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12 junio 2018

El populismo tiene su historia


Los salvadoreños somos una nación que presta poca atención a su historia, inclusive a veces preferimos el mito o la leyenda y cuando no tenemos ni el uno, ni la otra, pues nos ponemos a inventarlos. El presente se nos aparece como desprovisto de raíces, como si lo sucedido antes no tuviera nada que ver con lo que nos pasa ahora. Felizmente y de seguro hay entre nosotros excepciones, tan pocas, que su actuación pasa desapercibida, ignorada en los dos sentidos de la palabra, e.d. su noticia no nos llega y si nos llega no la tomamos en cuenta.
 
En estos meses hemos sido testigos del surgimiento de un fenómenos social vertiginoso, la fascinación o encanto que ha provocado Nayib Bukele. En pocos meses su popularidad lo ha propulsado al primer lugar en las intenciones de votos para las próximas elecciones presidenciales. Todos los sondeos lo dan vencedor desde la primera vuelta. Su carácter vertiginoso y por demás imprevisto, evidentemente ha sorprendido y ya existe una nutrida literatura periodística que pretende explicar el caso. Como todos estos escritos y videos son tan recientes y aún pululan en diarios y revistas, no urge resumirlos.
 
No obstante, valga decirlo, estos materiales constituyen opiniones políticas (no son estudios sociológicos, ni antropológicos), algunas laudatorias y las otras adversas.
 
La instantaneidad del fenómeno es indiscutible y cierta, aunque al mismo tiempo es relativa, en el sentido que los últimos años Bukele se ha dedicado a promover una imagen de hombre probo y además rebelde. Pero la instantaneidad y la extrema popularidad alcanzada por el personaje han obligado a muchos a calificar este caso como inaudito, como inédito en nuestra historia. Es en este punto que cobra sentido lo que aludo en el primer párrafo, el populismo y su hombre providencial tienen su antecedente en nuestra historia y su forma súbita también. Me refiero a Arturo Araujo. Los partidarios de Bukele no se refieren a este antecedente histórico por razones evidentes, una es el rechazo de tildar al movimiento “Nuevas Ideas” y a su ídolo de populismo. Por supuesto que Bukele no repite a Araujo, las circunstancias nacionales e internacionales no son las mismas y el contenido programático de Araujo era claro y concreto, lo forjó inspirándose de la obra y actividad social de Alberto Masferrer, Bukele se caracteriza por la vaguedad y hasta cierto punto la vacuidad programática. 

Un símil si se puede encontrar y de talla, ambos crean un movimiento y un partido ad hoc. Araujo también aquí es mucho más concreto y preciso, pues crea un partido que se posiciona en uno de los lados del espectro político, su partido laborista es de izquierda, aunque no revolucionario, se trata claramente de un partido reformista con alianzas internacionales, por lo menos deja palpable su afinidad con el laborismo inglés y de la Internacional Socialista que se opone a la Internacional fundada por Lenin. Esto por supuesto lo saben entonces y lo entienden los versados en el tema y con cierta experiencia.
 
El caso de Bukele es distinto, pues ha lanzado una redada en las turbias aguas de nuestra actualidad política. Definirse claramente de izquierda le restaría buena parte del posible electorado de derecha, que también se ha mostrado indispuesto con sus dirigencias y grupos parlamentarios y desde el lanzamiento de su movimiento lo afirma sin ambages, cabe en él todo el que quiera venir ya sea de derecha o de izquierda (lo dijo en este orden). Ese discurso inicial está completamente contaminado por la recién ocurrida ruptura con el FMLN. Por eso declara que no se le van a exigir credenciales a nadie y que no se va a expulsar a nadie. Bukele sabe que la gente de derecha lo considera de izquierda, por eso urge que lo acompañe alguien cuyo compromiso pasado y presente sea claramente de derecha y Walter Araujo le cae como anillo al dedo, toda una sortija.

