La principal dificultad que enfrentan los investigadores, biólogos,
antropólogos, filósofos, etc. para determinar si la conciencia es
exclusivamente humana o si la compartimos con algunos mamíferos o más
generalmente con otros animales, consiste en que al observar a los animales e
interpretar sus conductas muy fácilmente podemos caer en el antropomorfismo.
Esta preocupación recorre todo el libro de Derek Denton, “L’émergence de la conscience”
(The Pinnacle of Life. Consciousness and Self-Awareness in Humans and Animals).
El traductor al francés ha tomado en cuenta las intenciones anunciadas por el
autor en su introducción, se trata de ver como aparece (emerge) la conciencia
como una ventaja espectacular de sobrevivencia y anuncia que su modo de abordar
el problema es darwinista, para Derek Denton la conciencia se ha venido
afilando en el yunque de la selección natural. Insiste en que no ha habido
ninguna intervención exterior, ni influencia sobrenatural.
En el libro abundan ejemplos sobre indicios de la existencia de lo que se
podría llamar pre-conciencia en los
animales, por ejemplo las diferentes estrategias de los predadores, las
reacciones de algunos animales domésticos. Se habla de la capacidad de algunos
simios de reconocerse en los espejos, como indicio de una conciencia de sí
mismos. Pero al mismo tiempo, D. Denton señala con énfasis el abismo que separa
a los animales de los hombres a este respecto, sobre todo por la existencia del
lenguaje entre los humanos. Esta diferencia entre los animales y los humanos D.
Denton la correlaciona con el volumen creciente del cerebro y la aparición de
nuevas áreas totalmente ausentes en los mamíferos superiores. Estas áreas están
todas relacionadas al uso del lenguaje. En su obra D. Denton no logra salir de
una concepción muy limitada de la conciencia en la que su principal
característica es tener conciencia de su propia existencia. Al mencionar el
lenguaje uno podría suponer que va a tomar en cuenta todo lo que el lenguaje
permite a los hombres y sobre todo el pensamiento abstracto.
D. Denton da algunos ejemplos de chimpancés que usan algunos signos del
lenguaje de mudos o sordomudos o de palancas que tienen inscripciones de letras
o palabras. Con estos ejemplos trata de mostrar una cierta capacidad de los
simios al uso del lenguaje. Por supuesto que D. Denton nos indica que este uso
es limitado, que lo usan solamente para dar órdenes utilitarias, solicitar
ayuda, alimentos, etc. Nunca usan esa capacidad para formular preguntas. Estos
experimentos son siempre ejecutados con chimpancés en cautividad, lo que es
normal. Sin embargo esta limitación de los experimentos debería alertar a los
científicos a no apresurarse en sus conclusiones generales. ¿Se trata realmente
de un aprendizaje? Pues en todos los experimentos la actuación de los
experimentadores es primordial, son ellos los que toman la iniciativa, son
ellos los que cambian las condiciones del experimento, son ellos los que
recompensan a los animales por sus aciertos y los que en definitiva saben si
los simios han usado correctamente o no los signos. En realidad se trata de un
amaestramiento muy sofisticado. Hay un elemento que se agrega en estos
experimentos se trata que a veces algunos simios aprenden únicamente al
“observar” la actuación de sus congéneres. Pero en todos los casos no se ha
podido ver a ninguno de ellos en la tarea de trasmitir a sus descendientes el uso de esos signos, ni a otros
congéneres adultos. La pregunta es ¿se trata realmente de un aprendizaje? La
pregunta puede formularse de otro modo ¿se trata realmente del uso de signos
por parte de los simios? ¿O simplemente de una proeza humana en el
adiestramiento de estos animales?
La construcción del nido
Todo el mundo ha podido observar en los parques de las ciudades que hay
pájaros que se alimentan de lo que los humanos dejan caer y a veces están al
acecho de esas migajas. Hay palomas que al ver llegar personas con bolsas y alimentos
se acercan. Incluso parece que reconocen a personas que vienen a alimentarlas
en los parques. ¿Esta conducta es inteligente o simple adaptación al ambiente
urbano? Hay gorriones que vienen a “robar” en los platos de algunas terrazas de
restaurantes, como lo hacen con otros animales.
Una vez me ocurrió algo insólito, me había sentado a leer en uno de los bancos de un parque, cerca de la alcaldía del XV barrio de París. De repente, en una de las pausas de mi lectura, vi a una paloma que pulsaba con el pico pedazos de ramas. Vi que desechaba algunos y los abandonaba. Me di cuenta que prefería de cierto tamaño. Tomé algunos pedazos de rama del suelo y los corté al gusto de la paloma. Y cuando la vi aparecer de nuevo a proximidad, le arrojé uno de los palitos que había preparado. Lo tomó con su pico, lo pulsó y tomó vuelo para seguir construyendo su nido. Al corto lapso, volvió y se vino a parar enfrente de mí, como lo hacen con las personas que vienen a darles de comer. Le arrojé otro y sucedió luego lo mismo. ¿Qué se puede concluir de este suceso? No creo que la paloma adquirió el concepto de colaboración o algo por el estilo. En todo caso vio una ventaja en acercarse para que le tirara las ramitas a la medida que necesitaba. Pero cuando retomé mi lectura y dejé de tirarle las ramas siguió tranquilamente, sin enojo conmigo, su tarea de pulsar los palitos. No he tenido la oportunidad de repetir mi “experimento”.
