Desde
hace unas semanas tengo deseos de reanudar mis diálogos con mis
lectores. No lo hago ahora por lo ocurrido el nueve de febrero. Mucho
se ha dicho desde el punto de vista jurídico de esta tentativa de
golpe de Estado. Pero analizar este putsch
desde el punto de vista político la cosa se vuelve más complicada,
pues aún no son muy visibles las consecuencias dentro de la sociedad
salvadoreña. Es cierto que el rechazo ha sido fuerte abarcando
instituciones sociales y económicas, asociaciones de toda índole y
representativas del conjunto de la sociedad y tal vez solo los
miembros del núcleo más fanatizado de sus seguidores han aplaudido;
las consecuencias internacionales sí son más patentes, el
presidente más cool
ha dejado de serlo, no hay institución internacional que no haya
reprobado, la gran mayoría de gobiernos emitieron protestas y
manifestaron su indignación y su preocupación.
Tal vez lo más visible sea que la
imagen presidencial ha quedado muy desteñida. Para el personaje que se ha
esmerado en primer lugar de crearse un semblante de víctima, de
alguien acosado por los cuatro costados, que no pasa un día sin que
contraataque (el tono que adopta en sus ataques es siempre de queja,
como respondiendo a un ataque). Llegar a la Asamblea en son de
guerra, usurpar el sillón de la presidencia legislativa haciéndose
acompañar por un fuerte contingente del ejército y gran cantidad
de policías, lo pone como un agresor, un transgresor y un hombre
violento. Muy lejos queda su victimización y las plañideras
posturas. Sinceramente creo que no va a tardar en retomar su
acostumbrada postura de víctima. Otro punto que salta a la vista es
que sus consejeros políticos y jurídicos son incompetentes. Pues ha
quedado manifiesto el rompimiento del orden constitucional y su
rebelión y rebeldía aunque frustradas no dejan de ser patentes. La
Sala de lo Constitucional no ha dado todavía un fallo, pero las
medidas cautelares nos dan más que indicios hacia donde apuntan los
magistrados.
Su
oración-plática con Dios ha dejado a muchos simplemente perplejos
además de indignar a la mayoría. Ignoro si esta dramática escena
la tenía ya preparada o si fue una improvisación de último minuto.
En todo caso su confesión —ante las cinco mil personas que
acudieron a su llamado— que acababa de oír a Dios aconsejarle
tener paciencia, linda con o es una dolencia psíquica. Con esto se
llegó a un doble paroxismo, invocar al cielo como último argumento
para dictar un ultimato a la Asamblea y recibir en respuesta una
rotunda negación de sus seguidores que pugnaban enaltecidos y
exaltados por acabar con todo inmediatamente. Esto no sé por qué me
evoca el verso del “Payador Perseguido” de Atahualpa
Yupanqui:
“Dios por aquí no pasó”.
Me he referido a la inepcia de sus
consejeros, existe la posibilidad de que no aconsejen, sino que
busquen las justificaciones a lo ya decidido por el presidente. Los
que me leen en Facebook saben que suelo comparar a Bukele con el Duce
Mussolini, por sus gestos, su significativa comicidad, sus desplantes
y ese populismo peligroso que tiende al fascismo. Su persona hay que
identificarla al pueblo y el pueblo tiene que identificarse con el
caudillo. En la toma de poder, durante su discurso, los concurrentes
siguiendo su dictado le juraron fidelidad al duce Bukele.
Desde el comienzo de su mandato sus órdenes son personales y
directas (por tuits) y los ministros responden “a sus órdenes”.