Un discurso rodado

Bukele con toda razón juzga imperioso seguir en el proscenio de la escena política, aprovechar sus últimos meses de alcalde capitalino (publicidad con miles de dólares, locales y la reputación del cargo). Por ello multiplica viajes y figuraciones. Su discurso es sencillo y hasta claro al mismo tiempo por su cándido esquematismo, pero ya puesto en práctica en los años de su pertenencia al FMLN. Oponerse radicalmente a la cúpula sin detallar los puntos de la discordia, siempre usó términos generales “abandonaron los antiguos ideales”, “incomplimiento por lo que la gente los eligió” y otras expresiones de la misma calaña y luego proponerse como el mejor indicado para remediar todos esas anomalías, promoviendo su candidatura a la presidencia de la República. Esta actitud publicitaria fue permanente y la prensa de derecha le hizo eco y sus propios relevos en las redes sociales a diario no escatimaban esfuerzos para presentarlo como el mejor candidato para mantener en el poder a la izquierda. Su campaña por su designación como candidato del FMLN iba a la par con las picas hacia los cabecillas de la dirigencia efemelenista. Esta situación duró cierto tiempo, la posición de la cúpula era ambigua y tardaba en decidirse. Es probable que en sus conciliábulos decidieron temprano, pero en público en un astucioso cálculo se mostraron como que no podían optar entre tamales o pupusas.
 
Bukele trató de forzar la decisión y los dirigentes del Frente no se dejaron torcer el brazo. Pero llegó el momento en que ya no se podía seguir tergiversando (cuestiones de calendario político). Los cupuleros intentaron un compromiso y le insinuaron la vice-presidencia. Bukele muy humildemente consideró que ese cargo era para él demasiado decorativo, indigno de su sublime persona. No obstante no se dio por perdido o fue por simple inercia siguió su campaña presidencial al interior del FMLN, luego vino la “telenovela” de su expulsión, lleno de peripecias y de ocultos cálculos políticos y politiqueros. No obstante fue entonces que pasionalmente se jugó para muchos volcarse a apoyarlo y entregarse denodadamente en promover la imagen del cordero que amenazan con inmolarlo (este aspecto de la víctima ha sido y seguirá siendo un momento crucial de su propaganda).
 
El fogueo al interior del FMLN y el rodaje del esquema discursivo le sirve ahora para no tener que llenar el vacío programático y dar la impresión de afirmar lo esencial. En realidad en cada una de sus salidas o prestaciones trae para el público un tanate de ocurrencias. Cuentitos tal vez sacados de suplementos semanales o de “Selections Readers”, los que transforma hábilmente en parábolas y cuya interpretación la acomoda a su sufrida y perseguida persona. Hay otras ocurrencias, un hospital, alguna consigna, una universidad con un local y terreno (aunque sin presupuesto definido, sin definir materias, ni facultades, ni tampoco académicos competentes que asuman la enseñanza). Con este tipo de ocurrencias heterócliticas le ofrece a la concurrencia un catálogo de supermercado, hay de todo y a todo precio, sobre todo gangas. Como salta a la vista Bukele en esto sigue las hondas huellas de cualquier demagogo que busca engatusar al público asistente. Por el momento esto le funciona y el pueblo no exige más porque ignora qué se puede y se debe exigir a un hombre político que promete “nuevas” prácticas y darle un escobazo sacramental al viejo y caduco mundo de la “partidocracia”. Es este escobazo sacramental e inaugural el que ha levantado el entusiasmo, que ha avivado la maltrecha esperanza que nutre las ilusiones salvadoreñas.

Estrecho y lánguido espacio democrático


El partido ARENA en el poder no fue, ni podía ser un partido de la esperanza, ni de ilusiones. Estaban en el poder como sus dueños, cuya misión era sobre todo no dejarse “robar” por los “rojos” lo que les pertenecía. No gobernaban para la gente, por supuesto que sus campañas electorales estaban llenas de promesas incumplidas. ARENA heredó el poder de sus predecesores que remontan hasta los que derrocaron a Arturo Araujo, llegaron al poder con el prestigio de haber parado a la ola comunista. No obstante se tuvo que abrir un estrecho y lánguido espacio democrático. Fue por ese caminito que apareció el desgaste que sufrió ARENA. Sus gobiernos se fueron cada vez más perfilando como desgobiernos asfixiantes de toda esperanza y de cualquier ilusión.
 
