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21 febrero 2020

9 de febrero de 2020

Desde hace unas semanas tengo deseos de reanudar mis diálogos con mis lectores. No lo hago ahora por lo ocurrido el nueve de febrero. Mucho se ha dicho desde el punto de vista jurídico de esta tentativa de golpe de Estado. Pero analizar este putsch desde el punto de vista político la cosa se vuelve más complicada, pues aún no son muy visibles las consecuencias dentro de la sociedad salvadoreña. Es cierto que el rechazo ha sido fuerte abarcando instituciones sociales y económicas, asociaciones de toda índole y representativas del conjunto de la sociedad y tal vez solo los miembros del núcleo más fanatizado de sus seguidores han aplaudido; las consecuencias internacionales sí son más patentes, el presidente más cool ha dejado de serlo, no hay institución internacional que no haya reprobado, la gran mayoría de gobiernos emitieron protestas y manifestaron su indignación y su preocupación.

Tal vez lo más visible sea que la imagen presidencial ha quedado muy desteñida. Para el personaje que se ha esmerado en primer lugar de crearse un semblante de víctima, de alguien acosado por los cuatro costados, que no pasa un día sin que contraataque (el tono que adopta en sus ataques es siempre de queja, como respondiendo a un ataque). Llegar a la Asamblea en son de guerra, usurpar el sillón de la presidencia legislativa haciéndose acompañar por un fuerte contingente del ejército y gran cantidad de policías, lo pone como un agresor, un transgresor y un hombre violento. Muy lejos queda su victimización y las plañideras posturas. Sinceramente creo que no va a tardar en retomar su acostumbrada postura de víctima. Otro punto que salta a la vista es que sus consejeros políticos y jurídicos son incompetentes. Pues ha quedado manifiesto el rompimiento del orden constitucional y su rebelión y rebeldía aunque frustradas no dejan de ser patentes. La Sala de lo Constitucional no ha dado todavía un fallo, pero las medidas cautelares nos dan más que indicios hacia donde apuntan los magistrados.

Su oración-plática con Dios ha dejado a muchos simplemente perplejos además de indignar a la mayoría. Ignoro si esta dramática escena la tenía ya preparada o si fue una improvisación de último minuto. En todo caso su confesión —ante las cinco mil personas que acudieron a su llamado— que acababa de oír a Dios aconsejarle tener paciencia, linda con o es una dolencia psíquica. Con esto se llegó a un doble paroxismo, invocar al cielo como último argumento para dictar un ultimato a la Asamblea y recibir en respuesta una rotunda negación de sus seguidores que pugnaban enaltecidos y exaltados por acabar con todo inmediatamente. Esto no sé por qué me evoca el verso del “Payador Perseguido” de Atahualpa Yupanqui: “Dios por aquí no pasó”.

Me he referido a la inepcia de sus consejeros, existe la posibilidad de que no aconsejen, sino que busquen las justificaciones a lo ya decidido por el presidente. Los que me leen en Facebook saben que suelo comparar a Bukele con el Duce Mussolini, por sus gestos, su significativa comicidad, sus desplantes y ese populismo peligroso que tiende al fascismo. Su persona hay que identificarla al pueblo y el pueblo tiene que identificarse con el caudillo. En la toma de poder, durante su discurso, los concurrentes siguiendo su dictado le juraron fidelidad al duce Bukele. Desde el comienzo de su mandato sus órdenes son personales y directas (por tuits) y los ministros responden “a sus órdenes”. Los ministros e incluso los militares del cuartel de San Miguel obedecieron sin que les llegara una notificación por la vía oficial. Desde su toma de poder se mantiene en una permanente actividad contra los partidos políticos y especialmente contra el FMLN. Para combatir a los mismos de siempre y su supuesto nepotismo mandó despedir a empleados de segundo orden; mientras instalaba en su gobierno y agencias del Estado a su parentela y cherada. Ha recortado las prestaciones sociales, cerrado Secretarias del gobierno, etc. Esto era aplaudido por muchos, les parecía que esta purga era necesaria para purificar al país. Su popularidad se mantenía intacta o incluso quizás aumentaba. Por lo menos era lo que mostraban las encuestas que se difundían. Hasta una encuesta de la UCA que no resultó tan ventajosa, aunque sí mostraba un apoyo mayoritario al presidente en particular y a su gobierno.

La pregunta que surge ahora es ¿Qué necesidad tenía Bukele de intentar el golpe de Estado contra la Asamblea? No era por el préstamo, no. Son muchos los millones que ya recibió (mil doscientos millones en menos de seis meses), en el presupuesto de la nación tiene más de 700 millones que aún no han sido utilizados. Me parece imposible que haya atentado contra el orden constitucional simplemente por complacer a su amigo israelí Yaniv Zangilievitch. Me cuesta creerlo.

No obstante uno no puede dejar de lado incluso esta posibilidad, pues esta amistad se mezcla con negocios y contratos millonarios y viajes y tal vez cuentas secretas en paraísos fiscales, las amistades fuertes se nutren de correspondencias.

Sin dejar de lado esta posibilidad hay que atender con seriedad lo que algunos analistas han sugerido permaneciendo en el estricto terreno de lo político y de las metas políticas. ¿De qué se trata? De un intento precipitado de acaparar de una vez por todas el aparato estatal, integralmente, para esto la disolución de la Asamblea era necesaria, pues luego se convocaría a una Constituyente para que redactara una nueva Constitución a su medida.

Se trata de una ambición totalitaria, llevando al extremo el carácter despótico del estado salvadoreño. Los comentaristas observan que desde el principio el presidente ha mostrado una inclinación hacia la militarización de la sociedad, aportándole a las fuerzas armadas mayor presupuesto y confiándole misiones extra-constitucionales. El presidente ha mostrado el impetuoso deseo de dominarlo todo, una tendencia a no aceptar críticas, ni comentarios desfavorables. Exige una prensa sumisa, ha creado también toda una red de sitios productores de falsas noticias y sobre todo distribuye la publicidad o la retira según el criterio de aceptación o rechazo de su política. Algunos señalan que ha empezado a utilizar los servicios de inteligencia del estado para vigilar a sus oponentes o sospechosos políticos. Se trata de instalar un régimen totalitario con tintes fascistas. Las condiciones para ello es el caudillismo exacerbado, que se viene señalando desde algún tiempo, el caudillo encarna las aspiraciones del pueblo, sus deseos son los ansias populares, sus amigos son los amigos del pueblo y sus enemigos son los enemigos del pueblo. Por muy primitivo que esto parezca, pero se ha venido plasmando en sus propios discursos, como en los comentarios de sus partidarios y del ejército de troles que se comportan como verdaderos acosadores en las redes sociales. Estos troles son realmente las camisas pardas virtuales del presidente.

Estamos frente a ese peligro que no se puede desdeñar o minimizar. Y la tentativa del golpe asumiendo el papel de rebelde contra el orden constitucional, alzado en armas, llevando al ejército a asumir funciones contrarias a las que le han sido asignadas en la Constitución volviéndolo en infractor de este bien jurídico de la nación. El peligro persiste, lo muestra su discurso incluso estas semanas posteriores, en el que persiste en su derecho a ponerse por encima de la Constitución y desacreditando a los dos poderes la Asamblea y la Sala de lo Constitucional. Si la Fiscalía se muestra condescendiente o timorata y en gran negligencia no emprende la persecución del delito cometido, podemos asistir a una recidiva criminal e inaugurando un régimen personal de corte fascista.

1 comentario:

  1. Sus análisis son siempre certeros, espero leerlo más seguido por acá también. Saludos,

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