El Alma Desnuda
La casa editora francesa José Corti tiene una excelente colección, rica y sugestiva, en lisant en écrivant. Se trata de eso, de leer escribiendo. Es lo que me propongo hacer en estas crónicas, iré comentando lo que el azar de los encuentros o el rescate de alguna estantería quiera poner en mis manos. Esta vez fue un encuentro el que me permitió conocer un hermoso librito de poemas: “Historia de los Espejos” de Susana Reyes[1].
Todo lo que escriba sobre este poemario siempre me va a parecer poco, pues se trata de un libro conmovedor y profundo. La alta calidad de sus imágenes se mantiene a lo largo de todos sus poemas y su claridad y sencillez reflejan la autenticidad de los sentimientos expresados.
Susana Reyes pone en marcha la paradoja de la lírica: la expresión es personal, íntima, profundamente subjetiva. Ella se abandona y abandona sus sentimientos al lenguaje que la vuelven de esa forma singular. No obstante esa expresión tan propia, tan suya, nos arrastra, nos conmueve, nos fuerza a comulgar con su desgarradora soledad, a seguir con ella en la búsqueda y a sentir nuestro su desasosiego.
Desde el primer poema sus imágenes sorprenden y nos estremecen. Ella entrega su cuerpo a pedazos, cada miembro va cobrando vida propia, su alma queda desnuda.
“Entro y salgo por las mismas paredes,
mi pie es el sabio,
mi espíritu retorna al singular origen
y trato de leer la historia
en la infinita biblioteca de sangre,
donde voy, regreso, voy, regreso”.
Es preciso un momento de silencio, dejar que cada imagen vaya sola, con su propia sabiduría, al nervio de nuestra alma que sea más receptivo. La insistente perseverancia para ir en busca de una explicación, que le hable de su actual circunstancia desde el inicio, a través de la vida o la muerte de todos los que le han precedido. El hoy tiene siempre una historia, el hoy personal, como el hoy común. Todos nos hemos visto un día arrastrados —involuntariamente o tal vez ocultándonos el deseo de conocer— hacia el gran mito del inicio, de nuestro origen. El origen que nos hace singulares; al mismo tiempo el yo íntimo anhela saber qué pasado está encarnando. Aquí nos acontece lo de siempre, lo singular trasciende hacia lo universal, pues el lenguaje poderosamente nos ata a todos en un solo manojo. Todos queremos “leer la historia”, nuestra historia, la particular, la que nos ha ido forjando y hemos entrado en esas páginas en las que la sangre es vida y es muerte.
Es casi seguro que cada uno de nosotros, y en primer lugar Susana Reyes, entienda a su manera la palabra “historia”, que cada uno la acomode a su circunstancia. Estoy usando muy a propósito esta palabra, circunstancia, pues es justamente con ella que han querido expulsar la historia de la poesía. Pero el yo lírico en su máxima expresión individualista, al oponerse al mundo, es precisamente espejo de la circunstancia común.
“El camino es ancho,
la lectura del pasado es garra hincándose
en las entrañas,
en vano exprimo las hojas palpitantes,
el pasado es cicatriz, apenas sombra de la vida,
legiones silenciosas marchándose,
mientras voy, regreso, voy, regreso
como la criatura inquieta,
como la sabia, la curandera,
la pitonisa eterna”.
El recuento de lo vivido es doloroso. No voy a extenderme en glosas de la bellas imágenes con que nos regala nuestra poeta. No obstante cuántos de nosotros volvemos obsesionadamente a escrutar esos años que ya se fueron y que continuamos sintiéndolos como abiertas cicatrices que siguen desfigurándonos. Y en esto también imitamos los pasos de Susana Reyes, vamos y regresamos, inquietos de lo que vamos a leer en esa “infinita biblioteca de sangre” y quisiéramos realmente ser curanderos para calmar los dolores. El destino individual se junta inexorablemente con el destino común. Cada uno de nosotros tiene sus propias “hojas palpitantes” y cuántas veces no hemos querido devolverles la palabra a esas “legiones silenciosas” que se alejan y que para cada uno de nosotros tienen rostros diferentes.
La fuerza, la profundidad de este primer poema residen en que las imágenes son intensamente personales, no obstante no menudean el sufrimiento, ni ponen detalles a cada una de las páginas de la ensangrentada historia. El dolor de una búsqueda que se siente como “arado inútil en el fango” y cesar de buscar “un animal desconocido que hace sombra” en el cuerpo, no expresan sólo el sufrimiento individual, ni las sentidas emociones personales, el poema nos toca por su autenticidad y porque al tener valor estético su carácter individual accede a lo universal.
Lo universal es lo humano que cada uno de nosotros encuentra en el poema, lo humano que resuena como un profundo eco en nuestro cuerpo y que nos obliga a ver con nuestros propios ojos los largos estantes de la “infinita biblioteca de sangre” y a sentir también desesperada nuestra búsqueda.
Aquí termina mi primera crónica. Pero con esto no concluyo mis comentarios del poemario de Susana Reyes. Espero haber compartido la intensa emoción que han causado en mí sus poemas y que a los que no conocen a esta poeta salvadoreña los mueva a buscar su libro.
[1] Historia de los Espejos, Susana Reyes, DPI, San Salvador, 2004, colección nuevapalabra.
La casa editora francesa José Corti tiene una excelente colección, rica y sugestiva, en lisant en écrivant. Se trata de eso, de leer escribiendo. Es lo que me propongo hacer en estas crónicas, iré comentando lo que el azar de los encuentros o el rescate de alguna estantería quiera poner en mis manos. Esta vez fue un encuentro el que me permitió conocer un hermoso librito de poemas: “Historia de los Espejos” de Susana Reyes[1].
