Creo que el concepto de "Estado
fallido" usado aquí, en el país, forma parte de una lucha ideológica clara
contra el gobierno del FMLN. Se usó también contra los gobiernos areneros, pero
los media no le dieron la resonancia que le dan ahora. Ese término realmente no
corresponde a ninguna realidad, a no ser como en el caso de países en guerra,
tales como Iraq (dejado así por la intervención imperialista) y Libia por las
mismas razones. En el país existe un estado clasista que cumple su función de
garante de los intereses de la clase dominante.
El concepto restrictivo de Weber de ser monopolio de la violencia funciona perfectamente en el país. No se trata de toda la violencia, sino de la violencia que protege el ejercicio de la propiedad privada para una clase, la clase burguesa. La ideología le promete a las clases dominadas el goce de la misma paz civil que gozan las clases dominantes. Esto se realiza en grandes grados en los países desarrollados, pero aún en esos países existe un recrudecimiento de la violencia delincuencial. La violencia extrema que existe en nuestro país no pone en juego, ni en riesgo, hasta ahora los principios que defiende el Estado clasista, oligárquico.
O sea que no hay un Estado fallido en el país, pero los diferentes gobiernos en vez de tomar medidas para limitar la delincuencia, tomaron medidas represivas que en definitiva acrecentaron la violencia delincuencial en El Salvador. La violencia delincuencial es un problema social, un problema de la sociedad salvadoreña, es ella la que engendra la violencia. Pero esta violencia que ahora nos golpea a todos, por los atracos, las extorsiones, las violaciones y los asesinatos es una sola cara (visible y patente) de toda la violencia existente en el país. ¿Acaso no es violencia tener que vivir con un salario de 240 dólares? ¿Se han olvidado de la violencia institucional de la que hablaba Monseñor Romero? Esa violencia que deja muchas madres solitarias con sus hijos, teniendo que ganarse la vida vendiéndola por un puñado de dólares diario y con eso tiene que mantener a la familia, dar de comer, vestir, calzar, etc. a sus hijos. Es aquí donde surge la demagogia parchista del gobierno de Funes con sus uniformes y zapatos para los escolares. Pero se trata simplemente de una válvula de escape social muy limitada, pues la miseria sigue subiendo, sigue agobiando, sigue desesperando.
Al lado de todo esto tenemos una clase que vive en la opulencia, escondida, protegida que puede consumir todo lo que se le dé la gana. Y en las vitrinas hay productos que se ofrecen a la venta y no se pueden adquirir tan fácilmente por todas las familias, tan fácilmente como lo presenta la publicidad. La miseria real está junto a la opulencia, las mercancías están allí para los que puedan cambiarlas por la mercancía universal que es el dinero. El que no tiene dinero y ha perdido los valores morales o no los ha adquirido, al ver que el trabajo no da para vivir, llega a la delincuencia con una facilidad terrorífica que nos tiene a todos espantados, aterrorizados.
¿Hay solución a estos problemas? Sí, pero para ello hay que salir de los parches, hay que salir a la vana invocación religiosa. Se trata de poner en marcha reformas sociales y societales que limiten o echen por el suelo la dominación de una pequeña casta, la oligarquía. Es esto lo que está en juego en nuestra sociedad desde hace ya un siglo. Es lo que estaba en juego cuando se inició la guerra y sigue estándolo hoy.
El concepto restrictivo de Weber de ser monopolio de la violencia funciona perfectamente en el país. No se trata de toda la violencia, sino de la violencia que protege el ejercicio de la propiedad privada para una clase, la clase burguesa. La ideología le promete a las clases dominadas el goce de la misma paz civil que gozan las clases dominantes. Esto se realiza en grandes grados en los países desarrollados, pero aún en esos países existe un recrudecimiento de la violencia delincuencial. La violencia extrema que existe en nuestro país no pone en juego, ni en riesgo, hasta ahora los principios que defiende el Estado clasista, oligárquico.
O sea que no hay un Estado fallido en el país, pero los diferentes gobiernos en vez de tomar medidas para limitar la delincuencia, tomaron medidas represivas que en definitiva acrecentaron la violencia delincuencial en El Salvador. La violencia delincuencial es un problema social, un problema de la sociedad salvadoreña, es ella la que engendra la violencia. Pero esta violencia que ahora nos golpea a todos, por los atracos, las extorsiones, las violaciones y los asesinatos es una sola cara (visible y patente) de toda la violencia existente en el país. ¿Acaso no es violencia tener que vivir con un salario de 240 dólares? ¿Se han olvidado de la violencia institucional de la que hablaba Monseñor Romero? Esa violencia que deja muchas madres solitarias con sus hijos, teniendo que ganarse la vida vendiéndola por un puñado de dólares diario y con eso tiene que mantener a la familia, dar de comer, vestir, calzar, etc. a sus hijos. Es aquí donde surge la demagogia parchista del gobierno de Funes con sus uniformes y zapatos para los escolares. Pero se trata simplemente de una válvula de escape social muy limitada, pues la miseria sigue subiendo, sigue agobiando, sigue desesperando.
Al lado de todo esto tenemos una clase que vive en la opulencia, escondida, protegida que puede consumir todo lo que se le dé la gana. Y en las vitrinas hay productos que se ofrecen a la venta y no se pueden adquirir tan fácilmente por todas las familias, tan fácilmente como lo presenta la publicidad. La miseria real está junto a la opulencia, las mercancías están allí para los que puedan cambiarlas por la mercancía universal que es el dinero. El que no tiene dinero y ha perdido los valores morales o no los ha adquirido, al ver que el trabajo no da para vivir, llega a la delincuencia con una facilidad terrorífica que nos tiene a todos espantados, aterrorizados.
¿Hay solución a estos problemas? Sí, pero para ello hay que salir de los parches, hay que salir a la vana invocación religiosa. Se trata de poner en marcha reformas sociales y societales que limiten o echen por el suelo la dominación de una pequeña casta, la oligarquía. Es esto lo que está en juego en nuestra sociedad desde hace ya un siglo. Es lo que estaba en juego cuando se inició la guerra y sigue estándolo hoy.
La situación de miedo que se vive en algunos barrios es considerable, andar en transporte público es una amenaza diaria, no se puede andar a altas horas de la noche por la ciudad, por ello esta situación de violencia favorece a la derecha. Si antes los escuadrones de la muerte le hacian el trabajo sucio a la dictadura, ahora las maras hacen ese papel, por lo que a Arena le importa un pepino ya que ellos viven en casa amuralladas. Solo cuando las maras empiecen a amenazar los barrios en donde viven ellos , entonces habrá guerra abierta.
ResponderEliminarLo inquietante es que ya comienzan abiertamente a proponer volver a los esquemas represivos del pasado, como reorganizar las patrullas cantonales, "defensa civil", guardia nacional, etc, además que en lo político, la Tandona busca meterse en la asamblea, así matan dos pajaros de un tiro: Ganar inmunidad por si acaso España prosigue con el juicio por los jesuitas y dentro de la asamblea empujar el carro de las propuestas represivas, creo que en esa misma línea están las declaraciones del arzobispo; pero no hay que desestimar que el problema de las maras es muy serio, mal haría el frente y la izquierda de minimisarlo, pero es un problema que es solucionable a muy largo plazo, con dinero y gente muy iluminada, de lo que lastimosamente carecemos.
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