo también aquí es mucho más concreto y preciso, pues crea un partido que se posiciona en uno de los lados del espectro político, su partido laborista es de izquierda, aunque no revolucionario, se trata claramente de un partido reformista con alianzas internacionales, por lo menos deja palpable su afinidad con el laborismo inglés y de la Internacional Socialista que se opone a la Internacional fundada por Lenin. Esto por supuesto lo saben entonces y lo entienden los versados en el tema y con cierta experiencia.
Un símil si se puede encontrar y de talla, ambos crean un movimiento y un partido ad hoc. Araujo también aquí es mucho más concreto y preciso, pues crea un partido que se posiciona en uno de los lados del espectro político, su partido laborista es de izquierda, aunque no revolucionario, se trata claramente de un partido reformista con alianzas internacionales, por lo menos deja palpable su afinidad con el laborismo inglés y de la Internacional Socialista que se opone a la Internacional fundada por Lenin. Esto por supuesto lo saben entonces y lo entienden los versados en el tema y con cierta experiencia.
El
caso de Bukele es distinto, pues ha lanzado una redada en las turbias
aguas de nuestra actualidad política. Definirse claramente de
izquierda le restaría buena parte del posible electorado de derecha,
que también se ha mostrado indispuesto con sus dirigencias y grupos
parlamentarios y desde el lanzamiento de su movimiento lo afirma sin
ambages, cabe en él todo el que quiera venir ya sea de derecha o de
izquierda (lo dijo en este orden). Ese discurso inicial está
completamente contaminado por la recién ocurrida ruptura con el
FMLN. Por eso declara que no se le van a exigir credenciales a nadie
y que no se va a expulsar a nadie. Bukele sabe que la gente de
derecha lo considera de izquierda, por eso urge que lo acompañe
alguien cuyo compromiso pasado y presente sea claramente de derecha y
Walter Araujo le cae como anillo al dedo, toda una sortija.
Un
discurso rodado
Bukele
con toda razón juzga imperioso seguir en el proscenio de la escena
política, aprovechar sus últimos meses de alcalde capitalino
(publicidad con miles de dólares, locales y la reputación del
cargo). Por ello multiplica viajes y figuraciones. Su discurso es
sencillo y hasta claro al mismo tiempo por su cándido esquematismo,
pero ya puesto en práctica en los años de su pertenencia al FMLN.
Oponerse radicalmente a la cúpula sin detallar los puntos de la
discordia, siempre usó términos generales “abandonaron los
antiguos ideales”, “incomplimiento por lo que la gente los
eligió” y otras expresiones de la misma calaña y luego proponerse
como el mejor indicado para remediar todos esas anomalías,
promoviendo su candidatura a la presidencia de la República. Esta
actitud publicitaria fue permanente y la prensa de derecha le hizo
eco y sus propios relevos en las redes sociales a diario no
escatimaban esfuerzos para presentarlo como el mejor candidato para
mantener
en
el poder a la izquierda. Su campaña por su designación como
candidato del FMLN iba a la par con las picas hacia los cabecillas de
la dirigencia efemelenista. Esta situación duró cierto tiempo, la
posición de la cúpula era ambigua y tardaba en decidirse. Es
probable que en sus conciliábulos decidieron temprano, pero en
público en un astucioso cálculo se mostraron como que no podían
optar entre tamales o pupusas.
Bukele
trató de forzar la decisión y los dirigentes del Frente no se
dejaron torcer el brazo. Pero llegó el momento en que ya no se podía
seguir tergiversando (cuestiones de calendario político). Los
cupuleros intentaron un compromiso y le insinuaron la
vice-presidencia. Bukele muy humildemente consideró que ese cargo
era para él demasiado decorativo, indigno de su sublime persona. No
obstante no se dio por perdido o fue por simple inercia siguió su
campaña presidencial al interior del FMLN, luego vino la
“telenovela” de su expulsión, lleno de peripecias y de ocultos
cálculos políticos y politiqueros. No obstante fue entonces que
pasionalmente se jugó para muchos volcarse a apoyarlo y entregarse
denodadamente en promover la imagen del cordero que amenazan con
inmolarlo (este aspecto de la víctima ha sido y seguirá siendo un
momento crucial de su propaganda).
