La pregunta más recurrente que formulan los que no aceptan las críticas al
FMLN y a su gobierno es muy simple ¿Y ustedes qué proponen? Es evidente que
esta pregunta no manifiesta ninguna curiosidad, no se trata de inquirir lo que
se pueda proponer, sino que el objetivo primero es de taparle la boca al
criticón. Digo esto por el carácter extremadamente general de la pregunta y que
presupone que cada persona que se atreve a cuestionar la política oficial debe
tener un programa alternativo, que debe haber reflexionado todos los tejes y
manejes de la política y de la economía nacional e internacional. Además de
haber reflexionado y sopesado las medidas que corresponden al momento que
vivimos.
Pero la pregunta implica otra cosa, que la posición oficial tiene los
fundamentos teóricos que se le exige a la respuesta del criticón. Implica
también algo más profundo, que el cuadro general en que se formula la pregunta
y en el que tiene que incluirse la respuesta es el único posible.
La pregunta no sólo surge entre los que incondicionalmente apoyan al
gobierno y a su partido, sino que también entre los mismos que los critican.
Aunque el modo de formularla sea distinto, ¿Qué le vamos a proponer a la gente?
¿Qué proponemos nosotros como alternativa? Las presuposiciones no han cambiado,
siguen siendo las mismas.
Ambas actitudes, la que mueve a criticar al gobierno y a su partido y la
que se interroga sobre las medidas alternativas, surgen por lo general condicionadas
por la coyuntura puntual de alguna medida o del momento político electoral.
Ambas carecen por consiguiente de una visión panorámica de la situación del
país y no se les abre ante ellas un horizonte que trascienda los límites del
momento preciso en que vivimos.
El mismo cuadro político
La alternativa en que se piensa no es la de salir del cuadro político
actual, sino de un conjunto de medidas que se suponen mejores a las que toma el
gobierno, por ejemplo la desdolarización de nuestra economía, otra política
fiscal, una política más autónoma respecto a los Estado Unidos que se han
vuelto los tutores del gobierno, que le dictan medidas y hasta textos de leyes
como es el caso de los “Asocios” públicos-privados y los decretos para poder
recibir la “ayuda” del Fomilenio. Hay otras medidas como la renegociación de la
deuda y de su pago, la mejora de los transportes y su financiamiento, la mejora
de la educación, etc. etc. Se trata pues de proposiciones que permitirían mejor
recaudación fiscal, aumento del dinero disponible para obras sociales,
educacionales y de seguridad.
Ante este paquete programático, algunos defensores del gobierno replican
con una desopilante llaneza ¿con los votos de quién lograrían implementar esas
medidas? El FMLN no cuenta con la mayoría de votos y esta pregunta nos impone
aceptar fatalmente la presente correlación de fuerzas en la Asamblea y en el
país. Nos obliga tácitamente a suponer que
si el FMLN tuviera los diputados necesarios ya tuviéramos esas medidas
aplicadas. Pero al mismo tiempo nos presentan la situación actual como
insuperable y nuestra vida como gobernada por la fatalidad.
Asimismo existen partidarios del gobierno que simplemente decretan que
criticarlo es hacerle el juego a ARENA o nos declaran sin mayores prejuicios
“areneros”. Esta simpleza que hermana con el fanatismo religioso es mayoritaria
y para desgracia del país es adoptada también por muchos cuya misión debería
ser la de reflexionar. Esta actitud descalificadora, calumniadora y dogmática
adopta un lenguaje a veces agresivo, otras comprensiva de la ingenuidad de los
ilusos que piensan que la “utopía” socialista puede lograrse en nuestro país de
la noche a la mañana.
Últimamente en El Salvador en torno a la palabra “socialismo” ha aparecido
un campo semántico sintomático del estado ideológico en que se encuentran los
militantes efemelenistas: ilusos, ilusión, soñadores, sueño, utópico, utopía,
etc. El socialismo no se puede encarar ni siquiera como un posible, ni mucho
menos como una opción real. Se ha vuelto parte de la fantasmagoría de
descarriados soñadores que tejen con nostálgicos hilos del pasado una ficción
imposible ahora.