Todo lo que escriba sobre este poemario siempre me va a parecer poco, pues se trata de un libro conmovedor y profundo. La alta calidad de sus imágenes se mantiene a lo largo de todos sus poemas y su claridad y sencillez reflejan la autenticidad de los sentimientos expresados.
Susana Reyes pone en marcha la paradoja de la lírica: la expresión es personal, íntima, profundamente subjetiva. Ella se abandona y abandona sus sentimientos al lenguaje que la vuelven de esa forma singular. No obstante esa expresión tan propia, tan suya, nos arrastra, nos conmueve, nos fuerza a comulgar con su desgarradora soledad, a seguir con ella en la búsqueda y a sentir nuestro su desasosiego.
Desde el primer poema sus imágenes sorprenden y nos estremecen. Ella entrega su cuerpo a pedazos, cada miembro va cobrando vida propia, su alma queda desnuda.
“Entro y salgo por las mismas paredes,
mi pie es el sabio,
mi espíritu retorna al singular origen
y trato de leer la historia
en la infinita biblioteca de sangre,
donde voy, regreso, voy, regreso”.
Es preciso un momento de silencio, dejar que cada imagen vaya sola, con su propia sabiduría, al nervio de nuestra alma que sea más receptivo. La insistente perseverancia para ir en busca de una explicación, que le hable de su actual circunstancia desde el inicio, a través de la vida o la muerte de todos los que le han precedido. El hoy tiene siempre una historia, el hoy personal, como el hoy común. Todos nos hemos visto un día arrastrados —involuntariamente o tal vez ocultándonos el deseo de conocer— hacia el gran mito del inicio, de nuestro origen. El origen que nos hace singulares; al mismo tiempo el yo íntimo anhela saber qué pasado está encarnando. Aquí nos acontece lo de siempre, lo singular trasciende hacia lo universal, pues el lenguaje poderosamente nos ata a todos en un solo manojo. Todos queremos “leer la historia”, nuestra historia, la particular, la que nos ha ido forjando y hemos entrado en esas páginas en las que la sangre es vida y es muerte.
Es casi seguro que cada uno de nosotros, y en primer lugar Susana Reyes, entienda a su manera la palabra “historia”, que cada uno la acomode a su circunstancia. Estoy usando muy a propósito esta palabra, circunstancia, pues es justamente con ella que han querido expulsar la historia de la poesía. Pero el yo lírico en su máxima expresión individualista, al oponerse al mundo, es precisamente espejo de la circunstancia común.
“El camino es ancho,
la lectura del pasado es garra hincándose
en las entrañas,
en vano exprimo las hojas palpitantes,
el pasado es cicatriz, apenas sombra de la vida,
legiones silenciosas marchándose,
mientras voy, regreso, voy, regreso
como la criatura inquieta,
como la sabia, la curandera,
la pitonisa eterna”.
El recuento de lo vivido es doloroso. No voy a extenderme en glosas de la bellas imágenes con que nos regala nuestra poeta. No obstante cuántos de nosotros volvemos obsesionadamente a escrutar esos años que ya se fueron y que continuamos sintiéndolos como abiertas cicatrices que siguen desfigurándonos. Y en esto también imitamos los pasos de Susana Reyes, vamos y regresamos, inquietos de lo que vamos a leer en esa “infinita biblioteca de sangre” y quisiéramos realmente ser curanderos para calmar los dolores. El destino individual se junta inexorablemente con el destino común. Cada uno de nosotros tiene sus propias “hojas palpitantes” y cuántas veces no hemos querido devolverles la palabra a esas “legiones silenciosas” que se alejan y que para cada uno de nosotros tienen rostros diferentes.
La fuerza, la profundidad de este primer poema residen en que las imágenes son intensamente personales, no obstante no menudean el sufrimiento, ni ponen detalles a cada una de las páginas de la ensangrentada historia. El dolor de una búsqueda que se siente como “arado inútil en el fango” y cesar de buscar “un animal desconocido que hace sombra” en el cuerpo, no expresan sólo el sufrimiento individual, ni las sentidas emociones personales, el poema nos toca por su autenticidad y porque al tener valor estético su carácter individual accede a lo universal.
Lo universal es lo humano que cada uno de nosotros encuentra en el poema, lo humano que resuena como un profundo eco en nuestro cuerpo y que nos obliga a ver con nuestros propios ojos los largos estantes de la “infinita biblioteca de sangre” y a sentir también desesperada nuestra búsqueda.
Aquí termina mi primera crónica. Pero con esto no concluyo mis comentarios del poemario de Susana Reyes. Espero haber compartido la intensa emoción que han causado en mí sus poemas y que a los que no conocen a esta poeta salvadoreña los mueva a buscar su libro.
[1] Historia de los Espejos, Susana Reyes, DPI, San Salvador, 2004, colección nuevapalabra.
El deleite es máximo al leer tus comentarios, Carlos. No sólo nos llevas a descubrir una hermosa selección de poemas, sino que además nos abres las puertas de tu propia sensibilidad lectora. Enorme placer el de seguirte leyendo escribiendo.
ResponderEliminarA fantastic blog. Keep it up. This may be of interest to you; how to buy & sell tea on interest free credit; pay whenever you want.
ResponderEliminarMaestro, sus comentarios son muy acertados, en lo personal no he tenido el gusto de leer ese libro, sin duda alguna cuando lo lea, encontrare seguramente estos pasajes misteriosos y poeticos que uested perfectamente describe y señala sobre Susana.
ResponderEliminarSin duda alguno sus comentarios son un aporte muy importante para enriquecer la literatura.