El
fogueo al interior del FMLN y el rodaje del esquema discursivo le
sirve ahora para no tener que llenar el vacío programático y dar la
impresión de afirmar lo esencial. En realidad en cada una de sus
salidas o prestaciones trae para el público un tanate de
ocurrencias. Cuentitos tal vez sacados de suplementos semanales o de
“Selections Readers”, los que transforma hábilmente en parábolas
y cuya interpretación la acomoda a su sufrida y perseguida persona.
Hay otras ocurrencias, un hospital, alguna consigna, una universidad
con un local y terreno (aunque sin presupuesto definido, sin definir
materias, ni facultades, ni tampoco académicos competentes que
asuman la enseñanza). Con este tipo de ocurrencias heterócliticas
le ofrece a la concurrencia un catálogo de supermercado, hay de todo
y a todo precio, sobre todo gangas. Como salta a la vista Bukele en
esto sigue las hondas huellas de cualquier demagogo que busca
engatusar al público asistente. Por el momento esto le funciona y el
pueblo no exige más porque ignora qué se puede y se debe exigir a
un hombre político que promete “nuevas” prácticas y darle un
escobazo sacramental al viejo y caduco mundo de la “partidocracia”. Es
este escobazo sacramental e inaugural el que ha levantado el
entusiasmo, que ha avivado la maltrecha esperanza que nutre las
ilusiones salvadoreñas.
Estrecho
y lánguido espacio democrático
El
partido ARENA en el poder no fue, ni podía ser un partido de la
esperanza, ni de ilusiones. Estaban en el poder como sus dueños,
cuya misión era sobre todo no dejarse “robar” por los “rojos”
lo que les pertenecía. No gobernaban para la gente, por supuesto que
sus campañas electorales estaban llenas de promesas incumplidas.
ARENA heredó el poder de sus predecesores que remontan hasta los que
derrocaron a Arturo Araujo, llegaron al poder con el prestigio de
haber parado a la ola comunista. No obstante se tuvo que abrir un
estrecho y lánguido espacio democrático. Fue por ese caminito que
apareció el desgaste que sufrió ARENA. Sus gobiernos se fueron cada
vez más perfilando como desgobiernos asfixiantes de toda esperanza y
de cualquier ilusión.
El
FMLN encarnaba para buena parte de la población la posibilidad de
otra vida, de algo mejor. No obstante este partido seguía inspirando
miedo, todo el arsenal de la más rancia propaganda anticomunista
estaba vigente y era muy vivaz. Entonces ambos partidos se percibían
como agentes sociales diametralmente opuestos. Fue esto lo que elevó
al rango de explicación del estancamiento socio-económico a una
sola palabra: polarización. Esta aparecía en todo rincón político,
en discursos, en los gestos, en los diarios, en las revistas, en los
desfiles y por supuesto en las debates parlamentarios. Esta
polarización fue la que ha mantenido cautivo el “núcleo duro”
del electorado de ambos partidos. La polarización se volvió un ente
fantasmal, extraño y todopoderoso. El espacio político estaba por
entero ocupado por él.
La
cúpula efemelenista buscaba como salirle al paso a esta situación
tan desfavorable, le pusieron en bandeja dorada a Mauricio Funes y
esto desde el 2005. No obstante Schafik Handal no aceptó por dos
razones, la primera pues consideró que era su turno y la otra fue
que el FMLN perdería su personalidad y consistencia política si se
confiaba en una persona exterior y pensaba justo que era preferible
una derrota auténtica que una falsa victoria, sabía o suponía que
más pronto que tarde el miedo iba a sufrir su natural erosión. Tras
el estrepitoso fracaso de Handal y del FMLN la dirección aceleró y
concluyó la “alianza” con Mauricio Funes. Apareció la figura
del candidato exterior al partido.
Durante
cierto tiempo Bukele jugó a lo mismo, aunque adhirió más temprano,
con el fin de pisar confortablemente lo que pensó el primer peldaño
hacia la presidencia: el puesto de alcalde de San Salvador. La
vitrina que ofrece la Municipalidad capitalina es casi comparable a
la del presidente. Bukele es agente de publicidad, por consiguiente
no desaprovechó la visibilidad que prodiga el puesto de alcalde de
San Salvador. Todo esto lo hizo con mucha pericia, lanzando frases
que usó como cuñas publicitarias, como aquella: “si no se roba el
dinero alcanza”, pero el pisto de los capitalinos no le alcanzó,
pues la Municipalidad la entregó “enjaranada”. Tuvo un
presupuesto publicitario que utilizó para su propia promoción hasta
la última semana de su administración municipal. Prestó los
camiones de la basura a municipalidades vecinas, le regaló motos a
la PNC (aún no canceladas), etc.