El FMLN encarnaba para buena parte de la población la posibilidad de otra vida, de algo mejor. No obstante este partido seguía inspirando miedo, todo el arsenal de la más rancia propaganda anticomunista estaba vigente y era muy vivaz. Entonces ambos partidos se percibían como agentes sociales diametralmente opuestos. Fue esto lo que elevó al rango de explicación del estancamiento socio-económico a una sola palabra: polarización. Esta aparecía en todo rincón político, en discursos, en los gestos, en los diarios, en las revistas, en los desfiles y por supuesto en las debates parlamentarios. Esta polarización fue la que ha mantenido cautivo el “núcleo duro” del electorado de ambos partidos. La polarización se volvió un ente fantasmal, extraño y todopoderoso. El espacio político estaba por entero ocupado por él.
 
La cúpula efemelenista buscaba como salirle al paso a esta situación tan desfavorable, le pusieron en bandeja dorada a Mauricio Funes y esto desde el 2005. No obstante Schafik Handal no aceptó por dos razones, la primera pues consideró que era su turno y la otra fue que el FMLN perdería su personalidad y consistencia política si se confiaba en una persona exterior y pensaba justo que era preferible una derrota auténtica que una falsa victoria, sabía o suponía que más pronto que tarde el miedo iba a sufrir su natural erosión. Tras el estrepitoso fracaso de Handal y del FMLN la dirección aceleró y concluyó la “alianza” con Mauricio Funes. Apareció la figura del candidato exterior al partido.
 
Durante cierto tiempo Bukele jugó a lo mismo, aunque adhirió más temprano, con el fin de pisar confortablemente lo que pensó el primer peldaño hacia la presidencia: el puesto de alcalde de San Salvador. La vitrina que ofrece la Municipalidad capitalina es casi comparable a la del presidente. Bukele es agente de publicidad, por consiguiente no desaprovechó la visibilidad que prodiga el puesto de alcalde de San Salvador. Todo esto lo hizo con mucha pericia, lanzando frases que usó como cuñas publicitarias, como aquella: “si no se roba el dinero alcanza”, pero el pisto de los capitalinos no le alcanzó, pues la Municipalidad la entregó “enjaranada”. Tuvo un presupuesto publicitario que utilizó para su propia promoción hasta la última semana de su administración municipal. Prestó los camiones de la basura a municipalidades vecinas, le regaló motos a la PNC (aún no canceladas), etc. 
 
Nayib Bukele se dio cuenta que el desgaste de la popularidad y de la autoridad de la cúpula del Frente era vertiginoso, deslindarse totalmente de ella fue un objetivo con varios fines, uno fue figurar como “independiente”, como exterior al partido y al mismo tiempo presentarse como la persona idónea para salvar de la derrota al FMLN. Para ello se apoyó en la experiencia de Funes y la figura del candidato exterior opuesto a la cúpula. Esta conducta irritaba a la dirección del FMLN, a tal punto que Norma Guevara de la Comisión Política, en una conferencia de  prensa, le recordó que era miembro del partido desde ya varios años. Su hostilidad a la cúpula la mantuvo en permanencia, aunque con altibajos. La victimización ha sido el otro pilar de su autopromoción, de su publicidad.

Espectáculo circense

Los gobiernos de Funes y de Sánchez Cerén, el grupo parlamentario efemelenista, la cúpula partidaria le declararon la guerra a la Sala de lo Constitucional, esta campaña fue intensa y cundió efectos reales en la población que perduran hasta hoy. Bukele acompañó a la dirección en estas batallas, fue asiduo en los mítines que solían organizar enfrente de la sede de la Corte Suprema de Justicia. Pero Bukele rechaza con vehemencia ser segundón, entonces se declaró perseguido de la Sala y también organizó sus propios mítines, lo acompañó en una oportunidad Medardo González, el secretario general del FMLN. No obstante la Sala no tenía ningún expediente abierto contra él y tampoco lo había convocado, ni tenía intenciones de hacerlo. Pero el espectáculo y la función circense estaba dada y la “víctima” se fue calladito a buscar nuevos enemigos. 

