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03 mayo 2012

Lecturas y recuerdos (lingüísticos)


En estos días he vuelto a mis lecturas lingüísticas, he leído viejos artículos y conferencias de André Martinet, algunos de Emile Benveniste,  he vuelto a hojear a de Saussure, me he enfrascado en algunos textos de autores rusos que tratan del aspecto, la temporalidad y la modalidad. Los textos de Martinet me retrotrajeron a mis años universitarios en los que descubrí que muchas cosas se aprenden discutiéndolas con los amigos. No recuerdo exactamente de quién fue la idea, pero un grupo de alumnos de la Facultad de Filología (Departamento de Lingüística General) decidimos crear un “Círculo”, tal vez soñando que alguna vez imitaríamos al famoso Círculo de Praga de inicios del siglo pasado. Dos profesores nos alentaron mucho al principio, mi profesor principal Dimitri Evguenievich Mijalchí y el docente Yuri Veniaminovich Vannikof. Sus intereses y personalidades eran complementarias y no dejo de señalar que eran heterogéneas, la primera basada en toda la historia de los inicios de nuestra ciencia y el otro apasionado en todo lo nuevo que llegaba del extranjero, gran experimentador de métodos. Pues en ese “Círculo” discutíamos mucho. La manera de proceder era la siguiente, uno de nosotros preparaba una ponencia, corta, de diez a quince minutos y luego nos poníamos a desmenuzarla. Nos reuníamos dos veces al mes, lo hicimos durante dos años. Esto terminó cuando algunos miembros tuvieron que empezar a escribir sus tesis de fin de carrera.

André Martinet me recuerda esas reuniones pues tanto los temas, como el enfoque suyo en mucho se asemejan al que practicaban nuestros profesores moscovitas y que nosotros asumíamos y, creo, seguimos asumiendo hoy. Aunque hay un punto fundamental que nos separaba a muchos y es que no lográbamos ponernos de acuerdo sobre la famosa división del maestro ginebrino de Saussure, Lengua y Habla. Pienso que en toda la lingüística europea sigue siendo un problema teórico que no se ha dilucidado hasta el final. La formulación que encontramos en el famoso y fundador “Curso de Lingüística General” no es muy precisa, no adquiere allí un aspecto acabado, viene mezclada con otros temas que tampoco fueron expuestos allí con el rigor que tal vez tuvo en su cabeza el maestro, pero que no se plasmó en los apuntes de sus alumnos, ni encontró reflejo en el famoso “Curso”  que fue redactado por Charles Bally y Albert Sechehaye a partir de dichos apuntes.

Este fue uno de nuestros temas más enconados. Muchos afirmaban que se trataba simplemente de una división metodológica, una especie de punto de vista a partir del cual se abordaba la investigación. Otros sostenían que en realidad esa división tocaba más de fondo a la esencia misma del objeto lingüístico: el lenguaje humano. No obstante pocos encontraban la forma de exponer la teoría de manera totalmente satisfactoria. Nos llegó durante esos años unos escritos, que ya tenían su tiempo de circular en Uruguay, de Eugenio Coseriu. El asumía la división, pero le agregaba un tercer término, la norma. En su “Sistema, norma y habla” procede a una crítica aguda y por momentos convincente de la fallas en la exposición que encontramos en el “Curso”. Pero Coseriu ve en algunos momentos señalados de esta dualidad simplemente “aporías”, sin ir más allá en su análisis. A veces encontramos en ese escrito la palabra “dialéctica”, pero no llega más lejos que a simples señalamientos. Como sea, la teoría de Coseriu se impuso en nuestro “Círculo” y en nuestra facultad. Su influencia en la lingüística soviética fue más reducida, la traducción de su obra llegó  demasiado tarde, cuando ya el dogmatismo brezhneviano comenzaba a hacer sus estragos.

La oposición a la bipartición saussureana también era filosófica: los ataques venían del empirismo disfrazado en materialismo “dialéctico” de algunas eminencias de la Academia de Ciencias Humanas de la Unión Soviética, otras del empirismo sin máscaras, que no aceptaban las consideraciones teóricas y que se limitaban a estudiar las “conductas”. Muchos por supuesto reconocen que lo único a lo que tenemos acceso es al lenguaje hablado, a las manifestaciones, a lo que de Saussure llama “Habla”. Para estos estudiosos la “Lengua” saussureana no es más que una construcción, sin asidero material observable. Este ha sido el punto que han esgrimido muchos. Martinet, el de los textos que acabo de leer, expresa de alguna manera ese pensamiento, lo único concreto que tenemos y del que podemos hablar es el “Habla”.