Nayib
Bukele se dio cuenta que el desgaste de la popularidad y de la
autoridad de la cúpula del Frente era vertiginoso, deslindarse
totalmente de ella fue un objetivo con varios fines, uno fue figurar
como “independiente”, como exterior al partido y al mismo tiempo
presentarse como la persona idónea para salvar de la derrota al
FMLN. Para ello se apoyó en la experiencia de Funes y la figura del
candidato exterior opuesto a la cúpula. Esta conducta irritaba a la
dirección del FMLN, a tal punto que Norma Guevara de la Comisión
Política, en una conferencia de prensa, le recordó que era
miembro del partido desde ya varios años. Su hostilidad a la cúpula
la mantuvo en permanencia, aunque con altibajos. La victimización ha
sido el otro pilar de su autopromoción, de su publicidad.
Espectáculo
circense
Los
gobiernos de Funes y de Sánchez Cerén, el grupo parlamentario
efemelenista, la cúpula partidaria le declararon la guerra a la Sala
de lo Constitucional, esta campaña fue intensa y cundió efectos
reales en la población que perduran hasta hoy. Bukele acompañó a
la dirección en estas batallas, fue asiduo en los mítines que
solían organizar enfrente de la sede de la Corte Suprema de
Justicia. Pero Bukele rechaza con vehemencia ser segundón, entonces
se declaró perseguido de la Sala y también organizó sus propios
mítines, lo acompañó en una oportunidad Medardo González, el
secretario general del FMLN. No obstante la Sala no tenía ningún
expediente abierto contra él y tampoco lo había convocado, ni tenía
intenciones de hacerlo. Pero el espectáculo y la función circense
estaba dada y la “víctima” se fue calladito a buscar nuevos
enemigos.
Para no empachar a mis lectores suspendo aquí este
relato, que he traído a colación para mostrar que el movimiento
“Cuáles Ideas” no surgió tan de repente y de la nada, no ha
sido algo totalmente espontáneo, sino que ha venido siendo
construido minuciosamente, con etapas sucesivas y consecuentes.
Sin
embargo este plan fríamente concebido no explica por si mismo el
masivo encantamiento que ha suscitado Nayib Bukele. Este movimiento
de alguna manera también ha sido espontáneo, nadie fue con armas a
obligar a tantos miles de personas para apoyar con su firma la
inscripción del partido de Bukele.
El
fenómeno no se explica tan fácilmente, en él hay algo que toca
profundamente los fundamentos en que se sustenta el quehacer político
salvadoreño de hoy. Ha pasado casi un siglo desde la creación del
Partido Laborista de El Salvador por Arturo Araujo. entre tanto son
muchos los partidos que se crearon y también desaparecieron. No
obstante de manera constante, aunque también variable, han existido
dos grandes tendencias que se han enfrentado, tanto en torno al poder
político, como en “la guerra ideológica”. La batalla en torno
al poder fue siempre desequilibrada, pues una corriente ha estado
siempre en el poder y su lucha no era por conquistarlo, sino que por
mantenerse en él.
Durante todo el siglo hubo golpes de Estado que, por lo general, dirimían oposiciones entre fracciones al interior de la derecha que estaba en el poder; los fraudes, la represión permanente y sangrienta, el despotismo fueron los métodos de gobierno que usó el poder contra la otra corriente política. La izquierda no tuvo tanta diversidad de partidos como la derecha, durante décadas tan solo existió un partido, el Partido Comunista (ilegal) que pudo subsistir gracias a una sólida organización clandestina. La derecha en el poder cambió partidos a cada golpe de Estado. Por los años sesenta comenzó a variar realmente su oferta partidaria al surgir la Democracia Cristiana con ayuda exterior, sobre todo de las Democracias Cristianas de Chile y Venezuela. La izquierda clandestina acaparaba en el seno del Partido Comunista su propia diversidad. Pero sin llevar durante años ninguna discusión abierta, pues ante un enemigo tan feroz como las sucesivas dictaduras, era imprescindible preservar la unidad. La preservación de la unidad convertida y elevada a un sacrosanto fetiche impidió durante décadas discusión y avances teóricos, dominó en este campo la sumisión a las “doctrinas” estalinistas, dogmáticas y cerradas.
