La plaza de la vergüenza
Por Carlos Abrego
Con la inauguración, en Antiguo Cuscatlán, de una plaza con el nombre del jefe de asesinos, del fundador de los Escuadrones de la Muerte, el partido en el poder en El Salvador, asume plenamente su pasado y le envía a la nación un mensaje de graves contenidos. Su negativa de derogar la ley de amnistía alegando que de nada vale mirar hacia el pasado, pues sus ojos los tienen fijos en el futuro, pudo interpretarse que tenían alguna vergüenza de asumir su pasado, que rehusaban ser mezclados con los que cometieron las atrocidades durante la guerra. No es el caso. Ellos asumen pues como suya la historia de asesinatos cometidos durante tantos años en nuestro país, la asumen como herencia, la revindican. No es otro el significado de la presencia del presidente en ese acto.
No obstante es urgente levantar la voz para decirle que él estuvo ahí como jefe de ARENA y no represéntandonos a todos. Estuvo como heredero de los fascistas que ensangrentaron al país. Los gritos que hizo corear el presidente lo ponen al nivel de su estatura.
El ultraje que le han lanzado a todas las víctimas de los Escuadrones de la Muerte es una muestra más de la trágica estupidez de nuestros reaccionarios. ¿De qué libertad habla Saca? La que se arrogan de ser los dueños del país, la de no soportar que se pueda tener otras ideas que las suyas, la de no aceptar que se pueda exigir justicia. ¿Si tan alto creen que es el destino nacional del asesino en jefe, por qué se niegan abrir los tribunales que le den justicia?
El presidente Saca tal vez cree que la historia se escribe con spots publicitarios y que la verdad se oculta con patrañas. La exaltación del crimen no puede conducir a la conciliación, a la armonía que tanto pretenden exigir. Después de insultar a una familia sufrida al no querer pedir perdón públicamente por las hermanas Serrano, el presidente se negó a ir a Chalatenango. Entonces se trataba de pedir perdón en nombre del Estado. La ausencia del presidente en el acto, el incumplimiento de lo que una instancia internacional exigía y las sucesivas tergiversaciones ya habían dejado claro el mensaje que le enviaban al país y al mundo.
No he podido desligar el rechazo de pedir perdón a los familiares de las hermanitas Serrano y este ultraje a la nación. En ambos casos el partido en el poder, con sus ministros y su jefe asumen la historia de los crímenes cometidos y se comportan en consecuencia.
¿Qué argumento van a encontrar para seguir negando abolir la ley de amnistía? Pues con esa plaza de la vergüenza la derecha ha vuelto su mirada hacia el pasado para asumirlo. Que acepten también los tribunales.
Al asumir como herencia los crímenes cometidos durante la guerra, pues con esa plaza no se trata de otra cosa, ¿podemos hacerles confianza para que acaben con la violencia de hoy? La violencia actual les sirve para agravar leyes, para atacar a los jueces, para reactivar escuadrones, para limitar los derechos. No sé si se dan cuenta que es a ese partido, que algunos diputados le entregaron las riendas de la Corte Suprema de Justicia y con ello el control completo del Estado.
Nos estamos encaminando hacia momentos de fuertes confrontaciones, de nuevo la arrogancia de los poderosos se va a manifestar con toda su violencia. Cada vez más van a confundir su codicia con el interés nacional y al que se oponga a esa confusión, al que les niegue el derecho de considerarse los dueños del país, al que no admita que entreguen el cielo, la tierra y el subsuelo a la rapiña extranjera, lo tratarán como a un enemigo. Y dirán que es enemigo de la libertad. El presidente de ARENA acaba de afirmar que el organizador del asesinato de Monseñor Romero “le apostó al país, al progreso y a la libertad”. Es a esa gente que tenemos en frente. No lo olvidemos.
Por Carlos Abrego
Con la inauguración, en Antiguo Cuscatlán, de una plaza con el nombre del jefe de asesinos, del fundador de los Escuadrones de la Muerte, el partido en el poder en El Salvador, asume plenamente su pasado y le envía a la nación un mensaje de graves contenidos. Su negativa de derogar la ley de amnistía alegando que de nada vale mirar hacia el pasado, pues sus ojos los tienen fijos en el futuro, pudo interpretarse que tenían alguna vergüenza de asumir su pasado, que rehusaban ser mezclados con los que cometieron las atrocidades durante la guerra. No es el caso. Ellos asumen pues como suya la historia de asesinatos cometidos durante tantos años en nuestro país, la asumen como herencia, la revindican. No es otro el significado de la presencia del presidente en ese acto.
No obstante es urgente levantar la voz para decirle que él estuvo ahí como jefe de ARENA y no represéntandonos a todos. Estuvo como heredero de los fascistas que ensangrentaron al país. Los gritos que hizo corear el presidente lo ponen al nivel de su estatura.
El ultraje que le han lanzado a todas las víctimas de los Escuadrones de la Muerte es una muestra más de la trágica estupidez de nuestros reaccionarios. ¿De qué libertad habla Saca? La que se arrogan de ser los dueños del país, la de no soportar que se pueda tener otras ideas que las suyas, la de no aceptar que se pueda exigir justicia. ¿Si tan alto creen que es el destino nacional del asesino en jefe, por qué se niegan abrir los tribunales que le den justicia?
El presidente Saca tal vez cree que la historia se escribe con spots publicitarios y que la verdad se oculta con patrañas. La exaltación del crimen no puede conducir a la conciliación, a la armonía que tanto pretenden exigir. Después de insultar a una familia sufrida al no querer pedir perdón públicamente por las hermanas Serrano, el presidente se negó a ir a Chalatenango. Entonces se trataba de pedir perdón en nombre del Estado. La ausencia del presidente en el acto, el incumplimiento de lo que una instancia internacional exigía y las sucesivas tergiversaciones ya habían dejado claro el mensaje que le enviaban al país y al mundo.
No he podido desligar el rechazo de pedir perdón a los familiares de las hermanitas Serrano y este ultraje a la nación. En ambos casos el partido en el poder, con sus ministros y su jefe asumen la historia de los crímenes cometidos y se comportan en consecuencia.
¿Qué argumento van a encontrar para seguir negando abolir la ley de amnistía? Pues con esa plaza de la vergüenza la derecha ha vuelto su mirada hacia el pasado para asumirlo. Que acepten también los tribunales.
Al asumir como herencia los crímenes cometidos durante la guerra, pues con esa plaza no se trata de otra cosa, ¿podemos hacerles confianza para que acaben con la violencia de hoy? La violencia actual les sirve para agravar leyes, para atacar a los jueces, para reactivar escuadrones, para limitar los derechos. No sé si se dan cuenta que es a ese partido, que algunos diputados le entregaron las riendas de la Corte Suprema de Justicia y con ello el control completo del Estado.
Nos estamos encaminando hacia momentos de fuertes confrontaciones, de nuevo la arrogancia de los poderosos se va a manifestar con toda su violencia. Cada vez más van a confundir su codicia con el interés nacional y al que se oponga a esa confusión, al que les niegue el derecho de considerarse los dueños del país, al que no admita que entreguen el cielo, la tierra y el subsuelo a la rapiña extranjera, lo tratarán como a un enemigo. Y dirán que es enemigo de la libertad. El presidente de ARENA acaba de afirmar que el organizador del asesinato de Monseñor Romero “le apostó al país, al progreso y a la libertad”. Es a esa gente que tenemos en frente. No lo olvidemos.
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