Nada es más ingrato para un aprendiz en una ciencia que tener intuiciones sin poseer los conocimientos necesarios para poder fundamentarlas. Esto fue lo que me ocurrió. Pues las oposiciones que señala de Saussure en su “Curso”, a pesar de todas las deficiencias de no ser totalmente un libro suyo, que no fue redactado de manera expresa, esas oposiciones no me parecían ser simple “aporías” como exponía Coseriu, sino que verdaderas contradicciones dialécticas, que “Lengua” y “Habla” formaban una unidad indivisible. Pero entonces la dialéctica materialista que se practicaba en la URSS no me permitía mucho avanzar, era más bien algo anti-dialéctico, era un esqueleto petrificado que no podía reflejar el movimiento que se realiza en el funcionamiento del lenguaje. Cuando en el “Círculo” abordé este tema, todos se iban hacia el empirismo “dialéctico” que reinaba en la URSS. Ese materialismo se mezclaba más con el pragmatismo que con Hegel o Marx.

Pero la cosa se me complicaba más porque la dialéctica en sí no era trabajada en los textos que entonces nos servían de referencia. Los ejemplitos estalinianos seguían vigentes, el agua que hierve y los famosos saltos (de rana) que se dan en la naturaleza y en la sociedad. Esto llegó hasta el colmo en El Salvador con los tantos “saltos cualitativos” que se producían en el proceso revolucionario. La simple adhesión a un partido era ya un salto cualitativo… Ponerse de acuerdo con la dirección también era un “salto cualitativo” y la creación de alianzas y nuevos organizaciones eran “saltones” dialécticos.

Hubo un texto que me llamó mucho la atención, pero que en el ambiente de entonces, citarlo era cometer una herejía, estudiarlo un crimen de lesa línea oficial, me refiero a un folleto de Mao que se llama “De la contradicción”. No obstante no tenía entonces la formación necesaria para darme totalmente cuenta que Mao innovaba en algo, que señalaba algo fundamental, algo que no se había claramente teorizado hasta entonces. Se trata de la “contradicción no-antagónica”. Por lo general aprendíamos a usar, más bien a mentar, la contradicción antagónica entre la burguesía y el proletariado, cuya resolución es la superación de uno de los contrarios, la desaparición de la burguesía con el advenimiento de una sociedad sin clases. La contradicción “no-antagónica” de Mao funcionaba en el “seno del pueblo”. Mao casi no teoriza, sino que da muchos ejemplos, que justificaban las alianzas durante la guerra de liberación, etc. Pero esas contradicciones “no-antagónicas” volvían a ser antagónicas una vez las condiciones sociales que habían permitido el funcionamiento de la “contradicción no-antagónica” habían desaparecido.

Como se puede ver no hay en Mao una verdadera conceptualización de esta contradicción y más bien provoca mayor confusión teórica, pues echa por el suelo lo que se puede saber de la esencia de ambas contradicciones, pues si tan fácilmente se puede pasar de una a otra, ninguna posee su propia identidad esencial. Es decir para Mao la distinción no es categorial, es circunstancial. Esto que estoy diciendo aquí, lo sé hoy, en aquellos años del “Círculo” de la Lumumba eran apenas vislumbres nebulosos.

Pero si queremos aplicar la dialéctica al conocimiento en lingüística debemos usar el concepto de “contradicción no-antagónica”, en la unidad de un fonema funciona en la oposición entre el “signifié” y el “signifiant” saussureanos (“significado” y “significante”), es lo que trabaja todo el mecanismo lingüístico, por consiguiente “Lengua” y “Habla” no son simplemente diferentes puntos de vista, no son dos partes separadas, una no funciona sin la otra, una no existe sin la otra, ambas son la misma cosa, constituyen una unidad, una unidad de lo concreto y lo abstracto, de lo particular y lo universal, de lo individual y de lo social. Por supuesto que aquí apenas menciono temas de estudio, es necesario que siga conversando con ustedes sobre este tema. Les pido paciencia, esto trae cola.



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