Durante todo el siglo hubo golpes de Estado que, por lo general, dirimían oposiciones entre fracciones al interior de la derecha que estaba en el poder; los fraudes, la represión permanente y sangrienta, el despotismo fueron los métodos de gobierno que usó el poder contra la otra corriente política. La izquierda no tuvo tanta diversidad de partidos como la derecha, durante décadas tan solo existió un partido, el Partido Comunista (ilegal) que pudo subsistir gracias a una sólida organización clandestina. La derecha en el poder cambió partidos a cada golpe de Estado. Por los años sesenta comenzó a variar realmente su oferta partidaria al surgir la Democracia Cristiana con ayuda exterior, sobre todo de las Democracias Cristianas de Chile y Venezuela. La izquierda clandestina acaparaba en el seno del Partido Comunista su propia diversidad. Pero sin llevar durante años ninguna discusión abierta, pues ante un enemigo tan feroz como las sucesivas dictaduras, era imprescindible preservar la unidad. La preservación de la unidad convertida y elevada a un sacrosanto fetiche impidió durante décadas discusión y avances teóricos, dominó en este campo la sumisión a las “doctrinas” estalinistas, dogmáticas y cerradas.
De
peor en peor
La
represión dictatorial fue permanente y cada vez más fuerte, se iba
de peor en peor, hasta llegar a las masacres de los años setenta y
ochenta que aún siguen impunes. Si se para mientes en el escueto
panorama del campo político expuesto, se puede constatar que las
luchas por llegar al poder no se han acompañado en absoluto de
contiendas ideológicas reales, durante la guerra más o menos el
FMLN esbozó esquemas sociales y económicos que podrían configurar
la sociedad futura, todo eso comido y carcomido por el esquematismo y
el dogmatismo y algunas pinceladas de oportunismo. Lo que le permite
a algunos jurar muy devotamente que nunca hubo un proyecto socialista,
ni por asomo, otros proclaman que sí, que el objetivo era
transformar la sociedad salvadoreña en una socialista. El caso es
que al interior mismo del antiguo FMLN nunca se supo claramente si
los documentos comunes se sobreponían a los particulares de cada
organización. La unificación y la unidad del FMLN siempre
renquearon, incluso las estrategias militares no superaron por
completo las divisiones. Ya en la vida civil no fueron las ideas, ni
la lucha de ideas, las que dominaron los pleitos internos, sino que
el reparto del pedazo de pastel estatal que les tocaba en cada
legislación. Lo que ha llegado a nivelar y a unificar el pensamiento
en el FMLN ha sido su conversión al reformismo y al neoliberalismo.
Subsiste entre algunos dirigentes un discurso rojizo que provoca
rubor en sus colegas y ardor en las bases adormecidas.
Este
rápido y corto inventario muestra una monstruosa menesterosidad de
lo político en nuestro país. Al mismo tiempo la extrema urgencia de
cambios reales insatisfechos ha puesto de manifiesto la caducidad de
un sistema de democracia representativa que no ha tenido el tiempo de
desarrollarse, ni de mostrar ninguno de sus beneficios. Este sistema
incapaz de satisfacer las exigencias políticas y sociales del
momento ha llegado velozmente al final del ciclo que cuentas hechas
no ha durado tanto tiempo. Su crisis es manifiesta. Los partidos
políticos dominantes en el campo político salvadoreño sin estar
completamente erosionados, sufrieron cada uno la derrota que les
correspondía, el que estaba en el poder fue golpeado con mayor
rudeza, el otro por su desgaste casi natural. ARENA no sustenta, ni
alimenta esperanzas, ni ilusiones, el FMLN defraudó la esperanza.
Nos
ofrece su persona
¿Qué
nos ofrece Bukele y su partido en este momento preciso de vacío
político? Nos ofrece su persona, sin ningún programa, sin ninguna
idea de cómo cumplir con lo que promete: terminar con la
partidocracia. Su objetivo verdadero es ser presidente. Por supuesto
que esa ambición le impone maniobras y discursos. Por el momento,
por muy indulgente que uno sea, no se le encuentra a su discurso
ninguna coherencia, sus ocurrencias no llegan realmente a configurar
una visión global que pueda tener del país y sus problemas.