Pensar de otra manera nuestra
realidad
Pensar de otra manera la realidad nacional es posible. Nuestro pueblo ha
demostrado a lo largo de la historia su capacidad a rebelarse, a no aceptar
sumiso la realidad que le impone la oligarquía, muchos dieron sus vidas,
combatieron convencidos que es posible otra realidad, en la que no exista la
dominación de ese puñado parasitario de acaudalados que mantienen al país en un
atraso secular, en el que no se ha podido dar los primeros pasos de una
verdadera industrialización del país. Ellos han preferido siempre vivir de
rentas, ser intermediarios de los capitales extranjeros, no han sido capaces de
elevar el nivel educacional del país, sigue la pobreza infectando de dolor
miles y miles de familias salvadoreñas. Esta casta es realmente la que nos
impone esta ausencia de todo en nuestras vidas: bajos salarios, viviendas
precarias, imposibilidad de alimentarse convenientemente, de vestirse, de
educarnos. Vivimos un mundo lleno de privaciones. Y para colmo nos hacen creer
y nos han convencido de que somos altamente consumistas.
Esto es lo que se ha perdido de vista: muchos le llaman a la oligarquía el
poder factico, bueno, sí, pero se trata de una clase social que detenta los
medios de producción y que se queda con todas las ganancias, negándose siempre
a contribuir en lo más mínimo en el presupuesto del país. Esta casta tiene sus
parapetos para protegerse, sus partidos políticos, sus agencias publicitarias, su
prensa, sus institutos de ideología, el cuadro político en el que nos imponen
su dominación, el Estado oligárquico.
O sea que no se trata simplemente del peligro de que ARENA vuelva al poder,
que vuelvan a “reconquistar” el gobierno para seguirse beneficiando de ese
maná. El enemigo social es la oligarquía. ¿Acaso su dominio se ha debilitado
con el gobierno de Funes? ¿Acaso el gobierno de Sánchez Cerén no se reúne
exclusivamente con la ANEP? ¿Acaso la dirección del FMLN no ha dedicado loas en
la gloria de los empresarios? Han dicho que son el motor, el corazón mismo, de
nuestra sociedad, que son los principales creadores de nuestras riquezas.
Pensar de otra manera nuestra realidad supone también darnos cuenta que el
nivel de consciencia general de la clase trabajadora ha decaído. No se trata
solamente de constatarlo, sino también de buscar las razones que han conducido
a este descalabro y buscar la manera de superar este obstáculo mayor para
alcanzar los objetivos de transformación social.
La realidad escondida en las
apariencias
Adquirir la consciencia de clase no es cosa fácil, existen numerosos
obstáculos, la realidad misma de la explotación capitalista nos aparece
escondida en las apariencias, todos consideramos que se nos paga con el salario
el trabajo que rendimos, que la existencia misma de gente dueña de los medios
de producción y de gente privada de esos medios de vida es algo natural, que siempre
ha existido y que existirá eternamente. Desde el mismo momento en que se
negocia con el patrón el salario caemos en el engaño, pues el monto se puede considerar
como justo o injusto, pero no nos damos cuenta que existe un tiempo que no nos
va a ser retribuido y que es de donde surgen las ganancias de los capitalistas,
es este el origen de la plusvalía. Pero lo que nos queda en nuestras mentes es
que hay un trato de iguales que discuten el precio y que el resultado del
negociado ha seguido las leyes del mercado, de la oferta y la demanda.
La verdad que se nos escapa no nos es accesible sin un esfuerzo, sin una reflexión
sobre la realidad. Este conocimiento no solamente es difícil de adquirirlo por
los profesionales, por los que se dedican a la economía, sino que hay muchos de
estos especialistas que viven ellos mismos en el engaño y no solamente eso,
sino que desde su prestigio se encargan de divulgarlo. La apariencia es
inmediata y se nos impone. Pero este disfraz es incluso inculcado por todos los
aparatos ideológicos de la burguesía, desde las prédicas que hay que soportar
el destino que nos ha tocado hasta el periodista que repite día a día las
doctrinas ideológicas de la burguesía.