Es totalmente evidente que esta paloma optó por una solución menos
laboriosa a su tarea de construcción del nido, que en su cerebro hubo un
proceso químico-físico que la guió para pararse en mi cercanía para esperar que
le lanzara otro palito. Es de suponer que el resto de palomas hubieran hecho lo
mismo, por lo menos las palomas urbanas, las del campo no se acercan a los
humanos. ¿Se puede pensar que esa conducta denota un embrión de inteligencia?
Mi respuesta es negativa, pienso simplemente que la paloma se adaptó a mi
presencia y a mi conducta.
Ahora bien al aludir a los procesos químicos-físicos en el cerebro de la
paloma me estoy refiriendo al soporte material de su conducta, procesos similares
acaecen en los cerebros de los simios que “aprenden” a servirse de los signos
del lenguaje de los sordo-mudos para obtener golosinas. También han de suceder
procesos similares en los cerebros de otros mamíferos que optan por alguna
estrategia de caza. Lo menciono tomando en cuenta lo que D. Denton ha sugerido
que la conciencia es el producto de la evolución natural, que también en esto
ha habido diversas etapas de pre-conciencia,
un desarrollo gradual. El asunto es que ni la paleontología, ni la arqueología
nos pueden llevar al “momento preciso” en que se produjo el salto hacia el
lenguaje, que es la base de la conciencia. D. Denton insiste que se trata de un
proceso de millones de años, esta insistencia no es vana, al contrario es de
suma importancia. Porque esto nos saca de las impresiones corrientes de que de
repente apareció el hombre, como si hubiera un “fiat homo” repentino. Este modo
de ver se ha incrustado en nuestras mentes por la herencia bíblica o por el
lado “materialista” del famoso “salto cualitativo” a la manera estaliniana de
concebirlo, como algo repentino y brusco.
No descendemos del mono
Desde hace cierto tiempo, algunas décadas, se sabe que no pertenecemos a la
rama de los simios actuales, que tal vez los chimpancés sean los más cercanos a
nosotros, pero se trata de ramas paralelas. Pero la creencia o la casi certitud
que ha existido en el parentesco entre los monos y nuestros ancestros, toda la
terminología conserva hasta ahora el estigma de este presupuesto. Por el
momento los paleontólogos han preferido conservar los términos que proceder a
una revolución taxonómica. Lo importante de la historia que nos entregan los
fósiles (aunque casi todos incompletos) de los que podríamos llamar “antropoideos”
que vivieron en la era terciaria, es que se trata de seres que “caminan
erectos, tienen brazos normales, tallan útiles uniformizados por algunos golpes
con el extremo de una piedra (laja). Su alimentación es parcialmente carnívora.
Esta imagen, banalmente humana, no tiene ninguna relación con la de ningún
simio, pero se aplica tanto al Pitecántropo como al hombre de Neanderthal. La
única diferencia importante es de grado y no de naturaleza, es el tamaño del
cerebro, increíblemente pequeño en los Australopitecos: pequeño hasta el punto
de suscitar cierto enfado en los anatomistas” (André Leroi-Gourhan, “Le geste
et la parole”, Albin Michel, Paris1964, pp. 94-95).
Si es cierto que “la diferencia de grado” ahora ha desaparecido o ha
disminuido (individualmente es mínima) entre los humanos y que la “naturaleza”
consiste en una nueva organización cualitativamente distinta de la del resto de
cerebros anteriores en el mundo animal. Pero la reorganización cerebral no es
la única que se ha producido en los antropoideos, pues el mismo cambio de la
cavidad del cráneo acompaña el
crecimiento cerebral y los cambios faciales. Pero el mismo tiempo la postura
erecta lleva a reestructurar casi todo el esqueleto y los músculos.
Todos esos cambios de forma producen o se correlacionan con cambios de
contenido en las actitudes, en las actividades de esos nuevos animales humanos:
la creación del instrumento más sencillo implica un raciocinio que busca
resolver un problema para alcanzar un fin. Este proceso transforma
absolutamente las relaciones de los humanos con el medioambiente, pues no sólo
se trata de una cuestión temporal, la elaboración del instrumento implica
postergar la satisfacción de una necesidad, sino que supone la previsión de lo
que va a acontecer y la forma en que va a acontecer. Pero lo más importante es
que los hombres en su actividad van a interponer algo entre ellos y la
naturaleza. Es decir esa mediatización material va a incorporar, va a
cristalizar lo que ha ocurrido en el cerebro. Lo ocurrido en el cerebro también
es nuevo, no ha existido antes en otros animales, se trata de la conciencia.