Los ministros e incluso los militares del cuartel de San Miguel
obedecieron sin que les llegara una notificación por la vía
oficial. Desde su toma de poder se mantiene en una permanente
actividad contra los partidos políticos y especialmente contra el
FMLN. Para combatir a los mismos de siempre y su supuesto
nepotismo mandó despedir a empleados de segundo orden; mientras
instalaba en su gobierno y agencias del Estado a su parentela y
cherada. Ha recortado las prestaciones sociales, cerrado Secretarias
del gobierno, etc. Esto era aplaudido por muchos, les parecía que
esta purga era necesaria para purificar al país. Su popularidad
se mantenía intacta o incluso quizás aumentaba. Por lo menos era lo
que mostraban las encuestas que se difundían. Hasta una encuesta de
la UCA que no resultó tan ventajosa, aunque sí mostraba un apoyo
mayoritario al presidente en particular y a su gobierno.
La pregunta que surge ahora es ¿Qué
necesidad tenía Bukele de intentar el golpe de Estado contra la
Asamblea? No era por el préstamo, no. Son muchos los millones que ya
recibió (mil doscientos millones en menos de seis meses), en el
presupuesto de la nación tiene más de 700 millones que aún no han
sido utilizados. Me parece imposible que haya atentado contra el
orden constitucional simplemente por complacer a su amigo israelí
Yaniv Zangilievitch. Me cuesta creerlo.
No obstante uno no puede dejar de lado
incluso esta posibilidad, pues esta amistad se mezcla con negocios y
contratos millonarios y viajes y tal vez cuentas secretas en paraísos
fiscales, las amistades fuertes se nutren de correspondencias.
Sin dejar de lado esta posibilidad hay
que atender con seriedad lo que algunos analistas han sugerido
permaneciendo en el estricto terreno de lo político y de las metas
políticas. ¿De qué se trata? De un intento precipitado de acaparar
de una vez por todas el aparato estatal, integralmente, para esto la
disolución de la Asamblea era necesaria, pues luego se convocaría a
una Constituyente para que redactara una nueva Constitución a su
medida.
Se trata de una ambición totalitaria,
llevando al extremo el carácter despótico del estado salvadoreño.
Los comentaristas observan que desde el principio el presidente ha
mostrado una inclinación hacia la militarización de la sociedad,
aportándole a las fuerzas armadas mayor presupuesto y confiándole
misiones extra-constitucionales. El presidente ha mostrado el
impetuoso deseo de dominarlo todo, una tendencia a no aceptar
críticas, ni comentarios desfavorables. Exige una prensa sumisa, ha
creado también toda una red de sitios productores de falsas noticias
y sobre todo distribuye la publicidad o la retira según el criterio
de aceptación o rechazo de su política. Algunos señalan que ha
empezado a utilizar los servicios de inteligencia del estado para
vigilar a sus oponentes o sospechosos políticos. Se trata de
instalar un régimen totalitario con tintes fascistas. Las
condiciones para ello es el caudillismo exacerbado, que se viene
señalando desde algún tiempo, el caudillo encarna las aspiraciones
del pueblo, sus deseos son los ansias populares, sus amigos son los
amigos del pueblo y sus enemigos son los enemigos del pueblo. Por muy
primitivo que esto parezca, pero se ha venido plasmando en sus
propios discursos, como en los comentarios de sus partidarios y del
ejército de troles que se comportan como verdaderos acosadores en
las redes sociales. Estos troles son realmente las camisas pardas
virtuales del presidente.
Estamos frente a ese peligro que no se
puede desdeñar o minimizar. Y la tentativa del golpe asumiendo el
papel de rebelde contra el orden constitucional, alzado en armas,
llevando al ejército a asumir funciones contrarias a las que le han
sido asignadas en la Constitución volviéndolo en infractor de este
bien jurídico de la nación. El peligro persiste, lo muestra su
discurso incluso estas semanas posteriores, en el que persiste en su
derecho a ponerse por encima de la Constitución y desacreditando a
los dos poderes la Asamblea y la Sala de lo Constitucional. Si la
Fiscalía se muestra condescendiente o timorata y en gran negligencia
no emprende la persecución del delito cometido, podemos asistir a
una recidiva criminal e inaugurando un régimen personal de corte
fascista.
Sus análisis son siempre certeros, espero leerlo más seguido por acá también. Saludos,
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