Para no empachar a mis lectores suspendo aquí este relato, que he traído a colación para mostrar que el movimiento “Cuáles Ideas” no surgió tan de repente y de la nada, no ha sido algo totalmente espontáneo, sino que ha venido siendo construido minuciosamente, con etapas sucesivas y consecuentes.
 
Sin embargo este plan fríamente concebido no explica por si mismo el masivo encantamiento que ha suscitado Nayib Bukele. Este movimiento de alguna manera también ha sido espontáneo, nadie fue con armas a obligar a tantos miles de personas para apoyar con su firma la inscripción del partido de Bukele.
 
El fenómeno no se explica tan fácilmente, en él hay algo que toca profundamente los fundamentos en que se sustenta el quehacer político salvadoreño de hoy. Ha pasado casi un siglo desde la creación del Partido Laborista de El Salvador por Arturo Araujo. entre tanto son muchos los partidos que se crearon y también desaparecieron. No obstante de manera constante, aunque también variable, han existido dos grandes tendencias que se han enfrentado, tanto en torno al poder político, como en “la guerra ideológica”. La batalla en torno al poder fue siempre desequilibrada, pues una corriente ha estado siempre en el poder y su lucha no era por conquistarlo, sino que por mantenerse en él. 


Durante todo el siglo hubo golpes de Estado que, por lo general,  dirimían oposiciones entre fracciones al interior de la derecha que estaba en el poder; los fraudes, la represión permanente y sangrienta, el despotismo fueron los métodos de gobierno que usó el poder contra la otra corriente política. La izquierda no tuvo tanta diversidad de partidos como la derecha, durante décadas tan solo existió un partido, el Partido Comunista (ilegal) que pudo subsistir gracias a una sólida organización clandestina. La derecha en el poder cambió partidos a cada golpe de Estado. Por los años sesenta comenzó a variar realmente su oferta partidaria al surgir la Democracia Cristiana con ayuda exterior, sobre todo de las Democracias Cristianas de Chile y Venezuela. La izquierda clandestina acaparaba en el seno del Partido Comunista su propia diversidad. Pero sin llevar durante años ninguna discusión abierta, pues ante un enemigo tan feroz como las sucesivas dictaduras, era imprescindible preservar la unidad. La preservación de la unidad convertida y elevada a un sacrosanto fetiche impidió durante décadas discusión y avances teóricos, dominó en este campo la sumisión a las “doctrinas” estalinistas, dogmáticas y cerradas.

De peor en peor

La represión dictatorial fue permanente y cada vez más fuerte, se iba de peor en peor, hasta llegar a las masacres de los años setenta y ochenta que aún siguen impunes. Si se para mientes en el escueto panorama del campo político expuesto, se puede constatar que las luchas por llegar al poder no se han acompañado en absoluto de contiendas ideológicas reales, durante la guerra más o menos el FMLN esbozó esquemas sociales y económicos que podrían configurar la sociedad futura, todo eso comido y carcomido por el esquematismo y el dogmatismo y algunas pinceladas de oportunismo. Lo que le permite a algunos jurar muy devotamente que nunca hubo un proyecto socialista, ni por asomo, otros proclaman que sí, que el objetivo era transformar la sociedad salvadoreña en una socialista. El caso es que al interior mismo del antiguo FMLN nunca se supo claramente si los documentos comunes se sobreponían a los particulares de cada organización. La unificación y la unidad del FMLN siempre renquearon, incluso las estrategias militares no superaron por completo las divisiones. Ya en la vida civil no fueron las ideas, ni la lucha de ideas, las que dominaron los pleitos internos, sino que el reparto del pedazo de pastel estatal que les tocaba en cada legislación. Lo que ha llegado a nivelar y a unificar el pensamiento en el FMLN ha sido su conversión al reformismo y al neoliberalismo. Subsiste entre algunos dirigentes un discurso rojizo que provoca rubor en sus colegas y ardor en las bases adormecidas.
 