La tarea de acabar con la partidocracia son puras palabras, pues como su primer objetivo es la presidencia y nada más, está obligado a entrar en el sistema de partidos existente y el verticalismo real de su partido es mayor que el de otras organizaciones políticas. Un día, sin aviso, sus partidarios descubrieron que su partido tenía un Secretario General que muy poca gente conocía, Federico Anliker. ¿Quién lo eligió? Sepa judas. ¿Cómo fue nombrado? Misterio absoluto. Se puede suponer que fue el propio Nayib Bukele quien puso el dedo. Y por el momento en su prestación pública ha dejado aparecer una ideología bastante retrógrada y su total entrega personal por Bukele. El populismo solapado de Bukele, se abre y define en el discurso de Anliker que describe a su líder en contacto directo con el pueblo, expresando directamente sus deseos y proyectos. Nos dice que existe una total comunión entre el caudillo y su pueblo. Hay otros como Galeas que tiene más o menos el mismo discurso que Anliker. El teólogo Gutiérrez afirma que el ungido es nuestro mesías. La verborrea bukeliana no nos ha permitido hacernos una idea precisa de cómo pretende gobernar, su fantasiosa respuesta al periodista español de Público (11/06/2018) es apenas una serie de generalidades diversas.
El vacío político que se ha formado, con un partido sin esperanza, ni ilusiones y el otro fustrador de la esperanza ha sido también muy propicio para Bukele y su movimiento. Pero este vacío exige otro tipo de respuestas con mayor perspectiva de la historia y de lo que realmente necesita el país. Denunciar el sistema y ser parte del mismo es proponer como solución ahogarnos en el charco. Necesitamos crear otra cosa, algo que tenga una visión global de lo que se necesita, que realmente organice a la gente de manera que puedan realmente participar en la elaboración de las nuevas políticas. Un movimiento que no aspire de inmediato corregirlo todo desde arriba, como siempre se ha hecho y como propone Bukele con su mesianismo. Hay que inventar en serio nuevas prácticas, nuevas instancias deliberativas y sobre todo que sea un movimiento de luchas. Un movimiento que se abra espacios políticos dentro de la sociedad.
La tarea de acabar con la partidocracia son puras palabras, pues como su primer objetivo es la presidencia y nada más, está obligado a entrar en el sistema de partidos existente y el verticalismo real de su partido es mayor que el de otras organizaciones políticas. Un día, sin aviso, sus partidarios descubrieron que su partido tenía un Secretario General que muy poca gente conocía, Federico Anliker. ¿Quién lo eligió? Sepa judas. ¿Cómo fue nombrado? Misterio absoluto. Se puede suponer que fue el propio Nayib Bukele quien puso el dedo. Y por el momento en su prestación pública ha dejado aparecer una ideología bastante retrógrada y su total entrega personal por Bukele. El populismo solapado de Bukele, se abre y define en el discurso de Anliker que describe a su líder en contacto directo con el pueblo, expresando directamente sus deseos y proyectos. Nos dice que existe una total comunión entre el caudillo y su pueblo. Hay otros como Galeas que tiene más o menos el mismo discurso que Anliker. El teólogo Gutiérrez afirma que el ungido es nuestro mesías. La verborrea bukeliana no nos ha permitido hacernos una idea precisa de cómo pretende gobernar, su fantasiosa respuesta al periodista español de Público (11/06/2018) es apenas una serie de generalidades diversas.
El vacío político que se ha formado, con un partido sin esperanza, ni ilusiones y el otro fustrador de la esperanza ha sido también muy propicio para Bukele y su movimiento. Pero este vacío exige otro tipo de respuestas con mayor perspectiva de la historia y de lo que realmente necesita el país. Denunciar el sistema y ser parte del mismo es proponer como solución ahogarnos en el charco. Necesitamos crear otra cosa, algo que tenga una visión global de lo que se necesita, que realmente organice a la gente de manera que puedan realmente participar en la elaboración de las nuevas políticas. Un movimiento que no aspire de inmediato corregirlo todo desde arriba, como siempre se ha hecho y como propone Bukele con su mesianismo. Hay que inventar en serio nuevas prácticas, nuevas instancias deliberativas y sobre todo que sea un movimiento de luchas. Un movimiento que se abra espacios políticos dentro de la sociedad.
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