De la misma manera que aceptamos que el trato en el que entramos con el
patrón es de igual a igual, de individuo a individuo, y mejor dicho como
consecuencia de ese mismo engaño, los trabajadores no se ven a sí mismos constituyendo
una clase social, pues es individualmente que deben de enfrenar las
dificultades de la vida. Y este individualmente es el que se valoriza, es el
que se pone es exergo de todas nuestras conductas, desde las más íntimas hasta
las más públicas.
Este individualismo hay que vencerlo, se vence organizándose en estructuras
que se proponen defender los intereses de los trabajadores, que elevan como su
estandarte la solidaridad, la ayuda mutua. Este sentimiento de comunidad, esta
comprensión de que los trabajadores no pueden obtener victorias sino se unen,
no es fácil de obtener, pues el patronato se encarga de disuadir ese tipo de
uniones, de organizaciones. Lo hace ideológicamente, pero también reprimiendo.
Una herencia arenera
Las leyes laborales salvadoreñas son desequilibradas, benefician a los más fuertes,
al patronato. El Estado vela con todas sus instituciones a que el statu-quo
prevalezca. En la naturaleza misma de los gobiernos areneros estaba la
imperiosa necesidad de defender los intereses oligárquicos, por ello la
legislación laboral es escueta y apenas tiene algunas medidas que presumen
defender los derechos de los trabajadores. Esta legislación es la que heredó el gobierno de Funes y la cuidó preciosamente hasta el
punto de destituir a la ministra que manifestó cierto celo en defender a la
clase trabajadora. El partido FMLN no manifiesta ningún desacuerdo a este
respecto con el pasado gobierno, ni tiene el más mínima intención de introducir
algunas reformas.
Pero en nuestro país a todas las dificultades que hemos señalado desde
cierto tiempo se les ha agregado otra, ya no existen organizaciones con clara
ideología revolucionaria, los sindicatos obedecen al patronato o al partido.
Surgen nuevos sindicatos que manifiestan el deseo de liberarse, de ser
realmente autónomos, pero este movimiento es insipiente, apenas nace.
La ausencia de organizaciones con clara ideología revolucionaria pesa mucho
en la toma de consciencia de los trabajadores. No obstante es necesario señalar
que desde hace cierto tiempo hay pequeños grupos y partidos que se esfuerzan
por llenar este vacío. Este fraccionamiento puede ser una simple etapa, es lo
que se debe esperar, que sea simplemente porque es un inicio. Se ganaría mucho
federando los esfuerzos.
El FMLN desde hace tiempo abandonó por completo su papel de partido
revolucionario, dejó de lado la batalla ideológica y todas las batallas por el
bienestar de los trabajadores. Hubo un tiempo que se hablaba de ortodoxos y
reformadores, estos últimos exigían adaptarse lo más pronto posible a la
sociedad burguesa, abandonar las ilusiones y practicar el pragmatismo en la
política. Los ortodoxos sabían perfectamente que era preferible, mientras
estaban en la oposición, seguir siendo considerados de izquierda, que aspiraban
a transformar la realidad, se trataba de una cuestión de táctica. La misma
designación de Funes (sin mucho control de su ideología y de sus intenciones)
fue justificada porque la gente aún no estaba dispuesta a votar por un
candidato cien por cien efemelenista. Esta designación fue saludada como un signo
de gran apertura. ¿Apertura hacia qué y hacia quién?
Pero ahora los reformistas pueden considerarse vencedores, los ortodoxos ya
han hecho todo lo posible por adaptarse y en los hechos han demostrado que su
actitud anterior era simple patraña, que esperaban el momento más propicio para
desvelar exactamente su verdadera naturaleza reformista. Pero incluso en esto
de reformistas son muy tímidos, sus medidas no son en nada radicales, ni
espantan verdaderamente a la derecha, ni mucho menos al patronato. El patronato
y sus organismos políticos se opusieron y criticaron las tímidas medidas
sociales del gobierno de Funes, pero ellos saben que esas medidas no tocan en
nada ni sus intereses económicos, ni su total y absoluta dominación de la
sociedad salvadoreña. Ahora un reputado “reformista” y un aguerrido “ortodoxo”
ocupan los más altos cargos en el gobierno.
Excelente artículo. Lástima que es tan largo que la gente que ve las cosas superficialmente no lo va a leer..
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