Cambios substanciales en cascada
Llegamos aquí a un punto extremadamente crucial en todo este problema, pues
el surgimiento, la emergencia de la consciencia presupone una relación
determinada entre la gradualidad
cuantitativa y la alteridad
cualitativa. Es en esta correlación que toma sentido el abismo que separa a
los hombres del resto de los animales, del que nos habla Derek Denton. Estamos
hablando de todos los cambios morfológicos que se fueron acumulando en los
antropoides, cambios que no se produjeron de un solo golpe, sino que acontecieron
en millones de años. Se me ocurre que las palomas seguirán hasta su extinción
pulsando ramitos hasta encontrar en la naturaleza los que se adapten a la
construcción del nido, pero ese pulsar repetitivo al infinito es probable que
se produjera en otros animales que buscaron durante millones de años las
piedras más adecuadas para la construcción de sus útiles. Esta actividad se
diferencia en algo substancial en la actividad muy parecida de las palomas,
estas últimas usan los palitos que encuentra en la naturaleza, mientras que los
antropoides buscaban piedras para transformarlas, para volverlas otra cosa. Por
muy similares que parezcan las actividades, a ambas podemos presuponerles
fines, pero incluso esto es solo una apariencia, la actividad del antropoide
tiene un fin proyectado afuera de un ciclo vital animal y su actividad no es
inmediata, sino al contrario se trata de una creación, a partir de lo existente
en la naturaleza se va a crear algo que no ha existido hasta entonces. El uso
del instrumento, ya sea para crear otro instrumento, otro tipo de piedra con
otra forma, es una actividad mediatizada y cualitativamente distinta, es la
aparición del trabajo.
El trabajo además de contener acciones diestras para adaptar un material al
objetivo buscado, va al mismo tiempo mejorando
el instrumento corporal, la mano. Otra circunstancia que es menester señalar es
que como sabemos los antropoides vivían en grupos y sus actividades eran llevadas
colectivamente. El trabajo, la creación de instrumentos que por el momento son
extremadamente primitivos, es también una actividad compartida, todos los
miembros del grupo saben hacerlo, hay pues intercambio de experiencias,
asimilación de la técnica, en una palabra aprendizaje propiamente dicho. Todo
esto nos obliga a presuponer la existencia de un medio de comunicación que va
mucho más allá de las simples señales de alerta o de alegría, se trata del
lenguaje articulado. Es inútil tratar de buscar su estructura inicial, su
sonoridad, lo único que podemos producir en este campo son elucubraciones
trasnochadas. Todo esto indica cooperación, actividad común, reparto, lenguaje:
esto también es otro cambio substancial, los que vivían en grupos gregarios
pasan a vivir en sociedades humanas. Esto trae aparejado otro aspecto
particular de la sociedad y del género, más allá de la variabilidad genética,
existe otra que es la variabilidad social: este se da en el aprendizaje tanto
del lenguaje, como de la elaboración de los mazos de piedra, unos son más
hábiles que otros en tal o tal actividad. Esto también va a producir algo hasta
entonces inexistente en la naturaleza, se trata de una individuación en el
comportamiento: en otras palabras aparecen los individuos.
Hemos visto que se han dado procesos correlativos, todos los cambios
biológicos, las nuevas estructuras y organizaciones corporales, internas y
externas. Muchos definen al “hombre” describiendo estas características,
postura erecta, verticalidad, cráneo voluminoso y cerebro más grande y pesado,
mano con un pulgar opuesto al resto de los dedos, etc. Muchos agregan a estas características
el lenguaje. ¿Por qué solamente el lenguaje? La definición del “hombre” de esta
manera, que no toma en cuenta todas las transformaciones que se dieron en el
origen y que se fueron profundizando con el correr de los siglos, en el que la
acumulación de experiencias y de instrumentos va cambiando la sociedad y a los
individuos. Porque este correr de los siglos y todos esos cambios vuelve a los
hombres seres con una historia particular, que ha dejado de ser una historia
natural, animal, para constituirse en una historia social, humana, que produce
individuos a partir de estas relaciones que se instauran en la sociedad.
Habrá que considerar el papel que juega el azar, ya que la selección natural actúa con lo que encuentra y reacomoda las estructuras para otras funciones, por ejemplo, los huesecillos del oido interno no evolucionaron para "oir", sino que formaban parte de la mandibula de los antecesores acuáticos, lo mismo pasa con nuestras extremidades: brazos y piernas cuyos orígenes los hallamos en las aletas de los animales que salieron del agua y se volvieron terrestres. Así que la conciencia "emergió", quizás espontáneamente y resultó útil para el proceso evolutivo, aunque eso está por ver , pues asi como vamos el mismo hombre destruirá este planeta.El francés Monod escribió acerca de la interacción Azar y Necesidad, así creo que se titula el libro, ya un poco viejo. Habrá que considerar si la "conciencia" puede emerger en las computadoras: Robots.
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