Este rápido y corto inventario muestra una monstruosa menesterosidad de lo político en nuestro país. Al mismo tiempo la extrema urgencia de cambios reales insatisfechos ha puesto de manifiesto la caducidad de un sistema de democracia representativa que no ha tenido el tiempo de desarrollarse, ni de mostrar ninguno de sus beneficios. Este sistema incapaz de satisfacer las exigencias políticas y sociales del momento ha llegado velozmente al final del ciclo que cuentas hechas no ha durado tanto tiempo. Su crisis es manifiesta. Los partidos políticos dominantes en el campo político salvadoreño sin estar completamente erosionados, sufrieron cada uno la derrota que les correspondía, el que estaba en el poder fue golpeado con mayor rudeza, el otro por su desgaste casi natural. ARENA no sustenta, ni alimenta esperanzas, ni ilusiones, el FMLN defraudó la esperanza.

Nos ofrece su persona


¿Qué nos ofrece Bukele y su partido en este momento preciso de vacío político? Nos ofrece su persona, sin ningún programa, sin ninguna idea de cómo cumplir con lo que promete: terminar con la partidocracia. Su objetivo verdadero es ser presidente. Por supuesto que esa ambición le impone maniobras y discursos. Por el momento, por muy indulgente que uno sea, no se le encuentra a su discurso ninguna coherencia, sus ocurrencias no llegan realmente a configurar una visión global que pueda tener del país y sus problemas.

La tarea de acabar con la partidocracia son puras palabras, pues como su primer objetivo es la presidencia y nada más, está obligado a entrar en el sistema de partidos existente y el verticalismo real de su partido es mayor que el de otras organizaciones políticas. Un día, sin aviso, sus partidarios descubrieron que su partido tenía un Secretario General que muy poca gente conocía, Federico Anliker. ¿Quién lo eligió? Sepa judas. ¿Cómo fue nombrado? Misterio absoluto. Se puede suponer que fue el propio Nayib Bukele quien puso el dedo. Y por el momento en su prestación pública ha dejado aparecer una ideología bastante retrógrada y su total entrega personal por Bukele. El populismo solapado de Bukele, se abre y define en el discurso de Anliker que describe a su líder en contacto directo con el pueblo, expresando directamente sus deseos y proyectos. Nos dice que existe una total comunión entre el caudillo y su pueblo. Hay otros como Galeas que tiene más o menos el mismo discurso que Anliker. El teólogo Gutiérrez afirma que el ungido es nuestro mesías. La verborrea bukeliana no nos ha permitido hacernos una idea precisa de cómo pretende gobernar, su fantasiosa respuesta al periodista español de Público (11/06/2018) es apenas una serie de generalidades diversas.

El vacío político que se ha formado, con un partido sin esperanza, ni ilusiones y el otro fustrador de la esperanza ha sido también muy propicio para Bukele y su movimiento. Pero este vacío exige otro tipo de respuestas con mayor perspectiva de la historia y de lo que realmente necesita el país. Denunciar el sistema y ser parte del mismo es proponer como solución ahogarnos en el charco. Necesitamos crear otra cosa, algo que tenga una visión global de lo que se necesita, que realmente organice a la gente de manera que puedan realmente participar en la elaboración de las nuevas políticas. Un movimiento que no aspire de inmediato corregirlo todo desde arriba, como siempre se ha hecho y como propone Bukele con su mesianismo. Hay que inventar en serio nuevas prácticas, nuevas instancias deliberativas y sobre todo que sea un movimiento de luchas. Un movimiento que se abra espacios políticos dentro de la sociedad.



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